jueves, 5 de junio de 2014

Europa, la aventura desconocida

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En su obra Introducción a una política del hombre (2002), Edgar Morin escribió:

La crisis de la modernidad, es decir, la pérdida de la certidumbre del progreso y de la fe en el Porvenir, ha ocasionado dos tipos de respuestas.
La primera es el neofundamentalismo. Consiste en la voluntad de volver a echar raíces y de regresar al origen mismo de la Tradición perdida. Los neofundamentalistas adoptan a veces formas religiosas, otras veces formas nacionales, otras étnicas, y adquieren su mayor virulencia en los casos en que son simultáneamente étnicos, nacionales y religiosos. Los neofundamentalistas pretenden romper con la aventura del devenir, regresar al tiempo cíclico, rotativo y regulado del pasado. Pero en realidad usan el Estado nacional, la técnica, la industria y el armamento modernos, de modo que participan en el devenir que combaten y contribuyen a su avance hacia lo desconocido.
La segunda respuesta en el posmodernismo. El modernismo era la ilusión del progreso ininterrumpido y teledirigido. El posmodernismo es la toma de conciencia de que lo nuevo no es necesariamente mejor a lo que le precede. Pero el posmodernismo es ciego al creer que ya está todo dicho, que todo se repite, que nos pasa nada, que ya no hay historia ni devenir. (150)*


En esta obra se recogen escritos de Morin aparecidos entre los años 1965 y 1999. Señalo este dato para que podamos establecer las ideas en su tiempo y situar lo que escribirá unas líneas más adelante, en una nueva sección: "La historia no está ni en un final estancado, ni en una marcha triunfal hacia un provenir radiante. Se halla catapultada hacia una aventura desconocida". (151)

Creo que no hay mejor definición aplicable hoy a Europa que esa negación del estancamiento y del triunfalismo, frente a una reivindicación de la historia como "aventura". Aunque no fuera la idea de Morin, creo que como tendencias reflejan unas formas de pensamiento que subyacen en lo que hoy podemos contemplar en nuestro panorama.
La débil moral europea —la euforia en el éxito y la depresión en las crisis— adolece de la vitalidad necesaria para defenderse de su propia tendencia ciclotímica. Las promesas de éxito nos debilitan al no estar preparados para enfrentarnos a los desafíos que, sin embargo, la historia nos tienen reservados a cada vuelta de la esquina. Europa, efectivamente, es y debe ser una aventura desconocida, como todo lo que está vivo. Tratarlo de otra forma es caer en la parálisis y el burocratismo anquilosado.
El auge del neofundamentalismo populista en Europa —pues se trata de eso, de la vertiente nacionalista y racista, con componentes religiosos en algunos casos— no es más que la fuerza de la fe en el retorno a la tierra prometida, irreconocible, desfigurada bajo nuestros mismos pies.
"Usar Europa contra Europa" es el lema que les guía; ya es más eficaz gritar contra Europa en el Parlamento Europeo que en las calles de Francia, espacio reservado para los actos de afirmación empática de lo "francés", de la vuelta teatral a las raíces. Una vez conseguidos sus escaños, Marine Le Pen ha matizado que no está contra "Europa", pero que hay que "refundarla". En marzo, en cambio, se definía como "eurorrealista" tal como recogía en entrevista el diario Público: "Eurorrealista es el que no considera a la Unión Europea como una religión y es capaz de juzgar sus resultados como lamentables y catastróficos".** Puro fundamentalismo antieuropeo, con retórica burda.


Como "neofundamentalista", Marine Le Pen convierte en programa su regreso a la "tradición perdida", por usar los términos de Morin, pero con sus acciones siguen haciendo avanzar el devenir porque este no se detiene. La creencia es que las cosas pueden ser como fueron son ilusas. Puede que Le Pen se manifieste como "eurorrealista", pero no deja de ser "francoingenua". La Francia a la que pretende regresar, la Europa que pretende refundar ya no existen porque el mismo devenir nos ha cambiado. Dice Le Pen que ya no pueden controlar quién atraviesa sus fronteras. Se olvida de que tampoco nadie puede impedir que los franceses salgan de las suyas sin necesidad de pedir permiso a nadie y moverse libremente. Cuando haya colas de ciudadanos franceses, con su pasaporte en la mano, para entrar en "Europa", el mensaje de Marine Le Pen se habrá comprendido finalmente. Es una pena que el referéndum suizo sobre las restricciones a los ciudadanos europeos haya quedado tapado por el caso de Ucrania. Todavía esperamos una respuesta "ejemplar" a la ley del embudo suiza.
Las tres actitudes que Morin señala —neofundamentalismo, modernismo y posmodernismo— son visiones de la Historia, no la Historia misma, que se elabora tanto con sus afirmaciones como con sus negaciones. Del individuo a la Unión Europa, somos aventuras abiertas e inciertas. Con cada nivel de integración que se alcance, aumenta el nivel de complejidad y, por tanto, de incertidumbre. Legislamos hacia el pasado porque el futuro es más abierto, menos predecible, cuando aumenta la complejidad.


