sábado, 14 de abril de 2018

La guerra poliédrica


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Todas las guerras son complejas, pero unas los son más que otras. Y la guerra de Siria lo es en grado superior a la media, si es que es posible establecer algún tipo de medida. La máxima sencillez o la mínima complejidad la tenemos en aquellos casos en los que el enfrentamiento es cosa de dos y el motivo de la disputa es claro. En Siria ni es cosa de dos ni están claros los intereses de cada uno.
La guerra comenzó como un efecto de la Primavera Árabe. El movimiento que sacudió a todos los países mostró claramente cómo en cada uno de ellos las respuestas y los resultados eran distintos. Una serie de países controlados por grupos autoritarios de diferente cariz estallaban en demandas de mayores libertades, de apertura hacia el mundo, con demandas que oscilaban de libertad política al uso de internet, de las demandas de las mujeres al uso de Facebook. En cada país, de Túnez a Yemen, pasando por Libia, Egipto, Siria... había llegado el final del club de los dictadores: de Gadafi, Mubarak, Ali...
Siria pronto tuvo una peculiaridad distinta. Alguien decidió que había que sostener al régimen de los Asad, una dictadura familiar, a la contra de las de la zona, una dictadura chiita sobre un pueblo dividido, con sunís, lo que le dio un cariz civil a la guerra pero una división religiosa, estableciendo las alianzas y las oposiciones con los demás países de la zona. Así, Siria es apoyada por los chiitas de de Irán y los de Líbano, mientras que es combatida desde países con regímenes distintos, como Arabia Saudí y sus propios aliados, o los kurdos, que a su vez se ven enfrentados a la Turquía islamista de Erdogan.


La complejidad proviene del número de agentes participantes y de la diversidad del tipo de relación, positiva y negativa, que mantienen entre ellos. La complejidad del caso es lo que ha hecho a muchos países, especialmente en Occidente, pensar en qué es preferible si una cruel dictadura apoyada por Irán, Turquía (miembro de la OTAN) y Rusia, que tiene allí sus bases principales en la zona, o un hipotético gobierno islamista en el caso de que la parte combatiente yihadista suní se hiciera con el poder.
La guerra contra el Estado Islámico que trataba de fundar un califato (inicial) entre Irak y Siria, la guerra de los turcos contra los kurdos que quieren realizar su propia república para unificar a su pueblo, la guerra civil por el poder en la propia Siria, a lo que hay que añadir el fenómeno del yihadismo internacional, convirtiendo la zona en campo de entrenamiento para el terrorismo futuro, han hecho de Siria una guerra interminable e incesante, con niveles de crueldad extraordinarios, que ha dejado ciudades enteras convertidas en ruinas fantasmales, con poblaciones refugiadas o convertidas en rehenes de los ocupantes de turno, bombardeadas sin piedad. Las cifras de muertos se estiman en cerca de medio millón de muertos y los desplazados han extendido el conflicto hacia las zonas vecinas y un terrible éxodo hacia una Europa dividida, con un Mediterráneo convertido en fría tumba que arroja los cadáveres a las playas o se los traga para no aparecer jamás.


La población vive un auténtico martirio en mitad de una guerra en la que no hay piedad porque no hay posibilidad de diálogo en mitad del odio sectario. La guerra de Siria es de la que no quiere dejar atrás cabos sueltos. Si algo saben es que el enemigo vivo volverá, por lo que se le mata o desplaza. Es una guerra caótica, sin espacio para acuerdos, sin interlocutores claros. Caótica en el escenario, caótica en las mesas de negociación.
El ingrediente final en esta situación de alta complejidad son las armas usadas. A los conflictos religiosos, a los conflictos de las influencias en la zona, etc. se le suma la cuestión de las armas químicas. Esta noche, Estados Unidos, Reino Unido y Francia han realizado un ataque selectivo a instalaciones sirias de producción de armamento. El ataque es la portada de todos medios informativos. El diario El País señala:

Consciente de que el tablero sirio encierra a más de un jugador, el mandatario se dirigió enfáticamente a los aliados de Damasco. “A Irán y a Rusia, les pregunto: ¿qué clase de nación quiere ser asociada al asesinato masivo de hombres, mujeres y niños inocentes? Ninguna nación puede tener éxito a largo plazo promoviendo estados fallidos, tiranos brutales y dictadores asesinos. Rusia debe decidir si prosigue por la senda oscura o si va a sumarse a las naciones civilizadas como una fuerza de estabilidad y paz. Ojalá algún día podamos ir con Rusia, e incluso con Irán”, afirmó.*


Quizá Trump no debería lanzar ese tipo de preguntas porque puede que alguien no la perciba como retórica y le conteste. Pero no es esta la cuestión ahora sobre el mencionado tablero. La pregunta será ignorada por rusos e iraníes que verán en el ataque un desafío.
Por más que se avisara a los rusos del ataque para evitar una confrontación directa en el caso de que se produjeran bajas entre los militares que están combatiendo allí, Rusia no puede dejar pasar una situación como esta ya que precisamente su juego es mostrarse como un apoyo firme de Al-Asad. Estarán buscando ya, si no lo han hecho ya, desplegar algún ataque sobre objetivos apoyados por los Estados Unidos para dejar claro que ellos están allí y que no hay final del conflicto que aleje a Al-Asad del poder.
La estrategia rusa ha sido apoyar a sus propios dictadores. Mientras que Obama sentía ciertos escrúpulos en ello, Trump prefiere mostrar la eficiencia y que no existe más potencia que los Estados Unidos. Obama ya cometió ese error al calificar a Rusia como una potencia regional y Putin se dedicó a demostrarle lo contrario acercándose allí donde los Estados Unidos presionaba, como en el caso de Egipto, en donde Putin fue recibido como un héroe salvador, con las avenidas sobre el Nilo engalanadas con su retrato. Allí donde Estados Unidos, aparece Putin. Eso es válido para las visitas a Moscú de Alexis Tsipras o Recep Tayyip Erdogan, cuando tratan de mostrar a Europa o a Estados Unidos que siempre podrán pasarse al bando del Kremlin si se les presiona.


