Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
A veces parece no es fácil realizar una condena limpia
del terrorismo, algo aparentemente sencillo. Algo básico, como
"condenamos el terrorismo", sin más especificaciones. Es una
fórmula que se puede asumir por todo el mundo de buena voluntad, pero se ve enrarecida cuando se estira como un chicle dialéctico y se van introduciendo matices y más
matices, causalidades y más causalidades. Entonces lo que era sencillo se vuelve complicado.
Egyptian Streets reproduce las palabras del Gran
Imam Ahmed al-Tayeb:
The Grand Imam of Al-Azhar, Sheikh Ahmed
al-Tayeb, has condemned the use of Islam and religion to promote terror
activities and has said it is wrong to blame religion for terrorism.
“Terrorism is an intellectual and psychological
disease which uses religion as a front. It has no link to authentic Islam,”
said the Grand Imam in a meeting with the Muslim Council of Elders.
“It is a clear injustice, and blatant bias, to
tie the crimes of bombing and destruction happening now to Islam just because
those who commit them cry ‘Allahu Akbar’ as they commit their atrocities,”
added the Grand Imam, referring to people who have blamed Islam for attacks
like the ones in Paris which killed 130 people.
The Grand Imam, who condemned all recent terror
attacks across the world, added that terrorists simply use religion to promote
their agendas. He also said that those who burn Qurans and attack Mosques are
also “terrorists” and that these actions fuel terrorism across the world.*
No tengo ninguna duda de que el Gran Imam quiere condenar el
terrorismo, que es un hombre de paz y que le duelen todas y cada una de las
muertes que se producen en el mundo. Pero da demasiadas explicaciones para algo
tan sencillo como es condenar las muertes de otros.
¿Por qué el Gran Imam nos pide que no consideremos
"religioso" el que se mate a alguien al grito de "¡Alá es
grande!" y sin embargo sí considera "provocación religiosa" que
alguien queme un ejemplar del Corán y esta sea una de las "causas" del
aumento del terrorismo?
Considerar "enfermos" intelectuales o psíquicos a los terroristas no va al núcleo del problema. La ausencia de crítica y la consideración de apóstata o hereje al disidente ha desarrollado ese sentido de "versión única" religiosa que la viñeta de Andeel tan bien reflejaba en Mada Masr y que reprodujimos aquí. Todos dan gracias a Dios porque su versión es la buena, incluidos los terroristas.
La condena que muchos musulmanes han realizado con la campaña "no en mi nombre" o "no en el nombre de mi religión" tiene más sentido que negar su origen en la mente del terrorista. Sobre todo porque implica un ejercicio de defensa de sus propias creencias pacíficas frente a las que solo ven justificaciones en la violencia. El ataque al adoctrinamiento radical en las mezquitas que muchos gobiernos árabes han emprendido —Egipto controlando los sermones oficiales y desautorizando a los predicadores que no han pasado por Al-Azhar o no tienen su visto bueno— demuestran que sí tiene que ver con la religión. Negarlo es contraproducente; combatirlo desde la propia defensa de los valores de la convivencia, en cambio, es mucho más eficaz. En ese sentido, las palabras de musulmanes en Paris de la necesidad de "hacer la yihad a la yihad" es algo más que un juego de palabras y va a la raíz del problema: el debate que evite que esa mentes lleguen a ese estado patológico y lo justifiquen en la religión. Recordamos también que el Estado Islámico no son solo los "terroristas", sino los que están "administrando" los territorios que ocupan y que eso se hace desde la orientación del salafismo.
Hay en muchas condenas una especie de sentido de agravio, como de humillación, que nadie pide. Los dirigentes internacionales se han dedicado desde el principio a separar la religión de las acciones que se comenten en su nombre, separar a los musulmanes de los terroristas que dicen actuar en su nombre. Han condenado todos expresamente la islamofobia.
Otros, en cambio, como explicábamos ayer, se han empeñado en hacer ver que se trata de humillar a los musulmanes para seguir manteniendo distancias y rencores. Han conseguido que mucha gente vea las manifestaciones contra el terrorismo como una manifestación contra el islam. Aquí hemos dicho siempre que las primeras víctimas del extremismo religioso son los propios musulmanes. Creo que hay mucha gente que piensa lo mismo, que por encima de las religiones está la buena voluntad mayoritaria y que está más allá de ellas el odio y la violencia contra otros seres humanos.
