Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
crisis es una escuela en la que todos los días aprendemos algo; es una especie
de asignatura en la que se fusionan teoría y práctica y en la que los apuntes
te los tatúan en la piel. ¡Qué razón tenían con aquello de la letra y la
sangre!
Lo que
estamos comprendiendo bien es la forma
del sistema, cómo está todo interrelacionado. Hemos aprendido — al menos, me
gustaría que esa lección la hubiéramos aprendido, si bien no estoy seguro de
ello— que un país para funcionar bien
no debe hacerlo a tirones y de forma desarticulada, que la política, en
realidad, es el arte de la armonía, del crecimiento armónico. España no lo hace
y tampoco lo hace demasiado Europa.
Se está
hablando mucho estos días de las observaciones que se han hecho a Alemania
sobre su superávit, algo que ofrece un ejemplo de la diferencia entre "ir
bien" y crecimiento armonioso al estar integrada en una unidad superior,
Europa. La situación se describe en los siguientes términos, según la resume
RTVE:
Alemania, por primera vez, se incluye entre
los países cuya economía es sometida a un análisis detallado por parte de la
CE, debido al superávit comercial que ha mantenido por encima del 6% de su
Producto Interior Bruto (PIB) desde 2007, uno de los indicadores que se tienen
en cuenta en este proceso.
El presidente de la Comisión Europea, José
Manuel Durao Barroso, apunta que la situación alemana "no es un
desequilibrio, pero es necesario analizarla en profundidad para ver si tiene
efectos negativos en el resto de la eurozona". Añade que hay que estudiar
si "Alemania, la potencia europea, puede hacer más por Europa".
Barroso ha valorado que Alemania "es la
gran ganadora del mercado interno europeo, por su industria y su
tecnología" pero que ahora tiene que "abrir su mercado de servicios,
porque será bueno para la competencia, los consumidores y el mercado
único".
El comisario de Asuntos Económicos, Olli
Rehn, ha subrayado que Alemania debe impulsar la demanda interna para ayudar a
los países de su entorno, pero que si no se produce un aumento de la
competitividad y se sigue por el camino de las reformas, el aumento del consumo
alemán no beneficiará a Europa sino a terceros países como China.*
Podemos
pensar que el hecho de que se beneficie a terceros países, como ha indicado
Rehn, sea una maniobra doble y que a Alemania no le preocupe demasiado beneficiar
a China y sí en cambio que le surjan competidores en el seno de la Unión
Europea que cuestionen su liderazgo y maneras. O podemos pensar, en el otro
extremo, que simplemente va a lo suyo y que los demás deben amoldarse a sus
ritmos sin que le preocupe más que en la medida en que deba financiar los desequilibrios de los demás. El crecimiento
antieuropeísta en Alemania a través de partidos que piden su salida del euro
para dejar de financiar vagos periféricos va en este sentido de que a Alemania
le iría mejor fuera del euro. Quizá sea el equilibrio necesario para compensar las
ideas de que a Europa le iría mejor con una Alemania fuera del euro, como
algunos también sostienen, señalando que la economía alemana es demasiado
poderosa y específica como para que nadie la armonice, condenando a los demás a
plegarse a sus designios.
Hay dos
datos que no aparecen en la información que completan el cuadro alemán en el
marco europeo: Alemania es el único país de la eurozona que no tiene salario
mínimo y, en segundo lugar, invierte más dinero fuera de la UE que dentro.
Cuando
se acusa a Alemania de no estar haciendo
más por el equilibrio europeo se está cuestionando, por ejemplo, que los
salarios no se hayan movido, por lo que el consumo alemán está estancado en vez
de ser un elemento de dinamización de la producción de los países de la zona
que verían salida a sus productos en un mercado tan poderoso como el alemán.
La
obsesión de Alemania por la inflación es proverbial y está marcando el desarrollo
de toda Europa ya que frena el consumo. Los sueldos alemanes son
escandalosamente a la baja aunque su economía pueda ir mejor que la del resto o
simplemente bien. Muchos trabajadores alemanes, como señalan muchos
indicadores, están instalados en la pobreza de los minijobs. En el mes de agosto podíamos leer un ejemplo claro de
esto en el diario El Mundo, que se preguntaba cuánto deben bajar los salarios
cuando los alemanes nos "recomiendan" hacerlo:
[...] para ello debemos acudir a los Job
Center, lo que serían en Alemania las oficinas del antiguo Inem y que, en un
país donde no hay legislado salario mínimo, es donde se cuecen los denominados
'salarios bajos', en las negociaciones directas entre empresas y parados.
Una agencia de viajes del barrio berlinés de
Reinickendorf ofrecía la semana pasada un puesto de secretaria a tiempo
completo con una remuneración de entre 700 y 800 euros mensuales.
Olaf Möller, el presidente de la Agencia
Regional de Trabajo, que hace de conector e intermediario público entre la
oferta y la demanda, consideró semejante oferta "ofensiva e inmoral"
y ordenó retirarla del sistema informático, aunque para entonces el Job Center
había enviado ya cartas a una docena de parados sugiriendo que se presentasen a
la convocatoria de la plaza, uno de esos consejos que, en caso de ser desoídos,
le puede costar a uno la prestación del paro en Alemania.
