Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
grafitis fueron una seña de identidad de la revolución egipcia del 25 de enero
de 2011. De todas las muestras artísticas que la revolución trajo, las más
universalmente reconocidas han sido las que quedaron como un periódico vivo en
las pinturas callejeras. Más allá de las dificultades del idioma, las pinturas
hacían llegar a todo el mundo los mensajes que reflejaban el sufrimiento, el
respeto a los mártires y la voluntad de vivir en una sociedad democrática y
creativa.
Los
grafitis atrajeron la atención de todo el mundo por su lenguaje traductor de lo
que ocurría en las calles y en las mentes de los que participaban en las
revueltas callejeras. El fenómeno era captable en los mismos lugares en los que
ocurrían los hechos y tenía la fuerza del arte, de la expresividad en los
trazos en la descripción de la lucha. Los fotógrafos que fueron comprendieron
rápidamente el fenómeno de los grafitis y los difundieron por los periódicos de
todo el mundo, se les dedicaron artículos académicos que los analizaban desde
la sociología a la semiótica y se escribieron libros ilustrados con estas
muestras de deseos de libertad.
Egipto,
tan preocupado siempre por sus antigüedades, no lo está tanto por el arte del
presente, el de los que viven y padecen hoy en sus calles. Egypt Independent titulaba hace unos
días: "Is revolutionary graffiti taking its last breath in Egypt?"* La
cuestión se plantea después de la destrucción de uno de sus grafitis más
significativos, situado en los muros de la Universidad Americana de El Cairo
(AUC). Aunque la Universidad dice haberlo fotografiado y querer hacer una
exposición más adelante, el hecho es que ha sido destruido.
El intento de borrar los restos de la revolución es
constante desde hace mucho tiempo. Es un síntoma de la contradicción permanente
en la que vive la sociedad egipcia desde que se produjo el levantamiento
popular que dio lugar a la caída de Mubarak. Aquellos grafitis dieron cuenta de
quiénes eran los que integraban cada bando, tanto en las luchas primeras contra
el régimen de Mubarak como en la etapa posterior de dominio militar a través de
Tantawi y la Junta Militar, la SCAF. El hecho sorprendente de que siempre estén
los mismos, los militares, en el mismo sitio, en el poder, relevándose a sí
mismos una y otra vez ante la desesperación de los que quieren un cambio real
en Egipto, es la clave de todo lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo. Egipto es
el reino de las apariencias en el que no hay apenas cambios.
The mural depicts Mohmed Mahmoud clashes between protesters and police forces. (Captured by Ammar Abo Bakr) |
Tras señalar la importancia primera que tuvieron los
grafitis en la revolución de 2011 y cómo sirvió de puerta a nuevas formas
—performances, video-arte...— Egypt
Independent apunta:
Decades-long suppressed emotions—referencing a
sense of identity and belonging—intertwined with the aesthetics of vibrant
colors and expressive art have sprung up across the country’s walls and
buildings.
The walls surrounding Mohamed Mahmoud Street in
downtown Cairo, also known as “The Revolution’s Wall”, have become an open-air
art gallery embracing an unprecedented display of public and political emotions
translated into striking murals by street artists.
The walls have become a symbol of resistence
and bravery since brutal clashes broke out between protesters and police forces
on the street in November 2011.
The decision has raised a lot of questions
among activists and freedom advocates as the government has spent considerable
amounts of money to clear graffiti from walls across the country, particularly the
murals on Mohamed Mahmoud, which were whitewashed several times over the past
couple of years.
The government’s attempts, however, went in
vain. Street artists refused to surrender and continued to immortalize martyrs'
faces and revive the 2011 uprising’s turning-point moments with their artistic
creations.
"They would tear down the whole street and
even the entire city if they could," said novelist and activist Adhaf
Souief, condemning the demolition on her Twitter account, adding that the government
turns a blind eye to the profound importance of street art.*
La destrucción del mural, por muchos planes que se quieran
señalar para la emblemática plaza de Tahrir, es un acto deliberado destrucción
de la memoria colectiva. El papel del Ejército y la Policía entonces fue el que
fue. El hecho de que años después los mismos egipcios que pedían un gobierno
civil hayan abrazado fervorosamente un presidente militar y besen sus fotos no
es compatible con su propia historia reciente. No creo que exista un caso
similar al de la revolución egipcia,
ni tan siquiera entre otros países que cambiaron con la Primavera árabe. En
ninguno se ha dado un giro para volver a la situación inicial con el
beneplácito de una parte de la población que ha descargado su ira sobre los que
se levantaron contra un gobierno de treinta años de autoritarismo, desidia y
corrupción. Los revolucionarios son acusados muchas veces de ser agentes
extranjeros; muchos de ellos están encarcelados o han muerto por el simple
hecho de haber reclamado la democracia que se pregona desde los despachos
pero que no se cumple, por más que lo aseguren sus autoridades. Sobre eso hay
consenso internacional y si no se denuncia más desde los gobiernos y se endurece la postura es por la inestabilidad
de la zona.
Los grafitis son un recordatorio de la incongruencia, de
cómo se desperdició una posibilidad por una serie de factores que se fueron
encadenando hasta hacer imposible que se cumpliera el sueño de muchos: un
Egipto moderno, más libre, tolerante, democrático y joven. Los que han regresado se ha ido, cargados de pesimismo por
la ocasión desperdiciada, ya sean políticos que quisieron contribuir al
desarrollo tras décadas de corrupción, científicos que quisieron contribuir a
la mejora educativa y productiva del país, artistas que quisieron poner sus
palabras o imágenes al servicio de un pueblo olvidado, del que solo se acuerdan
con la retórica grandilocuente del nacionalismo.
Los grafitis muestran demasiada historia, demasiado claramente quiénes
estaban a cada lado de la lucha cuando se trató de cortar una trayectoria que
había desembocado en la corrupción generalizada y el abandono de los sectores
clave en beneficio de una clase empresarial corrupta que iba vaciando las arcas
del estado, al que usaba para sus negocios, de una administración corrupta e indiferente. Mientras, los islamistas se
aprovechaban de esa desidia para extender su ignorancia camuflada de piedad por
el país. La gente salió a las calles por algo. No fue un mal día, fue el ¡Basta ya! de muchos. Todo esto se quiere olvidar, tachar de muros, fotos y libros.
Egypt Independent
recuerda en su información una noticia de la que dimos cuenta aquí, el
secuestro en la frontera de libros sobre los mismos grafitis que ahora se
derriban y borran con capas de cal y pintura. Ya no es suficiente confiscar los
libros que contienen la memoria, ahora hay que derribar los muros. Quizá sea un
ejercicio piadoso liberar a los mártires pintados de contemplar el espectáculo
que pasa cada día ante ellos.
* "Is
revolutionary graffiti taking its last breath in Egypt?" Egypt Independent
26/09/2015
http://www.egyptindependent.com//news/revolutionary-graffiti-taking-its-last-breath-egypt
This mural depicts 12-year-old Mariam Nabil, who was shot 13 times during the Virgin Mary Church clashes in Waraq, Giza. (Captured by Ammar Abo Bakr) |
"Glory to the martyrs" accompained with drawings of the revolution's martyrs were drawn on Mohamed Mahmoud Street's walls. |
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