Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
trivialidad es como una termita en el mundo de la información. Empiezas oyendo
ruiditos y cuando te quieres dar cuenta te han hecho serrín la realidad. El
problema reside en que las termitas, animales sociales, son capaces de hacer
ruiditos melodiosos, pequeñas sinfonías simpáticas que el que las escucha es
capaz de seguir con un ligero movimiento de pies, un tamborileo de dedos y
hasta un animado tarareo. Lo trivial mola.
Si
decía aquel rey absolutista que "el estado soy yo", la trivialidad, en
cambio, como la poesía de Bécquer, "eres tú", una acusación
permanente, un reproche razonado y demostrable con minutado. La trivialidad nos
come, denuncian, y especialmente los fines de semana, hechos para descansar en
un país en el que muchos les gustaría cansarse.
El
diario El País acoge entre sus páginas
de hoy, sábado, fin de semana, la queja del Consejo de Informativos sobre el
avance termitero de la trivialidad en RTVE:
Los periodistas de Televisión Española han
elaborado un informe sobre los contenidos de los principales informativos desde
el comienzo de la temporada, el pasado septiembre, en el que critican la trivialización
y banalización de los espacios de noticias. Una tendencia que han percibido,
especialmente, en los telediarios del fin de semana. Afirman que con este tipo
de prácticas la oferta de la televisión pública corre el riesgo de dejar de ser
“la mejor opción” para seguir la actualidad.
Como ejemplo de esta tendencia citan el TD2
del 13 de octubre. En esa edición se daba cuenta de la asamblea de 2.000
alcaldes en Madrid contra la reforma de la ley de Administración Local sin
explicar “el contenido de la polémica reforma”, según expone el Consejo de
Informativos de TVE (CdI), órgano de representación de los profesionales. Ese
mismo día se incluían temas de “indudable menor trascendencia” como el cambio
de armario o el estrés de los bebés. Noticias que “aunque pueden tener cabida,
nunca deben ser excusa para dejar de ofrecer el tiempo y el tratamiento
adecuado a los problemas y cuestiones que afectan y preocupan a la sociedad
española”.*
Es esa lucha
entre lo que "pueda tener cabida" y lo que "debería estar sin
falta" lo que define el problema informativo en toda su dimensión
selectiva, primera etapa del proceso. Las discusiones en los medios públicos
son siempre las mismas —los privados se limitan a ser triviales y a recoger las
disputas de los medios públicos— y afectan primero a la selección y después a
la otra batalla, la del tratamiento informativo.
Habrá
refinados del análisis cultural que digan que la "trivialidad" es en
sí una ideología o la extensión anestésica de una ideología. La trivialidad —en
mi modesta opinión— es más bien una consecuencia del poder moderno, una
tentación totalitaria amable, el
descubrimiento de que no es necesario cambiar el pensamiento, sino simplemente
dejar de alimentarlo. La trivialidad es la diabetes del pensamiento, un exceso
de azúcar en la realidad, que se nos muestra acaramelada.
Hay una
trivialidad selectiva como hay una trivialidad interpretativa. Cuando los
hechos seleccionados para su presentación son triviales se disfrazan, para
compensar, de trascendencia y con añadir el toque de un experto y un par de palabras mágicas —de esas que te dan cierto
refinamiento— suele ser suficiente. Por lo general, basta con recoger las
palabras de alguien que pasaba por allí en ese momento.
Para
cultivar la trivialidad interpretativa basta con invitar a un indocumentado a
que exponga sus razones u opiniones. Como de estos suele haber bastantes y si
no los fabricamos, no suele haber problema. A veces sorprende la poca capacidad
de los opinantes para opinar o su ligereza. Es otra forma de introducir la
trivialidad, que es lo que se suele esconder tras esos intensos debates en los
que se oculta tras las aparentes pasiones de los gritos.
Hace
unos días se ha juzgado en España el "caso del falso experto", un listo que durante mucho tiempo se paseó
por los platós televisivos como opinión
cualificada, algo que no era. Lo más divertido del caso es que era experto
en muchas cosas, según los que le
necesitaban demandaran.
Pero
nada supera la expansión de la termita trivial como el caso murciano destapado
en 2009, el de la invención institucional del falso experto:
Murcia, 16 feb (EFE).- El consejero de
Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, reconoció hoy que Vladimir Karabatic,
presentado en Fitur como "experto internacional en la identificación de
estereotipos turísticos", es "un personaje" que "se
contrató" con el objetivo de hacer una campaña de difusión del turismo de
la Región.
El pasado 30 de enero, Cruz presentó en el
expositor de Murcia en Fitur a Karabatic como el autor del eslogan
"Typical Spanish", y dijo de él que había logrado introducir en Japón
la moda del flamenco, y la paella como seña de identidad de Valencia.
El consejero justificó la contratación de
este supuesto experto en la necesidad de buscar un "estereotipo", una
"identificación" que se asociara con la Región. Además anunció la
apertura de una página web para recibir las sugerencias de la sociedad en
paralelo a la "investigación del experto", que a pesar de estar
retirado iba a colaborar de forma "altruista".
La creación de Karabatic se completó con la
introducción en la enciclopedia web Wikipedia de una ficticia biografía, un
listado de trabajos y publicaciones, así como supuestas estancias en la España
de los 60 cuando Manuel Fraga era ministro de Información y Turismo.**
Sobran
las palabras, sobran las lágrimas. ¡"Información" y "Turismo,
qué gran tándem! ¡Por él no pasa el tiempo!