Este caso ilustra la línea roja que los
alemanes no parecen estar dispuestos a cruzar en cuestión de salarios bajos y
también el nivel salarial que Alemania ha mantenido inamovible en los últimos
10 ó 15 años.**
Los
sueldos bajos mantienen lógicamente un nivel bajo de consumo interno, por lo
que la inflación se mantiene controlada o puede llegar a ser negativa, como
está ocurriendo en algunos países como España. Sin un límite que suponga el
"salario mínimo" que pueda ser regulado, los sueldos se estancan y
caen formando —como ya ha ocurrido— unas inmensas desigualdades que van
creciendo: unos reciben cada vez más y otros cada vez menos. Es un juego
peligroso que va en contra de la armonía y que se puede volver contra Alemania
en cuanto que se llegue a un nivel en el que no pueda controlarlo. Pero
Alemania ata también otras piezas a través de sus inversiones fuera de la UE,
con lo que no corre el riesgo de que sea adelantada por sus posibles
competidores en la UE.
Se da
aquí la frecuente paradoja de que "Alemania" y los
"alemanes" pasan a ser cosas distintas y que los economistas, según
su color e intereses, se decantan por una o por los otros. En este sentido, los
"sabios" de los que Merkel se ha rodeado para que la asesoren en
política económica no hacen sino reforzar sus políticas anteriores dándolas por
buenas:
Los 'cinco sabios' rechazan frontalmente
propuestas como la introducción de un salario mínimo interprofesional,
principal condición a la que ha supeditado el Partido Socialdemócrata (SPD) su
participación en una gran coalición con Merkel.
Bajo el título de "Contra una política
económica retrógrada", los sabios lanzan asimismo duras críticas hacia
todo propósito de subir impuestos -como también defiende, aunque con menor
fervor, el SPD- y rechaza incluso que se intente limitar reglamentariamente el
aumento de alquileres, otro de los puntos que negocian los dos grandes
partidos. Apartarse de la línea emprendida con las reformas estructurales de la
Agenda 2010 implicará nuevas cargas para las generaciones venideras, concluye
el informe. Los esfuerzos del nuevo gobierno deben orientarse a lograr una
"arquitectura estable para la zona euro", lo que implica mantener el
ritmo de las reformas emprendidas y el rumbo de la consolidación.***
Es una pena que los cinco sabios alemanes sean alemanes. A lo mejor si solo fueran sabios sin más, opinarían de otra forma, incluso más sabia. Esto de la "sabiduría", ya sabemos, va por barrios y hay barrios ricos y barrios pobres. Pensar
tanto en la "generaciones venideras" puede tener el pernicioso
efecto de que no "lleguen" nunca, algo posible con el envejecimiento de la
población alemana, que no tiene dónde vivir por los altos alquileres ni hijos
que mantener por los bajos salarios, auténticos inhibidores de la procreación
cuando no de la simple sexualidad por estrés. Los "sabios chinos", por ejemplo, se han preocupado de que vengan las generaciones venideras autorizando un segundo hijo; nosotros practicamos la política del hijo único a base de recortes de metros cuadrados en las casas y de ceros en las nóminas. Se puede ser sabio de muchas maneras.
Cuando
los sacrificios de hacen crónicos —como los minijobs o, mejor, los minisueldos—se
convierten en cargas de las que unos se benefician y otros las padecen. En el
fondo es la destrucción de un edificio social que ya sea porque no gustara a
unos, porque otros no supieron gestionar o porque era inviable —escoja lo que
menos le irrite— tardará varias generaciones en reconstruirse.
Es una pena que los sabios estén para estas cosas, para mal arreglar desastres y no para prevenirlos. Cabe también dudar sobre si su sabiduría no estará trucada y que pinten el futuro con una mano mientras lo desvelan con la otra. Tampoco nos queda claro si son los sabios los que hacen poderosos a los países o si solo los países poderosos se pueden permitir el lujo de tener sabios dignos de entregar sus conclusiones a cara descubierta. Ser sabio en España, por ejemplo, es más arriesgado; especialmente si tus vaticinios no coinciden con los alemanes.
*
"España recibe el tercer aviso de Bruselas por sus desequilibrios y
Alemania el primero por superávit" RTVE 13/11/2013
http://www.rtve.es/noticias/20131113/espana-recibe-tercer-aviso-bruselas-desequilibrios-macro-alemania-primero-superavit/790902.shtml
**
"¿A qué llaman los alemanes 'salarios bajos'?" El Mundo 08/08/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/08/08/economia/1375949706.html
***
"Los 'cinco sabios' recomiendan a Merkel no subir impuestos y no
establecer un salario mínimo" 20 minutos http://www.20minutos.es/noticia/1975259/0/cinco-sabios-alemania/angela-merkel/subir-impuestos-salario-minimo/#xtor=AD-15&xts=467263
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