Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
historia de Leonarda Dibrani pasará a la memoria colectiva francesa como un
ejemplo de lo que no se debe hacer en política y, si me apuran, en ninguna
parte. Europa es en estos momentos un caos ideológico en el que este tipo de
historias dejan al descubierto el fondo fallero de la construcción de una
Comunidad empeñada en no tener nada en común o, si me vuelven a apurar, solo
tiene en común el oportunismo político. Es una pena, pero esta segunda
generación de políticos europeos está quedando a la altura del betún pisoteando
los principios a los que Europa misma aspiraba. Donde unos desearon integrar,
otros desintegran
La
historia de Leonarda es de tal incongruencia que solo el dato que nos da el
diario El País de que el artífice del
desaguisado, Manuel Valls, el ministro socialista francés, inmigrante español,
nacido en Barcelona en 1962, "tiene el apoyo del 89% de los votantes de la
derecha y del 68% de los electores socialistas"* nos permite comprender
que algo no funciona en la Francia de los derechos del ciudadano y en la Europa
que bebió en su doctrina.
Solo un inmigrante reciclado a lo francés tendría esa sensibilidad para poner en la calle (léase "frontera") a los contaminantes de la patria en la que no nacieron sus padres. Siempre se habló de la tendencia de los neófitos a sobreactuar en amor a la patria y Valls es la prueba. La pancarta llevada por los estudiantes en las manifestaciones con el rótulo "Valls: Franco hubiera estado orgulloso de ti", le habrá sentado fatal, pero si juegas con fuego te arriesgas a chamuscarte. Ya ha dicho Manuel Valls —como si fuera un personaje stendhaliano, caracterizado por su obstinación— que el "no cambiará de rumbo", como si fuera el buque insignia de la tozudez,
Solo un inmigrante reciclado a lo francés tendría esa sensibilidad para poner en la calle (léase "frontera") a los contaminantes de la patria en la que no nacieron sus padres. Siempre se habló de la tendencia de los neófitos a sobreactuar en amor a la patria y Valls es la prueba. La pancarta llevada por los estudiantes en las manifestaciones con el rótulo "Valls: Franco hubiera estado orgulloso de ti", le habrá sentado fatal, pero si juegas con fuego te arriesgas a chamuscarte. Ya ha dicho Manuel Valls —como si fuera un personaje stendhaliano, caracterizado por su obstinación— que el "no cambiará de rumbo", como si fuera el buque insignia de la tozudez,
Mientras
Bernard Henri-Lévy explica en la prensa por qué Marie LePen no debe rechazar la
etiqueta de "ultraderecha", que ella considera que es demasiado estrecha para su amplitud de miras,
ahora que tiene a Putin como paradigma; o se producen peleas con los entierros
de las víctimas de los naufragios en las costas de Europa, el ministro Valls
consigue el aplauso mayoritario de los que le votaron —la izquierda— y casi unánime
de los que no le votaron—la derecha—, pero que, de haber sabido cómo se las
gastaba, quizá lo hubieran hecho. Y es que estos políticos que renuncian a los
principios en nombre de la eficacia logran extrañas unanimidades a fuerza de
prescindir de la altura de miras. Ellos solo miran a su futuro y se ven con una
mano a lo Napoleón, metida así en la chaqueta y ¡que el cielo los juzgue!
Valls es un ejemplo más de lo que las masas enfebrecidas consideran un político, más que de principios, de finales. Los políticos de "principios", tal como ahora se interpreta, son blandengues y llenos de escrúpulos e ideas retorcidas, todo el día con los derechos y cosas así; los políticos de "finales", en cambio, son hombres de acción, "ejecutivos", que se dice ahora. No les tiembla la mano ni, por supuesto, sus bien equilibrados testículos, labor de calibrado casi de relojero suizo.
Hay una especie de virus autoritario que hace que los países se lleven ahora como el que dirige fábricas en Bangladesh o una colonia penitenciaria en cualquier Isla del Diablo perdida. Lo raro es que no nos hagan numerarnos por la noche y al levantarnos para ver si alguien se ha escapado de esta Europa que debate principios en Bruselas y Estrasburgo y los pisotea luego en su patrias chicas.
La idea
del Presidente Hollande de hacer que Leonarda regrese en solitario, sin
familia, a hacer sus deberes al instituto es realmente frustrante y un síntoma
de debilidad que le ha hecho descender, más si cabe, en los sondeos. A Hollande,
que se iba a comer Europa, se le ha atragantado Francia. Nos cuenta El Mundo:
Este sábado Hollande anunciaba que permitiría
el regreso de la joven estudiante a Francia, pero no el de su familia."Si
Leonarda Dibrani quiere estudiar en Francia y hace la oportuna demanda, se la
acogerá a ella sola".
