Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The Washington Post publicó ayer un artículo titulado "I
used to be a flight attendant. Dealing with passengers’ racism is part
of the job"*, firmado por Gillian Brockell, que, como se señala, vivió durante
un tiempo una experiencia laboral como auxiliar de vuelo antes de dedicarse a los
medios. Ahora es editora de vídeo en el periódico y ha aprovechado su antiguo
trabajo, que le permitió ver mundo y salir de su ciudad mormona, para escribir
este artículo en relación con la noticia circulante estos días de la expulsión
de un avión de un joven árabe, estudiante en una universidad californiana, al
que se le escuchó hablando árabe por teléfono. El "Inshallah",
tradicional inserción en la conversación, puso muy nerviosa a la persona que lo
escuchó y corrió a denunciar sus "sospechas" a los miembros de la
tripulación.
Brockell se remite a su experiencia como asistente para
señalar que aunque los pasajeros puedan sospechar de alguien (un tipo de problema
inevitable), los profesionales que van en el vuelo tienen que reaccionar de
otra manera (un segundo tipo de problema que sí puede ser evitado). Cuando
escribe en el título "racism is part of the job" se refiere
precisamente a eso. El papel del profesional es precisamente que los
prejuicios, miedos, etc. que una persona pueda tener afecten a los demás pasajeros
(especialmente al señalado con el dedo). Si el profesional se deja llevar por
los prejuicios o miedos del que señala a otros como posibles terroristas, no
cumple su función, que es una mezcla de psicología, investigación y mediación. Por eso Gillian Brockell advierte ya
desde el título: «Our training taught us to take safety concerns seriously. It did not
teach us to think Arabic is suspicious.»*
El diario Clarín —que titula "Lo expulsan de un avión
por hablar en árabe"— lo cuenta así:
Según el estudiante, la mujer que
estaba sentada frente a él en el avión comenzó a mirarlo fijamente. "En
ese momento me dije `oh, espero que no diga nada de mí''', afirmó Makhzoomi.
El estudiante afirmó que un
empleado de la aerolínea que hablaba árabe se presentó ante él, le pidió que
bajara del avión y le preguntó por qué estuvo hablando en árabe.
Makhzoomi señaló que le dijo al
empleado ``esto es lo que la islamofobia ha traído a este país''. Makhzoomi
señaló que la respuesta disgustó al hombre y fue cuando se le indicó que no
podría regresar al avión.
El FBI en Los Ángeles dijo en un
comunicado que investigó la situación debido a una solicitud y determinó que no
era necesario tomar más medidas.**
El joven estudiante se limitaba a hablar con su tío
contándole lo emocionado que estaba por haber escuchado un discurso del
secretario general de la ONU, pero eso no es lo que escuchaba o veía la señora
que tenía enfrente, cuya mente se encontraba inmersa en un proceso de máxima alerta
por el miedo. Antes la gente simplemente tenía miedo a los aviones; ahora se le
suma el con quién se vuela. Hubo una época en que el lenguaje sospechoso era el
español, especialmente si era con acento cubano, ya que hubo diversos
secuestros aéreos —comenzaron en 1958— que ordenaban dirigirse hacia Cuba. ¿Cubanofobia?
El caso sorprende a la ex auxiliar de vuelo porque señala
que el personal está entrenado para no realizar evaluaciones rápidas y cometer errores de este tipo. Escribe Gillian Brockell:
Flight attendants are trained extensively in
evaluating suspicious behavior with videos, checklists, quizzes and drills.
(And drills and drills and drills.) The training infuses you with an automatic
paranoid vigilance that follows you forever and insists you take all threats
seriously, as the cost of being wrong is too high. But nowhere does it
recommend you accept a passenger’s assessment of a situation, and nowhere does
it teach that speaking Arabic is cause for suspicion.*
Lo malo es que los libros y manuales tratan de introducir escenarios racionales, someten todo a
protocolos y guías, mientras que la mente no se rige por la razón (¡gran invento!) más que de forma
muy circunstancial. Lo hace mucho más por el interés (justificando lo que
deseamos), por el miedo (atacando lo que puede producirnos daño), por la
envidia (queremos lo de otros) o por el autoengaño (cuando lo verdadero no nos
gusta). Lo peligroso es que estos impulsos no se nos hacen evidentes desde
dentro y, por ejemplo, el miedo siempre nos parece justificado mientras estamos
controlados por sus poderosas garras. Lo mismo ocurre con la envidia, que se
disfraza de injusticia, etc. Cuando estamos fuera del efecto, todo nos parece
ridículo o absurdo. Pero hasta entonces...
La profesionalidad de las personas encargadas es esencial. Brockell
señala que los simulacros y entrenamientos son constantes. Ella describe
situaciones en las que tuvo que enfrentarse a las sospechas de unos pasajeros
respecto a otros y cómo lo primero que hizo fue observar y hablar con ellos
para detectar reacciones que pudieran darle alguna pista sobre las intenciones
reales del que ha sido señalado. En ocasiones las sospechas vienen del color de
la piel simplemente; otras de una lengua o vestimenta desconocidas o de un paquete sospechoso.
El racismo no necesita de la excusa del terrorismo pues se practica
igualmente en tiempos más tranquilos. Es importante evaluar cada caso en sus
términos porque, si no, se entremezclan, confunden y llevan a falsas soluciones,
poco eficaces. No hay "asiento de atrás" en los aviones, por usar la
analogía tradicional de los autobuses segregacionistas, donde sí representaban una
muestra del racismo. Forma parte del trabajo diario del personal aéreo tratar con él para evitar que se produzca en los vuelos. Pero la sospecha se mete en el equipaje mental.
