Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No
quería dejar de recoger —en una semana tan cargada de acontecimientos— algunas
de las ideas que nos han dejado los científicos ganadores de los Premios
Fronteras del Conocimiento, concedidos por la Fundación BBVA. Esta vez, nos han
dejado observaciones que todos pueden entender más allá del campo en que son
cada uno especialistas. En esta ocasión han dejado constancia no solo de su
mérito investigador, sino de los problemas que aquejan a la Investigación. Y quizá a todos nosotros.
Los
galardonados han sido especialmente críticos con la situación de la Ciencia o, para ser más
precisos, con aquellos elementos de los que depende para su desarrollo dentro del modelo actual.
El bioquímico Adrian Bird, galardonado en
Biomedicina, subrayó la necesidad de mantener un compromiso permanente con la
cultura y la ciencia, que comparó con una planta que hay que regar para que no
muera: «La ciencia es un juego a largo plazo. Cinco años es una eternidad para
un político, pero un científico necesita décadas. Trabajan en escalas
temporales distintas», señaló.*
La
afirmación de Bird es cierta. Las escalas
temporales, como él las llama, son muy distintas y no se suele entender el
tiempo empleado pidiendo resultados inmediatos a las inversiones. Eso produce
efectos perversos, entre ellos el aumento del fraude o del error por la necesidad
de presentar resultados La Ciencia es una inversión a largo plazo,
efectivamente, y tiene su propio ritmo en cada campo. La presión para acelerarlo no es buena y tiene efectos negativos.
En el
mismo sentido se manifestó otro de los premiados:
La presión por conseguir resultados rápidos
está pervirtiendo el sistema de investigación, según denunció Harald Rose
(Ciencias Básicas): «Crear algo nuevo lleva tiempo, aunque los políticos creen
que sólo hace falta dinero. Y hoy en día tenemos un problema de falta de
tiempo. Lo veo en mis estudiantes. A veces no tienen tiempo para pensar porque
tienen que publicar [artículos científicos]. Y si no publican, pierden los
fondos».*
Rose
añade otros dos elementos que en realidad son facetas de lo mismo: la presión
sobre la investigación. La presión se puede realizar acortando plazos,
recortando presupuestos o exigiendo a los investigadores niveles mayores de
publicación. O todo a la vez, claro. Todas son variantes de la misma forma de
presión. La ironía de que no hay tiempo
para pensar porque hay que publicar, es decir, presentar resultados es
poner el carro delante de los bueyes. Con esto lo que se resiente
es el conjunto de la investigación, que aumenta en volumen, pero se empobrece en avances reales.
«Necesitamos volver al sistema de
investigación de los años 60 y 70, donde podías tener un proyecto que durara de
cinco a 10 años y no de tres a seis meses como ahora por la falta de fondos
estables», reclamó Marvin Minsky, considerado el padre de la Inteligencia
Artificial. «Falta sabiduría económica».*
Con la
supeditación de la investigación a la política y esta a la industria, los
plazos se han acortado como forma de repartir recursos y sobre todo como forma
de presión sobre los grupos, a los que se pretende hacer competir entre ellos
con esta presión añadida. La estabilidad de los proyectos en el tiempo es
importante porque tiene, además, factores anímicos que ayudan al desarrollo de
la investigación. La prisa no suele ser buena para casi nada y menos en
trabajos que requieren de precisión y están abiertos a ciertos grados de
incertidumbre en su desarrollo, como es propio de cualquier campo de investigación.
Pero los fondos se acaban y puede que no lleguen los resultados en el tiempo
estimado. La angustia y el estrés crecen y no suelen ser buenos aliados para la
claridad del pensamiento. Pero no es eso lo que opina el "modelo galera"
de la Ciencia; el ritmo de remada se incrementa con unos cuantos latigazos más
y amenaza de reducción de la ración de agua. No debemos olvidar que los que
expresan sus quejas son científicos de éxito; pensamos en otros miles que
trabajan en condiciones mucho peores y que serán tratados con muchos menos
miramientos.
En el
documento de la Fundación, las declaraciones de Minsky inciden de nuevo en la
necesidad de dotar de otro ritmo a la
investigación científica regresando a modelos anteriores de trabajo en los que
era posible "pensar":
Feliz al recibir la noticia del premio,
Minsky afirma seguir convencido de que se llegará a crear máquinas al menos tan
inteligentes como los humanos. Sin embargo, no es muy optimista respecto al
plazo en el que podría lograrse: “Depende de cuánta gente trabaje en los
problemas adecuados. Ahora mismo no hay ni recursos ni investigadores suficientes”.
Y fiel a su reputación de científico iconoclasta, añade una crítica: “Los
grandes avances en Inteligencia Artificial se dieron entre los 60 y los 80 del
pasado siglo. En los últimos años no he visto nada que me sorprenda, porque
ahora la financiación se enfoca más en aplicaciones de corto plazo que en
ciencia básica”.**
Sin
avanzar en investigación básica, lo que se busca es más el ingenio aplicado en un intento de amortizar al máximo lo que la
básica ha conseguido. Pero no es ir más allá, sino una forma de transferir a la
industria más rápidamente lo alcanzado. Políticamente tendrá sus resultados,
pero —como bien señala Minsky— en su campo no se ha avanzado mucho desde los
ochenta.
En el
fondo este sistema no busca tanto el conocimiento
como mantener funcionando los equipos suficientes para tener en marcha el proceso
industrial que requiere el poder económico. Por eso esa mezcla de políticos e
industriales que les administran los recursos e inversiones y les marcan los
tiempos no suelen estar demasiado bien vistos porque carecen de los aspectos
que también están asociados como valores importantes de la Ciencia: la
imaginación y la creatividad. Lo que se ha creado es una maquinaria que hacer
trabajar a los demás como máquinas.
Todas
estas quejas de científicos consagrados son pequeñas compensaciones ante lo que
es un clima general de derrota del pensamiento creativo en nombre de una
burocratización del sistema, del que los científicos han pasado a ser una fase.
Los condicionamientos y perversiones de la investigación desde esta presión son
muchos. Falta esa "sabiduría económica" que reclama Minsky.
"Sabiduría" es una palabra bien elegida, una palabra de otro tiempo.
Pero hoy nadie quiere ser "sabio", todo lo más "experto".
No se busca la "sabiduría", sino la "eficiencia".
En
realidad, lo que están reivindicando todos ellos es lo mismo: tiempo. Reclaman un tiempo para pensar y un tiempo para desarrollar sus
investigaciones conforme a sus criterios. Los tiempos, en cambio, les son
impuestos por la impaciencia de los que esperan resultados, la industria, y los
que no quieren gastar más, los estados. Puede que todos tengan sus razones,
pero también tiene sus consecuencias.
Vivimos en un mundo acelerado, sin duda. El tiempo se ha convertido en un bien escaso en casi todos los campos. La reclamación sobre el tiempo necesario es una revolución pendiente que la prisa nos hace ignorar. Esta bien que los científicos reclamen tiempo. Deberíamos hacerlo todos. Solo los que no tienen sobre qué pensar desean que el tiempo pase rápido.
*
"Ciencia para evitar la 'autodestrucción' del ser humano" El MUndo
18/06/2014
http://www.elmundo.es/ciencia/2014/06/18/53a08374ca47416b528b459c.html?a=78a1dca253a7deb8f16377aa8a3cb8f9&t=1403075290
**
Premios Fundación BBVA
http://www.fbbva.es/TLFU/tlfu/esp/microsites/premios/fronteras/galardonados/2013/informacion.jsp
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