Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Conforme
pasan los días tras las elecciones egipcias y se espera la proclamación de los
resultados oficiales, el clima se complica por las reacciones más allá de las
esperadas. No ha habido, por ejemplo, ninguna reacción de la defenestrada
oposición sobre los resultados. No hemos visto, al menos, en estos días ningún
análisis por parte de los ex presuntos candidatos. El motivo de algunos es obvio,
están encarcelados; otros decidieron cambiar libertad por silencio y apoyo,
como Shafiq. Pero todavía quedan algunos que podrían haber salido a decir algo,
una sencilla interpretación.
Por eso
podría sorprender que los ataques más virulentos contra el gobierno (no contra
el intocable presidente al-Sisi) provengan del parlamento, tal como hemos
tenido ocasión de comprobar en el estatal Ahram Online.
Tras
discutir algunos si deben dimitir los gobernadores provinciales (recuerden que
eran los principales responsables de algo que no lograron, reducir la
abstención), llegando a la conclusión de que la constitución egipcia no exige
que dimitan, el diario recoge las opiniones de los diputados sobre lo que debe
ocurrir con el gobierno tras las elecciones:
Many MPs said on Saturday that they expect that
the current government – led by Prime Minister Sherif Ismail – will submit its
resignation following the end of the first presidential term.
Alaa Abed, head of parliament's human rights
committee, said in a statement on Saturday that "Egypt is in desperate
need of a new government."
"We need fighters, not cabinet ministers
and provincial governors with trembling hands," Abed said, adding that
"the current government of the prime minister includes a considerable
number of cabinet ministers who were not up to the people's expectations, and
they should be replaced by new ones who can deliver on reforms and improved
services in the second presidential term.”
Ahmed Ismail, a member of parliament's defence
and national security committee, said "there should be a sweeping cabinet
reshuffle that should include no less than half of the government's cabinet
ministers."
Mohamed Abdallah Zein, deputy chairman of
parliament's Transport Committee, said "the current government led by
Prime Minister Sherif Ismail has done all it can in the first presidential
term, and it should be changed in the second term.”
"This government has lost its shine and
there should a new one with young faces,” Zein said.
Ashraf Reheim, an MP affiliated with the Nile
Delta governorate of Beheira, said "in the second presidential term, Egypt
needs a new government with a new mentality.”
"As the government of Sherif Ismail
shouldered the burden of implementing the IMF's package of harsh economic reforms
in the first term, it is important that this government be changed to reflect a
new term based on compensating citizens who can no longer afford the costs of
another wave of difficult reforms," Reheim said.*
No es fácil encontrar un caso en el que, tras ganar unas
elecciones presidenciales, el parlamento que apoya al gobierno busque cortar
cabezas con tanta precipitación. Puede que no todo haya ido de la forma
esperada y haya que buscar unas cabezas que cortar. Hay que recordar que
recientemente se produjo la entrada de cuatro ministras, de la que se presumió
como de modernidad por la entrada de mujeres. También entró un ministro con mal
pie, el que se permitió reprochar a los pobres del sur contaminar con su
presencia ciudades como El Cairo.
El gobierno egipcio ha estado en crisis permanente desde que
asumió el poder al-Sisi. Por aquí han pasado personajes tenido vidas políticas efímeras
o que han tratado de marcas su paso por el gobierno, como El-Zind, el ministro
de justicia (famoso por hacer que en los llamados "matrimonios de verano"
mediante los cuales los árabes ricos se podían comprar esposas menores egipcias
tuvieran que dejar una fianza en bancos por si las devolvían a las familias)
que tuvo que dimitir por decir que encarcelaría al mismísimo Mahoma si
cometiera algún delito. El escándalo salpico al ministro, antiguo presidente
del Club de Jueces, haciendo que dimitiera.
Pudiera sorprender la virulencia contra el gobierno. Lo que
hasta hace unos días todos eran logros y modernidades, ahora es un clamor
parlamentario pidiendo cambios y acusando al gobierno de no gobernar, estar
quemado y necesitar mano dura.
Es evidente que lo ocurrido en las elecciones, la baja
participación y todos los incidentes con los candidatos en la precampaña, pasan
ahora factura y que, para dejar limpia la figura presidencial, se arremete
contra el gobierno y los gobernadores provinciales.
Los ataques a los gobernadores provinciales estaban cantados después de la abstención.
Pese a haber prometido agua a los pueblos que no la tenían o mejoras en las
infraestructuras de los pueblos que más votaran, pese a haber amenazado a los
electores con multas de 500 libras si no votaban, etc. su misión no se ha
cumplido. Lo que se esperaba, la legitimación del sistema, de los hecho y de la
presidencia no se ha producido. Por mucho que se puedan manipular las cifras
para llegar a unos mínimos de participación aceptables, que puedan ser vendidos
como apoyo al régimen, lo cierto es que el objetivo no se ha cumplido. Se ha
votado menos pese a las enormes inversiones y recursos de todo tipo para llevar
a los egipcios a las urnas.
Este desenfreno renovador que le ha entrado al parlamento
egipcio muestra también la apetencia de cargos más allá de las cámaras. La
labor parlamentaria es motivo de ataques continuos desde todos los ángulos.
Sobre ellos cae lo que no cae sobre el presidente o el propio gobierno, que
tiene más acceso al poder. Los parlamentarios saben que ha podido llegar su
hora si se pretenden hacer cambios constitucionales. Y su hora significa más
poder y acceso al gobierno de lo que se hayan hecho fuertes allí.
