miércoles, 23 de octubre de 2013

Todo el mundo busca un faraón

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El regreso del humorista egipcio Bassem Youssef a la televisión tras meses de interrupción de su programa es querido y temido por todos. Youssef es el presentador más popular en Egipto, un auténtico azote del poder, llevado por el aparato del depuesto ex presidente Morsi, objeto de sus aceradas críticas, ante los tribunales. Es un tópico referirse a él como el "Jon Stewart egipcio" y lo es hasta tal punto que el propio humorista norteamericano lo invitó a su programa, además de defenderle desde allí, asegurando que lo que él podía hacer todos los días sin problemas en los Estados Unidos y no le importaba a nadie, en Egipto, en cambio, era considerado poco menos que blasfemia y alta traición.
Ahora que se producirá su regreso, nos cuenta Al-Ahram Online, los partidarios de Morsi han retado a Youssef a que haga las mismas críticas al gobierno interino y al General Al-Sisi que le hizo a presidente islamista. El paso en Egipto de unos adoradores a otro es preocupante y ha sido denunciado por muchas personas, liberales y demócratas, que critican la falta de sentido democrático en beneficio de un caudillismo adulador que se centra en la persona antes que en la sociedad. Youssef ha señalado, de forma concisa, el problema:
"Truth is, it means 'say what I want'... There is no tolerance from the Brotherhood side or those who call themselves liberals. Everyone is looking for a pharaoh that fits him."*

Las políticas de adhesión incondicionales son siempre nefastas porque impiden la esencia de la política en los sistemas democráticos: la crítica. Cuando hablo de "crítica" lo hago en el sentido corrector para la mejora de las acciones y no en su caricatura, la crítica por la crítica, la pura demagogia, que padecemos en muchos países. La democracia se basa en el principio del diálogo, que es el o que se opone al monólogo de las dictaduras en donde la polifonía social se sustituye por un coro armónico de loas babosas, condenando cualquier discrepancia.
Bassem Youssef publicó un artículo tras la caída de Morsi que le honra. Siendo una de sus principales víctimas públicas, objeto constante de ataques, Youssef planteaba la necesidad de no convertir el derrocamiento de Morsi en una forma de revanchismo que desatara una caza de brujas. Había que demostrar la superioridad de las libertades, no darle la vuelta a la tortilla. Yo he sido perseguido, venía a decir, pero no quiero que se persiga a nadie. En eso consiste el difícil ejercicio de la democracia. No ha sido el único en hacerlo; han sido muchas las voces de muchos, sin ningún tipo de simpatías islamistas —y objeto de ataques muchos de ellos—, las que han advertido que el remedio no puede ser peor que la enfermedad.


Es más cómodo buscar un "faraón" que enfrentarse al día a día que supone el ejercicio de la ciudadanía. No es un problema exclusivo de Egipto, obviamente. Podemos verlo reflejado allí de forma trágica en la sucesión de poderosos que han recibido el homenaje complaciente de grandes sectores que han construido su fortuna en la adulación y el continuo medrar a la sombra del poder. Otros no han conseguido tanta tajada, pero han seguido la inercia del poder para conseguir piezas más pequeñas o una simple sonrisa de complacencia o palmaditas en el lomo.
En el caso egipcio, el cansancio tras casi tres años agotadores de continuos cambios explica esta tentación de "punto final" que para muchos justifican medidas de fuerza que pueden hacer desear de nuevo un régimen faraónico. La misma estrategia islamista de acoso en distintos sectores, en una especie de guerra de guerrillas de desgaste, no hace sino contribuir a reforzar las medidas autoritarias por el hartazgo de una transición a no se sabe bien qué, pues se ha pasado de una dictadura a un gobierno militar —el periodo de transición de la SCAF— hasta la elecciones para entrar en un democracia poco democrática que llevó al descontento popular y al regreso de los militares con un nuevo gobierno de transición que reinicia el ciclo.