La joven no tardó en responder a estas
declaraciones, "no me esperaba eso del presidente Hollande. No ha
comprendido nada de mi situación. Pienso que ni siquiera se ha estudiado el
dossier. Yo no soy un animal y no iré jamás a Francia sin mi familia. ¿Quieren
que vaya con una familia de acogida? Hollande no tiene corazón. ¿Acaso él no
tiene una familia? ¿No tiene piedad? Esto no termina así y estoy segura de que
los estudiantes seguirán protestando", respondió inmediatamente desde
Pristina una Leonarda visiblemente afectada.**
¿Pero qué le importa a nadie Leonarda si no tiene ni voto ni edad para votar? ¿Que se sublevan los estudiantes? ¡Pues mejor, una ocasión de oro para hacer de Charles de Gaulle con ellos, que eso sí que da votos!
La
historia del regreso de la familia a Kosovo es un auténtico esperpento, con los
niños nacidos en Italia y la destrucción de los pasaportes para poder dar el
pego como refugiados. Pero ¿qué culpa tienen los niños, pobrecitos? El
corresponsal en París de El Mundo revelaba el asunto:
Reshat Dibrani dice haber abandonado su
tierra natal en 1973 o 1974 y que estaría ahora dispuesto a quedarse allí, pero
no sus hijos. "Los niños tienen miedo porque no saben el idioma. Protestan
día y noche. Me dicen: 'Papá, ¿qué has hecho?'. Y yo les respondo que no es
culpa mía, sino de Francia", añade. "No nos dieron el permiso porque
somos gitanos".***
¿Kosovares, gitanos, italianos, franceses...? ¡Estos sí que son "europeos"! Son los que se conocen sus rincones de pe a pa a base de expulsión, de pasar fronteras con o sin pasaporte; son europeos kilométricos. Con ellos no va ni lo de la Europa de los Estados, ni de los pueblos, ni de las naciones, ni de las regiones, sino la de raíles y carreteras.
La gota
que colma el vaso es la agresión a la madre al llegar a Mitrovica, a su ciudad.
El Mundo señala que "según la
investigación policial, todo se debió a una trifulca con los miembros de otra
familia y no tiene nada que ver con una motivación xenófoba."Este no es un
ataque con implicaciones étnicas", recalcó", lo que no hace a todos
quedarnos más tranquilos. Esta Europa bien avenida no debe pelearse por
cuestiones raciales o xenófobas, que son de muy mal gusto. El diario, en
cambio, apunta a razones comprensibles:
El incidente podría tener un móvil
sentimental ya que el señor Bislimi estuvo casado hace 25 años con Xhemaili
Dibrani, según apuntan los responsables policiales. Se da la circunstancia de
que los Bislimi fueron repatriados de Suiza hace cuatro meses. Cuatro personas
han sido interrogadas tras la agresión.**
¡Acabáramos! Al final todo se reduce a rencillas familiares, montescos y capuletos, de la comunidad gitana, la única que la civilizada Europa ver normal que estén todo el día peleándose. ¡Qué dirán mis amigos de la Unión Romaní! La pena ha sido que hayan coincidido las expulsiones de las familias —una de Francia y otra de Suiza— y se hayan encontrado en su lugar de origen. De no darse esta circunstancia, seguro que todo iría como la seda y hasta Leonarda estaría encantada de regresar a un país que nunca pisó y del que desconoce su idioma, al igual que sus hermanos.
Se hizo bajar a la peligrosa Leonarda de un autobús en aquella infame "excursión trampa" antes de poder entonar el "Douce France", de Charles Trenet, que supongo que cantarían los escolares franceses, tal como la dulce y medio italiana Carla Bruni le dedicó a su amado Sarkozy, político y presidente francés, según nos dice la traidora Wikipedia, de ascendencia "húngara, judía y griega". Carla, por dar la nota, se la cantó en italiano, pero ¡qué no se le perdona a una primera dama!
Y es
que Francia no es de los franceses, como quiere la ultraderecha, sino de los
que llegaron primero. Je t´ai gardée dans mon cœur! ¡Francia para los afrancesados!
*
"Manuel Valls, el cambio de los valores de la izquierda por votos" El
País 20/10/2013
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/10/20/actualidad/1382264123_435320.html
**
"Agreden en Mitrovica a la alumna kosovar expulsada de Francia y a su
familia" El Mundo 20/10/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/20/internacional/1382286458.html
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