Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ya no
tenemos escritores que nos ofrezcan fábulas sensatas en las que aprender lo que
somos incapaces de aprender de otra manera. Solo existe ya la
"autoayuda", en sus variantes que van desde la galletita con mensaje
a los libros de Coelho, que son mensajes sin galletitas. Afortunadamente, la
vida nos ofrece fábulas con las que aprender cada día, incluso, como ocurre en
este caso con animales de por medio.
La
fábula —¿podía ser de otra forma?— nos llega de Egipto y tuvo lugar hace poco
más de mes y medio. Comenzó como una pequeña noticia y acabó como una noticia
pequeña, pero, eso sí, reflejada en National
Geographic —que es donde yo la redescubrí buscando otras cosas—, hace unos días.
Como es
propio de las fábulas sin fabulador, es decir, sin intención alguna, los
lectores necesitan darle su propia interpretación, que suele consistir en
encontrar entre sus ideas alguna que cuadre y les sirva para demostrar sus
razonamientos. Así ocurrió con esta historia de la cigüeña espía, que la
estupenda periodista egipcia Sara Abou Bakr utilizó en su artículo publicado en
Egypt Daily News a primeros de septiembre
—creo que fue entonces cuando tuve primer conocimiento de la historia— que
tituló "Education, the spy-duck and threats to Egypt". El artículo
comenzaba con la siguiente frase "The police had confiscated a spy-duck",
que no es mala forma de captar la atención. La periodista utilizaba ese
arranque para contarnos la historia de un "pato-espía" que había sido
detectado por los ciudadanos y entregado a la policía. Continuaba Abou Bakr:
This was how my reporters greeted me five days
ago. At first I thought it was another pun by DNE’s wily reporters until they
showed me the links in Arabic; the police confiscated a duck carrying a
“strange” device.
Two days later, after the intervention of
animal activists, the duck turned out to be a stork with a migration tracking
device from Hungary. As expected, the Egyptian good humour kicked into high
drive, ridiculing the police and the government.*
Publiqué recientemente un trabajo sobre el chiste político
en Egipto y me hago cargo de lo que la periodista imaginaba, torrentes de
chistes ridiculizando al mal identificado inicialmente como "pato",
que resultó ser cigüeña, y cuyos aparatos de espionaje no eran más que
dispositivos para estudiar las migraciones de las aves en su travesía del
Mediterráneo hasta llegar a Egipto, la travesía inversa de los emigrantes que
se juegan la vida camino de la fría Europa.
Lejos de los chistes con que los egipcios celebraron el
asunto, a la periodista según su propia confesión, el asunto le produjo una
profunda tristeza por la falta de conocimiento que mostraba: «This level of ignorance
is heart-wrenching, making people susceptible to believing almost anything and
anyone.» Y aprovechaba
para realizar unas aceradas críticas con los políticos y el clima de paranoia mostrado
por la confusión de un ave monitorizada con un espía ¡vaya usted a saber de qué
superpotencia! ¡Hubiera sido tan bonito que alguien quisiera espiar a Egipto,
que aquella cigüeña hubiera anidado en cualquier torre ministerial, en algún
minarete y se hubiera dedicado a mandar secretos a potencias extranjeras,
vecinas o lejanas!
Pero,
no —¡qué pena!—, en realidad la cigüeña solo se espiaba a sí misma, sin
saberlo, enviando los datos de sus recorridos a maquinas que trazarían mapas de
sus viajes en alguna subvencionada oficina europea, ahora amenazada de recortes.
Dicen las noticias que llovía sobre mojado, que en fechas
anteriores había sido detenida una paloma sospechosa con un microfilm en una
pata. Debía ser muy misterioso el asunto del microfilm porque no se han vuelto
a tener noticias de la paloma ni de los secretos que contenía. Tampoco sabemos
nada de los que enviaron a la paloma a tan peligrosa misión y ella no debió confesar
nada. Pero eso no es problema para la gente, que enseguida se imagina cualquier
cosa y da por cierta la que más le divierte o preocupa.
Volví a encontrarme ayer, por casualidad, con la historia
del "pato" y después "cigüeña espía". Hasta llegó a
aparecer en algunas informaciones como "cisne", lo que demuestra que
era una maestra del disfraz. ¿Quién sabe si la agencia de seguimiento de las
aves migratorias no era más que una tapadera? ¿No tiene Snowden nada que decir?
El recorrido de Menes |
Esta vez la encontré en una sección de noticias raras de la
revista National Geographic titulada "The Sad Ballad of Menes, the
Egyptian #Spyduck"**. Según parece alguien tuvo la paciencia de ponerle
Menes a la cigüeña, que salió del anonimato conque la Naturaleza la trajo al
mundo, para introducirse en el mundo nominal de la cultura asignándosele en
nombre de un oscuro faraón de las primeras dinastías. La "tristeza"
de la historia proviene del destino de Menes, la cigüeña rehabilitada.
Deseosos de acallar los chistes y el descrédito por la
confusión producida —¡como si ya sirviera de algo!—, la cigüeña fue puesta en
libertad sin cargos. Pero no fue mucho lo que le duró la alegría.
