Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
destino de Esperanza Aguirre es, desde que se "retiró" de los cargos
públicos y se centró en la vida del Partido, saltar a las páginas de noticias
por una cosa o por otra. Salvo que ayer haya ocurrido algo, su última polémica
la ha desatado, con su contundencia habitual, al identificar a las personas que
no les gustan los toros como "anti patriotas", los enemigos de
España. Como era de prever —no sé si ella incluida— se ha montado un nuevo
barullo cuando todavía no se había acabado ni aclarado el de saber si ella
había arremetido contra el guardia que la pilló aparcada donde no debía.
Los
argumentos que ha dado posteriormente en una columna de ABC con titulo general
de "La opinión de Esperanza Aguirre" y específicamente, en este caso,
"Los toros". No describe nada nuevo, la verdad, y sí, por el
contrario, ahonda en los tópicos más manidos en los que se trata de establecer
una especie de filosofía de la cultura poco convincente y que ha irritado a
mucha gente que no está dispuesta a que se le considere antipatriota por el
simple hecho de no gustarle el espectáculo taurino. Y así se lo han afeado
algunos que se sienten "españoles" sin necesidad de tener un torito
de plástico en el salpicadero.
No le falta razón, en cambio, en señalar que
efectivamente hay —y lo dicen ellos mismos— quien rechaza los toros por
tocarles las narices "lo español", ya sea en terreno nacional o fuera
España. Las polémicas, por ejemplo, en América Latina han
sido constantes sobre esta cuestión y hay fuertes conflictos entre los que
consideran la tauromaquia una "fiesta extranjera" y lo protaurinos,
que la reivindica como propia, ni siquiera "española".
El famoso incidente entre Hugo Chávez y el rey
Juan Carlos lo explicó con sorna el mandatario venezolano diciendo que "el
rey se comportó como un toro bravío" y que él "no era torero".
Chávez manifestó que no le gustaban toros "ni toreados ni coleados",
en referencia a las diferentes modalidades de Venezuela. Se aprobó con muchas modificaciones respecto al proyecto inicial la llamada "Ley de Protección de los Animales Domésticos, Dominados, Silvestres y Exóticos en Cautiverio", término que trataba de regular desde la tenencia de perros peligrosos, las corridas de toros en sus variantes y hasta los sacrificios de animales de la religión "yoruba". Las presiones de los afectados consiguieron muchas modificaciones.
Tampoco
incurramos en el error de considerar a todos los antitaurinos del exterior como
"enemigos" de "España" de la misma forma que no los son los de aquí. Simplemente también rechazan el trato dado a los animales. Por eso el maximalismo reductivo de Esperanza Aguirre no ha sentado bien a
muchos —no era su intención tampoco, imagino— pero sí creo que se realiza unos
razonamientos que son injustos, sobre todo, con el propio toro, que es la parte
más indefensa del asunto y al que nadie le pregunta. Esperanza Aguirre expone
lo siguiente en su artículo:
El comienzo de la temporada taurina nos
brinda una buena ocasión para volver a hablar de los Toros, que en España son
la Fiesta Nacional por antonomasia. Los Toros, así, con mayúscula, que es como
lo escribimos cuando nos estamos refiriendo a la Fiesta, no se entienden sin
los toros, así, con minúscula, que son esos animales maravillosos que salen a
las plazas a luchar y a morir como unos valientes. Aquí hay que llamar la
atención acerca de la curiosa paradoja que se esconde detrás de los toros
bravos, esos animales salvajes, indómitos, luchadores, capaces de ir una y otra
vez al caballo, a pesar de que allí reciben un castigo, y de luchar hasta el
último segundo con un coraje emocionante.
