Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Una de
las cosas que mejor definen el periodismo es el titular. El titular tiene un
doble estatus, como toda promesa o pacto: nos ofrece algo y lo hace con un
cierto estilo. El titular es un contrato sobre lo que el lector espera recibir.
Nos adentramos en el texto al reclamo de unas líneas que nos hacen promesas
sobre lo que esperamos encontrar. Como puede ocurrir con las promesas, muchas
de ellas se incumplen o nos defraudan los resultados finales. Descubrimos
entonces que lo que se nos ha dicho no era más que un envoltorio que escondía
la realidad del texto.
Un
titular es también una elección sobre el amplio contenido que le sigue. Nos
muestra una decisión y un estilo decisorio que nos revelan algo del que ha
realizado ese proceso de enmarcarnos el texto dentro de una lectura que el
propio titular genera. Vamos al texto por
el titular y leemos el texto desde el
titular. Lo que podemos encontrarnos después puede se conforme a nuestras
expectativas, creadas por el titular, o por el contrario puede ser engañoso o
injustificado, un reclamo de pato para que el lector entre en la trampa efímera
de la lectura.
Engañoso,
injustificado o también —¿por qué no?— injusto, que es cuando lo que se nos
dice queda empobrecido por una forma escandalosa de escribir y describir lo que
después vamos a encontrarnos en el texto. Hay titulares que engañan engordando
lo que apenas tiene consistencia y otros que, por el contrario, pervierten el
contenido excelente porque no confían en que el paladar de sus lectores sea capaz
de degustar más que griterío emponzoñado, controversia fácil, insinuaciones
calumniosas, dobles sentidos y demás trucos con los que la profesión
periodística tira piedras sobre su tejado y reduce a sus lectores a devoradores
de comida basura.
Eso es
lo que siente uno cuando ve la forma en que el diario El País ha titulado una magnífica entrevista al académico, catedrático de la
Sorbona y ensayista Marc Fumaroli con motivo de la publicación de una nueva
obra, La República de las Letras. El
titular elegido por el diario es “Amazon son ladrones, unos vampiros”. Digo "elegido
por el diario" porque —como he hecho en otras ocasiones— me gustaría que ese titular no fuera un
acto deliberado del mismo profesional que ha realizado la información. Me
gustaría —me muevo en el espacio del deseo— poder pensar que hay todavía
personas que son capaces de realizar el proceso de elaboración de la
información desde la honestidad profesional y no desde visiones y criterios
degradados de sus materiales y del público al que van dirigidos.
Esta
forma de titular es degradada y degradante, porque no solo afecta al
trabajo del profesional —que ve modificado a la baja su trabajo, el texto— sino
también hacia un lector al que se le llama a voces ofreciéndole carnaza podrida
para que el olor se perciba desde bien lejos, que la vista se vea impactada por
llamativas y escandalosas palabras. En el titular, que no puede ser más simple,
todo queda reducido, de forma contundente, a la afirmación de que
"Amazon" son "ladrones" y "vampiros", perdiendo
cualquier tipo de sutileza informativa que nos explique por qué se ponen en
boca de un señor como Fumaroli esas afirmaciones tan contundentes.
La
entrevista con Marc Fumaroli se centra en las ideas que ha desarrollado en su
última obra donde trata de explicar —según vamos sabiendo a lo largo de la
entrevista— la esencia del mundo de las Letras hasta el siglo XVIII y cómo todo
ese sentido cosmopolita de la cultura se transformó con la explosión del
énfasis expresivo del "yo", con la llegada de los Romanticismos
egocéntricos y populistas, buscadores de raíces personales y nacionales en
extrañas síntesis de las que todavía padecemos los efectos secundarios.
Dice
Fumaroli que tuvo una gran suerte por quedar aislado en el Marruecos francés durante
los años de su infancia: "tuve la
suerte de estar privado de libros que no fueran los clásicos". Creció así
su devoción literaria entre autores —Moliere, Racine, Corneille, La Rochefoucauld...—
muy distintos de los que posteriormente revolucionarían las Letras creando un
mundo fragmentario y de búsqueda constante, en el que el riesgo estaba en el
descubrimiento de la propia mediocridad y en ser fagocitados por un público vulgar, acabados ya los tiempos de los elitistas
mecenas protectores.
Tras
interesantes reflexiones sobre los clásicos, el lenguaje, el gustos estéticos,
etc.; tras citar ilustres nombres como los anteriores y otros tan exquisitos
como Gide, Céline, Brasillach..., la entrevista se cierra —¡qué deprisa pasa el
tiempo!— con una referencia a un libro anterior del autor y a la actualidad
francesa:
P. Usted, que escribió El estado cultural, contra la política ideologizante ¿cómo valora
la defensa estatal de los libreros franceses contra Amazon?
