Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
preguntas son ¿hasta dónde y hasta cuándo? ¿Cuál es el límite hasta dónde
piensa llegar Vladimir Putin? El margen de maniobra es cada vez más pequeño
para algo que pueda ser llamado una "solución" por las partes
implicadas. Pero encontrar una solución a un problema es difícil si el cinismo
de una de las partes le lleva a insistir en que no tiene nada que ver con el
problema planteado.
Rusia ha
insistido hasta el final en que los miles de hombres armados y las divisiones
mecanizadas desplegados por Crimea "no eran rusos" en uno de los
ejercicios de cinismo más espectaculares de la Historia, en donde siempre ha
habido buenos ejemplos. Para Rusia tapar las matrículas de los camiones
militares es convertirlos en civiles, en "camiones rusófonos". Para
Rusia, los miles de hombres uniformados y armados desplegados no son rusos si
no muestran signos de ello en sus ropas. Rusia nunca invade, solo acude en
ayuda de las personas que se lo piden. Como decía el ex militar ruso y hoy
analista de Rusia Televisión que citábamos el otro día: Occidente nunca
reconocerá lo bueno que Rusia ha hecho.
Vladimir
Putin es una mezcla de cinismo, fuerza bruta y astucia con pocos escrúpulos. Esperó a que terminara
Sochi para que no se empañaran sus "olimpiadas" y poder dar al mundo
la exhibición de grandeza que quería dar. Hitler también tuvo las suyas para
asombrar al mundo. Una vez terminado Sochi, se trataba de hacer otro tipo de
exhibición: la de cómo, con un mínimo de esfuerzo, puede deshacer un país que
se ha negado a seguir tus dictados. Putin no es persona a la que se le pueda
contrariar impunemente. Los enemigos de Putin acaban en la cárcel, con un
sistema judicial temeroso de oponerse a los mandatos del nuevo zar mueren de
forma terriblemente complicada —con métodos heredados de la KGB, de la que formó parte— o de forma más
sencilla, tiroteados en la puerta de su casa. En Rusia ser enemigo de Putin se
paga caro. También se paga caro serlo fuera en aquellos lugares que Putin
considera como "suyos" dentro de su mentalidad imperialista.
La
soledad en que ha dejado a Rusia, con una condena internacional unánime, no le
importa demasiado, pues —en su opinión— eso es lo que define a una
"superpotencia". Es lógico que todos los países que tengan frontera con
Rusia se sientan preocupados y que contemplen con interés los movimientos que
sus "rusófonos" puedan hacer en cualquier momento. Cuando Rusia era
la Unión soviética y los demás eran sus "satélites", estos países
eran sus colonias y los "rusófonos" una forma de ocupación
"amigable" dentro de una perspectiva intemporal e irreversible.
Pero la pérdida de poder no supuso el regreso a la madre Rusia sino la
residencia con pasaporte cambiado.
El problema
no era nuevo. Los desplazamientos masivos de población fueron una política
seguida en los conflictos desatados por los choques y derrumbamientos de los
imperios de la zona (austrohúngaro, ruso, otomano) y por la movilidad de las
fronteras y de millones de personas que eran desplazadas hasta los confines de
Rusia o donde les tocara en cada caso, como los tártaros de Crimea, por ejemplo.
La caída de la Unión Soviética y de su poder sobre los países satélites dejó
esos núcleos de población fuera de sus fronteras y ahora los utiliza Putin para
expandirse. La solución clásica que
se había practicado era la de desplazar la población, es decir, mandar a los
"rusófonos" a Rusia, pero la solución de Putin es mandar Rusia a los rusófonos, es decir,
cambiar las fronteras, anexionarse territorio.
El
profesor Peter Gatrell, de la Universidad de Manchester, explica en su artículo
titulado "Crossing borders: migration in Russia and Eastern Europe during
the twentieth century":
Throughout Eastern Europe rural over-population
regularly attracted the attention of economists during the first half of the
twentieth century. One solution was land reform, another was industrialisation.
Soviet Russia adopted an extreme version of both. Rapid industrialisation and
forced collectivisation led to a mass exodus of peasants from the countryside.
(Collectivisation was also accompanied by the forced removal of kulaks to
remote parts of the Soviet Union.) Those who resisted or were thought disloyal
were sent to the Gulag, which served not only as a punitive regime but also as
a comprehensive device for the exploitation of remote regions rich in mineral
resources and timber.
