Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Con
Francia sacudida por la llegada del terrorista extraditado, Salah Abdeslam, Le
Figaro recupera y actualiza un texto de Gaspard Koenig, publicado en diciembre
de 2015 con el titular "Et si on arrêtait de transformer les terroristes
en stars?". Y lo hace como cuarta noticia, tras tres grandes titulares
concedidos al terrorista en su edición digital.
La
pregunta que salta desde el titular tiene su continuidad en las que el texto se
plantea desde el absurdo de la realidad que lo envuelve. ¿Podemos dejar de
convertirlos en "estrellas"? Escribe Koenig:
Impossible de ne pas connaître leurs noms,
leurs visages, leurs adresses, leurs habitudes, leurs vacances, les moindres
méandres de leurs vies misérables. Les journaux leur consacrent des portraits à
longueur de pages, avec interviews de la grand-mère et de l'ami d'enfance. On
cite des textos de leur épouse restée en Syrie, toute fière de cette gloire
soudaine. Les
terroristes sont devenus des stars. Des stars du mal, mais des stars quand
même. Malgré le
travail de mémoire des réseaux sociaux, malgré la litanie du Président de la
République dans la cour des Invalides, qui connaît l'identité de leurs
victimes?
En nommant les assassins, nous leur avons
offert une triste victoire. La même que celle d'Erostrate, ce citoyen Grec du 4e siècle avant
notre ère qui avait incendié le temple d'Artémis à Ephèse, une des sept
merveilles du monde, dans le seul but de devenir célèbre. La postérité a oublié
le nom de l'architecte du temple, celui des prêtres et des fidèles, et même
celui de la déesse; mais on a retenu celui de l'incendiaire.*
Las
sociedades mediáticas como la nuestra son escenarios y víctimas perfectas para
el terrorismo. Matan dos veces. Lo hacen en el atentado en sí y lo hacen en la
explosión mediática que reproduce su acto en una imparable onda expansiva. Cada
atentado es el centro de esa explosión mediática que sacude globalmente el
planeta. No hay lugar en el mundo en el que no se escuche esa explosión, la
diferencia es el dolor, el júbilo o la indiferencia con la que se recibe.
El
texto mismo de Gaspard Koenig, joven filósofo liberal, participa de esa explosión mediática que repite
como un eco el nombre del terrorista. Sí, el terrorista es la estrella. En
algunos de los atentados que se han producido desde que nacieron estos
"charcos" hemos descrito el proceso de construcción mediático y
discursivo del terrorista, el ritual de su escritura, su conversión al género
del horror y sus rutinas.
El
terrorista es estrella, sí. Es un punto del que parten, como las ondas del
estanque al caer la piedra sobre las aguas, los nuevos textos que indagarán,
criticarán, ensalzarán, reconstruirán... su figura. Es una emergencia desde el
horror.
No
sabemos cuántos terroristas llegan a cometer sus crímenes guiados por esa
gloria mediática, por el deseo de notoriedad. Lo cubren las capas del dogma, de
la ideología, del fanatismo. ¿Por qué no la gloria mediática, ver tu nombre
cantado como el de los héroes? Es una heroicidad por relevos, hasta que llega
el siguiente que ocupa el foco mediático. Después la gloria tranquila del
precedente, de ser invocado como el que causó aquel horror.
Las preguntas
de Koenig no son irrelevantes, aunque las respuestas sean inútiles en una
sociedad que coloca tres grandes titulares antes de proponer el silencio como
premio al que mata de esta manera.
La meilleure manière de punir les Erostrate,
les Paul Hilbert, les djihadistes de notre monde, serait de leur refuser un
nom. De les enterrer dans l'anonymat.
C'est d'ailleurs ce qu'avaient voulu faire
les Ephésiens pour Erostrate. “Ils avaient eu la sagesse, nous dit l'historien
Valère Maxime, d'abolir par décret la mémoire d'un homme si exécrable; mais
l'éloquent Théopompe l'a nommé dans ses livres d'histoire.” Chers amis journalistes, blogueurs,
twittos, citoyens curieux: apprenons de nos erreurs. Cessons de glorifier nos ennemis.
Appelons-les Terroriste 1, 2, 3, 10. Donnons-leur des surnoms ridicules. Ne
leur faisons pas l'honneur de la postérité.*
¿Podemos
hoy "abolir por decreto" el nombre del terrorista? Mucho me temo que
no. Más que condenar al silencio y el anonimato, premiamos con el nombre,
glorificamos con el eco mediático a los asesinos. Y lo hacemos ante los ojos de
los futuros asesinos, muchos de los cuales buscan que su nombre sea repetido. Y
si no es el suyo, será el de su causa.
Nuestro
deseo de consumir información es insaciable y con ello aseguramos la eficacia
de los crímenes terroristas, cuyo objetivo es siempre doble, la muerte y la
publicidad de su causa.
Quizá
la propuesta de numerarlos —el "751", la "327"...— o
ponerles nombres ridículos —el Caramemo,
el Patizambo, el Canijo... — o
simplemente el silencio fueran eficaces para muchos. Pero, como concluye
Koenig, les hacemos el honor de la posteridad con nuestro llevarles a las
posiciones de privilegio. No hemos conseguido llegar a un pacto de silencio.
Antes de debatían estas cosas, pero después se dejaron de discutir por
imposibles.
Convertir en estrella al terrorista tras su detención precipitó la realización de los atentados de Bruselas. No son solo los terroristas los que tienen ansias mediáticas. Debemos aprender. La mitad de las fotos de la portada de Le Figaro muestran personas armadas de megáfonos intentando hacer llegar sus mensajes a la sociedad. Nosotros le regalamos el megáfono al terrorista, le damos la amplificación que desean.
Olvidemos a los terroristas, sus caras sus nombres. Recordemos a sus víctimas, que quede constancia de que son los criminales los devorados por el olvido. Las estrellas del mal no deben brillar demasiado. Polvo, ceniza y nada.
*
"Et si on arrêtait de transformer les terroristes en stars?" Le
Figaró 27/04/2016
http://www.lefigaro.fr/vox/societe/2015/12/03/31003-20151203ARTFIG00307-gaspard-koenig-et-si-on-arretait-de-transformer-les-terroristes-en-star.php
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