jueves, 21 de abril de 2016

Buenas personas y la zanahoria del burro inteligente

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Gracias a una buena persona, me llegó indirectamente información sobres esta entrevista realizada al Premio Príncipe de Asturias, Howard Gardner. Me llegó reproducida desde un diario venezolano, pero su origen está en La Vanguardia. La entrevista, magnífica, la realizó Lluís Amiguet y salió publicada hace diez días. En ella, Gardner, un estudioso de la inteligencia cuestiona el uso e interpretación que se hace de ella. Ha tratado por ello de redefinirla y enriquecerla haciendo que dé cuenta de las diferentes dimensiones de los seres humanos.
El uso bastardo que hacemos de lo que sabemos nos lleva a plantearnos muchas veces el aspecto ético de nuestras acciones en el campo académico. Esto no es nuevo y de siempre las ideas y descubrimientos han tenido un lado oscuro que algunos han aprovechado para tiranizar, manipular, etc. a los demás. Por eso no tiene nada de particular que Gardner se plantee el uso de los estudios sobre la inteligencia como un elemento que sirva para parcelarnos con privilegios para unos y con abandono para los otros.
Una de las preguntas que le realizan sirve para que Gardner señale que la administración educativa australiana intentó usar sus teorías y descubrimientos sobre la inteligencia para intentar establecer que había grupos étnicos que tenían "inteligencias diferentes de otros", lo que hace exclamar a su entrevistador, que rápidamente ha comprendido los posibles abusos, "¡qué peligro!". Gardner responde:

En ese punto, empecé también a preguntarme por la ética de la inteligencia y por qué personas consideradas triunfadoras y geniales en la política, las finanzas, la ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas malas para todos y, a menudo, ni siquiera buenas para ellas mismas.
Esa ya es una pregunta filosófica.
Pero yo soy un científico e inicié un experimento en Harvard, el Goodwork Project, para el que entrevisté a más de 1.200 individuos.
¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas personas?
Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.
A mí se me ocurren algunas excepciones...
Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre ECE: excelentes, comprometidos y éticos.
¿No puedes ser excelente como profesional pero un mal bicho como persona?
No, porque no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética.*


Lo dicho por Howard Gardner debería escribirse en placas en todas las facultades del mundo, en todos los ministerios y empresas. Sin embargo, hace años que se cree lo contrario. Separar la inteligencia del bien se parece a aquellas cuestiones de las escalas platónicas y la separación moderna del bien, la verdad y la belleza, algo que a los esteticistas les vino muy bien, pero que el provecho que algunos le sacaron fue nefasto. Lo cierto es que esto de la Ética se fue enredando conforme se perdían las certitudes y se ahondaba en el relativismo. El gran reto moderno es el de vivir sin certezas y encontrar apoyos para actuar bien, algo por lo que hoy hay casi que pedir disculpas. Parece que sin premio en esta vida ni en la otra nadie le encuentra interés al desinterés.
Una compañera me recomendó un premiado libro de ética cuya conclusión en el primer capítulo era que la ética permitía ahorrar dinero. Ante tal razonamiento no pasé al segundo. Si el fundamento es ganar dinero, el paso siguiente es comprobar si hay alguna manera de seguir reduciendo costes. ¿No es posible fundamentar el bien mientras que, por el contrario, somos capaces de encontrar todo tipo de justificaciones para actuar mal? Al final, van a tener razón los sentimentales que, como Rousseau decía, sigue a tu corazón y llora. Lo primero era metafórico, claro, lo segundo real, pero con los mecanismo de manipulación que existen hoy, nos tendrían todo el día llorando. La gran pregunta es de dónde salen nuestros fundamentos éticos, si son naturales o adquiridos, punto al que se llega en casi todo, un callejón sin salida.


Los que no tienen ética viven bastante bien, por cierto. Los que la tienen, en cambio, viven un continuo brete que les proporciona satisfacción a veces pero, sobre todo, dudas. La cuestión entonces parece quedar reducida a la inversión —con Darwin por medio— de lo planteado por Rousseau: es el sentimiento (la naturaleza) el que lleva al egoísmo mientras que es la inteligencia la que lleva al altruismo, la ética, el bien, etc. Lo que parece ser la idea de Gardner a pesar de que haya diversificado la inteligencia. En realidad, se unifican en ese elemento común que es la excelencia, entendida un poco más allá del pobre sentido que le dan nuestros ejecutivos, instituciones, etc.
En realidad no buscamos personas inteligentes, sino personas que nos vengan bien para nuestros intereses. A esos se dedican los seleccionadores de personal, que son los que acaban malinterpretando todo o pervirtiéndolo para los fines específicos de quienes buscan.

