Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Frente
a los que piensan que el poderoso es libre para hacer, se nos insiste repetidamente que nadie está más atado que aquel que dispone del poder. Mandar es, según parece, puro
sacrificio, un constante hacer de tripas
corazón. Con este planteamiento, el ejercicio del poder es un acto obligado
y la política, en cambio, un acto retórico de defensa de lo inevitable.
El
relevo en el gobierno francés tras la debacle de las elecciones municipales es
un ejemplo de este tipo de razonamiento. Manuel Valls ha tomado el camino de la
servidumbre, el del deber ser, y lo
ha hecho de tal manera que se han asustado hasta sus propios correligionarios.
El diario El País recogía hace unos
días la primera reacción de una parte de los socialistas franceses ante el
anuncio de sus medidas:
Un nutrido grupo de diputados socialistas
franceses anunciaron hoy una petición al primer ministro, Manuel Valls, para
que modere el programa de recortes de 50.000 millones de euros anunciado ayer,
al tiempo que solicitaron un cambio en la estrategia económica del Ejecutivo.
En una carta enviada al jefe del Gobierno,
los parlamentarios, procedentes de diferentes corrientes del Partido
Socialista, consideran que el plan de ahorro debe ser solo de 35.000 millones
de euros entre 2015 y 2017 y consideran "peligrosos" los anuncios
hechos ayer por Valls.*
Antes
solía ser al contrario, se discrepaba en privado y se asentía en público, pero
las reglas han cambiado. No tienes acceso al poder si no demuestras antes que
podrías hacer otra cosa. Solo al
poderoso le está permitido ver la naturaleza obcecada de la realidad. Esto o el
diluvio.
Hoy, el
titular del diario El País ha subido de tono: "Rebelión de los socialistas
franceses contra el plan de austeridad de Valls". Habrá que ver cómo
reacciona Valls, un duro —un socialista
de derechas le llaman, que ya es afinar—, y sobre todo habrá que ver cómo
reacciona François Hollande, que es quien le ha puesto.
La
teoría dice que si los de izquierdas hacen políticas de derechas, la derecha
regresa para hacer más políticas de derechas. Es una teoría desde la izquierda,
claro. Pero es que la teoría desde la
derecha es peor:
Algunos defensores del neoliberalismo, como Alain
Minc, exconsejero de Nicolas Sarkozy, han defendido que el giro de
Hollande, un giro que la derecha no se atrevió a dar cuando gobernaba, es un
gran avance para el país: “En el fondo, Mitterrand nos desembarazó del
comunismo; ahora, Hollande nos desembaraza del socialismo. Esto es, para
Francia, un gigantesco paso adelante”, ha escrito Minc.**
Esto es
demasiado aguantar para la izquierda francesa. Que te abucheen tus votantes es
malo, pero que te aplaudan tu rivales es pedir demasiado, en efecto. Alain Minc
ha querido convertir a la izquierda francesa en el motor achacoso de la Historia. Lo del "gigantesco paso
adelante" es recurrir a golpes bajos.
Desesperados
por los malísimos resultados de las municipales y con las europeas por delante,
en apenas unas semanas, los socialistas franceses han hecho una rebelión
doméstica —"rebelión" y no "revolución", como matiza bien
El País—. El conflicto, nos decían el otro día, estaba en una discrepancia de 15.000
millones en recortes, que para los rebeldes eran más bien vivisección. Esto ha
llevado al diario a acuñar una frase digna de ser recordada: "El Partido Socialista
(PS) francés se encuentra al borde de la implosión y del ataque de nervios",
es decir, una cosa entre la Física y Almodóvar, y que ahora que se nos ha ido
García Márquez, puede ser considerada como una aportación al realismo mágico.
En
cualquier caso, no será yo el que critique al socialismo francés por arrojarse a los despachos para protestar
contra su propia política. Valls argüirá que él sigue los dictados de la
Historia, pero no en el sentido perverso de Alain Minc, sino iluminado por la
"necesidad". Para otros siguen los dictados de Berlín y Bruselas, que
es la nueva pareja diabólica de parcas tejedoras. Teniendo en cuenta que los
franceses se decantaron por Hollande para acabar con la "austeridad",
es lógico que unos estén enfadados y otros asombrados (y enfadados).
Si hace
unos días nos hacíamos eco de lo que algunos llamaba la "nueva
cohabitación", entre la presidencia socialista y la jefatura del gobierno,
manifestando así la lucha que se avecinaba, la "rebelión implosiva"
que se ha desencadenado en Francia nos permite apreciar todos los conflictos de
la política en un solo bando. Me imagino que Marine LePen está feliz y no
precisamente por lo del "paso gigantesco" para Francia.
En
España, por mucho menos que esto, ya estarían como locos reuniendo periodistas
para darles los titulares de "¡Pongan orden en su casa!", "¡Aclárense!",
etc. que es la forma jocosa que tienen nuestros políticos de enfrentarse a las
discrepancias ajenas. Lo malo del caso francés es que desmonta parte de las
campañas previstas para las europeas, en la que la "lucha contra los
recortes" estaba ya preparada como línea principal de socialismo. La
imagen de un socialismo francés recortando
no es la más favorecedora. Cayo Lara ya ha salido diciendo que el PP y el PSOE
son esclavos de sus "agendas ocultas" dictadas por la Europa
neoliberal. Cada uno a lo suyo.
O mucho
destino o poca imaginación.
*
"Numerosos diputados socialistas piden a Valls que modere los
recortes" El País 17/04/2014 http://economia.elpais.com/economia/2014/04/17/agencias/1397753328_567800.html
**
"Los diputados socialistas rechazan el plan de austeridad de Hollande y
Valls" El País 21/04/2014
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/04/21/actualidad/1398090689_759951.html
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