Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En su obra
Introducción a una política del hombre
(2002), Edgar Morin escribió:
La crisis de la modernidad, es decir, la
pérdida de la certidumbre del progreso y de la fe en el Porvenir, ha ocasionado
dos tipos de respuestas.
La primera es el neofundamentalismo. Consiste
en la voluntad de volver a echar raíces y de regresar al origen mismo de la
Tradición perdida. Los neofundamentalistas adoptan a veces formas religiosas,
otras veces formas nacionales, otras étnicas, y adquieren su mayor virulencia
en los casos en que son simultáneamente étnicos, nacionales y religiosos. Los
neofundamentalistas pretenden romper con la aventura del devenir, regresar al
tiempo cíclico, rotativo y regulado del pasado. Pero en realidad usan el Estado
nacional, la técnica, la industria y el armamento modernos, de modo que
participan en el devenir que combaten y contribuyen a su avance hacia lo
desconocido.
La segunda respuesta en el posmodernismo. El
modernismo era la ilusión del progreso ininterrumpido y teledirigido. El
posmodernismo es la toma de conciencia de que lo nuevo no es necesariamente
mejor a lo que le precede. Pero el posmodernismo es ciego al creer que ya está
todo dicho, que todo se repite, que nos pasa nada, que ya no hay historia ni
devenir. (150)*
En esta
obra se recogen escritos de Morin aparecidos entre los años 1965 y 1999. Señalo
este dato para que podamos establecer las ideas en su tiempo y situar lo que
escribirá unas líneas más adelante, en una nueva sección: "La historia no
está ni en un final estancado, ni en una marcha triunfal hacia un provenir
radiante. Se halla catapultada hacia una aventura desconocida". (151)
Creo
que no hay mejor definición aplicable hoy a Europa que esa negación del
estancamiento y del triunfalismo, frente a una reivindicación de la historia
como "aventura". Aunque no fuera la idea de Morin, creo que como
tendencias reflejan unas formas de pensamiento que subyacen en lo que hoy
podemos contemplar en nuestro panorama.
La
débil moral europea —la euforia en el éxito y la depresión en las crisis—
adolece de la vitalidad necesaria para defenderse de su propia tendencia
ciclotímica. Las promesas de éxito nos debilitan al no estar preparados para
enfrentarnos a los desafíos que, sin embargo, la historia nos tienen reservados
a cada vuelta de la esquina. Europa, efectivamente, es y debe ser una aventura
desconocida, como todo lo que está vivo. Tratarlo de otra forma es caer en la
parálisis y el burocratismo anquilosado.
El auge
del neofundamentalismo populista en
Europa —pues se trata de eso, de la vertiente nacionalista y racista,
con componentes religiosos en algunos
casos— no es más que la fuerza de la fe en el retorno a la tierra prometida, irreconocible,
desfigurada bajo nuestros mismos pies.
"Usar
Europa contra Europa" es el lema que les guía; ya es más eficaz gritar
contra Europa en el Parlamento Europeo que en las calles de Francia, espacio
reservado para los actos de afirmación empática de lo "francés", de
la vuelta teatral a las raíces. Una vez conseguidos sus escaños, Marine Le Pen
ha matizado que no está contra "Europa", pero que hay que "refundarla".
En marzo, en cambio, se definía como "eurorrealista" tal como recogía
en entrevista el diario Público: "Eurorrealista es el que no considera a
la Unión Europea como una religión y es capaz de juzgar sus resultados como
lamentables y catastróficos".** Puro fundamentalismo antieuropeo, con
retórica burda.
Como
"neofundamentalista", Marine Le Pen convierte en programa su regreso a la "tradición perdida", por usar
los términos de Morin, pero con sus acciones siguen haciendo avanzar el devenir
porque este no se detiene. La creencia es que las cosas pueden ser como fueron
son ilusas. Puede que Le Pen se manifieste como "eurorrealista", pero
no deja de ser "francoingenua". La Francia a la que pretende
regresar, la Europa que pretende refundar ya no existen porque el mismo devenir
nos ha cambiado. Dice Le Pen que ya no pueden controlar quién atraviesa sus
fronteras. Se olvida de que tampoco nadie puede impedir que los franceses salgan
de las suyas sin necesidad de pedir permiso a nadie y moverse libremente.
Cuando haya colas de ciudadanos franceses, con su pasaporte en la mano, para
entrar en "Europa", el mensaje de Marine Le Pen se habrá comprendido
finalmente. Es una pena que el referéndum suizo sobre las restricciones a los
ciudadanos europeos haya quedado tapado por el caso de Ucrania. Todavía
esperamos una respuesta "ejemplar" a la ley del embudo suiza.
Las
tres actitudes que Morin señala —neofundamentalismo, modernismo y
posmodernismo— son visiones de la Historia, no la Historia misma, que se
elabora tanto con sus afirmaciones como con sus negaciones. Del individuo a la
Unión Europa, somos aventuras abiertas e inciertas. Con cada nivel de
integración que se alcance, aumenta el nivel de complejidad y, por tanto, de
incertidumbre. Legislamos hacia el pasado porque el futuro es más abierto,
menos predecible, cuando aumenta la complejidad.
Lo que
falla en los razonamientos populistas antieuropeos es pensar que por el hecho
de que dejen de ser parte de la Unión Europea, esta va a dejar de afectarlos.
