Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
estos días que se habla del Big Data y de la intimidad, de cómo puede ser
manipulada una persona desde el conocimiento que podamos tener de ella a través
de elementos indirectos, me he encontrado con un curioso caso del procedimiento
deductivo que nos permite pasar de lo exterior (lo perceptible y susceptible de
ser tratado como dato) a lo exterior, la forma de ser que ha producido esos datos
o huellas en el mundo.
Por
supuesto, el Big data funciona de otra manera, pero en última instancia se
trata de conectar lo exterior, el dato, con lo interior, que es sobre lo que
se va a actuar. Con un modelo de comportamiento construido desde los datos, que
son procesados, se puede llegar a establecer comportamientos futuros incluso
estimularlos mediante estrategias adecuadas. La manipulación se basa en eso: en
detectar las formas de reacción a determinados estímulos y después ponerlos en
funcionamiento para obtener las reacciones adecuadas. Se trata, como siempre ha
sido, de conocer las debilidades y resistencias, la forma de ser de las
personas para poder manejarlas.
El
ejemplo de cómo se pueden traducir los datos y convertirlos en información sobre
los sujetos está recogido del interesante y entretenido libro del sinólogo y
diplomático holandés, Robert Van Gulik, Tres
cuentos chinos (The Chinese Gold
Murder, 1957). Durante su estancia en el Tokyo de la posguerra, Van Gulik
encontró en una librería de antiguo un ejemplar, datado en el siglo XVIII, de
una novela popular china de detectives, Di
Gong An, que tradujo y publicó en 1949 con el título Celebrated Cases of Judge Dee.
La
novela estaba protagonizada por Di Renjie (c. 630–c. 700), un personaje real,
un funcionario judicial de la dinastía Tang, convertido en investigador de
misterios y crímenes. Posteriormente, durante la dinastía Ming (1368-1644),
apareció el personaje como protagonista de esta novela popular. Un ejemplar del
XVIII fue lo que llegó a manos de Van Gulik, quien se divirtió con la historia
y la traducción de aquellos casos de un detective tan especial que le permitía
juntar muchas de sus aficiones, de la traducción a la cultura china. Una
primera edición limitada dio paso a otras posteriores, dado el éxito que tuvo.
Pero
Robert Van Gulik fue más allá. Debió descubrir los placeres del relato policial
y del éxito del personaje, una pieza clave en el género, donde no se pueden
desperdiciar las capacidades de un buen detective, algo imperdonable. Decidió
dar más vida al personaje del Juez Di, convirtiéndolo en protagonistas de otros
relatos, salidos esta vez de su pluma, pero volcando en ellos su sabiduría de
sinólogo.
Las historias
del Juez Di son entretenidas e instructivas. Y muy populares en China. En 2004,
CCTV emitió la primera temporada de la serie Amazing Detective Di Renjie. Le seguirían otras en 2006, 2008 y
2010, esta última titulada Mad Detective
Di Renjie. El cine se ha ocupado también de las aventuras del
"Detective Dee" con éxito. Detective
Dee y el misterio de la llama fantasma (2010); El joven detective Dee: El poder del dragón marino (2013). En julio
de este año, se espera el estreno de una nueva película, "Detective Dee:
The Four Heavenly Kingdoms", dirigida como en algunas anteriores por Hark
Tsui. Actores tan conocidos como Andy Lau lo han interpretado
Tres cuentos chinos fue publicada en 1957 y nos
muestra al Juez en su nuevo destino, Fu-Lai, al que se dirige en secreto después de haber
sido asesinado el anterior ocupante del cargo de forma misteriosa.
No nos
interesa tanto la trama cómo la forma de pensar del Juez Di, la forma de
extraer conocimiento de lo que puede observar. El magistrado anterior murió envenenado
en su biblioteca. Di inspeccionará los libros dedicando tiempo hasta poder
crear un "perfil" de muerto:
—Bueno, Hung, ahora es cuando tengo una
impresión bastante aproximada de la personalidad del juez fallecido. He
dedicado atención muy especial a sus propias poesías. Sus versos se distinguen
por un estilo muy refinado, sin que se pueda decir que calen muy hondo. La
mayor parte son amatorias, las más de ellas dedicadas a bailarinas conocidas y
mujeres de mala vida de la capital y de aquellas otras ciudades donde estuvo de
gobernador.
