Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
actual número de la revista Investigación
y ciencia (n 453 - junio 2014) trae un estupendo artículo titulado "Un
ave ingeniosa". Entre textos dedicados a los problemas que se le plantean
al "modelo estándar" en Física si no aparece pronto lo que tiene que
aparecer y lo de la supersimetría sale adelante, otros dedicados a cuestiones
moleculares o al calentamiento global, problemas para los que uno está ya
mentalizado, me ha dejado a anonadado uno dedicado a los pollos, pues a ellos
hace referencia el título del artículo. Pollos.
Las autoras
del texto, Carolyn L. Smith y Sarah L. Zielinski (investigadora en cognición
animal de la australiana Universidad de Macquarie y escritora científica,
respectivamente), nos desarrollan un interesante panorama sobre el
comportamiento de estas aves. Con la investigación animal suele ocurrir lo
contrario que con la humana, es decir, que cuanto más profundizamos en el
comportamiento de los animales descubrimos mayores grados de inteligencia. Partimos
del principio de la estupidez animal y luego nos sorprende encontrarnos con muestras
de lo contrario.
Como
debe ser en un buen artículo de este tipo, las autoras comienzan haciendo un
poco de historia sobre los descubrimientos paulatinos que nos han ido llevando
a interesarnos por los pollos más allá de la gastronomía, guiados por descubrimientos
interesantes sobre sus capacidades y comportamientos. Con un poco de
observación, los investigadores pronto se dieron cuenta de que los pollos no eran unas aves
estúpidas como habíamos pensado, sino que tenía comportamientos inteligentes.
Diseñando formas de observación interesantes de sus relaciones en grupo,
comenzaron a recoger sus reacciones y formas de comunicarse. Les
crearon un entorno virtual controlado mediante el que podían hacerles ver en pantallas distintos elementos (compañeros, rivales, depredadores) y observaron sus
reacciones en cada caso. Nos dicen:
La realidad virtual condujo a una revelación
sorprendente: las vocalizaciones y los gestos del pollo transmiten información
específica que sus semejantes entienden. Así pues un ave no necesita ver una
rapaz con sus propios ojos para comportarse como si la estuviera viendo; le
basta con oír la señal de alarma de un compañero. Según los etólogos, las
llamadas de los pollos son "funcionalmente referenciales", esto es,
se refieren a objetos y acontecimientos concretos, de modo muy similar a las
palabras. Es como si el ave creara una imagen mental del objeto al oír la
llamada que le incita a reaccionar, ya sea huir ante un depredador o acercarse
a una fuente de alimento. (84-85)*
Hasta
aquí las cosas se pueden explicar y comprender sin demasiados problemas. Los
pollos, como otros animales, pueden traducir una situación u objeto a un tipo
específico de señal. Esa señal provoca una respuesta también específica en los
demás. No sabemos si el pollo se representa mentalmente una "imagen"
de lo que la señal quiere transmitir, lo que sería un signo, o simplemente
provoca una reacción asociada, conductista, como por ejemplo salir corriendo
ante un peligro. Simplemente vemos cómo reaccionan unos ante el peligro
(emitiendo una señal) y cómo reaccionan otros cuando la escuchan o ven (su
reacción).
Pero
las sorpresas llegaron con la observación detallada de los pollos:
El mundo virtual también reveló que los
pollos adaptaban los mensajes a la audiencia del momento. De este modo, el
gallo que descubre una amenaza sobre sus cabezas da la voz de alarma si sabe
que hay una gallina cerca, pero guarda silencio si por allí merodea un macho
rival. Las gallinas son igualmente selectivas, pues solo prorrumpen en gritos
si tienen polluelos.
En conjunto, tales hallazgos indican que el
ave no se limita a reflejar su estado de ánimo en las vocalizaciones, como
cuando está asustada o hambrienta, sino que interpreta la trascendencia de los
acontecimientos y, lejos de responder por simple reflejo, parece meditar sus
acciones. Se diría que piensa antes de actuar, un rasgo más propio de los
mamíferos de cerebro [más] desarrollado que las aves. (85)
¡Sorprendente!
Y no es para menos, pues lo que nos cuentan convierte a los pollos y gallinas
en estrategas maquiavélicos para conseguir poder dentro de su grupo. Los gallos
más débiles (machos subordinados) se guardan la información para hacer que los
depredadores les hagan el trabajo sucio eliminado al gallo dominante (macho
alfa) y quedarse con las hembras. Las investigadoras, abandonado el
distanciamiento científico, no pueden contenerse: "De hecho, cada vez
existen más indicios de que los pollos pueden comportarse como unos perfectos
canallas" (85)*
Una vez
destapada la inteligencia de los pollos, las preguntas sobre su mente saltan en
masa hacia cuestiones reservadas hasta el momento a esta especie perversa, casi
en exclusiva, que es la humana:
Las llamadas referenciales demuestran que
habíamos subestimado la inteligencia del pollo. Los estudios también han
planteado una pregunta intrigante: si pueden transmitir información sobre
acontecimientos que tienen lugar en su entorno, ¿podrían ocultar esas noticias
o incluso difundir información falsa para obtener provecho de esa conducta
engañosa? (85)
El
salto del mundo del corral al de las finanzas ya está dado, como si de un "2001,
odisea espacial" aviar se tratara. Las famosa metáfora visual del filme de
Kubrick con el mono lanzando al aire la quijada que le ha servido de arma, se
puede sustituir por un hueso de pollo o más correctamente por un cacareo
enlazado con el chirriar de las naves espaciales, que no chirrían, pero da igual
porque es una licencia poética.
