Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Por lo
que he visto, en Egipto, solo Egyptian Streets y la revista Identity recogen un acontecimiento que debería ser importante en la vida cultural egipcia:
la inclusión del humorista y presentador de televisión Bassem Youssef en la gala de los premios Emmy. El primer árabe, el primer egipcio en ser presentador de los premios. Eso fastidiará a muchos y alegrará a sus fieles. Youssef es el hombre invisible,
el lapsus freudiano, el recordatorio incómodo para la conciencia egipcia.
Hace
mucho tiempo que seguimos su historia. Bassem saltó a la fama durante el
periodo de la revolución con sus sátiras políticas. Como persona honesta,
Bassem entendió que su labor no se centra en personas sino en situaciones, que
función era ser una piedra en el zapato de cualquiera que estuviera en el poder
y lo ejerciera indebidamente o de forma ridícula. Así, con la llegada de los
islamistas con Morsi al frente, Bassem se río de sus pretensiones. Y el pueblo,
de nuevo le aclamó, convirtiéndolo en el ídolo de la sociedad. Bassem realizaba
la caricatura de un poder pretencioso, como la había hecho anteriormente. Su
show tenía millones de seguidores fieles. Las prohibiciones, las amenazas, las
denuncias... Youssef lo aguantó todo.
Con la
caída de Morsi y el ascenso de al-Sisi todo cambió. Los egipcios que le habían
idolatrado en sus críticas al poder esperaban con ansía su regreso a la nueva
situación. Y se levantó el telón televisivo. Siguiendo la tendencia habitual,
se esperaba que Bassem incurriera en la misma babosería servil que los medios
de comunicación y los políticos, que se rindiera ante el presidente enviado
desde el otro mundo para salvar a Egipto de sí mismo, el presidente que no
debía salir al extranjero porque las naciones le envidiaban, el hombre que fue
reclutado en sueños por el presidente Sadat desde el otro mundo... Pero, ¿qué
mejor para un humorista que todo esto? ¿Qué mejor que todo este ejercicio de
autoengaño, de hipocresía servil?
Los
millones de egipcios que le seguían se dividieron. Unos estaban a favor y le
defendían; otros, en cambio, la acusaban de ser un agente extranjero, un
traidor a la patria y pedían que se le retirara esa bendición divina que se
llama pasaporte egipcio junto con la nacionalidad. Las presiones sobre los
patrocinadores fueron brutales y tras un par de programas, Youssef salió del
país, permaneciendo su rostro sonriente solo en los favoritos de Facebook de
unos cuantos jóvenes que le siguen considerando una referencia crítica y de
honestidad.
El
pueblo, una vez más, eligió lo más fácil, esa imperdonable adoración al
poderoso, al que poco después se va desgastando ante las promesas incumplidas,
la represión constante y la grandilocuencia inmotivada que suele ejercer el
gobierno de los egipcios. Pero —por los motivos que sean— eso les atrae a
muchos. Frente a esta emotividad sin freno, Bassem representa la inteligencia
crítica que muchos prefieren no entender cuando se ejerce sobre sus favoritos.
El
reconocimiento internacional —otro elemento que permite a muchos egipcios
confirmar que es un espía— de Bassem Youssef se produjo sobre todo en los
Estados Unidos, que supieron valorar su show en la mejor tradición satírica
norteamericana. Los profesionales se hicieron pronto eco de las sátiras que le
convertían en peligroso, amplificando el ridículo de las autoridades hasta
niveles planetarios.
Hoy,
Egyptian Streets nos trae esa noticia, su participación en los Emmy:
Bassem Youssef, whose show was once the most
watched television segment in Egypt, has become the first Arab and Egyptian to
host the International Emmys.
During his opening speech, Bassem Youssef took
a moment to acknowledge that the “world is still in a state of trauma” after
the tragic events in Paris, Mali, Beirut, Nigeria, Kenya and the Sinai.
“It is brutal, it is horrible and it is unfair.
But when people get together to celebrate art and creativity, and the best of
what the human race can aspire to, we find our capacity to heal and to grow,”
said Bassem Youssef.
“I like to think that me being here is a part
of that healing. The Academy chose me, an Arab Muslim, to host this event
months ago. When we laugh, they lose. When we laugh, and do what we do here
tonight, those evil bastards lose.”
The host then went on to insult terrorists in
Arabic, joking that censors would not beep out Arabic.*
A Bassem Youssef es al único egipcio al que le he escuchado
decir públicamente que defendía los derechos de quienes le atacaban, porque los
derechos son de todos. En una sociedad que constantemente está pidiendo que se
prive de derechos a los demás, me ha parecido un ejercicio democrático real.
Youssef es la demostración clara de la aplicación de la ley del embudo que él
no quiso practicar.
La obligación del humorista es estar del otro lado del poder
—por más simpatías que le tenga— para poder mantener la crítica correctiva de
los excesos o la pérdida de realidad. Youssef era el contrapeso de la
sisimanía.
En diciembre pasado, otro humorista, esta vez gráfico,
Andeel hizo uno de los mejores chistes políticos que se han visto en muchos
años:
Si la imagen convierte un discurso presidencial en un
anuncio que se puede saltar uno, la leyenda de la viñeta es una vuelta de
tuerca respecto al gráfico: "A cartoon that won't be understood by the
main character in it".**
Creo que la sisimanía pasa por malos momentos. Ha quedado
convertida en ese anuncio que se puede uno saltar, por repetitivo e irreal. Hoy
los periódicos hablan de la caída de tráfico del canal y de otras realidades
que demuestran que con palabras y mano dura solo no se gobierna. La elección de
un parlamento cuya función es no crearle problemas al presidente y recortarse
los poderes es algo insólito y convertirá la política egipcia —como muchos
temen— en un soliloquio aburrido si no existen voces que no teman decir lo que
piensan en la realidad.
La idea de Bassem Youssef de que "cuando nosotros nos
reímos, ellos pierden" es una gran verdad, como ha padecido el presentador.
También cuando dejamos de reírnos, ellos ganan. La intransigencia, el
autoritarismo, la falta de deseo de convivencia..., todas estas formas, carecen
de la risa capaz de servir de espejo. Se ríen de los otros, pero son incapaces
de reírse de sí mismos, que es el ejercicio realmente sabio. Es la diferencia
entre la risa del humor y la burla de la mala baba. El que es capaz de
comprender la verdad tras la risa sabe que debe rectificar, que se ha vuelto
"risible". Los que tratan de protegerse de la risa, en cambio,
carecen de los mecanismos de aviso de su propia deriva.
Hay veces en que la risa es como un dedo en una herida. Pero
duele porque la herida es real y se necesita de la cura. Prescindiendo de
Bassem Youssef, condenándolo al exilio, el pueblo egipcio perdió la oportunidad
de que alguien inteligente le realizara el diagnóstico de sus errores.
*
"‘When We Laugh, Those Evil Bastards Lose’: Bassem Youssef Hosts
International Emmys" Egyptian Streets 26/11/2015
http://egyptianstreets.com/2015/11/26/when-we-laugh-those-evil-bastards-lose-bassem-youssef-hosts-international-emmys/
** Andeel
"A cartoon that won't be understood by the main character in it" Mada
Masr 21/12/2014
http://www.madamasr.com/news/cartoon-wont-be-understood-main-character-it
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