Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El caso
del sargento Bowe Bergdahl quedará como ejemplo de reacciones
encontradas sacudiendo a la sociedad norteamericana. Es difícil poder controlar
las situaciones después de un cierto punto y lo que se había planteado como una
operación más de cierre positivo del
último período del presidente Obama ha suscitado un imprevisible debate. No sé
si llegaremos a comprender estos efectos que se ven amplificados por la
estructura mediática que hemos elaborado como escenario social. Lo que se
presentaba como la recuperación del último prisionero estadounidense en manos
de los talibanes, el cumplimiento de la máxima de "no dejar a nadie atrás"
(leave no man behind), se convierte
en un tema candente al surgir informaciones de que Bowe Bergdahl podría
haber desertado y ser hecho prisionero posteriormente.
The New York Times señalaba ayer mismo:
The roughly 35-page report, completed two
months after Sergeant Bergdahl left his unit, concludes that he most likely
walked away of his own free will from his outpost in the darkness of night, and
it criticized lax security practices and poor discipline within his unit. But
it stops short of concluding that there is solid evidence that Sergeant
Bergdahl intended to permanently desert.
Whether Sergeant Bergdahl was a deserter who
never intended to come back, or simply slipped away for a short adventure amid
an environment of lax security and discipline and then was captured is one of
many unanswered questions about his disappearance.*
El abandono voluntario
del puesto se produce durante la noche y es por la mañana cuando, al pasar
lista, se descubre que el sargento ha desaparecido. Todos estos elementos no
habían salido a la luz previamente y solo tras el revuelo mediático suscitado
por la noticia, a bombo y platillo, de su liberación, es cuando empiezan a
levantarse voces críticas —muchas de ellas de colegas de Afganistán— por el
hecho de que se le reciba como a un héroe cuando nunca estuvieron claras (al
menos para muchos) las causas de su desaparición del puesto. Su pueblo, que se
encontraba engalanado, suspende los actos de recibimiento programados; la
versión oficial dice que es por no poder recibir a las cantidades de gente que
prevén puedan llegar.
Después del anuncio del intercambio comienza la avalancha de
detalles que va recortando los hechos dejándolos en formas diferentes a las
iniciales. La aparición de los correos electrónicos intercambiados con sus
padres, en los que manifiesta su malestar por su situación y "estar
avergonzado por ser norteamericano", por ejemplo, tienen un efecto
demoledor. Lo es también saber que hubo soldados que murieron mientras trataban
de localizarle tras abandonar sus filas.
Los que salieron tras él buscaban a un desertor, no a un héroe. En Facebook se ha creado un grupo con el
nombre de " Bowe Bergdahl is NOT a hero" que en este momento en que
escribo tiene 8390 "me gusta" en su cabecera. Estados Unidos tiene en
este momento un conflicto "heroico". El héroe es siempre una propuesta social; necesita y crea un consenso
de valores que se ejemplifican en él. Con unos es posible el consenso; con
otros, no. El caso más reciente de esto es el de Edward Snowden, traidor y
héroe según se perciban sus acciones. El hecho de haber abandonado su puesto
puede ser visto de una forma u otra según los valores de quienes interpretan sus
actos. Pero en este caso lo importante es que la propuesta inicial heroica no
ha sido acogida como se esperaba.
Algunos republicanos montaron inmediatamente su estrategia
anti Obama criticando que Estados Unidos no
negocia con terroristas. En la cadena Fox he llegado a escuchar incluso la terrible
palabra "impeachment", es decir, la posibilidad de enjuiciamiento de
Barack Obama por haber realizado actos contra el propio país o sus leyes y
principios. Los políticos republicanos son preguntados por esto, aunque niegan
estar considerándolo, "hasta saber más del tema", señala alguno. La
Fox, siempre un paso más allá. Pero forma parte de la tormenta (del desierto)
de ideas circulantes. No se trata de que ocurra, sino de que se hable de ello.
El viento suave también erosiona montañas.
El acto en la Casa Blanca con Obama y la familia del
sargento también se volvió controvertido. Lo que pretendía ser una imagen de
apoyo a la familia y de apoyo a la propia imagen de Barack Obama, se vuelve
contra él por la apariencia del padre, que lejos de transmitir exteriormente el
espíritu americano, ha adoptado
normas pastunes, en especial, unas cuidadas barbas características de los
talibanes afganos. La explicación dada es que es la forma de conseguir que el
regreso del hijo a casa sea menos traumático tras cinco años de cautiverio en
manos de los talibanes. Pero otros lo ven como una forma de
"empatizar" con el enemigo, como una especie de "síndrome de
Estocolmo" paterno. De nuevo, la búsqueda del efecto comunicativo, se
vuelve contra los que lo inician, que no logran controlarlo.