Hay un interesante texto taoísta, perteneciente al Lie Zi o Libro de la perfecta vacuidad, atribuido a Lie Yukou. Se titula La
sospecha y es este:
Un hombre perdió su hacha; y
sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho
–exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven –idéntica a la de
un ladrón. Observó su forma de hablar –igual a la de un ladrón. En fin, todos
sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha
en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los
gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.
Creo que el texto se acerca más a la verdad del comportamiento
real que el de los protocolos y el de los discursos habituales. Cuando se vive
en un clima general de desconfianza o miedo, todo pasa a ser sospechoso. Esta sospecha
(y sus efectos) se ha agravado con la forma en que el yihadismo recluta a sus
miembros dentro de los países a los que ataca. La sensación de que el peligro
está alejado no despierta las defensas de la misma manera que cuando se percibe
próximo. Esto es obvio y no requiere demasiada explicación. Lo que sí requiere
es alguna forma de plantearse que los miedos y recelos no son racionales, sino
altamente irracionales, por lo que los medios para combatirlos no son los que
habitualmente se utilizan. Y eso afecta al terrorismo o al ébola, por ejemplo,
que convierte en sospechosas a personas que han viajado a países afectados y de
los que incluso los amigos pueden sentir cierta prevención antes de pasar al
saludo. Somos así y si lo pensamientos son libres,
como se dice, los miedos lo son más.
Hoy existe un clima de desconfianza y recelo generalizados.
No es solo la cuestión de la "islamofobia" que a muchos les viene muy
bien como concepto separador y de radicalización. Hay muchas otras formas de
recelo respecto a otro tipo de cuestiones, empezando por los propios países
árabes, que tienen también las suyas. Recuerdo el caso del periodista
francés que se encontraba conversando de política en un café en El Cairo con unos
estudiantes y que fue detenido por la denuncia de una señora que estaba en la mesa
de al lado. La creencia en que todo son conspiraciones contra Egipto, alentada
desde el gobierno y los políticos, acaba calando y uno ve conspiradores en
cualquiera que venga de fuera.
El problema es que cuando la sospecha se generaliza y el
miedo se apodera de nosotros los incidentes de este tipo se multiplican. Deja
de verse lo que se tiene delante y se funciona desde los estereotipos más
negativos, que son los que nos condicionan en nuestra interpretación de la
realidad.
Tampoco es buena la forma en que muchos medios lo expresan
que, además de buscar su lado espectacular, crean una simplificación de los
fenómenos. Nunca se insistirá bastante en que el Periodismo se aleja de su
función cuando renuncia a explicar y distorsiona los acontecimientos, etc. El
titular de Clarín — "Lo expulsan de un avión por hablar en árabe"—,
no es bueno. Expresado de esa forma (que se contradice con lo que después se explica)
es simplista, que es lo contrario de
lo que necesitamos. El periódico explica:
Makhzoomi señaló que le dijo al
empleado ``esto es lo que la islamofobia ha traído a este país''. Makhzoomi
señaló que la respuesta disgustó al hombre y fue cuando se le indicó que no
podría regresar al avión.*
No se le "expulsó", entonces, por hablar árabe,
como dice el titular. Eso fue lo que inició la sospecha de la otra pasajera. Por eso le extrañaba a Brockell y
señalaba "It did not teach us to think Arabic is suspicious.* Si se
transmite esa idea, se está creando una falsa sensación, que puede que a
algunos interese, pero que no debe ser el que encabece una información
periodística. Sin embargo, cada vez se ve más esta simplificación escandalosa
sin pensar en los efectos que tiene.
Hay una creencia de que los hechos se explican por sí solos y eso un gran error. Los hechos
son los que son, pero nosotros los
engarzamos formando cadenas y series de acontecimientos, Puede que los haya
desconectados, pero los que forman parte de situaciones complejas —como es el
caso del avión— deben ser además de contados,
explicados o interpretados en sus términos. No es hacer mejor periodismo cuando
se renuncia a las explicaciones si dejamos que los errores los comentan otros
con lo que les damos. Así solo se contribuye a la confusión.
En estos tiempos mediáticos es esencial comprender la
naturaleza de los fenómenos para poder explicarlos. Los que se empeñan en construir
un periodismo irresponsable no hacen sino contribuir con sus malas prácticas a
la confusión general, con la que ya muchos cuentan como arma estratégica. La
información construye nuestra visión del mundo y sobre ella se analizan las
siguientes experiencias.
Como dice el texto taoísta del Libro de la perfecta vacuidad, la sospecha dirige la mente
hacia el error y la confunde. Vemos lo que esperamos
ver y bajo ese prisma lo interpretamos. Si la tensión crece, se cometerán más errores. Por eso es importante que los profesionales —de la aviación, de la información, de la seguridad...— sean capaces de no dejarse arrastrar al error por bien de todos.
* "I
used to be a flight attendant. Dealing with passengers’ racism is part of the
job" The Washington Post 19/04/2016
https://www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2016/04/19/i-used-to-be-a-flight-attendant-dealing-with-passengers-racism-is-part-of-the-job/?hpid=hp_hp-cards_hp-card-posteverything%3Ahomepage%2Fcard
** "Lo expulsan de un avión por hablar en árabe"
Clarín 18/04/2016
http://www.clarin.com/mundo/expulsan-avion-hablar-arabe_0_1561044090.html
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