Lo hará de una manera nueva e imprevisible en gran medida. Dejarán de ser
miembros de la Unión, pero pasarán a formar parte de su entorno, variando las
relaciones que en este momento tienen y por lo tanto sus propias acciones.
Quizá por eso están los que desean salir de Europa, los que pretenden cambiarla
(refundarla con pérdida de funciones) y los que pretenden simplemente
dinamitarla.
Salir
de Europa supone enfrentarse a una Europa competitiva con su propio mercado
interno y aplicando un tratamiento diferenciado a los que no son miembros.
Refundar Europa supone disminuir sus capacidades, la del todo frente a las partes, para evitar que haya desniveles en el
enfrentamiento. Por último, dinamitarla es asegurarse de que no queda nada
atrás con lo que competir, que se vuelve a la casilla cero. Pero esa "casilla
cero" ya no existe; es distinta pasados los años.
Sorprende
ver cómo, el tan admirado por los neofundamentalistas europeos, Vladimir Putin
se esfuerza en crear su propio espacio en un intento de restablecer una Unión
Soviética de mercado, mientras que la Europa populista trata de dinamitarla.
¿Es quizá un regalo a la Rusia de Putin, que podría extenderse con menos
riesgos?
Pero el
mayor enemigo de la Unión es la torpeza y la falta de sentido europeo. Es la
falta de miras; hace falta concebir Europa como una aventura permanente, como un por hacer. Europa tiene miedo a ser
Europa. Y este miedo es, sobre todo, el de las pérdidas de espacios de poder.
La política es, en última instancia, la toma de decisiones. Y eso está por decidir en el plano europeo. Las
decisiones hasta el momento han servido para evolucionar, pero las nuevas
decisiones afectan ya a la toma de decisiones. Es un punto de conflicto en
cualquier organización, una frontera invisible en la que detenerse porque el
siguiente paso puede reducir nuestro poder. El peligro entonces es el de la
inercia, el de detener a una Europa puesta en marcha y, especialmente,
controlar los efectos negativos de la pérdida de velocidad en su desarrollo.
En
entrevista con Euronews, Herman van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo,
señala:
“Avanzar hacia una mayor integración en la
eurozona es inevitable porque tener una moneda común precisa de una mayor
política común. Y no estoy diciendo esto porque yo sea un fundamentalista
europeo convencido, sino que es la consecuencia lógica de la decisión que
tomamos años atrás con la creación del euro. Teniendo una Moneda Única,
necesitamos más políticas comunes. El deseo de los ciudadanos es tener trabajo
y una buena calidad de vida. Y sin un crecimiento económico continuado, sin la
unión monetaria y sin una eurozona más integrada, no podemos tener ni
prosperidad ni empleo”.***
Herman van
Rompuy usa también el término, como Morin, de "fundamentalismo", esta
vez aplicado a Europa. Europa no necesita de "fundamentalistas" sino
de personas que asuman las consecuencias lógicas del movimiento, de la
dirección emprendida. Necesita de inteligencia para comprender los efectos de
lo que se hace y firmeza para detener los egoísmos de un espacio que tienen que
crecer desde los principios éticos de la solidaridad como principal argumento.
Por eso es necesario saber cuál es el origen de la Unión Europea, cuál su
finalidad para poder elegir el camino.
Hacen
mal los que venden Europa como una panacea. No lo es, como tampoco lo son los estados
nacionales. El neofundamentalismo vende mitos salvadores y pasados edénicos.
Europa no debe hacerlo, pero tampoco refugiarse en la tecnocracia porque toda
institución que deba avanzar por la Historia tiene que tener una identidad
ilusionante, que es de donde se saca la fuerza para enfrentarse con éxito a los
desafíos constantes que el devenir nos tiene reservado.
En un
mundo complejo, las seguridades se han cerrado. El populismo antieuropeo
proclama el regreso a la seguridad del vientre materno, de la Madre Patria,
como solución absoluta. Por eso es importante ser conscientes de los pasos que
damos y de las responsabilidades por darlos. El fracaso histórico sería de
incalculables consecuencias. Y no solo en lo económico, sino en lo moral; el
signo de que tras dos guerras devastadoras en treinta años, Europa tampoco ha sido
capaz de entenderse en la paz. No hay excusa de choque de civilizaciones, solo problemas de patio de vecindad.
En
Europa no todo está dicho, ni se ha detenido la Historia ni se puede regresar
al pasado porque ese mundo ya no existe. Nos queda coger el timón y seguir avanzando; sin fundamentalismos,
con ilusión, creando decisión a decisión nuestro futuro. Como aventura, Europa es un reto para todos. No hay precedentes; es un experimento social de convivencia saltando las barreras que nos llevaron a conflictos y desigualdades. Europa debe seguir avanzado consciente de sus metas, que deben ser clarificadas para que nadie juegue con ellas ni quede eximido de cumplirlas.
* Edgar
Morin (2002). Introducción a una política del hombre. Barcelona, Gedisa.
**
Marine Le Pen: "La Unión Europea es como la Unión Soviética" Público
14/03/2014
http://www.publico.es/internacional/507933/marine-le-pen-la-union-europea-es-como-la-union-sovietica
**
"Van Rompuy: Hay que evitar un “enfrentamiento” entre el Consejo y el
Parlamento Europeo" Euronews 3/06/2014
http://es.euronews.com/2014/06/03/van-rompuy-hay-que-evitar-un-enfrentamiento-entre-el-consejo-y-el-parlamento-/
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