Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The New
York Times muestra una comprensible preocupación por el espectáculo dado por
los candidatos a la nominación presidencial al introducirse en un tema muy
específico y delicado: las vacunaciones infantiles. Hemos tratado esto
anteriormente y el problema que supone en los Estados Unidos Y todo lo que
ocurre en los Estados Unidos se acaba reflejando en los demás.
Mientras
en el editorial el periódico muestra su asombro ante las barbaridades escuchada
a algunos —no solo a Trump, como era previsible—, le dedica un artículo aparte
a la cuestión de las vacunaciones.
En su
editorial, titulado "Crazy Talk at the Republican Debate", The New
York Times llega a afirmar sobre el conjunto del debate:
And that, America, is frightening. Peel back
the boasting and insults, the lies and exaggerations common to any presidential
campaign. What remains is a collection of assertions so untrue, so bizarre,
that they form a vision as surreal as the Ronald Reagan jet looming behind the
candidates’ lecterns.
It felt at times as if the speakers were no
longer living in a fact-based world where actions have consequences, programs
take money and money has to come from somewhere. Where basic laws — like
physics and the Constitution — constrain wishes. Where Congress and the public,
allies and enemies, markets and militaries don’t just do what you want them to,
just because you say they will.*
Es difícil superar esta impresión del efecto causado por el
debate republicano. Lo malo es que ese debate adquiere esos tonos porque hay
gente que así lo quiere. Son esas barbaridades, mentiras, exageraciones,
incongruencias, etc. las que alimentan sus deseos políticos. Es, en resumen, lo
que quieren escuchar. No hay discurso más planificado, en este sentido, que el
electoral, que se construye con el sondeo en una mano y la pluma en la otra.
Pero con la cuestión de las vacunas se rompen ciertas normas
no escritas, ciertos límites no escritos y que tienen consecuencias graves en
la vida real. Puede que no sea necesario mandar la Sexta Flota a ningún sitio o
que finalmente no se haga un muro doble como separación con México, que no se
devuelvan 11 millones de inmigrante a sus países América abajo. Pero el tema de
las vacunas no es una cuestión de la administración norteamericana sino que
cualquier familia puede tomar por su cuenta y riesgo esa decisión. Se señala en el editorial:
When the A-Team got around to science and
health, many of them promised to help Americans by killing the program that
gives millions of them medical insurance. One candidate said he felt sure that
vaccines had caused an autism “epidemic.” The two doctors on the dais did not
seriously challenge that persistent, dangerous myth.*
Ya no se trata solo de decir que la vacunas pueden funcionar
o no, sino de acusarla de producir epidemias de autismo. Pero es la siguiente
frase la que debe hacernos reflexionar sobre las responsabilidades de los políticos. ¿Qué pasó por la mente de los
dos candidatos con formación médica? ¿Cómo se sintieron en esos momentos, como
candidatos temerosos de desafiar los prejuicios de sus electores o como
médicos, personas con un conocimiento científico y una vocación por aliviar el
sufrimiento ajeno? ¿En qué sentido se sintieron responsables?
The New York Times, dada la gravedad del hecho —más allá de
la campaña— dedica otro artículo centrándose en esta cuestión. El debate
electoral televisivo tiene millones de espectadores y el mensaje sobre las
vacunas ha llegado hasta ellos. Muchos esperaban escuchar esa
"confirmación" por parte de sus posibles líderes de que, en efecto, vacunarse
es un peligro. Por eso el silencio de los candidatos cualificados, o incluso de
los que no lo son, es grave.
El artículo —titulado "Vaccine Issue Arises at
Republican Debate, to Doctors’ Dismay"—
comienza con la descripción de la frustración de las personas que desde
la comunidad médica tratan de combatir la epidemia
de supersticiones de diversa naturaleza —política, religiosa...— que ahora los
candidatos republicanos ha contribuido a expandir. Una vez más ha sido el
irresponsable Donald Trump el que ha usado obscenamente este golpe de efecto
para llamar la atención, Escriben en The New York Times:
When Dr. William Schaffner, an
infectious disease specialist in Tennessee, flicked on the television last
night to catch the end of the
Republican debate, he watched a scene that felt unsettlingly familiar: A
candidate was talking about vaccines and autism.
Dr. Schaffner has spent much of his career
trying to debunk the contention that childhood shots can cause serious medical
conditions, but he had hoped that national soul-searching this year after an
outbreak of measles at Disneyland had moved the country past some of these old
notions.
