domingo, 30 de septiembre de 2012

La realidad (relato)

Joaquín Mª Aguirre (UCM) 
El maestro les recibió en su estudio. Después de tantos años, allí estaban sus discípulos preferidos, aquellos a los que había enseñado sus artes más refinadas, sus técnicas más depuradas. Cada uno había seguido su propio camino aplicando las enseñanzas que habían recibido del maestro hasta labrarse su propia fama.
            —Sigo pensando, mi querido maestro, que el fundamento de nuestro arte es la representación de la realidad.           
Como si los años no hubieran pasado, volvieron a resurgir entre los discípulos las apasionadas discusiones en las que se enzarzaban en su juventud. Como entonces, el maestro les dejó discutir.
            —Veo, compañero, que la vida no te ha enseñado nada y que tu cabeza sigue igual de cerrada que entonces. La realidad es insuperable y nuestros pinceles deben tratar de transferir al lienzo nuestros sentimientos.
            —Tampoco tú has cambiado, mi querido amigo. Por ese camino no llegas a ninguna parte. ¿Qué crees que tienes de especial para que los demás se interesen por lo que puedas ver o sentir ya que solo tú puedes verlo?
            —Y tú, en cambio, ¿crees que lo que la gente desea es volver a ver lo que ya existe?
            —Nadie puede superar a la Naturaleza, amigo mío. Creer otra cosa es engañarse y, lo peor de todo, desarrollar una soberbia que nos invalida para el camino del arte. Nada hay más deleznable que el que se considera superior a los demás y trata de imponerles su propia visión despreciando la ajena.
            —¿No crees que el artista sea superior?
            —El maestro nos enseñó que la humildad es el camino.
—Pero la servidumbre a la realidad no es la humildad. ¿No es más humilde el que sirve a su propia naturaleza, el que acepta la singularidad de sus dones?
            —Me temo que, como entonces, nos estamos de acuerdo en cuál es el camino.
            —Pero cada uno de vosotros ha alcanzado renombre por sus propias vías —terció el maestro, quien les había escuchado atentamente durante la discusión— Eso debería significar algo.
            —Sí, maestro, que nada se ha resuelto. El que ambos hayamos obtenido los favores de las gentes no hace que ninguna de nuestras posturas sea más consistente que la otra.
            —En efecto, señor. Admiran cosas que deberían ser incompatibles, pues surgen de principios opuestos.
            —A lo mejor lo que eso significa es que no les preocupan las mismas cosas que a vosotros y no necesitan cuestionarse las fuentes de sus placeres.


Los discípulos se miraron durante unos instantes. Como antaño, el maestro trataba de desconcertarlos. Aceptaron el juego gustosos.
            —Para mí, la realidad no es más que la excusa para mi arte. Miro el mundo como si fueran las piezas de un rompecabezas que me llegara sin instrucciones sobre su montaje. Cada vez que tomo mis pinceles, creo un nuevo orden.
            —Yo, en cambio, maestro, trato de observar el orden perfecto del universo y reproducirlo para alcanzar su armonía. Cuando he logrado conferir a mis lienzos la luz que alumbra al mundo, siento que mi creación participa de esa otra creación que nos excede, pero de la que formamos parte.
            —¿Todavía disfrutáis pintando? —les preguntó el maestro.
            —¡Claro, maestro! —contestaron casi al unísono.
El maestro les miró pensativo. Se levantó de su asiento y se dirigió hacia uno de los laterales del taller en donde se amontonaban los lienzos.
            —Acercaos —les pidió.
Cuando los discípulos estaban junto a él, el maestro retiró la tela que cubría un lienzo de mediano tamaño. Ante sus ojos apareció un bodegón que representaba una bandeja con uvas situada en el borde de una balconada sobre un valle.
            —¡Maestro, es extraordinario!


