Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
unos hablan del "islam" como una totalidad uniforme, muchos se
enfadan —con razón— porque el término les incluye, pero no se sienten
responsables de lo que otros puedan hacer en su nombre. Las campañas "No
en mi nombre" tratan de dejar clara esta circunstancia de rechazo. Pero
también, es cierto, que uno tiene que acabar molestándose cuando tiene que
estar todo el día especificando que
los que dicen actuar en "mi" nombre no tienen permiso para hacerlo.
Cuando nos
aproximamos, percibimos matices y grandes distancias; se comprenden claramente
las diferencias y nos asombramos de que se produzca la peligrosa confusión. Yo
me enfado también cuando se me incluye en una categoría como
"occidental", mediante la cual se me hace responsable de lo que otros
hacen y con lo que yo no quiero identificarme. Allí donde unos meten a todos
dentro del "islam", otros lo hacen en "Occidente" como
categoría contrapuesta. Son las trampas del lenguaje. Desde dentro usted no siente que tenga
responsabilidad en lo que otros hacen, sin embargo, le guste o no, otros pueden
responsabilizarle desde fuera metiéndole en el amplio saco de la generalidad.
Cuando
un musulmán hace algo en el nombre del
islam, extendemos la responsabilidad. De la misma manera, cuando un
predicador loco quema una ejemplar del Corán en alguna localidad del los
Estados Unidos, esto lo pagan directamente los "occidentales" que se
puedan encontrar en su camino los que deciden que esa persona representa a la
totalidad de la comunidad no islámica a la que se responsabiliza. Esto, como sabemos,
no es una hipótesis sino algo que ha sucedido en diversas partes del mundo.
Aunque hayamos
condenado personalmente este tipo de actitudes, es cierto que no nos hemos
sentido en la necesidad de salir con un cartel diciendo "no en mi
nombre", algo que muchos musulmanes están teniendo que hacer. Sí, en
cambio, se ha mostrado directamente —algo que se olvida muchas veces— el
rechazo hacia guerras que han tenido como víctimas los países musulmanes, ya
fuera por una causa o por otra. Pero nos olvidamos de lo positivo con demasiada
frecuencia.
La
cuestión es más compleja por la propia lucha religiosa que se da en el interior
del mundo musulmán entre diferentes grupos que se sienten en posesión de la
interpretación "pura" de la religión.
El caricaturista
egipcio Andeel ha puesto el dedo gráfico en la llaga cuando ha publicado hace
un par de días la siguiente viñeta en Mada
Masr:
Es
difícil sintetizar de forma más clara parte del núcleo del problema visto desde
la propia perspectiva. El texto gráfico muestra una galería de personajes con
los que se quiere representar la diversidad de la realidad en su intento de
"apropiación" del Corán. Cada personaje es un estereotipo —del
clérigo al militar, de salafista a los jóvenes modernos— y todos dicen que su
interpretación es la correcta. Lo importante es ese convencimiento de todos, pero
creo que lo es más el acto de enunciación, es decir, el tener que afirmar
constantemente que "mi" lectura es la correcta. Eso convierte la
afirmación en una forma de autoridad,
de la militar a la religiosa. Es el poder del discurso como justificación de la
acción. Reivindicándome como intérprete, me reivindico como autoridad.
Ahram Online publica hoy un artículo de la periodista
Amira Howeidy, una de las editoras fundadoras, con el título "Debating
Islam after Paris". El artículo comienza con esa cuestión del
encuadramiento de las acciones terroristas:
It isn’t the first time Muslims have had to
explain, in the aftermath of a terrorist attack in a western city, that Islam
is not a religion of violence. After attacks in Paris, claimed by ISIS, which
killed at least 129 on Friday evening, Islamist parties across the Middle East
and Muslim groups in Europe and the United States were quick to condemn the
assault. They denounced them as “a violation” of the principles of Islam and
“far from religion”.
In a column published on the Al-Arabiya English website Egypt’s
Mufti, Shawki Allam, argued: “None of these extremists have been educated in
Islam in genuine centres of Islamic learning.” Instead, they subscribe to
“distorted and misguided” interpretations of Islam which have no basis in
traditional Islamic doctrine.
The assailants may have changed since the
1980’s when Islamist militants in Egypt expanded their argument with the
government to include the murder of tourists, policemen and officials.
