miércoles, 28 de noviembre de 2012

Historia de amor o alguna vez había que empezar a decir lo siento

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Decían en aquella famosa novela de Erich Segal que arrasó, como la película que salió de ella, "Love Story", que "amar era no tener que decir nunca lo siento" ("Love means never having to say you're sorry"). La frase se hizo célebre ya en 1970 y ha servido a más de uno para cortar las pretensiones de los que llegaban con las disculpas ya preparadas.
No sé si el "amor" consiste en eso ni tampoco si "lo siento" funciona en política. Los militantes del PSOE —corrijo—, algunos militantes del PSOE se han lanzado a decir un "lo siento" universal mediante un vídeo pidiendo disculpas por los estragos que la política de los gobiernos anteriores causaron al solar patrio. Vienen a decir: "Mire usted, a nuestros líderes les da mucha vergüenza salir a pedir perdón y siguen empeñados en decir ¡aquí no ha pasado nada!, pero sabemos que sí ha pasado y lo lamentamos. Hemos incumplido todos estos principios en los que creíamos y lo lamentamos; lamentamos que este orgullo mal entendido haya evitado que resolviéramos los problemas que teníamos encima y haber aceptado imposiciones que no debíamos. Lo sentimos, de verdad". Este viene a ser el resumen del mensaje que se escenifica en tres tiempos: un primero en el que oficialmente se niega todo, como hace el partido con sus líderes; un intermedio en el que se dice que no se puede seguir así; y un acto final de confesión y petición de perdón con propósito de enmienda.


Creo que esa campaña, que considero honesta —salvo que sea una estrategia para las luchas internas—, no está dirigida a los damnificados por la falta de soluciones y errores cometidos, que hemos sido casi todos, sino para dejar en evidencia a todos aquellos que no tienen la gallardía de asumir sus acciones. El otro día un medio escribía que se mantenía todavía a Rodríguez Zapatero con "bajo perfil" para evitar conflictos. "Bajo perfil" quiere decir "bajo tierra".


Parece que los militantes de base —los mas sufridos siempre en cualquier partido, los que entregan su tiempo y sacan muy poco— se han hartado de recibir malas caras del resto de la sociedad por lo que sus dirigentes han realizado durante años. Eso parece, al menos, a primera vista. Pero los militantes que se disculpan hacen algo más: exigen que las cosas cambien por arriba. Allí no salen a dar la cara por nada.
El mismo problema se va a plantear con los militantes del PP —o de Convergencia, etc.— si no consiguen sacarnos con sus medidas de la crisis. El mesianismo político es malo y es lo que suelen aplicar todos. Ya he hablado de España en varias ocasiones como del "país kantiano", el país en el que todo el mundo "hace lo que tiene que hacer". Aquí todos funcionan con el imperativo categórico en la boca. No es el camino más adecuado para la política, que debe asumir el nivel de diálogo suficiente como para salir de la "necesidad" sin acabar en el "azar". Pero lo que parece es lo contrario: que el azar se disfraza de necesidad para justificar la falta de ideas.


Nuestro problema principal consiste en las formas de "filtrado" que los partidos políticos tienen para obtener sus cuadros y mantener su líderes. Nos son lugares de ideas, sino de fidelidades. La mediocridad de nuestra clase política es apabullante y escandalosa. Da pena escuchar a la mayor parte de ellos, empeñados en la simple descalificación y el tópico que la oficina de comunicación les ha suministrado para atacar a los contrarios.
La sorpresa que algunos observadores y periodistas extranjeros se encontraron cuando fueron visitar las asambleas del 15-M era que la gente discutía seriamente sobre economía y sus efectos. Por muy ingenuo que nos pueda parecer —¿por qué?— es lo que se debería hacer en los partidos y que en algún momento se hizo. Todo eso se hacía en las asambleas de los distritos y barrios, en las provinciales y en los congresos nacionales, a los que llegaban las ponencias con las ideas de las bases que se iban reelaborando en las fases de síntesis. Era cuando en los discursos de los partidos importaban los militantes y no como ahora, que son atrezzo para los mítines, agitadores de banderas pero no de ideas, afirmadores con la cabeza de lo que el líder dice, pero con la boca cerrada.


La militancia —en un sentido pleno— ha sido sustituida por un feroz burocratismo interior y exterior en los partidos. Interior porque manejan el aparato; exterior porque colocan en las múltiples administraciones a los que pueden, de asesores a ordenanzas. Esto ha hecho perder la conexión de los partidos con la sociedad, que es la que deben representar sus bases.
Decía hace unos días un miembro del partido alemán Piraten que el éxito atraía gente poco deseable y que prefería peores resultados pero más autenticidad. Era un simple militante en mitad de uno de sus debates. No le faltaba razón. La forma de evitarlo es el buen funcionamiento de la democracia interna y la fluidez entre bases y cúpulas, que éstas no se convierta en escarpados torreones de marfil en las que se encierran unos mitificados líderes profesionalizados por los que van pasando los años.


Tenemos una tendencia demasiado pronunciada al caudillismo político, a convertir a las figuras políticas en estatuas perennes, que viven en sus pedestales porque hay alguna extraña ley que dice que deben estar ahí arriba, siempre, y que hay que decir que sí a todo lo que hacen. Eso es lo que hace que, en el tiempo, los partidos se vaya convirtiendo en estructuras escleróticas, en ministerios en el peor sentido de la palabra.


El vídeo de los militantes del PSOE es un paso adelante, aunque no sé si habrá otro. Les presumo buena intención, pero el siguiente paso es empezar a cambiar. No "exigir cambios", que es una expresión que deja a los mismos siempre al otro lado de la ventanilla, sino empezar a cambiar personas y formas de hacer para poder mantener idearios dentro de los debates necesarios. Me preocupa que Carmen Chacón lo apoye, porque es como si no fuera también con ella.
La aparición de nuevos partidos es un fenómeno concordante con el descontento. A los grandes no les interesa, pero si logran pasar una fase crítica de consolidación ideológica y aceptación ciudadana, acabarán creciendo. Tienen que ser partidos que surjan de las necesidades ciudadanas y no del narcisismo y desavenencias entre líderes, que no son más que reediciones del formato con distintos logos. A algunos, en todos estos años, solo los hemos visto cambiar de gafas.


La política española está en crisis —no solo España y su economía—. Políticos y partidos necesitan recurrir a algo más que a sus asesores de imagen y a pensar que el principal arte en la política es desgastar al contrario y tapar los errores. Este patio de vecindad que hoy tenemos es el resultado de esa forma chapucera de hacer política, convirtiendo a los ciudadanos en gradas enervadas que piden la muerte de los contrarios en la primera entrada con los tacos por delante. Es demasiado fácil, pero no sirve para solucionar problemas. Y los políticos no están para que se les aplauda y jalee sino para hacer que sus países tengan el mayor grado de bienestar posible y una pronta resolución inteligente de los problemas que se le planteen con el menor desgaste.
Había una hermosa canción de Elton John que se titulaba "Sorry seems to be the hardest word". Puede que en política lo sea más. Me desperté y no estabas, decía la canción. Hacer política es no tener que estar diciendo siempre lo siento.

* "Militantes del PSOE piden perdón" 20 minutos TV 27/11/2012 http://www.20minutos.tv/video/muxDFUV5-militantes-del-psoe-piden-perdon/



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