El control de la comunicación es el de sus efectos, no el de
la difusión. La distribución mayor o menor de imágenes o discursos tiene que
ver con la potencia emisora. Pero eso es lo más sencillo; lo más importante es
el control de la interpretación de lo que se ofrece, porque si no todo el
esfuerzo es contraproducente, se obtiene lo contrario de lo que se busca. El
acto de propaganda que Obama pretendía, se convierte en un escándalo con una
deserción como centro y el cuestionamiento de los valores americanos del
protagonista.
El intercambio de los presos de Guantánamo pasa igualmente
al centro del debate, pero con un refuerzo negativo importante: han sido seis
los soldados muertos por buscar al sargento Bowe Bergdahl. El movimiento
inicial de alegría por la liberación de un soldado americano se convierte en
indignación para muchos que creen que los héroes son los que fueron a buscarlos
y a los que nadie recuerda. La reacción popular desplaza la heroicidad y los
valores de consenso hacia los fallecidos y sus familias frente al intento de la
comunicación oficial que ha llevado a publicitar el caso con la familia de Bowe
Bergdahl recibida y abrazada en la Casa Blanca.
Las preguntas se acumulan de nuevo en otro caso de errores
garrafales de la administración Obama. ¿Cómo es posible que no conocieran el
dossier existente sobre el caso del sargento, sobre las dudas suscitadas por su
desaparición, los compañeros muertos que causó su búsqueda, etc.? Con unas
informaciones como esas sobre la mesa, el desastre comunicativo estaba
garantizado. Consigues lo contrario de lo que buscas.
The Washington Post
publicaba hace dos días un artículo sobre uno de esos efectos colaterales. El título era muy claro: "Attention,
politicians: We see you deleting those Bergdahl tweets". Se refiere
precisamente a la "trampa mortal" que supone los que han querido
sumarse a la corriente de las redes sociales aprovechando el tirón inicial de
la comunicación. Muchos creyeron de buena fe que se había hecho una operación
clara por la que todos debían felicitarse y apretaron rápido el gatillo de sus
tuits. Al comenzar a sembrarse las dudas, republicanos y demócratas, han
empezado a borrar sus mensajes en las redes para evitar que se vuelvan contra
ellos y los arrastren. Haberse solidarizado con el liberado o su familia se
puede convertir en poco tiempo en algo negativo para su imagen y corren a
intentar remediarlo. Pero esto puede ser peor.
When Bowe Bergdahl's transfer from the Taliban
was announced, the initial reaction of many Americans was one of happiness and
relief. Included among those Americans were a number of elected officials, some
of whom tweeted their pleasure. And then the politics shifted, quickly. So they
deleted their tweets.
And now, an interlude from Ms. Barbra
Streisand.
Why Streisand? Because about a decade ago, Babs
tried to keep photos of her house in Malibu from being published. Which, of
course, simply inspired everyone to want to publish photos of her house in
Malibu. This became known as the "Streisand effect." As soon as we
know you don't want us to see something, man, do we want to see it.
So it is with politicians' tweets. The Sunlight
Foundation runs a nifty service called "Politwoops," which throws
elected officials' tweets into a database and then posts them if they're
deleted. Often, the tweets are typos or misfires. Sometimes, they're attempts
to cover tracks.**
El artículo señala que tres políticos, dos republicanos y un
demócrata, trataron de borrar la huella de sus tuits. Afortunadamente esa
fundación cívica y vigilante ha tomado como tarea la conservación de los
mensajes de los políticos electos y su restauración en caso de borrado. Su
utilidad es grande y hay mucha gente que queda en evidencia. Nosotros decimos que
"por la boca muere el pez"; hoy la boca son la redes sociales y la
obsesión política por estar en la cresta de la ola sin analizar demasiado. Como
bien señalan, todos podemos equivocarnos, pero lo que no se debe es tratar de
ocultar los errores como si no hubieran ocurrido. El llamado "efecto
Streisand" es precisamente ese, que cuando tratas de mantener algo oculto,
todos los demás se empeñan en sacarlo a la luz. El artículo concluye:
So what is a politician to do, in this
media-saturated age, when every little step is observed and critiqued and every
statement is analyzed and dismantled? Maybe this: Explain why you changed your
mind. Politicians don't have to know everything about everything. If what
you've learned about Bergdahl prompts you to rethink your initial comments, say
so. We are all adults! Yes, people will call you hypocrites (I mean, people
call out random people for being hypocrites on Twitter); some people will say
worse than that. But if you learned something, share what you learned. Informed
electorate and all that.