Pues bien, el toro bravo, que es el animal
más valiente y luchador que existe, es, aunque no lo parezca, un acabado
producto de la inteligencia y del cuidado del hombre que se esmera, desde hace
siglos, en criarlos para que conserven esa fiereza salvaje que los hace
admirables. La paradoja reside en que, a lo largo de la historia, la obra del
hombre sobre los animales ha seguido el sentido opuesto: el hombre ha buscado
siempre domesticar a los animales para que le sirvan dócilmente, le ayuden en
sus tareas o le proporcionen alimento.*
Yo creía
que la "fiesta nacional" era ya el fútbol, pero no vamos a discutir
por ello, y tampoco creo que haya nada establecido en el
BOE. Sí me preocupa, en cambio, por profundamente injusto lo que se señala a
continuación: "esos animales maravillosos que salen a las plazas a luchar
y a morir como unos valientes". La verdad es que me pierdo un poco porque
llego a pensar que los toros son como en el himno de la Legión —¡legionarios, a luchar, legionarios, a
morir!— seres comprometidos con el espectáculo, como Leónidas camino de las
Termópilas; seres, en fin, comprometidos con el éxito del espectáculo de forma
animosa y voluntaria. No, no "salen" porque tengan ganas de luchar y
morir. Para nada. Salen con la "esperanza" instintiva de seguir
viviendo.
Creo que
adjudicar al toro la "voluntad" de luchar y morir es tergiversar al
toro, que ya tiene bastante que aguantar. No, los toros no son
"taurinos"; no admiran en sí mismos lo que admira el de fuera, que
solo le valora en función de su propia definición del espectáculo. De hecho no
creo que tengan esos sentimientos que les atribuyen. Acierta, en cambio, cuando
deja de romantizar la naturaleza del toro y ella mismo cambia el registro
calificando al "toro" como un "acabado producto de la
inteligencia y del cuidado del hombre". "Inteligencia" en un
sentido específico; también de su "vanidad", pues es más que probable
que si murieran más toreros que toros, la admiración por "su fiereza"
habría decaído y desaparecido hace mucho tiempo la fiesta.
La
admiración de Esperanza Aguirre por el toro como el animal "más valiente y
luchador" es en el fondo una "virtud aplicada" fruto de una
manipulación de la especie a través de la crianza para obtener un "acabado
producto", como bien señala. El mérito de la bravura es de su criador que
juega las veces de creador, pues decide su naturaleza y destino.
Pero
donde se produce el mayor despropósito es en lo que llama "la
paradoja", consistente en señalar que el toro es diferente a otros
animales que han quedado bajo el control humano "el hombre ha buscado
siempre domesticar a los animales para que le sirvan dócilmente, le ayuden en
sus tareas o le proporcionen alimento". No hay ninguna paradoja, absolutamente
ninguna. El toro sirve "dócilmente" pues cumple la función que le
tiene asignada —no conozco ningún toro en rebeldía u objetor de conciencia—; el
toro rebelde sería el toro pacífico, el que se rebela contra el destino que se
le ha creado, que su vida acabe en la plaza, pero a ese toro "gandhi",
pacifista, se le llama "manso", y —aunque tenga el Evangelio a su
favor— se le denigra públicamente (pitos y pañuelos) y sacrifica en altares
menos vistosos.
El toro
bravo es un animal "doméstico", solo que hace otras funciones. El
prado vallado no es muy diferente del establo; es un mundo controlado. Tampoco
es cierto que sea un animal único en su proceso de selección buscando la agresividad,
pues hay otros a los que se selecciona con el mismo criterio, ya sea genético o
mediante condicionamiento en el entrenamiento. Hace tiempo le dedicamos una
artículo a la película de Samuel Fuller "Perro blanco", en la que se
nos mostraba el caso de un perro condicionado por sus amos racistas para atacar
a las personas negras que se encontrara. No hay odio en el toro, como lo había
en el entrenamiento del perro, pero el mecanismo es el mismo: favorecer la
agresividad. Los perros que se seleccionan para las peleas de perros o los
gallos de pelea, son seleccionados también para que cumplan una función: servir
de espectáculo.