—Hablando yo hace un rato con Tang —observó
Hung—, éste dejó traslucir que el juez Huang no tenía unos principios morales
demasiado rigurosos. Es más, solía invitar a su casa a prostitutas, permitiendo
que pasasen la noche allí.
El juez Di meneó la cabeza
—El álbum encuadernado en brocado que acabas
de pasarme no contiene más que pinturas eróticas. Huang poseía también algunos
libros de cocina y libros sobre varias clases de vino y enología. Pero, por
otra parte, tenía también una primorosa colección de nuestros poetas clásicos,
ejemplares muy manoseados, llenos de señales y anotados por él mismo. También
su colección de autores místicos taoístas y budistas está, por lo visto, muy
leída. Pero las ediciones que tenía de los libros clásicos confucionistas, en
cambio, conservan la misma entereza virginal que tenían cuando las adquirió.
Además de esto, me ha llamado la atención que las ciencias estén bien
representadas en esta biblioteca. Tenía la mayoría de las obras fundamentales
sobre medicina y botánica, así como sobre alquimia, y cierto número de obras
antiguas muy raras sobre acertijos, anagramas y artilugios mecánicos. Los
libros sobre ciencias políticas y sociales, derecho, historia y matemáticas
brillan por su ausencia.
Retrepado en su sillón, continuó el juez Di:
—De todo esto saco la conclusión de que el
juez Huang era un poeta delicado que tenía un vivo interés por la mística, pero
al mismo tiempo una persona sensual, muy apegada a todos los placeres
terrenales, combinación que se da más de una vez. Completamente privado de
ambición, le gustaba el cargo de jefe de un distrito pequeño y tranquilo, donde
campaba por sus respetos, capaz de organizar su vida como le daba la gana. Éste
es el motivo por el cual no quería ascender; yo creo que Fu-lai era ya el
noveno cargo que desempeñaba como jefe de distrito. Con todo, era un hombre
inteligente a quien gustaba poner en claro las cosas, de ahí sus libros sobre
acertijos. Y esta circunstancia, en combinación con una larga experiencia
práctica, hizo que desempeñase el cargo en esta ciudad bastante bien, aunque no
creo que fuese un funcionario sinceramente lleno de devoción. No puede decirse
que se preocupara mucho por la vida familiar, razón por la cual no volvió a
casarse después de fallecidas su primera y su segunda esposa, contentándose con
aventuras pasajeras con bailarinas y mujeres de mala vida. Él mismo no dejó de
resumir con cierto deje humorístico su personalidad en el nombre que puso a su
biblioteca. Mira.
El juez señaló con el abanico la tablilla de
madera suspendida sobre la puerta. Hung no pudo por menos de sonreír al leer el
letrero grabado en ella: Ermita de la mala hierba errante.
Todo lo
humano puede convertirse en dato que puede ser procesado. Hablan de
"datificación" como el proceso mediante el cual algo puede acabar de
una forma que pueda ser procesada mediante algún tipo de algoritmo, que pueda
ser introducida en un sistema y nos dé una salida en función de lo que
necesitamos saber o hacer.
El Juez
Di ha obtenido datos de la realidad, unos tipos de libros presentes frente a
otros ausentes, unos más usados que otros, unos temas en sus escritos, ha
añadido datos sobre su vida, traslados, matrimonios, etc., y ha obtenido con
ellos un retrato del asesinado. Hay datos que vienen de lo que tiene delante;
otros provienen de informantes que le han ofrecido su visión.
