Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ver a
un tipo como Wilders proclamando el fin
de Europa tras el referéndum en Holanda es un motivo más para trabajar por
ella. Los resultados del referéndum holandés son una satisfacción para quienes
lo convocaron con la intención clara —ellos mismos lo dicen— de acabar con Europa
más que el rechazo a Ucrania, que es el medio
de hacerlo.
El País
señala: «Con el escrutinio finalizado, el no logra el 61,1%
de papeletas frente al 38,1% de síes, pero la participación (32,2%) apenas
rebasa el límite necesario para validar la consulta.»* Con estos datos, el
canto de Geert Wilders parece excesivo, pero ha conseguido lo que quería, los
focos en el euroescepticismo.
Wilders y los suyos están en un combate permanente
cuya objetivo es boicotear cualquier propuesta que salga de la Unión Europea y
que pudiera dar la impresión de un funcionamiento satisfactorio.
Lo que se deduce de los hechos es que Europa necesita
de mayor compromiso y empuje para su consolidación. ¿Por parte de quién?
Evidentemente de los ciudadanos. El "euroescepticismo" tiene su
fundamento más claro en el "eurodesconocimiento". Y es de esa
situación de donde consiguen su fuerza los euroescépticos y antieuropeos. Apoyos, desde luego, no les faltan.
Padecemos la falta de líderes con una inteligencia comprometedora, capaz de expresar
y explicar el proyecto europeo en el contexto de la Historia moderna, capaz de
comprometer a los ciudadanos. Desde la percepción exterior, creada desde los
espacios nacionales, el espacio europeo es una "otredad" no una
"identidad". Esto tiene unas consecuencias, primero de categorización
y después políticas, que condicionan las respuestas.
Muchos países han pasado de ver una Europa que ayuda a ver una Europa que perjudica o que ataca. En
ambos casos no hay sentido de identidad. Europa es la otra. Este sentimiento ha sido manipulado por los políticos
nacionales que lo han usado para convertirse en mediadores cuando les ha
interesado y en defensores cuando las circunstancias lo han permitido. Esa
actitud es suicida.
Lo que se ha transmitido es la idea de una Europa
como un club de líderes nacionales al que se va a discutir y unas veces se gana
y otras se pierde. De esta forma, el político usa Europa en su beneficio y la
disputa local afecta a las posiciones sobre Europa provocando primero fricción
y después distorsión.
Los grandes beneficiados —y el mejor ejemplo— son
los personajes como Geert Wilders, Marie Le Pen, Nigel Farage, etc. a los que
les basta con aprovechar este fondo de disputa para canalizar sus discursos
contra Europa.
Antes del referéndum, el día 5, Euronews señalaba:
Los holandeses, traumatizados por el accidente
del vuelo MH17 en julio de 2014, en principio nada tienen contra Ucrania, pues
atribuyen la tragedia a las fuerzas prorrusas, por lo que se podría pensar que
se inclinarían a decir “sí” al acuerdo entre Ucrania y la UE.
Pero eso, sin contar con una coalición
ecléctica en la que está, por supuesto, la punta de lanza del populismo
holandés, Geert Wilders, que ha recogido las 300.000 firmas necesarias para
organizar un referéndum, incluso a posteriori.
El rechazo a Europa es el lema de la extrema
derecha. Y Holanda ya lo hizo en otra ocasión. En 2005, bajo el impulso de
eurófobos y euroescépticos, rechazaron por referéndum el proyecto de
Constitución Europea, inmediatamente después de los franceses.
Once años después, el euroescepticismo vuelve
a surgir alimentado por la crisis de los emigrantes, la drástica austeridad
impuesta por el Gobierno, un crecimiento a la baja y la caída del poder
adquisitivo.
Esta votación del miércoles trata de castigar
a Europa, que podría salir debilitada por un nuevo golpe. Por no hablar de
Ucrania…**
Nadie
puede evitar que los grupos como los encabezados por Geert hagan lo que hacen.
Lo peligroso es la evidencia de que nadie da la cara por Europa, por su idea,
su unidad y sentido.
El
referéndum no era "sobre" Europa, sino sobre el establecimiento de
una acuerdo con Ucrania, algo que —recordemos— causó la intervención rusa
cuando los ucranianos exigieron a su gobierno que lo firmara, como estaba
comprometido. Pero Geert y los suyos tratan de dar esa interpretación porque en
Gran Bretaña habrá pronto un referéndum que sí afectará a la unidad europea. Por ahora, además de Wilders, los más beneficiados son Putin y los prorrusos que pueden utilizar este resultado para hacer cundir el desánimo y aislar a Ucrania.
Las "causas"
de los holandeses para votar "no" no parecen razonables ya que no
tiene por objetivo, como bien nos dicen, afectar a Ucrania sino atacar a
Europa. Si los holandeses que han votado "no" lo hubieran hecho como
un bien, como una forma de protección a la Unión Europea, se podría
entender. Pero las 300.000 firmas conseguidas por Wilders no tenían ese sentido
y probablemente la mayoría de los votos emitidos tampoco.
Sencillamente,
los que tenían que haberse movido no lo han hecho. Europa, además de luchar
contra los eurófobos, contra los euroescépticos, debe hacerlo contra la
eurocomodidad y el eurodesconocimiento.
¿Cómo
transmitir a los europeos que lo son? ¿Cómo hacerles llegar que hay mucha gente
interesada, dentro y fuera de Europa, en que dejen de serlo? Los debates sobre
la moneda única llevaron a pensar que lo único que nos unía era la moneda. Y es
cierto que ahí se paró la imaginación de nuestras autoridades nacionales. Pero
Europa debe aspirar a ser algo más que una moneda única y una respuesta pactada
para cada problema en el camino.
Europa
carece de los recursos irracionales del nacionalismo, de la emocionalidad y de
los mecanismos de diferenciación que caracterizan a las naciones. Por el
contrario, Europa se debe construir cerebralmente,
como "idea", y buscando mecanismos de integración, no de
diferenciación. Los mecanismos de diferenciación son más fáciles de encontrar y
usar porque es más sencillo acudir a los recelos y defensas que a la confianza
y a la inteligencia. Sobre ellos se han construido todos los conflictos y guerras que nos han desangrado durante siglos.
Dejar
la iniciativa a los euroescépticos es suicida. Dejarles las calles para hablar
mal de Europa, para canalizar la frustración de los problemas del día a día
contra Europa y sus instituciones es tremendamente peligroso. Hay que recuperar
las calles y las instituciones para transmitir la idea de una Europa positiva,
de cultura y solidaria. Hay que sobreponerse al pensamiento del mercado, el que caracteriza nuestro tiempo, y
tratar de construir una identidad de la diferencia, un punto de equilibrio
entre la idea nacional y la idea supranacional. No es fácil porque es desandar
varios siglos de discursos de construcción del nacionalismo.
Esto no
se hace solo. Los euroescépticos unen sus fuerzas porque saben lo que pueden
ganar. Los europeos no lo hacen porque no saben lo que pueden perder.
*
"El ‘no’ al acuerdo de la UE con Ucrania triunfa en la consulta
holandesa" El País 7/04/2016
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/06/actualidad/1459963672_381245.html
**
"El referéndum sobre Ucrania pone a prueba el europeísmo holandés"
Euronews 5/4/2016
http://es.euronews.com/2016/04/05/el-referendum-sobre-ucrania-pone-a-prueba-el-europeismo-holandes/
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