Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Erdogan
sabe medir los tiempos. Cuanto más se le necesita, más provecho le saca a esa
necesidad. Cada vez que la Unión Europea o los Estados Unidos necesitan algo de
Turquía, la respuesta de Erdogan es la misma: un golpe interior. Aprovecha las
situaciones para ir destruyendo a la oposición interior.
Cuando
se le necesitó para combatir al Estado Islámico, su respuesta fue bombardear a
los kurdos. Ahora la Unión Europea le ha dicho que necesita que Turquía frene
el flujo humano que huye de Irak y Siria. La respuesta inmediata de Erdogan es
otro golpe interior: el desmantelamiento de un grupo mediático opositor.
Literalmente lo ha intervenido: dos periódicos y dos emisoras de televisión.
Mediante
el bombardeo a los kurdos, Erdogan rompía una tregua cuya paz que había hecho que
perdiera el apoyo mayoritario. Con su acción irresponsable, ha vuelto a llevar
la violencia a Turquía con tal de mantenerse en un poder que veía perdido. Ha
tratado de sembrar la discordia entre los grupos que podían unirse contra él y
desplazar a su partido del gobierno, convirtiéndole en un presidente aislado.
Erdogan ha preferido la guerra, mostrando que aquello de "moderado"
del modelo turco pasó a la Historia. "Moderado" no es algo que él se sienta, sino una forma de etiquetarlo nosotros, algo que no le compromete en nada para sus objetivos de poder y control. La moderación no viene de sus actuaciones o pensamientos, sino de las de los otros, los que llamamos "radicales". Cuanto más tiempo está en el poder, menos se perciben las diferencias.
Las
promesas hechas por Angela Merkel a Erdogan sobre el acercamiento de Europa a Turquía son
peligrosas porque Turquía no puede estar en Europa mientras Erdogan esté en el
poder. Es incompatible con los estándares y las maneras de una democracia
medianamente considerada. La Turquía de Erdogan es periférica. El problema no es Turquía,
es Erdogan y su partido islamista autoritario. Su sentido del poder es ocupacional, es decir, llegar y quedarse
criminalizando a los otros hasta reducirlos a la nada por exilio, silencio o
cárcel. Ese modelo no puede ser europeo. Y él lo sabe, pero juega con ello.
Siguiendo
la moda de otros países (o que lo aprendieron de él), declara terroristas a
todos los que le llevan la contraria, les acusa de preparar golpes de estado,
de crear estados paralelos, etc. para después arremeter contra ellos. Es lo que ha hecho con el grupo empresarial ahora intervenido. Su
proceso islamización ha sido constante y le lleva a identificarse con la
religión, de tal manera que los enemigos suyos son los enemigos del islam,
llevando a una polarización irresoluble del electorado.
La teoría es que existe un grupo integrado por miles de seguidores que han infiltrado los aparatos del Estado en sus más altos cargos y al que pertenecen los seguidores del clérigo Gulen, residente en Estados Unidos. Los gulenistas apoyaron a Erdogan para llegar al poder en sus inicios. Después, las discrepancias lo convirtieron en el enemigo-rival, es decir, aquel que puede disputarle el electorado dentro del campo islamista. Es el efecto de la polarización: crea un campo lejano y un campo próximo de disputa con tácticas diferentes. Erdogan bombardea a los "enemigos" y censura, encierra y expulsa a los "rivales". Para él son más peligrosos estos últimos porque están cercanos y conocen muchos de sus manejos. No hay ningún país que haya declarado "terroristas" a tantos rivales.
A unos
días de la celebración de las elecciones extraordinarias, tras la imposibilidad
de formar gobierno con los resultados anteriores, Erdogan da un nuevo golpe
contra los que le plantan frente, en este caso, el grupo mediático vinculado
con el gulenismo, sus antiguos
compañeros de viaje y actuales enemigos. Los rumores de corrupción y las escuchas
que salieron a la luz presuntamente de familiares del presidente y miembros
prominentes del partido fueron achacados a los gullenistas, metidos en una
conspiración. Erdogan hizo detener a jueces, fiscales, policías y periodistas
bajo la acusación de tener un estado dentro del estado, algo de lo que se
podría acusar claramente al AKP, su propio partido, que es quien maneja Turquía
en todos sus rincones.
Parece
que en Occidente, las cosas de Erdogan no tienen ya importancia. Pero sí lo
tienen si sigue utilizando la indiferencia o el pragmatismo para acabar con la
democracia en Turquía. Se sigue cometiendo el error de consentir a los
dictadores útiles. Eso no trae más que problemas a medio plazo.
En el
Hurriyet Daily News, el columnista Mural Yetkin, tras hacer un repaso a los
últimos desmanes de Erdogan —algunos más de los señalados anteriormente—
escribe:
Turgut Özal, Turkey’s eighth president, was the
politician who introduced the “three principles of a liberal democracy” when he
introduced liberal economy to the country in the 1980s, when Turkey was trying
to return to democracy after the 1980 military coup. Many in Turkey were
introduced to the concept of “freedom of faith, freedom of expression and
freedom of investment” thanks to Özal. It is sad to see that we are now in a
position of debating these freedoms 30 years later because of escalating political
tension.
It is not clear what else Turkey will see if
the AK Parti is unable to regain its parliamentary majority in the Nov. 1
election, as an AK Parti lawmaker Aydın Ünal vowed for ‘more’ in a televised
interview yesterday.*
La "libertad de fe" se ha ido recortando por la constante
islamización del país y de las instituciones públicas; la "libertad de
expresión" está pisoteada de forma constante con los periodistas encarcelados
e intimidados y los medios censurados. Le toca el turno ahora a la
"libertad de inversión" ya que lo que ha hecho Erdogan con el grupo
mediático es una "expropiación", quitando la propiedad a sus titulares.
El último párrafo del texto coincide con los temores que
aquí expresamos en su momento: ¿hasta dónde es capaz de llegar Recep Tayyip Erdogan
para mantener el poder del AKP y el suyo propio? Le hemos visto rompiendo una
tregua y metiendo a Turquía en una guerra civil paralela a la del Estado
Islámico, en la que no está nada claro que quiera intervenir hasta el momento
para desesperación de sus aliados.
El atentado de Ankara, realizado oficialmente por el Estado
Islámico, no se hizo contra el gobierno turco, sino contra los
turcos y kurdos que se manifestaban contra Erdogan por la paz.
Erdogan es un escándalo tapado
por los intereses internacionales que ha sabido utilizar en todo momento. Ha
jugado a todas las bandas posibles y siempre cae de pie. Es capaz de fabricar
nuevas circunstancias, nuevo caos, para poder continuar con sus estrategias.
Prometerle nuevos avances hacia Europa es un error que él mismo sabe que no se
cumplirá, pero tampoco creo que le importe mucho. Europa solo son negocios para
él y su partido. En su lista de prioridades, Europa y lo que representa no es, desde luego, la principal. Y Europa debe entender que los juegos de Erdogan son peligrosos para la zona y para la propia Europa, que se ve envueltos en ellos.
Hemos de estar preparados, como están advirtiendo los propios turcos, de cuál pueda ser la reacción de Erdogan si las próximas elecciones sacan al AKP del poder. Entonces Europa tendrá que decidir desde los principios y no desde el pragmatismo.
*
"What does the Koza-İpek case mean?" Daily News Hurriyet 28/10/2015
http://www.hurriyetdailynews.com/what-does-the-koza-ipek-case-mean.aspx?pageID=449&nID=90426&NewsCatID=409
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