Con
todo ello, el Juez ha traducido los datos y los ha convertido en
"información" sobre su predecesor. Todos esos datos nos muestran
acciones, decisiones, deseos, etc. del investigado. Todo se traduce porque todo
lo humano tiene significación dentro
de la conducta de los sujetos. Lo que hacemos voluntariamente habla de nuestra
voluntad. Para Freud, por ejemplo, son todavía más reveladores los errores (lapsus linguae, equivocaciones, etc.), formas
que evitan los mecanismos de censura de la conciencia. Pero no es el caso. Todo
lo que ha visto casa coherentemente. El juez Di tiene ahora un retrato interno
del asesinado que le servirá como punto de partida para desentrañar el misterio
de su muerte.
Traslademos
al Juez Di al presente. Probablemente no iría a su biblioteca sino a su
ordenador. Consultaría su historial de búsquedas en Google, el historial de
visitas; entraría en Facebook y comprobaría los "me gusta" y los
"no me gusta", vería que es aquello que ha publicado en su muro en un
tiempo determinado y quiénes son sus amigos.
Miraría a quién seguía en otras redes sociales y quiénes le seguían, a qué tipo
de juegos le gustaba dedicar su tiempo, etc.
Con
todos esos datos, el Juez Di podría hacerse un buen retrato interior y exterior
del dueño del ordenador. Podría comprobar procesando todos esos datos las
diferencias entre sus perfiles y la realidad con otros datos de su vida no
virtual.
Me he
resistido a llamar "vida real" a la que se produce fuera de las redes
porque extiende un interesado estereotipo: la no realidad de lo virtual. Esto
es un tremendo error: nuestra vida virtual es real, tan real como la otra.
Incluso se podría decir que esta creencia en su no realidad hace salir de
nosotros aspectos auténticamente reales de la personalidad, que pierden el
miedo. Es lo que nos resulta tan sorprendente sobre lo que las personas hacen
en la red y fuera de ella. Personas que conocemos pueden cambiar radicalmente
en cuanto que se ponen un "nick" o dejan de mostrarse. Esas
personalidades que se fabrican son reales, aunque reprimidas por el miedo a la
censura social o al castigo.
La red
da un anonimato que nos acerca al viejo problema que planteaba Balzac en su Goriot. El debate surge entre Blanchon y
Rastignac en el Jardín de Luxemburgo. Las pérfidas doctrinas de Vautrin han
sembrado la duda sobre los valores que mueven el mundo. Rastignac le plantea a su
compañero una idea que ya había anticipado Rousseau: «—¿Te
acuerdas de esa parte en que le pregunta al lector qué haría en el caso de que
pudiera hacerse rico matando en China sólo con la voluntad a un mandarín viejo,
sin moverse de París» (cap. II). La pregunta es pertinente en estos tiempos en los que se puede
"matar" a distancia a través de las redes sociales, del ciberacoso a
la difamación, de las fake news a las
fotos y vídeos de las ex parejas.
Si el
Juez Di pudo descubrir la tendencia mujeriega leyendo las poesías o su poco
amor por el trabajo a través de los que la biblioteca le ofrecía, combinándolo
con otras fuentes, hoy pueden construirse los perfiles y reconstruir nuestras
motivaciones, nuestras debilidades ocultas, nuestras acciones más negativas a
través de las huellas digitales que dejamos con nuestra personalidad real o con
los nicks y avatares usados por las
redes.
Lo
ocurrido con el Brexit o las elecciones norteamericanas no ha llegado al
chantaje, pero sí a la construcción de una estrategia con la que abordar la
cuestión motivacional en ambos casos. Los datos, al igual que el Juez Di, les
han permitido establecer hipótesis sobre el comportamiento colectivo perfilándolo
y llegando con mucha más precisión a los votantes que estaban dudosos.
El
diario El País escribía sobre las técnicas usadas por Cambridge Analytica:
El objetivo de Mercer era emplear en la liza
electoral las asombrosas técnicas psicográficas anunciadas por la empresa. Un
método casi orwelliano sobre cuya verdadera eficacia hay dudas, pero que pronto
obnubiló al entorno de Trump.
