Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
se lee el artículo de Joseph S. Nye Jr., profesor de la Universidad de Harvard,
que publica hoy el diario El País con
el título "Cómo luchar contra el Estado islámico" no puede uno dejar
de darle la razón en algunas cosas obvias, pero deja un poso de profunda perplejidad
y bastante desazón. Como ha ocurrido en otros momentos de la Historia, las
grandes potencias piensan los problemas del mundo en sus propios términos.
Joseph
S. Nye Jr. es una personalidad muy influyente en las relaciones internacionales
tanto en el mundo académico como en el político, autor de la idea de
"poder blando" y un asesor político que ha ocupado cargos importantes
en las administraciones de los demócratas, entre ellos la presidencia del
Consejo Nacional de Inteligencia, que asesora al presidente de los Estados
Unidos, en su caso a Bill Clinton. Es autor también de un libro reciente que
tiene por título "Is the American Century Over?" (¿Se ha acabado el
siglo americano?). Importante e influyente.
Lo frustrante
del artículo no es tanto el contenido en sí como el enfoque de los problemas.
La pregunta es: "¿es el mundo un problema norteamericano?". Es decir:
¿todo lo que ocurre en el mundo debe ser resuelto desde la óptica de los Estados Unidos? El final del artículo de hoy sobre cómo
combatir al Estado Islámico, tras decidir sobre si debe haber o no "botas
americanas" en la zona, nos muestra la imposibilidad de pensar más allá de
esta óptica:
Pensando en el futuro de una región en la que
Estados Unidos tiene intereses tan diversos como la energía, la seguridad de
Israel, la no proliferación nuclear y los derechos humanos, las autoridades
norteamericanas deberán seguir una estrategia flexible de “contención, junto
con avances lentos”. Tanto si la política iraní se vuelve más moderada como si
no, a veces Irán compartirá los intereses norteamericanos y a veces se opondrá
a ellos. En realidad, el reciente acuerdo nuclear puede brindar oportunidades de
una mayor flexibilidad. Sin embargo, para aprovecharlas, la política exterior
de Estados Unidos tendrá que desarrollar un nivel mayor de complejidad de lo
que revela el debate actual.*
Mediante
la lectura de este y otros textos se habitúa uno a dos expresiones, los
"intereses norteamericanos" y "los Estados Unidos y sus
aliados", que son de uso constante. Mediante la primera se expresa relativamente la definición de un
"problema" (un problema es lo que afecta a los "intereses"
norteamericanos", sean cuales sean) y mediante la segunda se define
también relativamente quiénes están
involucrados en él, como apoyos o resistencias.
En
ningún momento se plantea que sean los "intereses" norteamericanos
los que puedan crear el problema o
que los aliados tengan otra opción que serlo, aunque la visión norteamericana
del "problema" les cause sus propios
y graves problemas. La imposición de soluciones desde la perspectiva de los
intereses norteamericanos ha producido fracturas importantes entre esos aliados
que se ven muchas veces arrastrados a malas
soluciones para ellos, aunque puedan ser medianamente buenas para los Estados Unidos. Y así nunca lo son a medio plazo.
Se
entiende que la mayor preocupación de Nye Jr., dentro de su concepción sistémica de la política
internacional, sea la posibilidad del final
del "siglo americano", cuestión que no deja de ser una cuestión de
ombligos que debería sustituirse por la cuestión real de la solución de los
problemas no solo desde una perspectiva estadounidense
sino desde la de los que padecen esos problemas.
El
artículo de Nye Jr., publicado en marzo por El País con el título "El
poder real de los Estados Unidos", se cierra así:
Sobre ese telón de fondo, la de primacía
parece una descripción más precisa de la desproporcionada (y mensurable) parte
de poder correspondiente a un país en las tres clases de recursos: el militar,
el económico y el blando. Ahora la cuestión es la de si la era de la supremacía
de Estados Unidos está tocando a su fin.
Dada la imprevisibilidad de la evolución de
los acontecimientos mundiales, resulta imposible, naturalmente, responder a esa
cuestión de forma rotunda. El ascenso de fuerzas transnacionales y actores no
estatales, por no hablar de potencias en ascenso como China, indica que se
perfilan grandes cambios en el horizonte, pero sigue habiendo razones para
creer que, al menos en la primera mitad de este siglo, Estados Unidos
conservará su primacía en materia de recursos de poder y sigue desempeñando un
papel fundamental en el equilibrio mundial de poder.
