Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Dice el
presidente de la Comisión europea, José Manuel Durão Barroso, que nunca
olvidará los ataúdes apilados en Lampedusa, ataúdes de niños, de madres con
recién nacidos. No soy yo quién para dudar de la sinceridad de su dolor.
Tampoco podrá olvidar él los gritos de "¡asesino!", probablemente
injustos en lo personal, que le han lanzado los habitantes del pueblo cuando se
han dirigido a visitar a los cadáveres y después a los vivos, a los que
consiguieron, por los motivos que fuera —¿qué no es azar aquí?—, sobrevivir.
Dos visitas incómodas porque tu miras a los muertos y los vivos te miran a ti. Es un triste mirar y ser mirado.
De los
testimonios, nadie más cercano que los buceadores que se sumergen cada día a recoger los
cuerpos encerrados en esas bodegas inmundas. Euronews entrevistó a dos de ellos;
declaraciones breves, parcas, con el ánimo trastornado. Les ha impresionado
verlos con los brazos extendidos, pidiendo ayuda. Uno de ellos ha quedado
impactado por una imagen: la del rostro de un ahogados pegado a su
máscara al girarse cuando lo tenía agarrado. "Parece que me pedía ayuda", dice. Es difícil sobreponer a algo así, no salir destrozado de esa tumba sumergida para no volver. Deberán vivir con esos recuerdos. Solo el deber humanitario puede ayudarnos ante un horror similar, tratar de
devolverles algo de la caridad que se les negó en vida, en donde nacieron, por
donde pasaron, desde donde salieron. No quedan muchos más momentos para
demostrarles que vivían en un mundo humano, rodeados de humanos.
Barroso
y Letta han tenido el valor de ir a dar la cara en nombre de todos. Italia y
Europa. Han ido a mostrar ante sus cadáveres el respeto que no se les tuvo la
vida. Italia les ha concedido la nacionalidad a los muertos, pero repatriará a
los vivos, en cumplimiento de su legislación, que podrán ser sancionados con
multas, premios incomprensibles en la lucha por la vida. Quizá logren que
alguno lamente no haber quedado en el fondo, cerrando un ciclo absurdo de vida.
No sé
cuánto duran los golpes de pecho, pero este problema grave, inhumano, de un mar
con dos mundos, no con dos orillas, tendría que ir encontrando algún tipo de
solución a un problema que no se plantea por el mal tiempo para la navegación
sino por una moderna forma de esclavitud que encuentra acomodo en los rincones de nuestra
Europa común.
Esta
vez nos toca a los "periféricos", al "sur", a los
mediterráneos, en suma, recoger supervivientes en este mar civilizado y enterrar a los que no
llegaron. Lo que comenzó con las crisis de Libia y Túnez y los conflictos entre
Sarkozy y Berlusconi por saber qué había que hacer con los que llegaban hasta
las playas de Lampedusa, la misma isla a
la que siguen llegando hoy ante el hartazgo de sus habitantes, a los que solo
les queda abuchear a los políticos de turno y rezar por los muertos. No es malo
recordar los términos en los que The Guardian recogía el rifirrafe entre los
dos mandatarios estrella de la política europea:
Nicolas Sarkozy and Silvio Berlusconi are
expected to call on Tuesday for a partial reintroduction of national border
controls across Europe, a move that would put the brakes on European
integration and curb passport-free travel for more than 400 million people in
25 countries.
The French president and the Italian prime
minister are meeting in Rome after weeks of tension between their two countries
over how to cope with an influx of more than 25,000 immigrants fleeing
revolutions in north Africa. The migrants, mostly Tunisian, reached the EU by
way of Italian islands such as Lampedusa, but many hoped to get work in France
where they have relatives and friends.*
No es un ejercicio trivial de memoria. Es solo una constatación de un hecho, de una situación. El panorama sigue siendo desolador en este problema que se
deja reposar hasta que se pasan los efectos sociales de las desgracias. Lo
único que hemos conseguido es establecer un floreciente negocio de contrabando
humano sin derecho a reclamaciones, una nueva forma de tráfico de personas, los
que huyen de guerras y miserias. Todo el mundo tiene derecho a ganar con las guerras, pero siempre pierden los mismos.
Las respuestas a las crisis de Libia y Túnez fueron, por
parte de Italia, mandar a Europa a los recién llegados y la francesa cerrar el "espacio
Schengen", levantar las fronteras para protegerse de los invasores. Tampoco
hemos hecho mucho los demás.
La idea de Europa se queda chica ante la del Mediterráneo,
algo de lo que pueden prescindir nuestros vecinos del Norte pero que no podemos
ignorar los del Sur. Europa quiere inmigrantes selectos, con títulos
universitarios, a los que poder emplear allí donde le resulta productivo, pero
no quiere asumir las vecindades molestas de la miseria y la persecución
política o bélica. Es como el que eleva el volumen de la música para no
escuchar discutir a los vecinos.
No sé cuál es la solución a este grave problema. Hay quien
dice que tratarlos "bien" conlleva un efecto llamada; los hay que los apalean o matan, como los crímenes
xenófobos de Grecia; o los hay, más sutiles, que se limitan a no destinar más
recursos a patrullar esas aguas para que ocurra lo que tiene que ocurrir y
ocurre.
Son muchas voces las que han señalado que esto no es más que
una concentración escandalosa de muertes frente al goteo diario del que nadie
se ocupa. No les falta razón, pero así funcionamos, a golpe de titular. No nos
llama el sentido del deber, sino la vergüenza que no se puede ya esconder.
Esos
trescientos féretros alineados, en los que la mano del hombre ha impuesto orden tranquilizador buscando la simetría, tratan de ocultar el horrible caos de la muerte conjunta en
una lucha brutal por escapar. Los muertos, dóciles, se dejan ordenar en sus ataúdes.
Alguien ha puesto unos osos de peluche sobre los ataúdes
blancos de los niños. Flores y unos osos de peluche con un gran corazón rojo bordado
en su pecho; la compañía para la eternidad.
Dicen que pasaron tres barcos y no les socorrieron.
* "Sarkozy and Berlusconi to call for return of border
controls in Europe"
25/04/2011 The Guardian http://www.theguardian.com/world/2011/apr/25/sarkozy-berlusconi-border-controls-europe
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