Lo que falla en los razonamientos populistas antieuropeos es pensar que por el hecho de que dejen de ser parte de la Unión Europea, esta va a dejar de afectarlos. Lo hará de una manera nueva e imprevisible en gran medida. Dejarán de ser miembros de la Unión, pero pasarán a formar parte de su entorno, variando las relaciones que en este momento tienen y por lo tanto sus propias acciones. Quizá por eso están los que desean salir de Europa, los que pretenden cambiarla (refundarla con pérdida de funciones) y los que pretenden simplemente dinamitarla.
Salir de Europa supone enfrentarse a una Europa competitiva con su propio mercado interno y aplicando un tratamiento diferenciado a los que no son miembros. Refundar Europa supone disminuir sus capacidades, la del todo frente a las  partes, para evitar que haya desniveles en el enfrentamiento. Por último, dinamitarla es asegurarse de que no queda nada atrás con lo que competir, que se vuelve a la casilla cero. Pero esa "casilla cero" ya no existe; es distinta pasados los años.

Sorprende ver cómo, el tan admirado por los neofundamentalistas europeos, Vladimir Putin se esfuerza en crear su propio espacio en un intento de restablecer una Unión Soviética de mercado, mientras que la Europa populista trata de dinamitarla. ¿Es quizá un regalo a la Rusia de Putin, que podría extenderse con menos riesgos?
Pero el mayor enemigo de la Unión es la torpeza y la falta de sentido europeo. Es la falta de miras; hace falta concebir Europa como una aventura permanente, como un por hacer. Europa tiene miedo a ser Europa. Y este miedo es, sobre todo, el de las pérdidas de espacios de poder. La política es, en última instancia, la toma de decisiones. Y eso está por decidir en el plano europeo. Las decisiones hasta el momento han servido para evolucionar, pero las nuevas decisiones afectan ya a la toma de decisiones. Es un punto de conflicto en cualquier organización, una frontera invisible en la que detenerse porque el siguiente paso puede reducir nuestro poder. El peligro entonces es el de la inercia, el de detener a una Europa puesta en marcha y, especialmente, controlar los efectos negativos de la pérdida de velocidad en su desarrollo.
En entrevista con Euronews, Herman van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, señala:

“Avanzar hacia una mayor integración en la eurozona es inevitable porque tener una moneda común precisa de una mayor política común. Y no estoy diciendo esto porque yo sea un fundamentalista europeo convencido, sino que es la consecuencia lógica de la decisión que tomamos años atrás con la creación del euro. Teniendo una Moneda Única, necesitamos más políticas comunes. El deseo de los ciudadanos es tener trabajo y una buena calidad de vida. Y sin un crecimiento económico continuado, sin la unión monetaria y sin una eurozona más integrada, no podemos tener ni prosperidad ni empleo”.***


Herman van Rompuy usa también el término, como Morin, de "fundamentalismo", esta vez aplicado a Europa. Europa no necesita de "fundamentalistas" sino de personas que asuman las consecuencias lógicas del movimiento, de la dirección emprendida. Necesita de inteligencia para comprender los efectos de lo que se hace y firmeza para detener los egoísmos de un espacio que tienen que crecer desde los principios éticos de la solidaridad como principal argumento. Por eso es necesario saber cuál es el origen de la Unión Europea, cuál su finalidad para poder elegir el camino.
Hacen mal los que venden Europa como una panacea. No lo es, como tampoco lo son los estados nacionales. El neofundamentalismo vende mitos salvadores y pasados edénicos. Europa no debe hacerlo, pero tampoco refugiarse en la tecnocracia porque toda institución que deba avanzar por la Historia tiene que tener una identidad ilusionante, que es de donde se saca la fuerza para enfrentarse con éxito a los desafíos constantes que el devenir nos tiene reservado.


En un mundo complejo, las seguridades se han cerrado. El populismo antieuropeo proclama el regreso a la seguridad del vientre materno, de la Madre Patria, como solución absoluta. Por eso es importante ser conscientes de los pasos que damos y de las responsabilidades por darlos. El fracaso histórico sería de incalculables consecuencias. Y no solo en lo económico, sino en lo moral; el signo de que tras dos guerras devastadoras en treinta años, Europa tampoco ha sido capaz de entenderse en la paz. No hay excusa de choque de civilizaciones, solo problemas de patio de vecindad.
En Europa no todo está dicho, ni se ha detenido la Historia ni se puede regresar al pasado porque ese mundo ya no existe. Nos queda coger el timón y seguir avanzando; sin fundamentalismos, con ilusión, creando decisión a decisión nuestro futuro. Como aventura, Europa es un reto para todos. No hay precedentes; es un experimento social de convivencia saltando las barreras que nos llevaron a conflictos y desigualdades. Europa debe seguir avanzado consciente de sus metas, que deben ser clarificadas para que nadie juegue con ellas ni quede eximido de cumplirlas.

* Edgar Morin (2002). Introducción a una política del hombre. Barcelona, Gedisa.
** Marine Le Pen: "La Unión Europea es como la Unión Soviética" Público 14/03/2014 http://www.publico.es/internacional/507933/marine-le-pen-la-union-europea-es-como-la-union-sovietica
** "Van Rompuy: Hay que evitar un “enfrentamiento” entre el Consejo y el Parlamento Europeo" Euronews 3/06/2014 http://es.euronews.com/2014/06/03/van-rompuy-hay-que-evitar-un-enfrentamiento-entre-el-consejo-y-el-parlamento-/







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