Mucho antes de que se inventara el ecologismo, los aparatos
de seguimientos y las oficinas que las siguen, etc., se inventó la necesidad. Y
la primera de todas ellas es la de comer:
Days later, local residents caught Menes and
ate him.
Don’t be mad: People gotta eat.
As the NGO Nature Conservation Egypt noted on
Facebook, “storks have been part of the Nubian diet for thousands of years, so
the actual act of eating storks is not in itself a unique practice…Egypt has
long suffered from issues of uncontrolled hunting.”
“However,” they continued, “it is important to
always balance the needs of local communities with the needs of nature and
biodiversity conservation.”
As news of the bird’s consumption spread,
Egyptian authorities, perhaps fearful of another blow to the country’s
reputation, denied Menes was eaten.**
Las cigüeñas forman parte de la dieta de los nubios desde
que se asentaron allí, es decir, hace mucho.
Forma parte de la natural forma de acoplarse
los cazadores con lo que se puede cazar, es decir, comer. De nada sirvieron las
maniobras de negación: los cazadores de la zona se habían comido a Menes como
se habían a otras antepasadas suyas sin nombre tan ilustre ni historia tan
azarosa. Ante la imposibilidad de negar lo evidente, se hizo correr esta vez un
nuevo rumor, que el ave estaba ya muerta cuando la encontraron, que no es mal
destino para una espía. Pero era ya demasiado rumorear.
El Servicio de Conservación de la Naturaleza egipcio hizo público
un comunicado con el significativo título "Sad news: Menes the White Stork
has been killed", digno de una novela de espionaje. Como se trataba de evitar
cualquier interpretación extraña de la eliminación de la cigüeña, lo primero
que hicieron fue acallar los rumores de un ajuste de cuentas: «Storks have been part of
the Nubian diet for thousands of years, so the actual act of eating storks is
not in itself a unique practice. However, the short-lived success story of getting Menes released, was
not enough to keep him safe till he exited Egypt.»** No,
Menes no fue eliminada, sino sencillamente cazada, cocinada y degustada como
una más por los cazadores nubios que, apretados por la necesidad o por las delicias
gastronómicas, se toparon con ella. Lamentando su desaparición, las autoridades
agradecían, a pesar de ello, a la vigilancia de los parques naturales donde la
cigüeña había sido liberada sus tareas para tratar de evitar que las cigüeñas no
regresen a Europa en primavera.
La historia de Menes, la cigüeña espía —en unos medios francesa,
en otros húngara—, no enseña muchas cosas. Pero como esta es una fábula
posmoderna, dejamos en manos de los lectores su interpretación. Incluso
aquellos que gustan de las teorías conspiratorias, quedan en libertad de
considerar que Menes había sido cuidadosamente entrenada para enviar
informaciones al "otro lado" (como se decía en la Guerra Fría) de
donde ustedes quieran. Incluso pueden pensarlo como un plan premeditado para
que, además de acabar con el turismo egipcio, también se acabe con las
migraciones de la aves, que son el turismo de la naturaleza.
Acabaron ya los tiempos de moralejas rotundas, sin aristas.
La historia de la cigüeña es también la historia de los que la detuvieron,
presos de la paranoia conspiratoria, que se resistieron a los esfuerzos de los conservadores para liberarla; de los que la cazaron en las zonas
protegidas, por deporte o por necesidad, por tradición o porque se puso a tiro; y de los que intentaron darle un
tratamiento "presentable" a los dos acontecimientos para maquillarlos, que tras el éxito de la liberación se enfrentaron a la decepción gastronómica.
Los dos acontecimientos sueltos —la detención y la caza final— no tienen
transcendencia, pero juntos tienen un toque de tragedia griega, de destino que
requiere de un Hitchcock de la naturaleza que nos cuente —al estilo de Con la muerte en los talones, de Falso culpable o incluso de Cortina rasgada— las vicisitudes de esta
cigüeña falsamente acusada, de esa vida del huevo al plato.
No sé si existe un cielo para las cigüeñas más allá de la
cazuela, pero Menes, al menos, ha pasado a la historia. Como Aquiles, su fama perdurará. Lo que le ha pasado a Menes, que ten confundan con un espía, le puede pasar a cualquiera, por ejemplo, a un periodista en la península del Sinaí y arriesgarte a que te caigan unos meses de cárcel. Esperemos que Abu Draa, el periodista, no acabe —después de haber sido liberado— en ninguna cazuela.
*
"Education, the spy-duck and threats to Egypt" Daily News Egypt
3/09/2013
http://www.dailynewsegypt.com/2013/09/03/education-the-spy-duck-and-threats-to-egypt/
**
"The Sad Ballad of Menes, the Egyptian #Spyduck" Tales of Weird -
National Geogrphic 9/09/2013
http://newswatch.nationalgeographic.com/2013/09/09/the-sad-ballad-of-menes-the-egyptian-spyduck/
El faraón Menes |
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