Aquí hemos condenado siempre como un ejercicio irresponsable
y criminal, un delito de odio, la quema de coranes por ser una provocación absurda que atenta
contra la libertad de los demás, primero, y por convertirse en un
desencadenante violencia. Aquí hemos condenado la creación
de películas cuya única finalidad era provocar la irritación musulmana y los
crímenes que siguen después y que se justifican desde muchos lugares, entre
ellos mezquitas, en donde imames menos moderados que el de Al-Azhar espolean a
salir a las calles y dirigirse a embajadas o lugares donde lo pagan los
primeros que se encuentran. Y por supuesto se han condenado los ataques a
mezquitas o simples ciudadanos por sus creencias religiosas. Creo que la gran
mayoría de las personas ha hecho lo mismo.
Son los terroristas quienes justifican o explican por qué cometen sus crímenes, estén en
lo cierto o no. El terrorista tiene explicación para cada acto que cometen porque todo tiene sentido en su mente estrecha: el avión ruso porque Rusia
interviene en Siria; los muertos de Francia por lo mismo; mata porque son
"infieles", porque son "apóstatas" (como a muchos árabes no
religiosos) o porque son "idólatras" (como a los yazidíes). Ellos
matan y a nosotros nos debe dar lo mismo cuál sea su explicación. Simplemente matan.
Para los que dicen que solo nos impoirtan "nuestros muertos", puestos a condenar hemos condenado la muerte de laicos, como
Shaimaa Al-Sabbagh, en Egipto a manos de la Policía o de detenidos en las cárceles; o de la pobre quemada y descuartizada Farkhunda, en Afganistán, a manos de una piadosa muchedumbre que la acusaba falsamente de haber arrancado páginas un Corán.
El papel que quiere jugar Al-Azhar es el del fortalecimiento
de un "islam" controlado desde la ortodoxia, que deje de perder
adeptos ante el atractivo del radicalismo o del laicismo. Pide a cambio un endurecimiento hacia aquellos que
reclaman una libertad individual de conciencia y una separación mayor de
religión y estado.
El sistema convierte en enemigos
del "islam" y del estado a aquellos laicos que piden más libertades,
metiéndolos en el mismo saco junto a los integristas religiosos. ¿Son lo mismo?
Evidentemente no. No he visto a ningún ateo ametrallando playas, mezquitas,
hoteles o volando aviones, cortando cabezas o quemando vivo en una jaula a un prisionero.
La BBC de ayer se hacía ayer, desde un titular, la pregunta
que se repite una y otra vez: "¿Quieren en verdad los países occidentales
que haya democracia en Medio Oriente?". Pasado el tiempo creo que hay que
contestarla, sí, pero también reformular la pregunta: "¿Quieren todos la democracia?" Es evidente
que muchos no, que les parece un invento perverso o, en el mejor de los casos, una forma de acceso al poder. Dejaron pasar la oportunidad hundiendo la revolución estableciendo
extrañas alianzas y apoyos, no con Occidente, sino con ese centro de
financiación oscura que son los países
del Golfo.
Hace dos días recogíamos aquí el interesante artículo "Debating
Islam after Paris" publicado en Ahram Online por la periodista Amira
Howeidi. Es con este tipo de planteamientos, llamadas al debate social, con lo
que se puede intentar solucionar algunos puntos de la situación actual que no
es resultado de una sola acción, sino del cúmulo de errores, de malentendidos, desacuerdos,
intereses y distorsiones que han guiado las relaciones entre los países árabes y
Europa, los Estados Unidos y Rusia. A estos se deben añadir las propias
relaciones conflictivas en la zona entre gobiernos que han alentado los
enfrentamientos en sus luchas particulares.
Lo que está claro es que la solución no es sencilla; no hay "una" solución porque no hay un único problema. Es necesario descomponer la complejidad de la
situación en partes identificables y tratar de comprenderlas. Hay problemas de
"paz", problemas de "democratización", problemas "religiosos",
problemas "económicos", problemas "educativos", etc. Todos
ellos son conflictos abiertos a la espera de solución.
