Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
exactamente un mes, en pleno proceso electoral egipcio, Amro Ali se preguntaba desde
los titulares en Mada Masr "Why do authoritarian regimes love
elections?". Más allá de la situación egipcia y la universalmente reconocida
farsa electoral, la pregunta tiene muchas respuestas por las diferencias
existentes entre las situaciones. El caso egipcio ha sido una muestra de una
forma peculiar de entender el proceso electoral: sin oposición democrática, con
los aspirantes a candidatos detenidos, con la movilización del estado y las
empresas en apoyo de un candidato del que dudar implicaba un acto de traición,
etc.
Sí, los regímenes autoritarios "aman" las
elecciones, que les sirven para mantener una aparente legitimidad que les
permite salir por el mundo y ser abrazados por otros dirigentes. Las viejas
figuras de los dictadores que evitan las elecciones ya no son pertinentes en un
mundo de relaciones públicas, de medios globales y demás parafernalia. Vivimos
en el "gran plató del mundo" que hubiera asombrado a Calderón de la
Baraca como metáfora hecha realidad. Ya nadie quiere ser visto de forma feroz,
sino amable, sonriente, en un mundo lleno de cámaras pendientes de ellos las 24
horas del día, los 365 del año.
El artículo de Amro Ali termina con una anécdota con la que
el autor quiere representar sus tesis sobre los peligros de las elecciones demasiado aseguradas:
Biographers of former President Gamal Abdel
Nasser noted that he was obsessed with jokes being made about him and was
briefed daily about the latest jokes in circulation. Egyptian humor seems to
spare nothing, including ancient Egyptian statues who changed confessions about
which historical dynasty they were from — under Nasser’s torture. According to
writer Anthony McDermott, one account narrates how Nasser, unusually,
intervened in a particular instance in the 1960s when mocked for his near
hundred percent referendum victories. The jester in question was brought before
Nasser, who reprimanded him and reminded him of his achievements and popularity
by adding, “And remember, I was elected by 99 percent of the electorate.” The
man replied, “I swear, this was not one of my jokes.”
If this anecdote can perhaps illuminate
something, it is that the peak charade — the “election” — in a regime’s
lifespan can often be its most vulnerable moment.*
La anécdota en sí misma es un hecho convertido en chiste o
un chiste convertido en hecho, como prefieran. Lo significativo para mí es que
muestra dos formas de afrontar las elecciones, muy importantes para el ego del
dirigente autoritario, y absolutamente risibles para el ciudadano llevado ante
él para explicar sus bromas.
La respuesta de una mayoría del pueblo egipcio ha sido la
abstención, un para qué votar. Han comprendido muchos que votar formaba parte
de la perversión de la democracia que los autócratas vergonzantes representan.
Cuando el voto no tiene sentido, votar lo tiene menos. Los analistas que se han
atrevido han ido más allá de constatar la abstención y han señalado la alta
cantidad de votos nulos, votos que han mantenido el acto de votar pero no se
han dirigido a nadie. Son votos que el propio votante anula.
Ahram Online, curiosamente, ha incluido el más detallado
análisis de las estadísticas egipcias. En ellas se revela el enorme peso de los votos
nulos:
On the third day of elections, wary of the
possibility of being fined LE500, large numbers of the poor headed towards
voting stations.
The number of spoiled votes came as a surprise
— a record breaking 7.2 per cent of the total vote, or 1.766 million ballot
papers.
The number of spoiled votes surprised all
parties, the pro-Sisi camp and the opposition as much as the Brotherhood. The
voters exercised their right to spoil their votes without being encouraged to
do so by any political group.
The pro-Sisi camp and the opposition both
struggled to determine what such a large proportion of spoiled ballot papers
could mean. Some media hosts managed to claim the spoiled votes expressed
support for Al-Sisi and news outlets published ballot papers on which “I love
you, Sisi” was written in an attempt to explain the unprecedented number.
Newspapers, including some from the West,
showed images of ballot papers on which voters had written the name of Mohamed
Salah, the famous Egyptian footballer.
The number of null votes could be seen as a
creative way the middle class found to deliver a message to both the regime and
opposition.
Some 1.766 million voters agreed — without any
prior consultation — to spoil their votes. They were not members of any party
or organisation, and acted without being called to do so in the media or on
social networks.
Indeed, it could be argued the large number of
spoiled ballots indicates the conscience of the 25 January and 30 June
revolutions remains alive and that expressing discontent while maintaining
stability, safety and development was important to a large number of voters.