Estados Unidos, Reino Unido y Francia han bombardeado las instalaciones militares de Al-Assad. Han dicho que es una respuesta al ataque con armas químicas. No es la primera vez que se hace un ataque desde esta definición de intenciones. Pero eso tendrá una evaluación diferente en los países afectados, lo que aumentará el grado de riesgo al no estar quietos y responder de una forma u otra.
La complejidad de guerra siria está comprometiendo a las instituciones, como es el caso de la Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, que ha quedado paralizado por la capacidad de veto en esta reedición de la Guerra Fría. Igualmente está comprometiendo a los estados vecinos o próximos que se ven afectados por el resultado que pueda tener, como es el caso de Israel, otro interviniente más o menos silencioso.
Las relaciones de la Unión Europea y Estados Unidos con Turquía se verán afectadas por su apoyo a Al-Asad, lo mismo que ocurrirá con la OTAN, de la que forma parte. No es fácil tener un aliado militar que está aliado también con tus rivales, Rusia, Irán y Siria. No es fácil que tu aliado bombardee a los kurdos, a los que Estados Unidos apoya y que han tenido un papel crucial en la guerra contra el Estado Islámico.
Las guerras de Siria son muchas guerras. Unas tienen oponentes claros, otras no. Pero la mezcla de todas ellas en un mismo escenario la convierten en un caso de difícil solución. Han fracasado todas las iniciativas políticas porque implicaría negociar la salida de Bachar Al-Asad y eso es lo que Rusia nunca ha querido para no perder su posición estratégica en la zona. Siria es un socio en muchas dimensiones.


La preocupación es grande sobre el destino de todos los que están luchando. Muchos acabarán exiliados; otros se dedicarán al terrorismo dentro y fuera. Están los que se reagruparán para intentar apoyar otras causas en lo que perciben como un escenario global e lucha intercultural, es decir, contra Occidente.
De la guerra vemos sus efectos destructivos —esas ciudades fantasmas, esos cadáveres, esas víctimas sacadas de los escombros, esos bombardeos...—, percibimos también sus efectos a través de los refugiados —los que llegan, los que no llegan; los acogidos, los rechazados, aquellos de los que se abusa en los campos de los países vecinos...—, pero no percibimos muchos otros efectos sobre las personas. Las guerras civiles son terribles por las brechas que abren, por los odios que siembran, máxime si se ha entremezclado la religión y el sectarismo extremo.

La guerra de siria está sirviendo además como argumento de que más vale un mal dictador que una democracia inestable. Eso no es bueno y solo sirve para promocionar dictaduras. Las dictaduras solo son "estables" artificialmente, es decir, mediante la represión. Acaban produciendo los estallidos populares ante las miradas cómplices de aquellos que anteponen sus propias tranquilidades a las libertades de los demás, lo que no es una buena forma de vivir tranquilo.
Las recriminaciones de Trump a Rusia e Irán por tener amigos como Siria se podría hacer extensiva a los propios Estados Unidos en muchos momentos de la historia o actualmente. Lo que se ha roto es el consenso sobre la necesidad de ir hacia un mundo mejor al anteponer los criterios económicos a los morales. El propio Trump es lo que ha conseguido con su "América First", una declaración de egoísmo a la vez que pretende convertirse en eje moral mundial. Hasta hace unos hablaba de retirarse de Siria. Hoy toca la lección. Quizá el régimen de Bachar Al-Asad no habría recurrido a las armas químicas si Trump no hubiera dicho que se retiraba de Siria.
Ahora queda por ver la reacción de la opinión pública norteamericana, que ha escuchado previamente de Trump palabras de distanciamiento. Queda por ver si no lo interpretan como una especie de maniobra de despiste respecto a sus propios problemas, como un intento de mostrar músculo. Algunas informaciones y titulares de The New York Times y de The Washington Post ya van en ese sentido.
En esto consiste precisamente la complejidad, en el denso entramado que une las acciones de los involucrados. Algunas reglas: 1) Nada ocurre sin transcendencia; 2) lo que ocurre afecta a todos los agentes en distintas formas y con efectos sobre sus otras conexiones y 3) no podemos controlar todas las consecuencias de lo que hacemos. Son tres reglas que se hacen más evidentes cuanto mayor es el tejido, el complexus.
La guerra de Siria es una guerra más allá de Siria, tanto en el tiempo como en el espacio. No terminará cuando se diga que ha terminado y no tiene las fronteras que se le señalan. Es poliédrica y compleja, inacabable e imprevisible no tanto en su fin como en sus consecuencias. Es un enorme fracaso colectivo.
 
The New York Times 13/04/2018

* "Estados Unidos bombardea Siria en coalición con Francia y Reino Unido" El País 14/04/2018 https://elpais.com/internacional/2018/04/12/estados_unidos/1523484257_806219.html






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