Ante el cuadro revivieron la sensación que tuvieron cuando pisaron por primera vez el taller de pintura. Los afamados pintores volvían a ser los dos jóvenes aprendices extasiados ante un arte que les desbordaba.
            —¡Es insuperable, maestro! Habéis alcanzado la perfección.
            —¡Qué finura en los trazos del fondo!
            —¡La textura de las uvas es sencillamente sublime, maestro!
El maestro se acercó a la mesa y retiró un paño dejando al descubierto una jaula de madera en cuyo interior había dos palomas blancas. Abrió la puerta de la jaula y le dijo a los discípulos:
            —Veamos si la naturaleza opina lo mismo que vosotros.
El maestro dio unas palmadas y las dos palomas salieron de la jaula y comenzaron a revolotear por el taller. Los discípulos las siguieron con la mirada. La palomas se posaron junto a la ventana abierta y contemplaron el valle y sus viñedos. Con solo desplegar las alas tenían a su alcance la libertad. Los discípulos contuvieron por unos instantes la respiración. Finalmente las palomas levantaron el vuelo y se dirigieron de nuevo hacia la mesa. Se posaron sobre la vieja madera y comenzaron a moverse sin dejar de mirar la pintura.


Los discípulos estaban embelesados contemplando aquel instante. Las palomas levantaron el vuelo y se lanzaron sobre el lienzo tratando de picotear las uvas. El aire atrapado en los pulmones de los discípulos salió convertido en un grito de admiración.
            —¡Maestro, es maravilloso! —le dijeron con lágrimas asomando en sus ojos.
Las palomas persistían una y otra vez en sus intentos de picotear aquellas uvas.
            —¡Habéis alcanzado la perfección!
El maestro se acercó al lienzo y las palomas se posaron en su antebrazo. Cogió una entre sus manos y comenzó a acariciarla. La otra se le subió al hombro y de allí voló a la mesa.
            —¡Lo que hemos visto es un milagro!
            —¿Eso creéis?
El maestro les miraba. Con una sonrisa, estrelló la paloma contra la mesa. Los discípulos se sobresaltaron y un escalofrío les recorrió el cuerpo.
            —¡Maestro…!
El maestro, sin perder la sonrisa, retiró lentamente su mano de la mesa. Y allí donde esperaban ver un amasijo de plumas y sangre, aparecieron restos de papel y engranajes, de alambres y tornillos.

(c) Joaquín Mª Aguirre 2007 - 2012


Periodismo y compromiso: muerte de un editor

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The New York Times incluye el obituario del que fuera su editor durante treinta y cinco años, Arthur Ochs Sulzberger. El editor falleció ayer sábado, a los ochenta y seis años. The New York Times dedica un extenso artículo —once páginas— a recordar su memoria y su logros al frente del periódico que había sido creado en 1851 por su familia. Sulzberger era la cuarta generación y el testigo pasó a su hijo en 1992, como editor del periódico, y abandonó la presidencia en 1997.
Recoge el periódico que Arthur Ochs Sulzberger señaló que no era casualidad que algunos de los periódicos que mejor funcionaban estuvieran llevados por familias, pasándose el testigo de unos a otros. «“My conclusion is simple,” he once said with characteristic humor. “Nepotism works.”»*
La familia representaba lo contrario del periódico controlado anónimamente. El proceso de transmisión implica un compromiso con una tradición que el periódico ha establecido a lo largo de décadas con sus lectores. Es ese compromiso lo que han perdido nuestros medios en la actualidad y lo que ha establecido una deriva suicida hacia otros derroteros.


El secreto de un buen periódico —y de un buen periodismo— es el compromiso respetuoso con su lectores y el compromiso respetuoso con sus profesionales. "Compromiso" y "respeto" son las dos claves para que se pueda hacer un buen periodismo que sirva de referencia social.