“I think it’s sad,” said Dr. Schaffner, a
professor of preventive medicine at Vanderbilt University, who said he cringed
through the autism exchange at the end of the debate. “I would have hoped,
since two of the discussants were physicians, that there would have been a ringing
discussion about safety and value of vaccines, and an affirmation of the
schedule set out by the American Academy of Pediatrics.”
For infectious disease doctors around the
country watching the exchange, it felt a little bit like “Groundhog Day.” In
2011, during the last election cycle, Michele Bachmann, at the time a leading
Republican candidate, called the vaccine to prevent cervical cancer
“dangerous,” setting off a controversy that damaged the image of vaccines and
set back doctors working to promote them as safe.**
A diferencia del personaje de la película "Atrapado en
el tiempo", los participantes en el debate carecen de la capacidad de
aprender. Solo buscan recoger la ignorancia de los demás en estos temas de
forma oportunista. Cuanto más absurdas sean las cuestiones, mejor para atraer
al debate a los demás, que se verán atrapados entre decir tonterías y el
silencio, como hicieron los dos candidatos médicos. Una vez que se sigue la
estrategia Trump —llevar al extremo cualquier tema, por absurdo que sea—, los
que debaten juegan con fichas negras y ven cómo se cambia el modelo de juego en
cada tirada. Solo les queda pasar a otra ronda temática a ver si hay más suerte
y el candidato provocador no vuelve a llevar el tema al extremo. Pero Trump no
tiene escrúpulos; puede utilizar cualquier cosa en su beneficio dialéctico
sabiendo que haga lo que haga, tendrá toda la atención mediática y que siempre
habrá una parte del público que se verá alentada por sus palabras.
El artículo de The New York Times se cierra con la frase de
otro de los expertos en salud consultados: “Why is it that everyone on that
stage got vaccines wrong last night?” La desesperante respuesta es que
hemos creado unas condiciones o contextos para los discursos políticos que
favorecen estas maneras y contenidos contracorriente. La sociedad ignorante y
deseosa de emociones mediáticas disfruta con estos personajes agresivos y
grandilocuentes. Los medios los potencian porque les suben las audiencias,
único interés de los que están más allá de cámaras y escritos.
La irresponsabilidad de Trump y el silencio cómplice de los
que no le atacaron por el daño que estaba haciendo extendiendo a millones de
hogares su mensaje paleto e ignorante se pagará con creces. Los ignorantes de disfrazan de muchas cosas, pero los muertos no tienen ya esa posibilidad. El caso que hemos tenido en España —en Olot, concretamente— no hace muchos días nos ha dejado claras las consecuencias. El niño pagó la ignorancia dogmática de sus padres, ávidos de escuchar argumentos para no vacunar a sus hijos. El del autismo es uno más para tapar la ignorancia de los prejuicios religiosos o de cualquier otro orden. Eso es lo que ha hecho Trump con su irresponsabilidad.
Durante décadas, Donald Trump ha sido el patán multimillonario
del que todos se han reído pero que ha ido ensayando y perfeccionando su papel
para dar este segundo asalto a la nominación presidencial. Cuando, al inicio de
la carrera presidencial, se metió con la consideración de "héroe nacional"
de McCain, la prensa señaló que Trump
había cruzado todos los límites y cavado su tumba. Nos mostramos escépticos
ante ese planteamiento "racional" —por decirlo así—, advirtiendo que
simplemente pasaba a otra dimensión.
Para evitar que los otros lleguen a su altura, Trump sigue
acumulando despropósitos en terrenos en los que, como decía The New York Times,
parecen no existir las leyes de la Física o la Constitución.
A veces los políticos arrastran al desastre, otras a la
ignorancia. Ambos caminos son peligrosos. Unos Estados Unidos regidos por
Donald Trump ponen los pelos de punta. Lo que los norteamericanos, eligen lo
padecemos todos.
*
"Crazy Talk at the Republican Debate" The New York Times 17/09/2015
http://www.nytimes.com/2015/09/18/opinion/crazy-talk-at-the-republican-debate.html
**
"Vaccine Issue Arises at Republican Debate, to Doctors’ Dismay" The
New York Times 17/09/2015 http://www.nytimes.com/2015/09/18/health/republican-presidential-debate-vaccines.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.