España
está condenada a la trivialidad. Se ha autocondenado.
Aunque nos cueste reconocerlo, todos nuestros esfuerzos van en ese sentido,
porque la trivialidad es rentable.
Convertidos en país espectáculo,
tenemos que publicitarnos ante los demás y ante nosotros mismos como escenarios
idílicos para broncearse, degustar tapas y platos, sentarse en zonas peatonales
a disfrutar de aquello por lo que pedimos identificarnos ante los demás.
España
ha regresado gozosa a la "españolada": el sol, la paella, el flamenco
y el fútbol. Es normal que los medios oficiales dediquen pues sus programas a
hablar del "tiempo" —qué bueno hace hoy en Almería, cuánta nieve hay
en el Pirineo—, de la "gastronomía" —numero de estrellas Michelin, el
cocinero como héroe nacional—, los "espectáculos" —de una visita
papal a la Fórmula 1, de la petición de Juegos Olímpicos a la Madrid Fashion Week— y el "deporte"
—el nuevo español universal, los Nadal, Alonso, Márquez, Gasol, Pedrosa... y un
ilustre largo etcétera que se han ganado el reconocimiento internacional sobre
campos y circuitos—. Por eso la huelga de basuras en Madrid ha sido un ejemplo
de combate en el tratamiento político
informativo, algo digno de estudio comparado. Era, como dicen los cursis,
un "tema sensible", pues afectaba a la "imagen" —a la
"marca Madrid", a la "marca España"—, que pasa a ser el eje
de la actuación política. Toda España es ya "Terra Mítica", para bien y para mal. Son las luces que se ven desde el espacio, las de estadios y saraos, las de estrenos y clausuras. La España de las luces.
Trivialidad es dedicar diez minutos al problema de los
abductores de un deportista o a de quién está embarazada la hija de la
tonadillera, a en qué se gastó la herencia el hijo díscolo del torero o cómo se
lleva con su suegra una monada inapetente. Pero de la trivialidad —no seamos
hipócritas— también se vive y algunos bien. Detrás de ella, de la neblina de la
tontería, un amorfo país desperdiciado, lleno de frustraciones, pasando de mano
en mano mediocres y aprovechadas, que son incapaces de establecer un rumbo de
ilusión más allá de lo expuesto.
En otro
rincón del periódico, Jorge M. Reverte nos da su interpretación del destino
final de RTVV, la televisión cerrada con poca protesta ajena. Reverte lamenta
la pérdida de puestos de trabajo y los despidos, pero como aquel que dijo que
como buen cristiano no podía sino
lamentar la muerte de Stalin. Tras el cierre, su epitafio no puede ser más
descarnado:
En realidad, la historia de estos medios
públicos se muestra en todo su patetismo porque ha contado con la complicidad
de muchos ciudadanos y la pasividad complaciente de una gran parte de sus
plantillas, que han tolerado durante años que un medio de titularidad pública
se convirtiera en un gran burdel. Cuando alguien protestó (hubo casos, por
fortuna) no encontró la solidaridad de los compañeros. Y qué decir de la
fábrica de basura en la que se convirtió esa televisión, a la vanguardia de la
producción de programas como Tómbola.
¿Hicieron alguna huelga contra eso sus trabajadores?***
Un
"burdel", como ya sabía Jean Genet, es sobre todo una fábrica de
fantasías, un espacio de carencias disfrazadas, la transmutación perversa del
teatro calderoniano. No nos engañemos: la termita de la trivialidad no está
solo en los medios públicos, no es solo una cuestión política o, mejor, de
partidos. Es el signo de los tiempos; el bostezo final con el que T.S. Eliot pensaba que se acabaría el
mundo. No existe la nada, existe la carta de ajuste. Es el círculo vicioso
del adicto a la tontería, a la simplicidad, a lo llamativo, a lo estridente, al
pensamiento bajo en calorías. La televisión solo es la punta del iceberg y bien
harían algunos en ver la viga en el ojo
propio. Hay muchas formas de ser triviales, algunas bien camufladas.
Es
lógico que los profesionales de la información se quejen unas veces por las
selecciones informativas y otras por las interpretaciones de lo seleccionado.
Esto de la información no es algo exacto y siempre será cuestión de criterio,
pero no sirve de nada la queja mientras se mantenga la raíz del problema: la
profunda división de la profesión informativa, alentada por aquellos que la
necesitan y pagan bien cuando les interesa transmitir la trivialidad que les
encubre o les enriquece.
El
debate sobre la trivialidad nos interesa a todos porque, desgraciadamente, se nos
amontona ya el serrín bajo los pies. Empezamos a ser sanchos que ven molinos promocionales —hace tiempo que dejamos de
ser quijotes.
*
"La virgen del Pilar, el frío y las setas" El País 29/11/2013 http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/29/television/1385757734_860549.html
**
"El consejero de Turismo reconoce que se inventó el personaje de Vladimir
Karabatic para la promoción turística" murcia.com 16/02/2009
http://www.murcia.com/region/noticias/2009/02-16-consejero-turismo-reconoce-invento-personaje.asp
***
"La televisión pública que nunca fue" El País 29/11/2013
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/29/actualidad/1385755866_599447.html
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