Cuando un periódico se convierte en una referencia social en el tiempo, la exigencia no es solo la de la "excelencia", sino el respeto de la historia del propio medio. El profesional sabe que debe estar a la altura de los otros profesionales que han cimentado el nombre del periódico. Sabe que cada artículo que publique, que cada información que realice es un acto que se mide por un rasero, el de la historia del medio. Eso afecta al que lo dirige, tratando de seleccionar y formar un personal que mantenga o mejore el nivel anterior, y afecta también al profesional, que tiene el estímulo de la historia del medio como referencia. Hay modelos, referencias.
El respeto a la profesión es una condición ineludible para el buen periodismo. El buen periodismo no es una cuestión de "estilo", como pretenden algunos formalistas o de "ventas", los que lo consideran un negocio más. El periodismo cuenta el día a día de lo que ocurre y eso es una responsabilidad social porque el rumbo del mundo, nuestro propio rumbo, depende también de lo que sepamos de él. El respeto implica responsabilidad ante este papel esencial del periodismo. Señala el periódico:

A newspaper publisher may be a business executive, but the head of an institution like The Times is also inevitably cast as a leader in legal defenses of the First Amendment. It was a role Mr. Sulzberger embraced, never with more enduring results than in his decision to publish the Pentagon Papers.*

Que un editor comprenda que su medio no solo es importante por lo que cuenta, sino que está obligado moralmente a defender el conjunto de libertades que implican la Primera Enmienda —expresión, prensa, culto...— y que eso es determinante de su labor es esencial porque inserta al periodismo en el centro del sistema de libertades que nos afectan a todos. Se constituye en un programa de acción, en un compromiso, con la sociedad y los valores generales que permiten la existencia de los demás valores particulares.
Informar no es solo un negocio, una cuestión de "dar una alegría a los accionistas", como el preguntaba el director de un diario español a Tim Berners-Lee, uno de los creadores de la Web. Arthur Ochs Sulzberger quería, por supuesto, que como empresa fuera rentable, pero la cuestión de la rentabilidad está al servicio del propio periódico. Sulzberger fue el responsable de la gran expansión de The New York Times, dejándolo como gran empresa mediática al entrar en los noventa, al comienzo de la era digital:

The expansion reflected Mr. Sulzberger’s belief that a news organization, above all, had to be profitable if it hoped to maintain a vibrant, independent voice. As John F. Akers, a retired chairman of I.B.M. and for many years a Times Company board member, put it, “Making money so that you could continue to do good journalism was always a fundamental part of the thinking.”*

La frase de Akers refleja que el deseo de la rentabilidad está al servicio de la independencia del periódico y no de los accionistas. Las acciones y los accionistas de un periódico deberían tener esa idea clara: el valor de la acciones no es solo económico, sino de un orden diferente, un prestigio basado en su independencia y compromiso.


En estos tiempos en los que todo se sacrifica por una rentabilidad manchada por el desprestigio de los medios y las exigencias a los profesionales —a los que se obliga muchas veces a pisotear su propia profesión mediante el sensacionalismo, el partidismo, el sesgo, la publicidad encubierta y todas aquellas prácticas que se consideran rentables—, la defensa de la independencia económica para poder hacer buen periodismo resulta casi anacrónica. Pero es la buena. Nos hemos acostumbrado a justificar todo en las cifras, perdiendo de vista los valores que representa el medio.

Un aspecto esencial de la profesión periodística en su vertiente empresarial es la confianza en las personas que se elige. Un periódico no es una máquina impersonal sino que es una entidad viva, que reacciona ante lo que ocurre en su entorno y estableciendo una opinión responsable. La selección de las personas responsables es esencial porque han de respetar y defender esa línea de independencia del medio que es la garantía de sus lectores sobre estar bien informados. Los periódicos no son las personas, pero los hacen las personas, desde la escritura y desde la dirección. En varios momentos del artículo se resalta el papel que Sulzberger eligió y cómo lo administró:

“His confidence in the people he chose to trust was almost total,” said Max Frankel, one of five executive editors during Mr. Sulzberger’s time as chairman. “He did not want to edit the paper, plain and simple. He was there to adjudicate disputes and to set standards and values.”*

Solo un buen criterio de selección de las personas puede permitir al editor mantener esa labor de mantenimiento del compromiso del periódico. Sulzberger confiaba en los que había elegido y ellos confiaban en él como garante del compromiso del periódico respaldando a sus profesionales. Confianza mutua y compromiso conjunto: el periódico con sus profesionales, los profesionales con el periódico y todos ellos con sus lectores.


