Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
revista Investigación y Ciencia nos
trae en su último número (octubre 2015 nº 469) un breve e interesante artículo
—publicado previamente en Nature nº
520, 2015— a cargo de la profesora jordana Rana Dajani. Su título nos define
bien el contenido: "El reto de enseñar evolución a estudiantes musulmanes"* (p. 54). Dajani es profesora asociada de Biología Molecular en la Universidad
Hashemite, de Zarga, e investigadora visitante en la Universidad de Cambridge. La labor educadora —ella se define como educadora— es amplia y ha tenido sus efectos en comunidades de diversos países, a los que ha tratado de llevar ideas renovadoras a través de la creación de bibliotecas y otras iniciativas, como "We Love Reading", de la que es fundadora y directora. Es una activista de la cultura y su extensión.
Tras
comentar el rechazo que las ideas evolucionistas suscitan en las sociedades
musulmanas y cómo inicialmente casi todos sus estudiantes se muestran
contrarios, Dajani comenta:
Los estudiantes solían quedar muy
sorprendidos. Si bien ven que me cubro con un hiyab —saben por tanto que soy
musulmana practicante—, oyen que acepto la evolución como un mecanismo para
explicar la diversidad y el desarrollo de las especies, y cito a Charles Darwin
como un científico que ha contribuido a nuestra comprensión del origen y la
diversificación de la vida en la tierra.
Algunos estudiantes se quejaron a la
universidad de que su maestra predicaba contra el islam. Pero las autoridades
se mostraron satisfechas al saber que la fuente de mi material didáctico eran
libros de texto aprobados por el centro. Felicité a los que había protestado,
por atreverse a defender aquello en lo que creían, y les invité a discutir juntos
sus inquietudes.*
No hay
campo de batalla más conflictivo que la mente humana. Allí se desarrollan las
grandes batallas entre lo que desea permanecer, dueño y señor de nuestra mente,
y las opciones de cambio. La tarea se vuelve más complicada cuando esas ideas
se nos han introducido desde la infancia con el deseo de que no se muevan de
allí, con todos los mecanismos sociales y familiares, legales y de angustia
psíquica de presión para que no se vean modificados.
Las
ideas de Darwin —el propio autor era consciente de ello— eran una revolución de
las mentes y de la organización del pensamiento en la medida en que este
explica el mundo que nos rodea. La reacción de los estudiantes jordanos es la
misma de los que tuvieron que enseñar sus ideas. Todavía hoy, en sociedades
avanzadas y con acceso a l conocimiento, este se desperdicia porque entra en
contradicción con aquello que nos organiza como sociedad.
Cuando
el neurocientífico Steven Pinker sacó su monumental obra, La tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza humana (Paidós
Ibérica 2003), realizó una gira promocional de conferencias que se encuentra
editada con el título "La tabla rasa, el buen salvaje y el fantasma en la
máquina" (Paidós Ibérica 2005). En esta obrita —que desde que salió he
dado como alternativa de lectura a muchos de mis alumnos— es una breve
explicación de cómo las sociedades se encastillan en ciertas ideas que actúan como
freno del avance científico. Hacemos descubrimientos en todos los campos, pero
muchos de ellos no son compatibles con nuestra cultura, es decir, con el
sistema de creencia que nos damos. La cuestión, por tanto, es la resistencia al
conocimiento y al cambio que implica.
Escribe
la profesora Dajani:
En clase, ofrezco una explicación detallada
de la evolución natural de las plantas y de su mejora artificial mediante
cruzamiento. Más tarde, discutimos sobre la resistencia a los antibióticos, las
vacunas contra la gripe y los medicamentos contra VIH. Tras estos debates, la mayoría
de los estudiantes están abiertos a aceptar la evolución como un mecanismo para
la aparición de todas las especies... excepto la nuestra.*
La
resistencia es siempre la misma. Es la negación a sumar dos más dos, es el
bloqueo cultural que proviene de la enseñanza previa que se ha hecho con
nuestra forma de ver el mundo y se ha construido sobre esos cimientos. Podemos
explicar la naturaleza, pero nos resistimos a considerarnos parte de ella en
cuanto que hay un cuestionamiento de todos los elementos diferenciales que
hemos acumulado históricamente en la cultura.