La
pregunta sobre la capacidad de guardarse información o usarla selectivamente
para controlar el mundo en el que viven, sitúa a los pollos en el terreno de
los actos de habla, algo impensable. Qué un animal pueda tener un lenguaje es
admirable, un puntazo para la evolución; pero que ese animal se calle es un chupinazo evolutivo. Su silencio deja de ser mudez y pasa a ser pura
estrategia, un "sin comentarios" a ver si se llevan por delante al
gallo poderoso y se queda con el harén.
Descubrimos
gracias al artículo, además que el mundo de los pollos, que llevamos siglos
teniendo delante, ha sido muy mal interpretado o ignorado. Gracias a la
tecnología, hemos podido saber algo más sobre el comportamiento de las bandadas
de aves y su organización social, muy elaborada y conflictiva como hemos visto.
Hoy, con nuevos métodos de observación y registro es posible tener una visión
más amplia, sistémica, del conjunto. Nos dicen las autoras del artículo:
Con anterioridad no se había identificado
esta conducta oculta porque las relaciones entre los miembros de la bandada son
breves y con frecuencia reservadas; pollos y gallinas prefieren esconderse en
herbazales altos y entre arbustos. Además una sola persona no puede observar
todas las aves a la vez. Una de las autoras (Smith) encontró la solución para
superar estas dificultades y la llamó "El Gran Hermano Pollo". (85)
Como
era de imaginar, llenaron de cámaras todos los rincones del corral para no
perder detalles de estos "concursantes" y de sus relaciones. Pero las
cámaras no fueron suficientes: los gallos y gallinas disimulaban demasiado y
emitían ruiditos o hacían gestos "solo para sus ojos", dentro de esas
estrategias de ocultación y manejo de informaciones reservadas. Tuvieron que
instalarles micros para poder percibir los matices que las cámaras y micrófonos
generales no recogían. Los resultados son fascinantes.
Las
investigadoras avanzan entre los logros que han detectado en los pollos y
relatan los establecidos por otros trabajos sobre ellos: capacidad de empatía,
"distinguir número y usas geometría" (87). Todo ello les lleva a una
conclusión importante:
[...] nos lleva a reflexionar sobre el origen
de la inteligencia. En lugar de tratarse de un rasgo poco frecuente y de
difícil aparición en el reino animal, quizá resulte más común de lo que
pensamos y surja siempre que concurren las condiciones sociales apropiadas.
(87)
El
texto se cierra, como no podía ser de otra manera, con un alegato en favor de
la mejora de las condiciones industriales de los pollos, auténticamente
canallescas para animales de su inteligencia (o menor, incluso).
Lo
interesante, más allá de los hechos —que ya lo son—, es esa idea de las
"condiciones sociales apropiadas" que se expresa en la cita anterior.
La inteligencia es una habilidad que se desarrolla socialmente. Los humanos
somos el ejemplo más claro de ello. Sus habilidades tienen que ver con la
comunicación y las estrategias comunicativas, presuponen una intencionalidad
que está tras los hechos semióticos: usan su lenguaje, incluido silencio y
mentiras, para conseguir lo que quieren. Para ello desarrollan sus propias
estrategias y evalúan sus efectos. Ya no viven en simples bandadas, sino en
sociedades complejas en las que tienen que gestionar sus recursos, establecer
sus objetivos y buscar la forma de cumplirlos.
Dicen
las autoras que los machos subordinados, si están a cubierto y su rival está al
descubierto, cantan más y más alto para atraer a los depredadores. Ellos están
seguros y tratan de eliminar al otro. Puede que lo gallos inventaran la
política y que sea su forma de hacer primarias para hacerse con el control del
grupo, que tiene ventajas de poder, pero te convierte en objetivo. Al igual que
los partidos políticos, tienen enemigos dentro y fuera y tratan de encontrar el
equilibrio entre las luchas internas, la rivalidad, y la supervivencia frente a
las amenazas exteriores. En el interior, nos contaban al principio del texto,
existe lo que llaman la "jerarquía del picotazo", de nombre
suficientemente explícito como para requerir más explicación. Ante ese poder
del macho alfa, los aspirantes a quedarse con la bandada desarrollan sus
estrategias para burlarle (por ejemplo, si encuentran comida atraen a las
gallinas con gestos visuales disimulados para que el gallo alfa no acuda) y
conseguir comida y gallinas (las gallinas también tienen las suyas, claro).
Como
en cualquier grupo social, hay estrategias para conseguir el poder (internas) y
de supervivencia (externas). Señalan las autoras refiriéndose al mundo de los
pollos silvestres, antes de que los metiéramos en jaulas destinadas al engorde:
Estas condiciones les obligaron a idear
tácticas inteligentes para lidiar con sus congéneres y con los peligros del
entorno, así como maneras de comunicarse en tales circunstancias. (87)
El
artículo, recomendable para cualquier curioso del comportamiento, humano o
animal, es un ejemplo de buenas prácticas comunicativas dentro del campo
científico. Después el lector podrá aplicar sus enseñanzas generales a los
campos o corrales que le parezcan más adecuados, dando el salto de la ciencia a
la fábula, si así le apetece.
* Carolyn
L. Smith y Sarah L. Zielinski "Un ave ingeniosa" Investigación y ciencia nº 453 - junio 2014, pp. 84-87.
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