En los últimos tiempos —quizá mucho más atrás de lo que nos gustaría— educamos para terceros no para la persona, que es lo verdaderamente importante. Sin personas cabales, buenas personas, es imposible hacer una sociedad cohesionada y coherente. Las dos cosas son importantes porque las dos fallan estrepitosamente. Se enseña el egoísmo sin tapujos. Ya sea porque el gen es egoísta o porque somos movidos por la mano invisible que hace que todos nuestros egoísmos formen algo bueno. Pero eso es una historia que ya no funciona.
En un entretenido, interesante libro de economía, escrito con gusto y humor, titulado El señor Smith y el paraíso, George von Wallwitz —su autor— dedica un hermoso capítulo a la visión ética que John Maynard Keynes tenía de la vida y, por ello, de su trabajo. Escribe Wallwitz:

El objetivo último es la virtud. La economía facilita lo que  Keynes llama civilización, que se compone, entre otras cosas, de «modales, formas y una cierta inteligencia», sobre todo di seguimos a Kant. El fin de la economía no es elevar la productividad, sino generar las condiciones para llevar una vida digna. En esto consiste el bienestar: en ser personas cultas, educadas e íntegras, en disfrutar de espacio y libertad en todos los aspectos de la vida, en conjurar un el miedo a una crisis. El dinero no es más que un medio para satisfacer nuestra dimensión material y para poder dedicarnos a algo más elevado. El arte y la ciencia nos humanizan. (187)**


Algunos pensarán que es la visión de un elitista y puede que así sea. Pero hay que distinguir entre los elitistas que no quieren ser molestados y los que nos invitan a disfrutar de aquello que ellos han logrado. No confundamos una aspiración culta de vida con los lujos del adinerado. Suelen se lo contrario por muchos.
Gardner y su entrevistador llegan a la conclusión que las nuevas generaciones consideran que la ética es un lujo que se pueden permitir los que ya han conseguido lo que querían. Eso tiene otro nombre. Pero lo importante es que muchos se escudan en ello. Una mayoría de los estafadores de las crisis financieras eran jóvenes menores de treinta años que querían tener ya su primer millón. Es lo que se les ha enseñado y conforme a lo que se les ha seleccionado en sus puestos. Creo que esto es algo que las crisis han dejado en evidencia. Los viejos generales mandan a los jóvenes soldados a las guerras; hoy se hace lo mismo en muchos campos.


Cuando hace unas horas puse esta entrevista en el muro de mis doctorandos, mi alumna X., que es inteligente, sabia y buena persona, entrecomilló como comentario unas palabras de Gardner que aparecen casi al final de la entrevista. Ella es pedagoga y lo captó rápidamente:

¿No descubren algún día de su vida algo que les interese realmente?
Algunos no, y es uno de los motivos de las grandes crisis de la madurez, cuando se dan cuenta de que no hay una segunda juventud. Otra causa es la falta de estudios humanísticos: Filosofía, Literatura, Historia del Pensamiento...
¡Qué alegría! Alguien las cree necesarias...
Puedes vivir sin filosofía, pero peor. En un experimento con ingenieros del MIT descubrimos que quienes no habían estudiado humanidades, cuando llegaban a los 40 y 50, eran más propensos a sufrir crisis y depresiones.
¿Por qué?
Porque las ingenierías y estudios tecnológicos acaban dándote una sensación de control sobre tu vida en el fondo irreal: sólo te concentras en lo que tiene solución y en las preguntas con respuesta. Y durante años las hallas. Pero, cuando con la madurez descubres que en realidad es imposible controlarlo todo, te desorientas.*


Las tres contestaciones de Howard Gardner son merecedoras de profundos estudios, pero están bien condesadas. Somos las primeras generaciones que se consideran autosuficientes y que desprecian orgullosamente la experiencia acumulada. Hemos sustituido lo mejor que se nos dejó por lo mejor que podemos comprar.