When the Second World War came to an end, new
governments in Eastern Europe acknowledged the need not only for social and
economic reconstruction to recover from the ravages of war, but also for rapid
industrial development and investment in infrastructure. As in the Soviet
Union, the result was to encourage the migration of peasants from the village
to the city. This programme was also linked to population transfers. Germans
were expelled from Czechoslovakia and Poland where they had lived for generations.
In Poland their properties were taken over by Poles who were themselves forced
out of western Ukraine, now assigned to the Soviet Union. Simultaneously
Ukrainians were unceremoniously shipped from Poland to Ukraine, in an attempt
to create ethnically more homogeneous states.*
Todos esos movimientos brutales trataban de construir
estados, como bien señala Gatrell, étnicamente más "homogéneos" en
previsión de conflictos, sin embargo los rusos siguieron donde estaban y es
ahora cuando surgen los conflictos, cuando los intereses de Rusia se ven
afectados; no tanto los de los habitantes "rusófonos", que se ven en la
tesitura a que les ha llevado Putin.
Los "rusófonos" y sus territorios son una especie
de "frontera blanda" de Rusia; una garantía de seguridad mediante la creación interesada de conflictos, por eso a
Putin le interesa más una "federación ucraniana" con zonas
controladas desde Rusia y —como ha propuesto— con una nueva constitución que
garantice la toma de decisiones internacionales de Ucrania desde las
"regiones autónomas". Podría controlar la política ucraniana respecto
a Europa o la OTAN desde sus nuevos "satélites" regionales. Esa sería
su solución ideal, pues le permitiría vetar las decisiones de acercamiento a
Europa que desea una parte importante del país.
La solución de Crimea —la anexión relámpago— es más una
muestra del caso extremo para que los demás decidan la alternativa que se les
ofrece. Pero eso no significa que sea el resultado; solo que es su estrategia
pensando que Europa y Estados Unidos presionarán a Ucrania para evitar el
conflicto armado, en cuyo caso se quedaría con
todo, pero a costa de crear una situación internacional de aislamiento y
sanciones para Rusia. Como "jugador", Vladimir Putin tiene que
mostrar que eso no le preocupa. Él es la banca y marca las jugadas al resto,
que debe aceptar o no sus órdagos.
La deriva del caso de Ucrania es muy compleja y no parece
que Vladimir Putin ceda. El "líder orgánico", como lo calificábamos
el otro día, basa su poder en no mostrar debilidad. Y la negociación le parece
un signo débil; es sorprendente escuchar a ministros y embajadores rusos decir
con total tranquilidad que Rusia no tiene nada que ver en lo que ocurre. La
Rusia de Putin no muestra su poder, lo ejerce y deja que decidas si quieres
más. Estos actos, más que gestos, se destinan tanto al exterior como al
interior de Rusia, en donde Putin basa su creciente popularidad en la represión
de cualquier signo de oposición. Con este clima prebélico que está propagando
por el país, piensa que mantendrá el apoyo de aquellos que quieren ver otra vez
a Rusia como un líder mundial. El problema es que el mundo ya no funciona de
esta manera, que Europa ya no es la misma tras las dos guerras mundiales. El
uso chantajista de la energía —amenazando a Europa con cortar el suministro,
subiendo los precios un 80% a Ucrania, etc.— ha mostrado que Rusia no es buen
vecino, comerciante o aliado. Lo que ganó con su intervención en el caso de
Siria —evitar que muchos se metieran en un conflicto no deseado—, lo ha perdido
ahora queriendo arrastrar a Occidente a un conflicto sobre suelo europeo. Su
astucia entonces le permitió sacar adelante a su amigo sirio, pero ahora es él
quien empuja hacia el conflicto a los demás. Ha pasado de dar soluciones a crear el problema.
Putin quiere una Rusia mercader y una Rusia bélica, pero no
se da cuenta de que no se pueden aplicar las dos tácticas simultáneamente, al
menos no a los mismos. Y eso es lo que trata de hacer.
* Peter
Gatrell: "Crossing borders: migration in Russia and Eastern Europe during
the twentieth century" History in Focus "Migration" 2006
http://www.history.ac.uk/ihr/Focus/Migration/articles/gatrell.html
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