Tengo
una conocida egipcia a la que se le ocurrió hace un par de años comentar en su
página de Facebook que había estado hablando sobre Darwin con un estudiante
extranjero. Una agradable tarde de charla desató todas las alarmas y conocidos
y familiares se abalanzaron inmediatamente para saber qué estaba ocurriendo y advertir a la estudiante, muy sorprendida
por el escándalo causado, de los peligros personales y sociales a los que se
exponía. En lo personal, era el camino a la apostasía y al ateísmo; en lo
social la mancha familiar y la condena al ostracismo.
El
fenómeno no es privativo del mundo musulmán, aunque es allí donde alcanza una
mayor virulencia. Parte de la explicación es que la apertura del mundo, los
intercambios de información, suscitan una reacción contraria para
"preservar" el control social a través de los mecanismos
tradicionales, en lo que las religiones juegan un papel esencial. La
reislamización de los países musulmanes no se concentra solo en cuestiones como
la vestimenta o las normas morales más estrictas. Es ante todo una negación de
la modernidad, es decir, el cuestionamiento del pensamiento dogmático y su
enfrentamiento al pensamiento crítico y a la ciencia experimental. Cuando no se
puede competir en esos terrenos, sencillamente, se niegan virulentamente.
Para algunos de mis estudiantes, aceptar la
evolución significa negar la existencia de Dios. A estos les digo que la
evolución no habla del origen del universo. Para mí, el principio fue Dios.
Después, las reglas de la lógica y la ciencia condujeron al desarrollo del
universo y más allá.
Muchos musulmanes están de acuerdo con esta
visión, entre ellos varios científicos, que no lo dicen públicamente por temor
a ser tildados de agitadores. También algunos eruditos religiosos lo apoyan,
pero prefieren un cambio de opiniones gradual, a fin de no levantar barreras y
frenar el progreso.*
Es aquí
donde se plantea uno de los mayores problemas sociales. La profesora Dajani
tiene gran valor al decir públicamente su opinión. Tiene un gran valor al
decírsela a sus alumnos y seguir con ellos tras las protestas por los que
consideran que ataca al islam, pena por la que podrían acabar bastante mal en
cualquier lugar en el que las autoridades de la universidad no se molestaran en
revisar la bibliografía que maneja.
Sin
embargo, esos temores manifestados por científicos o eruditos religiosos tiene
mucho de no querer complicarse la vida, algo que en cambio no preocupa a los
islamistas de cualquier facción que realizan una militancia activa —muy activa—
para evitar que cualquier idea contraria a las creencias que manejan se vea
cuestionada. La profesora Dajani tiene lo que hay que tener, valor y compromiso
con su conciencia, que no es lo más extendido. Si esos eruditos y científicos
expusieran sus opiniones públicamente se expondrían, sí, pero también abrirían
una brecha que iría más allá de una clase de Biología Molecular en una
universidad jordana.
La
realidad es que muchos se han acostumbrado a mantener sus conocimientos ocultos
porque se vive bien en esa zona de sombra. No está mal ser un científico de
renombre en el extranjero en distintos campos y regresar al hogar donde no te
pregunten si tu trabajo cuestiona las enseñanzas del Corán o no.
En el
mundo musulmán esto es grave y lleva a fenómenos dogmáticos extremos como el Estado Islámico o
cualquier otro grupo que vive y obliga a vivir bajo un sistema de creencias
impuesto por la violencia. Pero no es el único campo en el que esto se está
produciendo.
El
dogmatismo respecto al ser humano y, por ello, la negación de los
descubrimientos que la Ciencia hace o su reducción a "teorías opinables"
en el mismo nivel que alternativas esotéricas o míticas, no es un fenómeno
exclusivo del mundo islámico. Tiene que ver mucho con un fundamentalismo
reactivo que comenzó en la misma época que la islamización, en los años setenta,
como reacción a la apertura que supuso, por ejemplo, en el cristianismo el
Concilio Vaticano II, contra el que reaccionó una parte de la iglesia católica.