R. Estoy a favor de las librerías. ¡Es el
combate de David contra Goliat! ¡Esas enormes maquinarias internacionales como
Amazon que comen dinero y no pagan impuestos son ladrones, son vampiros, los
detesto, no hay nada más horrible que esos Steve Jobs y compañía! En El Estado cultural yo no dije que el
Estado no tiene que intervenir en los temas culturales; lo que dije es que debe
apoyar solo lo mejor, y no derrochar en apoyar el rock o el rap y esas cosas
que se venden muy bien solas. ¡Apoyar el libro, sí, al cien por cien! O nos
convertiremos en subamericanos. En Nueva York todas las librerías interesantes
han cerrado, quedan un par de Barnes and Noble, nada más...*
Tras
esto, solo queda pagar el café y ponerse los abrigos. Ya está todo dicho. Esta
última respuesta cuando ya se ha "sacado" todo lo anterior sobre la
obra reciente es el diezmo a la "actualidad", la puerta que permite
al periodista entrar con la cabeza alta en la redacción, un mundo en el que se
confirma lo dicho por Marc Fumaroli: parece que solo cabe la vulgaridad y el
escándalo, donde la "cultura", las "ideas", la
"reflexión", etc. no pueden tener sitio. Todo lo anterior a ese
párrafo, el texto completo, desaparece y solo nos quedan "ladrones" y
"vampiros", quizá porque estaba destinada a aparecer en la edición de
ayer, día de Halloween, y a alguien le pareció ocurrente. ¿Es eso lo
"periodístico"?
Titulares
posibles como "El Quijote apasionó a todo el siglo XVIII francés",
"El beneficio ha destruido la República de las Letras", "El ocio
debe ser enriquecedor"... o más centradas en lo personal, como "Quedé
aislado con los clásicos", "Estoy a favor de los libros" quedan
en el limbo de lo posible ante la contundencia de "vampiros" y
"ladrones".
Hay un
sinfín de posibles formas de que el titular haga justicia al texto. Casi
cualquiera menos la elegida, que ha sido, además, manipulada. Tan manipulada
que para que no sea tan evidente han cometido el "error" de suprimir
las comas que enmarcaban a Amazon convirtiéndola así en el sujeto de las
acusaciones de Fumaroli, y no en tan solo un ejemplo de lo que quiere criticar:
"esas enormes maquinarias internacionales". Quitar el
"como" es convertir a Amazon en la responsable absoluta y en el
objeto único de la ira de Fumaroli.
La
forma correcta de la frase probablemente debería ser así: "Esas enormes maquinarias
internacionales, como Amazon, que comen dinero y no pagan impuestos son
ladrones, son vampiros, los detesto". De la misma forma, con el mismo criterio,
—sería interesante saber por qué no lo hicieron— se podría haber titulado
"¡Detesto a Steve Jobs!", pero quizá lo vieron demasiado personalizado
y escandaloso, algo que suscitaría la protesta del propio Fumaroli que vería
mucho más tergiversadas sus palabras. Al ponerlas entre comillas, se le asigna a Fumaroli un sentido que no es el que él le ha dado, incumpliéndose así otro pacto, el que afecta al entrevistado, que ve centradas sus declaraciones en algo marginal en la entrevista. El diario, sin embargo, insiste en ese interés —suyo, no del entrevistado— al señalar desde la cabecera "Alerta
en esta entrevista sobre los peligros de los monopolios tecnológicos", algo que es absolutamente incierto.
Lo más
deprimente de todo esto es que se reduce a los lectores a devoradores de
carroña, a carroñeros incapaces de degustar un titular que tenga que ver con la
"cultura", campo residual y estadísticamente despreciable en nuestros
medios, incluso en los selectos, como se ve. La entrevista, de esta forma, mata
los valores que el propio Fumaroli ha tratado de transmitir en sus
declaraciones a través de la confirmación de los males que supone ese titular.
Titular
de esa forma es comprender que efectivamente no es posible la "cultura"
porque, entre otras cosas, algunos medios de comunicación hacen lo posible por
enterrarla alejándola de lectores a través de su malformación. Es una educación
negativa del lector. El que quiera cultura, parecen decir, que vaya a las
revistas especializadas, que nosotros
somos orgullosos garantes de la mediocridad ambiental, guardianes del
escándalo, pisadores de uva de cualquier cosa que signifique sutileza,
elegancia y distinción. Ladrones y vampiros.
Las
pretensiones de que el "Estado apoye lo mejor" de la cultura para una
mejora de la sociedad, sumergida en vulgaridad —como bien dice Fumaroli, lo
vulgar se vende solo—, se diluyen en
la forma burda de transmitir su mensaje, confirmando que no están los tiempos
para Repúblicas de las Letras.
Echamos
la culpa de esta situación al sistema educativo, a los profesionales, a los
recortes, etc., pero no nos paramos a ver cuál es nuestra diaria contribución
al crecimiento de la basura medioambiental. Si la obra de Fumaroli trata de
explicar cómo el "ocio" era un concepto esencial en el mundo antiguo,
pues estaba destinado al cultivo de uno mismo mediante la mejora del
conocimiento, que fue de ese concepto del que surgió lo más valioso de la
cultura digna de ser llamada así, «en el mundo industrial, moderno, el valor
central es el trabajo. Es el beneficio, ganar, un mundo en que artes y letras
están cada vez más marginalizados, no son de la misma necesidad que en un mundo
centrado en el ocio.»*
Mientras la entrevista a Marc Fumaroli nos explica
que es la perversión del ocio lo que
marca el sino de los tiempos, el titular elegido nos lo confirma. Cualquier
cosa vale para llamar la atención. Y todo tiene su efecto.
*
“Amazon son ladrones, unos vampiros” El País 2/10/2013 http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/01/actualidad/1383332137_668553.html
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