lunes, 6 de octubre de 2025

Las mujeres afganas desconectadas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Nos fijamos en muchas partes del mundo que sufren todo tipo de calamidades, naturales o humanas, pero se nos acaban pasando algunos grandes dramas que quedan enterrados por la ausencia de titulares, por el ejercicio sistemático de la crueldad.

Insistimos siempre que aparece alguna información sobre la situación de las mujeres del Afganistán de los talibanes en que no debemos olvidarlas. No hay que permitir que las rutinas del aplastamiento continuo nos hagan dejar de percibir lo que está ocurriendo allí con el consentimiento de un Occidente que dejó al país abandonado a su suerte después de veinte años de ocupación. La libertad que trajo la ocupación para las mujeres se transformó rápidamente en represión sin que se hiciera nada por evitarlo. Se prefirió creer las mentiras de los talibanes a pensar en las consecuencias de la salida. Todo fue una estrategia medida para el ahorro del coste de tener ocupado el país.

Se dejaron abandonados a su suerte a los que habían colaborado con los ocupantes, como ocurrió con los traductores (incluidos los de español), pero sobre todo a la mitad del país, a las mujeres, convertidas en obsesión de los talibanes.

En RTVE.es, Anna Bosch nos hace un recordatorio de lo ocurrido en estos infernales cuatro años desde que se abandonó el país. El corte de Internet, nos dice, lo han sufrido especialmente las mujeres para las que la conexión es una herramienta vital para soportar ese encierro en vida que padecen. La sospechas sobre la desconexión recaen sobre el régimen y que el corte haya estado motivado por censuras. Habrían atacado un punto sensible, el lazo que las une y conecta con el exterior.

Nos resume Anna Bosch lo ocurrido en estos años: 

Hace cuatro años, cuando los ejércitos occidentales se retiraron de manera caótica de Afganistán después de 20 años de ocupación, los talibán retomaron el poder con una campaña de imagen en la que aseguraban que no eran los talibán de los años 90, que, por decirlo de alguna manera, eran más modernos, más acordes con los tiempos. "Nuestra ideología y nuestras creencias son las mismas que las de entonces, porque al fin y al cabo somos musulmanes. Pero hay un cambio, tenemos más experiencia y una perspectiva diferente", dijo el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, en su primera comparecencia ante los medios.

Prometieron respetar los derechos de las mujeres y la libertad de información. "Permitiremos que las mujeres trabajen y estudien", dijeron. Era agosto de 2021 y en la continuación del titular estaba la trampa, "las mujeres serán muy activas en la sociedad, pero dentro del marco del islam". El islam, siempre según lo interpretan ellos.

En estos cuatro años, poco a poco, prohibición a prohibición, han ido eliminando derechos para las mujeres: prohibido estudiar a partir de los 12 años, cuando se considera que dejan de ser "niñas". Prohibido salir a la calle solas, prohibida la educación secundaria y superior y prohibido trabajar. Prohibición de viajar más de 72 kilómetros o entrar en un centro sanitario si no van acompañadas por un hombre. La ONU ha registrado casos de médicos a quienes se les ha impedido tratar a una mujer porque no iba acompañada de un hombre. Y más prohibiciones: a estar en muchos espacios públicos y a hablar en público. Tampoco permiten leer libros escritos por mujeres, aunque sea un tratado sobre química, los retiraron de la universidad.*


El reciente terremoto ocurrido en Afganistán llevó brevemente a los titulares los casos de mujeres que no podían ser atendidas por varones sin estar presentes los familiares. De esta forma las bajas se cebaron en ellas, abandonadas a su suerte, sepultadas o heridas. Nadie podía "tocarlas". Es la crueldad del absurdo.

Todo lo que describe Anna Bosch en el último párrafo pertenece a la ortodoxia del fundamentalismo islámico, el mayor enemigo de los propios musulmanes, especialmente de las mujeres, que están sometidas a la vigilancia de padres primero y después de maridos e hijos varones. Es lo que Bosch llama el "marco del islam", que más que marco es cárcel, un sistema que permite a cada varón ser un dictador de su espacio familiar.

Hemos contado aquí muchos casos de esa forma de entender lo islámico desde el fundamentalismo, algo que afecta a todas las facetas de la vida, desde las barbas y el vestido hasta la prohibición de alejarse esos 72 kilómetros, una forma heredada de medir una jornada recorrida por un camello.

Nadie hace nada por Afganistán, por sus mujeres. Hay que potenciar sus redes de contactos, ayudarlas en sus estudios clandestinos, acogerlas, entre otras muchas causas, porque somos directamente responsables. Invadir un país y cambiar su forma de vida puede suponer una mejora siempre y cuando no los dejes tirados después y se lo cedas gustoso a los primeros que estaban allí, los talibanes y su barbarie.

Hay formas humanas del islam, como demostró la Primavera Árabe donde se dejó germinar. En muchos otros casos se permitió a dictadores seguir porque tenían alianzas con países occidentales. Eso era mejor que la incertidumbre, pensaban. Las consecuencias las estamos viendo.

Los párrafos finales del texto de Bosch citan a la afgana Nadia Ghulam, la activista asentada en España y que trata de mantener visible el drama de las mujeres afganas:

Termino como empecé, con el testimonio y la autoridad moral de Nadia Ghulam: "Lo que de verdad les asusta es la libertad. Les asusta que una chica pueda leer, que un chico pueda preguntar, que un ciudadano pueda denunciar una injusticia. Les asusta que el mundo sepa lo que de verdad ocurre en Afganistán. Hoy más que nunca hay que escuchar y amplificar las voces de los afganos, y sobre todo, de las mujeres y los jóvenes. Si los talibán cortan internet, nosotros tenemos que ser su conexión con el mundo. Cortando internet no apagarán la verdad. Algunos compatriotas en el exilio dicen que sin internet Afganistán será una nueva Corea del Norte. Pero es mucho peor. En Corea del Norte las chicas aún pueden estudiar, pueden trabajar, pueden aspirar, a pesar de todo, a una vida distinta. Sin internet ni información, Afganistán se hunde en el agujero negro más profundo de la historia".*

La idea de libertad es la que nos define en lo personal y en lo social. Sus enemigos tratan de cortarla porque saben que es el camino que  lleva a la destrucción del dogma, que es lo contrario de la libertad. No es casual que en las sociedades más fundamentalistas sean las mujeres el objetivo. Saben que es allí donde anida el deseo de ser libres en todos los niveles, del personal al familiar y social. Impedir la educación incide en el punto básico; impedir leer, relacionarse, etc. es una muestra de ese fondo autoritario que se tambalea cuando la gente comienza a pensar libremente. Por eso los fundamentalistas convierten a cada varón en un dictador; les dan un poder que les hace sentirse por encima aunque la altura sea poca y engañosa.

De nuevo, ¡no olvidemos a las mujeres afganas! 


* Anna Bosch "Afganistán: internet es la última esperanza para las mujeres, cortarlo es cerrarles la única ventana al exterior" RTVE.es 4/10/2025 https://www.rtve.es/noticias/20251004/afganistan-internet-unica-esperanza-mujeres-cerrar-ventana-exterior/16752616.shtml

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.