Unos quieren más "democracia", otros más "Sharia";
unos quieren resolver las abismales distancias sociales y para otros es
indiferente; unos quieren una enseñanza controlada y tradicionalista cuyos libros de texto ignoren —como acaba de ocurrir en Egipto— que existen dos sexos— y otros quieren unas escuelas
que enseñen a Darwin... Y se podrían multiplicar los focos de tensión en una
sociedad que no los resuelve, que los amontona y niega. Y no lo hace porque del sistema actual se ha
beneficiado en lo económico, político, educativo, etc. una casta que ha jugado
con su propio pueblo, manteniéndolo en la ignorancia y a su servicio mientras
se lucraban sin límite a la sombra de los poderes. Para esto algunos
encontraron explicación en el Corán otros en el neoliberalismo y algunos en los
dos.
Hay cosas en las que se puede ayudar desde fuera, pero otras
están en las manos de los implicados, que no deben rehuir el debate de la
modernización más tiempo. El terrorismo golpea en Francia, Estados Unidos,
Reino Unido, etc. Pero es en sus propios países en los que se manifestará en
toda su brutalidad sin límites; será allí donde padezcan la represión brutal
como la que están padeciendo en aquellos territorios en los que el Estado
Islámico se afianza.
En efecto, como señala el Gran Imam de la Mequita de Al-Azhar,
el terrorismo es una enfermedad intelectual y psíquica. Afecta no solo a los
países árabes sino a las populosas barriadas olvidadas de nuestras ciudades
europeas, en donde la negligencia ha dejado crecer estos semilleros de
radicalismo que se han vuelto hacia la utopía por falta de futuro creíble.
Hoy por hoy, su discurso es "religioso" en la
medida en que busca lograr una identificación con unos principios cuyo interés
es mostrar que todos los han traicionado menos ellos, que encarnan la pureza interpretativa y el deseo de
convertir el mundo en una imagen anticipada del paraíso. Lo que están haciendo
es, por el contrario, crear un infierno por donde pasan.
El Gran Imam sabe que los ataques a Occidente forman parte
de una doble estrategia: a) la terrorista, para evitar las acciones militares o
como represalia; y b) satisfacer el antioccidentalismo, algo que va más allá
del discurso terrorista del estado Islámico y tiende a buscar una simpatía en
aquellos que viven convencidos de que todos sus males vienen de conspiraciones
internacionales y nunca de su propia responsabilidad. Las conexiones entre las
dos estrategias son claras y buscan la inhibición de muchos a los que se les
convence (o se convencen ellos solos) de que el estado lastimoso en el que se
encuentran no es por causa de la ineptitud o crueldad de sus dirigentes sino por
las conspiraciones.
Queda mucho trabajo por hacer, aquí y allí. Pero la primera
tarea es tratar de superar los propios recelos e intereses. La resolución de la
ONU convierte al Estado Islámico en lo que es, una amenaza a la paz mundial y a
la vida de millones de personas. También se juegan el desarrollo futuro. ¿Cuánto
costará reconstruir Siria en esfuerzo económico, en superación de traumas, en
odios acumulados? Y solo es la parte afectada directamente; sus efectos están
en todos los países limítrofes, también en los lejanos a los que se dirigen los
refugiados en su viaje huyendo del horror. Es un efecto dominó que acabará extendiéndose por todas partes y del que nadie se puede inhibir.
La unanimidad que se está consiguiendo en todo el mundo, incluso entre la grandes potencias, es un gran momento para analizar porqué se está produciendo este fenómeno brutal en el que se mezclan tantas cosas. Es el momento de la acción, pero también el de la reflexión.
El llamado Estado Islámico es un desafío intelectual, religioso y militar. Debe hacernos pensar a todos en el tipo de mundo en el que queremos vivir en una era de globalización en donde la convivencia y el intercambio son esenciales para nuestro futuro.
* "Terrorism is a ‘Disease’ Says Grand Imam of
Al-Azhar" Egytian Streets 21/11/2015
http://egyptianstreets.com/2015/11/21/terrorism-is-a-disease-says-grand-imam-of-al-azhar/
** "¿Quieren en verdad los países occidentales que haya
democracia en Medio Oriente?" BBC 21/11/2015
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151119_medio_oriente_democracia_potencias_occientales_wbm
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