While Islamist militant groups have continued
to grow, developing their tactics, discourse and cross-border targets in the
name of Islam, the counter discourse, from both Muslim governments and
scholars, has remained largely the same, whether applied to Al-Gamaa
Al-Islamiya and Jihad in Egypt and Al-Qaeda in Afghanistan or, almost three
decades later, to ISIS in Syria and Iraq.
This counter discourse, typified by Allam’s
argument, focuses on denying any link between Islam and terrorism committed in
its name.
Not that there haven’t been attempts to
articulate more nuanced arguments refuting ISIS's discourse and its laboured
citing of Islamic scriptures to justify violence.**
Si unimos los dos textos, el gráfico y el artículo citado,
tenemos un mapa complejo de la situación, que es la reivindicación de la
ortodoxia y el rechazo del otro dentro de las fronteras de lo que podríamos
denominar las comunidades interpretativas, que es lo que trata de representar
Andeel con su viñeta gráfica. Cada uno de esos intérpretes afirma su lectura
del Corán y niegan la ajena. Todos se reivindican como los verdaderos musulmanes. Allí donde unos se ven como
"mártires", otros los ven como simples "terroristas"
enloquecidos; y allí donde unos se ven como lectores correctos de la doctrina,
otros los ven como corruptos distorsionadores
de un mensaje que traicionan.
Esto, como sabemos, no es nuevo. En el cristianismo ocurrió
con los cismas, primero de las iglesias oriental y occidental y posteriormente
con el protestantismo, que a su vez se dividió en diferentes tendencias. Todos,
sin embargo, se reivindican como portadores del mensaje verdadero. Afortunadamente, lo que hemos dejado de hacer es
matarnos o matar en su nombre o en la discusión. Cada uno tiene la libertad de
elección o de abandonarlas todas.
Negar que el terrorismo del estado Islámico tenga algo que
ver con la religión es absurdo, tanto
como decir que no tuvo nada que ver el cristianismo con la Inquisición o con
barbaridades durante la evangelización
de América. No se trata, pues, de lo que yo
crea, sino de lo que cree el que
comete en su nombre los crímenes. ¿Que está equivocado? Por supuesto. Pero con
esa reivindicación de pureza de su
lectura hace daño a los que no la comparten o la rechazan expresamente, que
se ven obligados a justificarse para que no se les meta en el mismo saco.
Señala la periodista egipcia de Ahram Online:
Frustrations within Muslim communities, where a
shift in the counter discourse seems to be taking place, are running high.
After the Paris attacks an increasing number of Muslim voices are saying the
argument that Islam is innocent of violence is not only ineffective but fails
to address the bigger problem.
“Stop saying Islam has nothing to do with this.
And stop saying imperialist wars have nothing to do with this,” said Dyab Abou
Jahjah, a Lebanese-Belgian political commentator and leader of Movement X, an
organisation which fights racial discrimination in Belgium.
ISIS’s version of Islam, he wrote on his
Twitter account, is an “offshoot of Wahabism” which originated in Saudi Arabia.
“Mainstream Islamic theology is still archaic” regarding violence, he added.
In an article published in the London-based
Al-Araby Al-Jadeed under the title “Is Islam Innocent of Them?” Bilal Fadl, a
prominent Egyptian columnist and satirist, called for a critique of the
discourse of Muslim clerics who wouldn’t commit violence themselves but share
IS’s extremist views when it comes to exterminating “the other”.
“Are mainstream contemporary interpretations of
Islam on the popular and official level really innocent?” he asked.
The question becomes ever more difficult to
avoid in the wake of each terrorist attack, wrote Fadl. And it is now being
posed by Muslims who are “rebelling” against their faith as a result of the
actions of extremists and terrorists.
“This phenomenon can’t be ignored and it’s not
enough to shout or spit at them on talk shows.”
The debate is antagonising Muslims who,
critical of the mainstream discourse on Islam, refuse the conclusions it
suggests. “Any narrative that claims Islam is a religion which provokes such
acts of violence, ultimately strips Muslims of any agency. It leaves them with
no choice but to follow,” says Ibrahim El-Houdaiby, a researcher on Islamist
groups and political philosophy.
“As a faithful Muslim this discourse points the
finger of accusation directly at me.”