El otro día recuperé en mi pagina de Facebook una canción de la cantante Youssra El Hawary, titulada El Soor (El muro), con letra del humorista político y poeta Waleed Taher.  Una amiga egipcia me comentó que era una canción "muy interesante" y con distinta interpretación según cuando hubiese sido grabada. El videoclip que la ilustra —inseparable del texto— nos la muestra tocando su acordeón junto al muro levantado para impedir el paso hacia el Ministerio del Interior, en la calle Mohamed Mahmud. Es un muro que la gente transformó con sus animados grafitis de un arcoíris de armonía y paz, niños jugando y tranquilos ciudadanos leyendo periódicos.
El muro, como objeto material y prohibición, quedaba simbólicamente tapado por los deseos de la gente, expresado en esas pinturas alegres. Al contrario de lo que mi amiga opina, creo que el mensaje de la canción es claro y aplicable tanto a los que levantan el muro —da igual cuándo o por qué— como a los que lo mantienen. La letra de Waleed Taher dice:

"Frente a la pared / Frente a aquellos que lo construyeron / Frente a los que lo hicieron alto / había un hombre pobre / que hizo pis / En la pared y en los que la construyeron y los que hicieron lo alto."**


El videoclip —que obtuvo el premio de la JMI Foundation, el Global Youth Anti-Corruption Network (GYAC) y el World Bank Institute en 2012***— fue rodado muy de mañana, antes de que El Cairo, ciudad bulliciosa, despertara. Las imágenes finales nos muestran cómo un vigilante, armado de una estaca respetable, echa de allí a los molestos intrusos que han realizado la grabación frente al muro y a la muchacha del acordeón que emprende su camino solitario —como en un final chaplinesco— rumbo a algún lugar menos hostil en el que algún sueño se pueda cumplir.
El final —el hombre del garrote—no estaba en el guión, pero sí en la realidad, que es lo que trataba de reflejar la letra y la canción.


El muro de la calle Mohamed Mahmud tiene algo de pirámide faraónica. Suelo decir a mis amigos egipcios —con ironía provocadora— que las pirámides han marcado su psique colectiva, que ese espectáculo milenario, inamovible, espectacular monumento, lugar en el que los elegidos reposan camino de la eternidad, han dejado su huella: el recordatorio de que todo pasa menos los poderosos, que siguen allí, por los siglos de los siglos, que es mejor estar con ellos que contra ellos. Como bien decía Bassem Youssef, todo el mundo busca su faraón, el que más le conviene. Es más cómodo que el ejercicio diario de la duda, que es el estado natural del ser humano. El atractivo de los portadores de dogmas es la tentación continua que la historia le presenta a Egipto. La consecuencia es el derrumbamiento de la autoestima, convencidos de que son históricamente incapaces de convivir sin caer en el caos, que siempre será necesaria una mano faraónica que imponga el orden divino o laico, según toque, con un garrote.


Cuando Bassem Youssef comience su programa, habrá millones de ojos dispuestos a medir milimétricamente sus críticas a los poderosos de forma comparativa. Estarán más preocupados por el agravio que revele la medición que por la naturaleza de los problemas que el cómico refleje con su humor.
Siempre es necesario un pobre hombre que haga pis en el muro, lo levante quien lo levante. Los faraones son eternos, pero los hombres tienen sus necesidades. La poesía y el humor son pises en el muro de los poderosos.


* "Egyptian satirist Bassem Youssef vows to pull no punches on TV return" Ahram Online 22/10/2013 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/84504/Egypt/Politics-/Egyptian-satirist-Bassem-Youssef-vows-to-pull-no-p.aspx
** "Youssra El Hawary Scales A Wall With A Wink And A Smile" NPR National Public Radio 5/6/2012 http://www.npr.org/blogs/allsongs/2012/06/15/154951537/youssra-el-hawary-scales-a-wall-with-a-wink-and-a-smile
*** "Ganadores Fair Play 2012" JIM Foundation 2012 http://jmif.net/es/blog/article/







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