Port Said topped the list of spoiled votes with
15 per cent of its total ballots cast, followed by Suez with 14 per cent, the
governorates of the Red Sea, North Sinai and South Sinai, and then Cairo and
Alexandria with more than nine per cent of the total votes cast spoiled.
The governorate of Port Said has always been
first to send political messages to the regime. Port Said is Egypt’s richest
governorate, and one conclusion we can draw from this fact is that the spoiled
ballots increase in cities where there is a higher level of education, greater
wealth and a stronger middle class.
There were far fewer spoiled votes in rural
areas.
It is also worth noting that the number of
spoiled votes increased significantly on the third day of elections.
The individual voting station to record the
largest number of spoiled votes cast was New Minya, with more than 19 per cent.
The polling station is located in a
neighbourhood dominated by the educated middle class, most of whom work in
stable government jobs or the private sector.**
Creo que es un interesante ejercicio interpretativo de los
resultados más allá de las cifras de los votos de apoyo a al-Sisi. Esos votos
mayoritarios explican mucho menos que los nulos. Si la abstención siempre es
complicada de interpretar unitariamente, los votos nulos son una señal más
clara para el régimen y muestran un mensaje más legible, como el propio autor señala.
La interpretación de que esos cerca de dos millones de votos
pertenecen a una clase media formada que considera que la revolución de 2011 no
se ha transformado en hechos, si bien rechaza la inestabilidad, puede acercarse
a la realidad de las intenciones.
Esos casi dos millones de votos no está de acuerdo con el
régimen instaurado y en su deriva y desea manifestarlo de una forma
diferenciada. No habiendo una opción de voto que lo permita, la única salida es
sacrificar los votos convirtiéndolos en nulos. El votante queda por encima del voto.
La vida política egipcia ha quedado fragmentada entre dos grandes
y ambiguos conceptos: "estabilidad" e "inestabilidad". Para
unos el primer concepto incluye la represión, la ausencia de diálogo y llamar
"terrorista" a todo el que discrepe, incluye el militarismo, perseguir
a periodistas, escritores, reformistas, ateos, homosexuales, considera normales
torturas, desapariciones, detenciones de varios años en espera de juicio,
acusaciones absurdas, etc. La idea de "inestabilidad" se asocia
erróneamente con los derechos humanos, la democratización, la libertad de
expresión e información.
Las labores de manipulación han conseguido convencer (a
muchos de forma fácil) que una dictadura es buena si no molestas mucho, que
solo los que se buscan problemas están en peligro, mientras que los que dicen
sí a todo pueden vivir con cierta sensación de tranquilidad.
Entre la abstención y el voto nulo, el régimen egipcio está
preocupado. Intentan resolver parte de la cuestión convirtiendo en partido lo
que ahora son grupos de apoyo parlamentario al presidente. Lo que pretenden
conseguir es la estabilidad de los 30 años de Mubarak. Creando un partido desde
el poder, se puede crear una red clientelar nítida que al velar por los
intereses del presidente vele por los suyos propios. Están ahora en ello y
fabricando, como ya hemos señalado, una oposición que aparezca como parte de un
sistema bipartidista. Como no es real bipartidismo sino solo una ingenua y
vergonzante división artificial de los apoyos, está destinada al fracaso por
más que tenga una apariencia democrática.
Sí, los regímenes autoritarios aman las elecciones porque
las ganan siempre. Al ex director de Al-Masry Al-Youm le costó el puesto una
ambigua frase en la que expresaba la "motivación" extra añadida por
el gobierno a los votantes. El guión de la película democrática exige que la
gente vaya a votar de corazón y no por dinero, comida o cualquier otro bien.
Pero las imágenes de camiones de reparto que algunos medios publicaron eran bastante
explícitas.
Cuanto más artificial y dirigida sea la fantasía democrática
del régimen, más costará acercarse a la realidad, porque habrá que
"sacrificar" muchas piezas para que todo encaje. La obsesión de los autócratas
egipcios por ganar con el 99% de los votos no tiene nada que ver con la
democracia sino con lo que ellos consideran que esos porcentajes les permiten.
Se usan los votos para pisotear los derechos y libertades. Y cuando te quejas,
te recuerdan que es lo que has pedido.
* "Why
do authoritarian regimes love elections?" Mada Masr 25/'3/2018
https://www.madamasr.com/en/2018/03/25/opinion/u/why-do-authoritarian-regimes-love-elections/
**
"Egypt Presidential Elections 2018: Unravelling the statistics" Ahram
Online 13/04/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/297549/Egypt/Politics-/Egypt-Presidential-Elections--Unravelling-the-stat.aspx
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