Llama la atención por su rotundidad el llamamiento a la
fuerza del cabeza del Comité de Derechos humanos (antiguo policía) con su
"we need fighters" en el gobierno, acusando a los actuales ministros
del gabinete de demasiado "blandos" e inactivos.
La mayoría de las palabras recogidas por Ahram Online
responsabilizan al gobierno y apuestan por la renovación para poder hacer los
planes. Durante este tiempo, el gobierno egipcio y el propio presidente se han
encargado de "prometer". De todas esas promesas hay muy poquito
cumplido y muchas cosas es difícil que salten del papel a la realidad. Pese al
intento de mostrar un mando eficaz, los egipcios saben que decir "que se
haga" no significa que se haga. Y muchas de las intervenciones presidenciales
han sido ese tono firme poco confirmado por los hechos.
Con el título "How Egyptians’ attitude toward voting
has changed over 7 years", Mada Masr nos describe la forma en que se han
percibido estas elecciones presidenciales dentro del proceso abierto en 2011:
Following the 2011 revolution, there were
several elections in the path to build the post-January 25 state. In the seven
years afterward, the enthusiasm of Egyptians has steadily waned from the
elation of the 2011 constitutional referendum through to the parliamentary
elections that same year, followed by a presidential election and two more constitutional
referendums, before reaching the indifference that washed over the 2014
presidential elections and the 2015 parliamentary ones.
“In the 2011 and 2012 elections, people were
very keen on participation,” 37-year-old Salma says. “Many were voting for the
first time. People were serious about elections and had big hopes for change.”
Elections in Egypt have been through several
transformations in the past few years: From the pre-revolution parliamentary
elections in 2010, in which the ruling National Democratic Party won a sweeping
majority amid flagrant vote-rigging, to the fierce competition witnessed in the
2011 parliamentary elections and the 2012 presidential elections, and back to
elections with predictable results for the 2014 presidential vote, in which
Sisi won by a landslide against his only competitor, Hamdeen Sabbahi. Then came
the 2018 presidential bid, in which competition was completely eliminated,
featuring one little-known Sisi supporter who ran at the last minute in an
apparent effort to ensure that the elections did not turn into a referendum.
Voter turnout soared during the 2011
parliamentary elections at 66.5 percent, and remained high at 51.8 percent
during the second round of the 2012 presidential elections, before falling to under
50 percent in all votes that followed.**
El entusiasmo inicial de los egipcios por tratar de cambiar
al país tras el apático periodo de Hosni Mubarak se ha ido desvaneciendo
conforme se enrarecía más el clima político. De la inicial esperanza
democrática a hoy han pasado muchas cosas en Egipto. Las esperanzas se fueron
perdiendo como desencanto y solo algunos jóvenes mantienen la esperanza en
cambiar aquello que se esfuerza en volver al punto de partida, con un escenario
social y político dividido.
Ha sido un error político muy grave identificar democracia
con caos y eficacia con autoritarismo. Las cosas no funcionan así. La situación
económica de Egipto ha demostrado que había que hacer reformas que casaban poco
con los deseos de la presidencia.
La insólita demostración de arbitrariedad manifiesta al hacer
promesas de mejoras de servicios, de inversión en infraestructuras en las zonas
que más fueran a votar frente a aquellas que se abstuvieran habrá dejado perplejos
a los inversores y a las instituciones financieras internacionales que están
prestando a Egipto para cambiar su perversa economía, acostumbrada a este tipo
de criterios y a la corrupción.
El gobierno egipcio ha invertido mucho dinero, necesario
para el país, en tratar de llevar a los ciudadanos a las urnas. El gasto está
hecho y los resultados son malos, muy malos. Pero es peor la imagen que se ha
transmitido con todo esto. Es algo que los propios egipcios han percibido. Mada
Masr cuenta en el artículo citado el reclamo de pagar 150 LE a mujeres
reclutadas a través de Facebook para permanecer el día delante de los centros
de votación y a traer a los electores, entre otras tácticas desarrolladas.
Pese al enorme esfuerzo realizado, la abstención creció. Se
sigue pensando en términos festivos
en vez de trasladar al electorado la idea de que se está creando un país
habitable. La política del miedo seguida puede llevar a los miedosos a las
urnas, pero no despertar esperanzas en casi nadie. La ampliación del Canal y
algunos edificios de la nueva capital no estaban en los sueños de ningún
egipcio, que los tiene mucho más modestos y cercanos.
El movimiento pidiendo cambios en el gobierno seguirá. Una
vez terminado el proceso electoral, se alzarán más voces pidiendo cambios. Los
que esperan se impacientan. Sus voces reclaman ahora mayor acercamiento a las
demandas del pueblo, a sus necesidades. Temen que si el pueblo sigue alejándose las urnas, el gobierno y la
presidencia, el parlamento mismo, queden fuera del juego. Y entonces se puede
producir un serio problema, porque significará que se cree muy poco en lo que
les prometen.
*
"Egypt's parliament would swear in President Sisi for second term in early
June: House spokesman" Ahram Online 31/03/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/293813/Egypt/Politics-/Egypts-parliament-would-swear-in-President-Sisi-fo.aspx
**
"How Egyptians’ attitude toward voting has changed over 7 years" Mada
Masr 31/03/2018
https://www.madamasr.com/en/2018/03/31/feature/politics/how-egyptians-attitude-toward-voting-has-changed-over-7-years/
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