Y eso
nos lleva a la segunda parte de la falsa paradoja. También el toro "ayuda
en sus tareas al hombre". Definir "tareas" tirar del arado o de
un carro es una idea de gran pobreza. También la lucha del toro ayuda al hombre
en sus tareas: el espectáculo. Como bien saben los toreros, en el ruedo se
realiza su trabajo. ¿El toro no? Por
supuesto, realiza su "tarea", la que se le ha encomendado. No es
culpa suya estar allí, desde luego. Es nuestra mirada romantizada la que hace
ver más "noble" luchar en el ruedo que "servir" delante de
un arado.
Por
último está la cuestión del alimento. Si hay un animal que proporciona alimento
a los demás es el toro. Parece mentira que Esperanza Aguirre, tan neoliberal,
no entienda los procesos económicos y sus transformaciones. El toro da de comer
a muchas personas que invierten en él con la esperanza de recuperarlo. Incluso
si se refiriera a que estos animales no se comen estaría equivocadísima, pues no
se desperdicia ni el rabo —plato exquisito—, aunque se lo lleve el torero de
turno como trofeo. No, el toro también se come, como se comen los que no llegan
a tener el estándar de bravura o ferocidad definido para la plaza. Puede
incluso que algunos no lleguen a la plaza precisamente por miedo a su
ferocidad, para escándalo de algunos.
En
general los argumentos para la defensa de los "Toros", por usar la
mayúscula para el espectáculo, se centran en la cuestión económica (la gente
que vive de ello, el atractivo turístico, etc.), en la idea de la desaparición
del toro si no existiera la fiesta, y la cuestión de la "españolidad"
del espectáculo y esencia en el carácter nacional. Los dos primeros argumentos se
pueden discutir de forma razonable y numérica y existen alternativas tanto a lo
uno como a lo otro.
La
tercera razón, la esgrimida por el discurso de Esperanza Aguirre, es la que es
inadmisible. Es más: es contraproducente. En estos tiempo de confusión y debate
introducir el debate sobre los "Toros" como una cuestión de
"identidad" me parece un error trágico. Tan malo (o tonto) me parece el que se
hace antitaurino por odio a España como el que convierte en antiespañol al que
no le gustan los toros o considera que debería ser prohibido como una
anacronismo que la sensibilidad histórica actual no admite fácilmente.
Todo
puede ser debatido siempre y cuando lleve a alguna parte. La acusación de "antipatriotismo"
está fuera de lugar y puede volverse en contra de los que la usan. "España" no son los "toros"; los taurinos son taurinos y no "patriotas". Esperanza
Aguirre, a lo largo del artículo y me imagino que en su discurso inaugural,
usaba un "nosotros los taurinos". Me parece muy bien que lo haga si
quiere, pero que los toros no le sirvan como excusa para establecer categorías
que no tienen nada que ver. Los debates sobre España deben ser más serios que
lo que habitualmente escuchamos a muchos, no solo a ella. Lo que nos jugamos es
algo más que las corridas de toros en estos momentos.
Quizá
haga falta un Orwell que no escriba un "Rebelión en la dehesa" o
alguien que nos ruede una película titulada "El planeta de los
toros", que acabe con un espectacular plano de Jesulín de Ubrique
arrodillado en la arena de una playa, frente a una inclinada Giralda, gritando
"¡Qué habéis hecho!". Solo sé que querer convertir a unos animales a
los que se cría para ser agresivos y dar espectáculo con su lucha en "héroes" que
dan todo por la patria, me parece
abusivo. Los toros (con minúscula, esos animales
maravillosos) se merecen algo más de respeto. Mitificarlo y envolverlo es nuestras disputas políticas e identitarias es una forma de falsificar
su drama y, de paso, el nuestro.
Creo
que lo mejor es que Esperanza Aguirre regrese a la política, al ruedo político, —nada de medias
tintas— y diga lo que tenga que decir donde deba y pueda ser contestada en los
términos pertinentes. Así no convertirá el espectáculo taurino en una
prolongación de la guerra por otros medios.
*
Esperanza Aguirre "Los toros" ABC 22/04/2014
http://www.abc.es/lasfirmasdeabc/20140422/abci-opinion-aguirre-esperanza-articulo-201404221245.html
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