Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En unos
días el Parlamento Europeo tendrá que decidir dónde va el Premio Sajárov, si a
las manos de la joven pakistaní Malala Yousafzai o al filtrador norteamericano
Edward Snowden. Malala parece tener más amplios apoyos en la valoración de sus
méritos; los de Snowden, en cambio —según la noticia de Reuters—, se concentran
en los Verdes y en la Izquierda Unitaria Europea. No es fácil juzgar dos cosas tan
distintas. Hay otros candidatos con muchos méritos, desde luego, pero los
bielorrusos no pueden "competir" con estas dos superestrellas cuyas causas y acciones han tenido repercusión
mundial.
Vaya
por delante mi admiración —ya manifestada en otros momentos— por Malala y su valor.
Recaiga en quien recaiga el Premio a la Libertad de Conciencia lo hará en
buenas manos.
Snowden
es un personaje oscuro, como buen espía. Malala es, en cambio, una comunicadora
nata, un líder con futuro; posee un dominio inusual del arte de la palabra, asentado
en una pasmosa seguridad en sí misma. Quizá sea la seguridad de quien ha
sobrevivido a un atentado, puede que sea el aplomo de quien ha mirado a la
muerte de frente.
Malala
ha conseguido grabar su nombre en el corazón de muchas personas; incluso
Madonna se lo tatuó en la espalda, una de las vallas publicitarias más selectas
del planeta.
Malala
fue valiosa antes de su martirio, cuando se enfrentó a los talibanes desafiando
sus prohibiciones. Lo fue en el momento de su ataque y ha continuado siéndolo
tras el atentado. Si Snowden es la
denuncia, Malala es la causa. La
causa de Malala era anterior a su disparo. El atentado no fue más que la
constatación de la importancia de sus razones y la eficacia de su ejemplo.
Malala era un peligro para los talibanes, un desafío a su poder infame. Los
disparos le dieron notoriedad, sí, pero fue la notoriedad de Malala la que
provocó los disparos.
Si el
Premio Sajárov a la Libertad de Conciencia busca —como todos los premios de
este tipo— la ejemplaridad, Malala es el ejemplo total. No dudo de la conciencia
de Snowden ni del valor de su acto, pero Malala ha conseguido esa universalidad
del signo aceptado por todos. Podemos reconocer el valor de lo hecho por Snowden, pero nos
identificamos con la niña que es tiroteada por defender el derecho a la
educación de las mujeres a cualquier edad y en cualquier lugar del mundo.
Edward
Snowden se ve en la situación actual acogido por unos y perseguido por otros,
compartiendo el papel doble de héroe y traidor. Mientras la niña es esencial
para el futuro de muchas otras en todo el mundo, el analista de la CIA sigue
embrollado en un asunto rocambolesco, con terminales de aeropuerto, asilos
políticos, jugarretas de Putin y frustraciones de Maduro y Correa rivalizando
por el asilo mediático. Snowden tiene en contra la instrumentalización de su acción por algunos, su aprovechamiento.
Probablemente
Snowden nos ha hecho un gran favor a todos. Sus filtraciones de datos sobre la
forma de actuar de los Estados Unidos en el espionaje masivo y en el más
selecto tienen grandes consecuencias en la escena internacional. Julian Assange
criticó a la presidenta de Brasil por la ingratitud de haber negado el asilo
político a Snowden después de que este hubiera dejado al descubierto el
espionaje al que la mandataria estaba sometida. La negativa de Rousseff a ir a
Estados Unidos hasta que le sean dadas explicaciones por este hecho se debe a
las revelaciones del ex analista de la CIA.
Ambos
han actuado desde sus conciencias. No sé si la vocación inicial de Snowden era
el espionaje por patriotismo y tuvo su camino
de Damasco al revelársele que lo que hacía no era un acto patriótico sino una vulneración de los
derechos humanos de media humanidad. Sí sé, en cambio, que el compromiso inicial
de Malala ha sido hacer llegar el derecho a la educación a todas la niñas que
se ven obstaculizadas para ejercerlo. No creo que Snowden sea un traidor, pero sí que era un espía; con conciencia, pero espía; pudo
acceder a lo que reveló precisamente porque lo era. Snowden descubrió que no
tenía estómago para ser espía.
Quizá
la grandeza de Snowden sea la del sacrificio de su vida futura, condenado a
permanecer escondido, a ser vilipendiado oficialmente por su país que le
considera un traidor que puso en peligro eso que se suele llamar a
"seguridad nacional" y que es un flagrante abuso de la de los demás,
condenados a la sospecha.
Cada
vez que Malala recoge uno de los numerosos premios que le han sido concedidos,
su presencia es un acto de reivindicación positiva de los Derechos de la niñas
del mundo, menospreciados por la barbarie retrógrada que las condena a la
oscuridad como vía a la sumisión. Cuantas más Malala haya, mejor.
El
mundo, en cambio, sabe que no se puede permitir demasiados Snowden por la propia
naturaleza hipócrita de las relaciones internacionales. Lo que el analista
reveló no es el escándalo del espionaje en sí mismo, sino el escándalo más fino
a los amigos y aliados, darnos a conocer que tras los apretones de manos y los
abrazos cordiales, tras las visitas de cortesía, todos somos potenciales
enemigos.
Todo
premio concedido esconde una gran injusticia para alguien. Pero en este caso
creo que si es Malala la agraciada, saldremos ganando "futuro". Esa
niña, que acapara premios y honores internacionales, hace más con su sonrisa y
sus palabras firmes reclamando libros y lápices como armas que muchos otros con
grandes discursos.
En la
misma noticia en que se nos hablaba del tatuaje de Madonna, Angelina Jolie, en
su calidad de Enviada Especial del Comité de Naciones Unidas para los Refugiados,
señaló que "todos somos Malala":
[...] la polifacética Jolie declaró que se
sintió obligada a contar la historia de la joven paquistaní a sus hijos. “Tomemos
esto como una lección de que la educación es un derecho humanos básico”, dijo.
“Un derecho que no debe de ser negado a las hijas de Pakistán”.*
Sí,
quizá la clave está ahí, en esa historia que obligadamente debemos contar. Esa
es la esencia de la ejemplaridad, la necesidad que todos sentimos de contarlo. El segundo de los objetivos de la
Fundación Malala es precisamente "Amplifying Voices of Educational
Advocates to tell the stories of those who are fighting for their right to
education". Es el poder de la historias que deben ser contadas, el
valor del ejemplo.
"Todos
somos Malala", como bien señaló Jolie, solo algunos pueden (o quieren) ser Snowden.
*
"Madonna se desnuda por Malala" El País 17/10/2012
http://elpais.com/elpais/2012/10/17/gente/1350485914_567056.html
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