En una palabra, si bien la era de la primacía
de EE UU no ha concluido, va a experimentar cambios importantes. Lo que está
por ver es si esos cambios aumentarán la seguridad y la prosperidad mundiales o
no.**
La cuestión
no es estar de acuerdo o no con lo dicho (cuestiones vagas e incontestables),
sino con el propio planteamiento. Pensar en términos de si soy o no la superpotencia hegemónica o si otros son mis rivales
en la "hegemonía", si "ascienden" o "descienden",
es una forma perversa de pensar porque acaba en que los problemas del mundo son
los problemas de los Estados Unidos y en que los problemas de los Estados
Unidos son los problemas del mundo.
Esta duda
se produce obviamente porque Estados Unidos no logra cerrar lo que define como problema,
de Ucrania a Siria, de Irán a Cuba. Y si intenta hacerlo, como hace ahora el
presidente Obama con Cuba e Irán, los recelos surgen. Algunos le acaban
cogiendo cariño a los problemas y solucionarlos
lo perciben como debilidad.
Muchas
veces las soluciones norteamericanas no son las mejores, ni siquiera para los
Estados Unidos. Otras veces se deja robar las soluciones por Rusia, algo que
irrita mucho a un sector de la política norteamericana. Putin recoge el
descontento ante la falta de soluciones reales. Es pragmático y descarado allí
donde Obama pretende ser transcendental y mesiánico. Obama llega cargado de
buenas intenciones; Putin ofrece
soluciones inmediatas aunque no sean las mejores. No se va a dejar robar una
posible solución en Siria, por ejemplo. Mientras responsabilizan a los Estados
Unidos y Arabia Saudí de lo que allí ocurre, la solución les llegará desde Rusia e Irán.
Mientras
Estados Unidos habla de poner o no "las botas" militares en suelo
sirio, Rusia manda las "botas rusas" a Ucrania y se queda con Crimea
diciendo que la conquistaron los turistas
armados que estaban por allí de vacaciones. Y se queda tan tranquilo. Nye
Jr. aboga por soluciones "árabes" de los ejércitos que pongan las
botas, aunque señala que necesitarán preparación norteamericana, que se reserva
el papel de atender a los refugiados. Escribe Nye Jr.:
La tarea diplomática de Estados Unidos es la
de persuadir a Rusia e Irán, partidarios de Asad, para que lo destituyan sin
desmantelar los restos de la estructura estatal siria. Un espacio de prohibición
de vuelos y una zona segura en el norte de Siria para millones de desplazados
podría reforzar la diplomacia norteamericana y la prestación de asistencia
humanitaria a los refugiados (para lo que el Ejército americano es muy eficaz)
aumentaría enormemente el poder blando de Estados Unidos.*
El
párrafo es asombroso y demuestra lo lejos que se puede estar de la realidad. Es como
vivir en un cuento de la lechera en el que los demás van cumpliendo nuestros deseos. ¿Cree Nye Jr. realmente que Rusia va a dejar que Estados Unidos se apunte el final de la crisis siria, algo que está por ver? Más bien, como ya hace, le responsabiliza de su inicio y se apuntará el final, aunque sea responsable de ella en gran medida.
El
análisis de Nye Jr. y muchos intelectuales estadounidenses plantea siempre el
problema de la "centralidad americana", de la perspectiva propia que hace que las soluciones no
sean muchas veces las que requieren los problemas. Eso plantea muchos más
problemas a los demás, que podrían buscar otras soluciones. La cuestión es que
cuando esto se intenta, también se ve como una pérdida de hegemonía, pues se entiende que solo los Estados Unidos pueden ofrecen la solución, que debe ser
acorde con sus intereses. Se plantea un evidente círculo vicioso: las
soluciones americanas no son soluciones para los afectados, por lo que nunca
serán soluciones.
La idea
de "intereses norteamericanos" como principio rector de la búsqueda
de soluciones a los problemas se vuelve cada vez más complicada por la propia
complejidad del mundo y porque las cosas nunca salen como queremos o pensamos
que van a salir, sobre todo si nuestras ideas van contra los intereses de todos
los demás y contra la realidad misma.
La
cuestión de "Cómo acabar con el Estado Islámico", que es la que da
título al artículo de Nye Jr., evidentemente, queda sin resolver más que sobre
el papel. Si la solución del problema del Estado Islámico debe ser acorde con
los intereses norteamericanos es
difícil que se resuelva algún día. La solución necesita algo más que resolver
lo que afecta a los Estados Unidos y a sus aliados, sean quienes sean en este
caso. El problema va más allá de esos intereses y afecta a millones de personas
directamente y a muchos más indirectamente.
En un mundo pequeño, una sola perspectiva puede ser insuficiente.
*
"Cómo luchar contra el Estado islámico" El País 10/09/2015
http://elpais.com/elpais/2015/09/09/opinion/1441790892_483961.html
**
"El poder real de Estados Unidos" El País 13/03/2015
http://elpais.com/elpais/2015/03/12/opinion/1426179135_134644.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.