La pequeña firma, liderada por el elegante y
peligroso Alexander Nix, está especializada en recoger datos online y crear con
ellos perfiles de los votantes. Fichas que sirven de diana a la publicidad
electoral. “Si conoces la personalidad del elector, puedes ajustar mucho más
tus mensajes y multiplicar el impacto”, ha señalado Nix. La prioridad, bajo
esta premisa, no radica ya en la edad, sexo o raza del votante, sino en las
tendencias emocionales. Conociéndolas, se puede influir en ellas. Esa es la
mercancía que vende Cambridge Analytica.
El modelo, como ha analizado el portal Vox,
fue desarrollado por el investigador de la Universidad de Cambridge Michael
Kosinski y, a grandes rasgos, surge de conectar los likes de un usuario en
Facebook con un test de personalidad (OCEAN) que mide si un individuo es
abierto a la experiencia, meticulosa, extrovertida, amable u obsesiva. Este
retrato, unido a la información de acceso libre que flota en el universo
digital sobre el usuario (compras, hábitos, viajes…), sirve para configurar el
llamado perfil psicográfico. Un instrumento pretendidamente revolucionario que,
a juicio de sus autores, permite prever la tendencia de voto.*
El
fondo de escepticismo que se nota en el artículo prescinde de un elemento:
ganaron el Brexit y ganaron las elecciones norteamericanas. Es más una táctica
del avestruz negar las evidencias electorales. Mientras se nos dice que se
mueven grandes cantidades de datos de los que emergen "patrones" o
"modelos" colectivos, se evita centrarse en que el valor real es poder
personalizar la publicidad que se
recibe en función de los gustos diferenciados.
Cruzando
una serie de datos no es nada difícil poder crear una ficha específica de cada
votante, especialmente en aquellas zonas en las que pueda haber dudosos. El uso
de Facebook permite determinar quiénes son esas personas y quiénes sus
contactos, con lo que es posible crear una red dentro de la propia red. Esa red
es motivacionalmente muy intensa en unas elecciones. Supongamos que han
detectado que es usted especialmente sensible a los problemas derivados de la
inmigración. Puede ser usted bombardeado con informaciones en este sentido,
muchas de ellas fake news. Esto es lo
que se detectó en las recientes elecciones italianas, también ganadas por los
populistas antieuropeos, como la Liga Norte.
El Juez
Di tenía un solo sujeto y unos datos a su alcance. Pensemos en que su
inteligencia se vea multiplicada por nuestro moderno poder de procesamiento de
millones y millones y millones de datos que permiten detectar nuestros perfiles
con una precisión derivada de la capacidad de análisis y filtrado de nuestros
datos.
Producimos
datos sin cesar; dejamos huellas por todas partes porque nuestra vida virtual
ha absorbido la mayoría de las acciones que realizamos. Los supermercados saben
lo que nos llevamos cada día, qué cantidades, marcas, productos. Los bancos
saben en dónde, en qué y cuándo gastamos nuestro dinero gracias a los pagos de
tarjeta, datos que posee la compañía de crédito. Facebook tiene miles de datos
nuestros explicando qué nos gusta y disgusta, quiénes son nuestros contactos,
qué compartimos y nos etiqueta en cada mensaje, foto o vídeo; saben quiénes son
nuestros mejores amigos y qué personas podrían serlo. Google sabe lo que
buscamos y quienes nos buscan. Etc., etc.
Cuando
dicen que estas compañías saben más de nosotros que nosotros mismos, tienen
razón. Tienen más y mejor memoria que nosotros. Podemos pensar que esto es cosa de los otros. Pero por todas partes, incluida España, está saliendo los nombres de las muchas Cambridge Analytica repartidas por todo el mundo.
— Robert
Van Gulik (2000): Tres cuentos chinos.
Los primeros casos del juez Di (1957). Trad. David León.
— Honoré de Balzac (2011). El pobre Goriot (1835). Trad de Mª Teresa Gallego.
* "La compañía que burló la intimidad de 50
millones de estadounidenses" El País 21/03/2018
https://elpais.com/internacional/2018/03/20/estados_unidos/1521574139_109464.html
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