La observación experimental de Gardner de que los ingenieros se han acostumbrado a hacerse preguntas con respuesta y no, como es propio de la Filosofía o simplemente de un ser humano digno, de hacerse preguntas que les obligan a abrirse y cambiar radicalmente, que son como la zanahoria del burro inteligente, es de gran calado y estoy de acuerdo con ella. Que tengan más crisis de las habituales al llegar a la mitad de su vida es normal. Mi comentario al comentario de mi sabia alumna sobre las carencias que provocan la ausencia de las Humanidades ha sido "Faltan recursos internos para enfrentarse al mundo y su dureza, valorar lo valioso y expresar lo que se siente".
Recuerdo el caso de una familia de brillantes cabezas cuadradas, amigos de la adolescencia —médicos y farmacéuticos en ciernes—, que no acaban de entender que yo leyera novelas, filosofía o cualquier otra cosa que no estuviera destinada a sacar el máximo rendimiento en los estudios de cada uno. "¿Para qué te sirve leer?", me preguntaban si me veían con alguna novela. Ellos podían medir para que les sirviera todo porque solo a eso se acercaban. Hace ya mucho tiempo que no les veo, pero nunca me pareció que maduraran realmente, algo que se podía apreciar por el infantilismo que manifestaban en cuanto que salían de su campo.
Hay momentos en la vida en que esta se tambalea y es necesario hacerse preguntas más allá de qué habría hecho Spiderman en esa situación. Las diferencias entre las personas de una misma edad son abismales y el infantilismo es creciente en todas las franjas. En gran medida es fruto de un sistema educativo que busca resultados y no personas. Fabricamos alumnos pensando en salidas laborales y ellos mismos lo exigen a voz en grito. Todo lo que no tenga traducción rentable inmediata, sobra.


El destrozo, como es normal, había que hacerlo desde dentro, cargándose las Humanidades mismas, como los talibanes vuelan un monumento milenario. Lo han hecho obligándoles a formularse preguntas con respuesta, en vez de abrirse a la variabilidad de la vida, a su incertidumbre. Las propias universidades ven de forma escéptica estos estudios, de poca demanda y poco rendimiento, sin nada que patentar, de cháchara continua. ¡Una pérdida de tiempo!
Las ideas y observaciones de Gardner van hacia el concepto de "buen jefe", más que el de "líder" a secas, que antes se daba por suficiente. La diferencia entre ambos se supone que es la ética. El jefe era malo; el líder era mejor y el "buen jefe" une una ética ejemplar a la inteligencia. Lo malo es el que tiene una imagen de sí mismo como de una especie de Gandhi mientras que para los demás no pasa de Atila. Hay gente para todo. Las buenas ideas, de una forma u otras, acaban en los manuales y libros de autoayuda, en donde se disuelven en la trivialidad. No se preocupe y sea bueno sin complejos. 
Dice Gardner que no se puede llegar a ser un gran profesional si se es mala persona: lo malo es que se puede llegar a otras muchas cosas que no requieren mucha pericia pero amasan gran poder.
Los médicos le recomiendan que haga usted sudokus, crucigramas y que deletree palabras al revés para mantenerse en forma. Le recomiendo un método mejor: hágase preguntas sin solución, vuelva a ellas cuando pueda, cuando sienta necesidad. Serán su zanahoria de burro inteligente. Seguirá adelante y no donde otros le quieran llevar.
No sé los demás, pero a mí me gusta rodearme de buenas personas, con excelencia o sin ella, y hablar y hacernos preguntas sin respuestas claras. No todas las buenas personas llegan muy alto, pero se agradece mucho cuando alguna lo hace. Puede hacer el bien, si les dejan, desde allí. El sistema no lo permite a menudo y en lo más alto están casi siempre, planeando en el cielo, las aves de presa.


* "Howard Gardner: “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”" La Vanguardia 11/04/2016 http://www.lavanguardia.com/lacontra/20160411/401021583313/una-mala-persona-no-llega-nunca-a-ser-buen-profesional.html

** Georg von Wallwitz (2016) Mr Smith y el paraíso. La invención del bienestar. Acantilado, Barcelona.

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