Equally provocative, El-Houdaiby argues, is the
narrative of religious institutions, neo-clerics and “defenders of Islam” who
endlessly repeat that terrorist attacks do not represent the real Islam.
It is problematic, says El-Houdaiby, because
these institutions are affiliated with authoritarian regimes which produce
civil violence and hatred, but never denounce them.
“They will speak up when it’s about Islam’s
image in the ‘civilised’ west but only whisper when such attacks take place in
Lebanon or Ankara, for example,"El-Houdaiby said.**
Lo que señala Amira Howeidy es la necesidad de abrir auténticos
debates para poder actuar en los dos frentes, que están profundamente vinculados.
En primer lugar la construcción de las defensas internas que eviten que se
produzca un flujo interior hacia las posturas o lecturas más extremistas dentro
del mundo islámico. En este sentido, los propios medios árabes van dando casos
de cómo se produce ese desplazamiento y los investigadores explican también el
papel del ciertos países en la financiación de versiones radicales del islam,
como es el wahabismo o el salafismo. Todos los investigadores saben y reconocen
el papel que los petrodólares han tenido en el radicalismo desde la década de los 70. También saben que esas
instituciones líderes, como señala Amira Howeidy, han fallado estrepitosamente
en la defensa de las sociedades antes sus dictadores, a los que nunca se han
enfrentado, enseñando muchas veces la aceptación y obediencia, llegando a la
justificación.
Cuando ese discurso se renueve en los debates internos será
más sencillo para todos poder poner las cosas en su sitio y no sentirse acusado
permanentemente por cada acción de la que no nos sentimos responsables, unos y
otros. Pero es el debate interno el que es necesario primero para resolver los
conflictos que han llevado durante muchos años a esta situación.
Por eso el final del artículo de Howeidy es muy claro:
That the counter narrative is still viewed as
the responsibility of religious institutions like Al-Azhar compounds the
problem.
“The target audience doesn’t want any connections
with authority because they see authority as the problem,” says Hellyer. The
fact that religious institutions are more than ever associated with the state
gives them no credibility with those who want to blow themselves up and don’t
want to listen to Al-Azhar."
The only way to confront this is for
governments to lift their grip on religious institutions, he added.
“If you want counter narratives to be
successful you need to give religious scholars independence, and be able to
expect that they will sometimes call you out for abuses. Why would this target
audience listen to a guy constantly declaring how evil ISIS is but who doesn’t
say a thing about abuses committed by dictatorships in the region?”**
Se abre así el problema a otras dimensiones externas en las
que se entremezclan los radicalismos religiosos, el autoritarismo de las
dictaduras en la zona y el imperialismo de las potencias extranjeras. De estos
tres factores (más los que se quieran añadir: pobreza, desigualdad,
educación...), reforzándose unos con otros surge el problema.
La necesidad de encontrar discursos que frenen el
radicalismo religioso es importante en todos los niveles, pero quiénes sean los
agentes legitimados para este discurso es una cuestión complicada porque se han
estado excluyendo las voces de los reformistas que han tratado de establecer
debates. Se les ha rechazado por que se les consideraba peligrosos desde la
perspectiva política y de la religiosa, que a muchos les ha interesado
manipular y confundir. Creo que eso es parte de lo que Howeidy quiere señalar.
El mundo musulmán no solo necesita discursos que alejen de
la radicalidad y contra discursos defensivos, sino que necesita aceptar en su
seno debates mucho más amplios que no deben verse más que como una apertura
social, una avanzar de la historia por la evolución de los países.
Es difícil intentar mantener la olla a presión de la sociedad con la política
(ausencia de democracia) y la religión (exceso de dogmatismo) en punto de
ebullición. Es eso lo que ha favorecido la aparición del extremismo. Como consecuencia, unos se han
desvinculado de la religión (como se señala en el artículo) y otros se han
vinculado al radicalismo, como podemos apreciar. Es lo que ocurre cuando se produce la parálisis y no se encuentran salidas.
* Andeel,
Mada Masr "Thank God!" 17/11/2015 http://www.madamasr.com/cartoon/cartoon-thank-god
**
"Debating Islam after Paris" Ahram Online 19/11/2015
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/1/169042/Egypt/Debating-Islam-after-Paris.aspx
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