Ese conservadurismo se sigue manteniendo en muchas instancias, públicas y
privadas. Un fenómeno similar se dio en los Estados Unidos: Darwin era solo una teoría. Todavía hay batallas en los tribunales sobre la enseñanza del evolucionismo.
Frente
a la apertura al conocimiento que vamos adquiriendo, se opone una negación de
los principios que se derivan de la lógica de la ciencia, que se reduce a la
mecánica de la tecnología. Aceptamos cierto tipo de progreso material derivado
del conocimiento científico del mundo, pero seguimos viendo al hombre como un ser especial en el mundo.
La
importancia de un sistema educativo que aborde de forma integrada los
conocimientos y no como parcelas aisladas es esencial. Es ese parcelamiento el
que lleva a que lo que se aprende en una asignatura se ignore en las otras,
creando zonas opacas según la perspectiva del momento. Lo que es "verdad"
de 10 a 11 deja de serlo de 12 a 13.
La
profesora Rana Dajani dice que no es relevante para su nota final el que el
alumno "crea" o no en la evolución. Dice preferir que le digan lo que
piensan antes que forzarles a que digan lo que no creen para obtener una buena
nota. De esta forma, dice, "estaría haciendo lo mismo que hacen quienes
rechazan la evolución: forzar la opinión". Este último mecanismo es un
tanto dudoso, aunque comprensible en el entorno: es una estrategia de
supervivencia. Si la profesora suspendiera a sus alumnos por sostener lo que
está escrito en el Corán, el problema iría más allá de la cuestión
bibliográfica. Pero es cierto que no va a cambiar al que no quiera cambiar. Ella señala: "En mi opinión, el Corán
fomenta la observación y contemplación del mundo, al mismo tiempo que celebra
la búsqueda del conocimiento. Pero no valida los hallazgos científicos".
Es la interpretación que permitió la existencia de una poderosa ciencia árabe
musulmana. Pero lo que ha triunfado en muchos lugares es lo contrario: el literalismo autoritario. Es lo que está
avanzando precisamente por el silencio de muchos y la falta de vista para
detectar dónde se encuentra ese deseable reformismo que siempre que se intenta
poner en marcha va demasiado rápido.
Su
artículo se cierra con la siguiente conclusión:
Mi objetivo es que los alumnos desarrollen un
método racional para evaluar el mundo y elaborar sus propias opiniones,
hipótesis y teorías, y no copiar las de otros. Es un llamamiento a nuevas
formas de pensar, un viaje en busca del conocimiento, uno de los principios
básicos del islam. Si lo conseguimos, contribuiremos a la creación de una
generación de científicos musulmanes librepensadores.*
Cualquier
mecanismo o procedimiento que ayude en ese camino será siempre mejor que el
cierre violento alrededor del dogma. Pero no tiene sentido crear científicos
"librepensadores" en una sociedad que no lo es. Crear una casta de
pensadores encerrados en laboratorios mientras en la sociedad sigue
predominando el dogmatismo, no servirá de mucho. Cada comienzo de curso, la
profesora Rana Dajani se encontraría sentados en los bancos de su aula a los
mismos alumnos que rechazan inicialmente sus enseñanzas y acuden a protestar a
las autoridades para que deje de atacar al islam. Mejor sería que empezaran
algo antes y llegaran con la mente abierta. Pero hay lo que hay y la profesora
Dajani, pese a sus valiosas iniciativas sobre la lectura, no puede cargar el mundo sobre sus espaldas.
Vivimos
en tiempos extraños, hacia el futuro y hacia el pasado; sabemos y elegimos
ignorar. Estamos todos más cerca y sin embargo aumentan las distancias entre nosotros.
*
DAJANI, Rana (2015): "El reto de enseñar evolución a estudiantes musulmanes".
Investigación y Ciencia octubre, nº 469, p. 54.
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