As for the rest of us, cut elected officials a
little slack. People make mistakes. And when they try to pretend they didn't,
call them out. Perhaps by sharing news articles about that behavior with people
you know. That sort of thing.**
Me temo que ese consejo no será seguido por muchos.
Enfrentarse a los errores de comunicación requiere una estrategia más compleja
que la que demuestra el rápido tuiteo
de un mensaje con la pretensión de ser de los primeros. En efecto, es la
premura en salir a las redes la que hace que si se dan casos cuya trayectoria
es la del boomerang se quede en evidencia. Por eso el consejo es bueno:
rectifica y di porqué lo haces, explica qué te ha llevado a cambiar de opinión.
Un poco más complicado lo tiene Barack Obama y sus asesores
en estas cosas porque no pueden aducir desconocimiento y si lo hacen se volverá
contra él, que está obligado a recabar toda la información y a ser atendido en
su demanda. Si alguien le ocultó el proceso, es víctima de sus errores y de la
mala elección de los que le rodean. No es la primera vez que le ocurre, ni
siquiera la segunda.
La necesidad de presencia mediática es un peligroso acicate,
algo que puede hacernos incurrir en errores que sea difícil rectificar.
Desesperadamente están cometiendo errores para tratar de recuperar un liderazgo
que no se consigue con portadas o fotos, sino con actuaciones más inteligentes
y una comunicación más medida.
Nadie duda me imagino de la necesidad de que el sargento sea liberado de su cautiverio, aunque sea para enfrentarse a un tribunal militar. Los puntos de reproche son las negociaciones con los talibanes, terroristas, según la clasificación, la liberación de los cinco prisioneros de Guantánamo, y los soldados muertos en la búsqueda del sargento perdido junto con sus familias, que se siente ultrajadas. Todo ello son puntos débiles sobre los que se incide en la guerra política y mediática.
La política de gestos hoy ya no es la de antes. La Sociedad de
la Información no es la de la Guerra Fría, que tenía sus propias formas de
propaganda. Con medios que penetran en las sociedades hasta los últimos
rincones, con redes sociales que es posible alterar en cuestión de minutos con
una simple imagen, con un solo dato, que puede recorrer el planeta en segundo,
la política y sus efectos comunicativos tienen que abordarse de otra manera, so
pena de que se vuelva contra ti. Los talibanes han podido grabar la liberación
del sargento con un sencillo vídeo casero y convertirlo en éxito mundial en
pocos minutos a través de las redes. La administración Obama y su maquinaria
mediática ha conseguido lo contrario, que se vuelvan contra ella. Ya no se
controla la comunicación ni sus efectos. Lanzas piedras al estanque y miras
cómo se extienden las ondas. Por eso los dictadores y autócratas eligen el
silencio, cortar de raíz YouTube, Facebook o Twitter. Es como secar el estanque
para reducir el efecto de la piedra.
El caso del sargento Bowe Bergdahl debería estudiarse detenidamente en su
secuencia y efectos. Se ha producido de una forma rápida y contundente. Y tan solo está
empezando, pues una vez puesto en marcha es difícil controlar la bola de nieve
rodando por la ladera. Son muchos los que lo usarán para erosionar a los
demócratas o al presidente mismo.
Obama tiene enemigos dentro y fuera y no siempre encuentra la forma mejor de
hacerles frente. Sigo pensando que está muy mal asesorados en muchos campos. Ahora se encuentra con una bomba de la que él mismo ha
prendido la mecha.
Quizás el consejo general que daba The Washington Post a sus lectores sea útil, pero requiere una gran
humildad y tener que hacerlo pocas veces.
*
"Bergdahl Walked Away Before, Military Report Says" The New York
Times 5/06/2014
http://www.nytimes.com/2014/06/06/world/asia/bowe-bergdahl-walked-away-before-military-report-says.html?hp&_r=0
"Attention,
politicians: We see you deleting those Bergdahl tweets" The Fix (blog) The
Washington Post 4/06/2014
http://www.washingtonpost.com/blogs/the-fix/wp/2014/06/04/attention-politicians-we-see-you-deleting-those-bergdahl-tweets/?tid=hpModule_ba0d4c2a-86a2-11e2-9d71-f0feafdd1394
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