Los que se empeñan en que el "periodismo" es el "negocio de la información" se equivocan. Y el malestar y el descontento crecen entre los públicos que desean una buena información y los profesionales a los que se les desvía hacía el espectáculo informativo. El triple compromiso de respeto de Sulzberger con la historia y trayectoria de su periódico, sus profesionales y el público son ejemplares. Dejó el periódico en los umbrales del mundo digital. La transformación posterior, los problemas que han tenido todos los medios —no solo los periódicos, incluido The New York Times— para su subsistencia ha sido en casi todos los casos dramática. Pero la elección no debía ser nunca abandonar las raíces del buen periodismo, el comprometido con la historia y con su tiempo.
The New York Times, con todos su problemas, es hoy un periódico de gran prestigio —algo más que un "nombre" o una acciones— que puede leerse sin sonrojarse, algo que se siente leyendo muchos otros que buscan el sensacionalismo o la parcialidad escandalosa como forma de aumentar unos lectores a los que no respetan pero adulan permanentemente.


* "ARTHUR OCHS SULZBERGER, 1926 - 2012: Publisher Who Transformed The Times for New Era" The New York Times 29/09/2012 http://www.nytimes.com/2012/09/30/nyregion/arthur-o-sulzberger-publisher-who-transformed-times-dies-at-86.html?src=me&ref=general




sábado, 29 de septiembre de 2012

Adiós, amigo; hola, extraño

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Muchas personas lo hacen: dejan de ver sus muros de Facebook porque no soportan los comentarios de sus amigos. Facebook no es una "conversación" tradicional, tiene un muro en el que se recogen lo que la totalidad de las personas ("amigos") que tienes en tu grupo van expresando. Esa estrategia del contacto permanente parte de un principio falso: los "amigos" son amigos en todo. Los amigos de mis amigos no son necesariamente mis amigos.
A la situación de la amistad personal bilateral, el "muro" opone una visión diferente de las relaciones de "amistad", palabra desvirtuada a través del nuevo uso acumulativo. 
Una amistad es un proceso de depuración en el tiempo en el que dos personas aprenden sobre qué pueden hablar sin conflicto y qué deben callar para mantener su amistad a salvo. Las verdaderas amistades no unen a personas idénticas, sino a personas capaces de convivir en su diversidad.
Los problemas se plantean cuando gracias a la red social nos encontramos frente a actitudes que no se dan en las relaciones bilaterales y que esas personas (o nosotros mismos) mantenemos con terceros. La sorpresa que el comportamiento de algunas personas nos causa nos permite comprender hasta qué punto están "ritualizadas" nuestras relaciones, por un lado, y también hasta qué punto actuamos de forma distinta con personas diferentes. El problema se plantea cuando lo que encontramos es tan inesperado que nos hiere profundamente. "No esperaba esto de ti", decimos.


Comprendemos entonces algo que las redes sociales nos han hecho perder u olvidar: que la convivencia implica autolimitaciones en beneficio de algo más importante, nuestra convivencia social. Las redes sociales son también "antisociales" cuando, en su celo por unirnos, lo que provocan es el distanciamiento de las personas que habían podido convivir razonablemente bien porque limitaban sus zonas de fricción. Convivir es comprender y ceder, es buscar puntos de acuerdo antes que puntos de choque.

Conozco casos en los que amistades de años se han venido abajo por comentarios aparecidos en los muros de Facebook. Y es que la moderación, que aprendemos como habilidad social en nuestro trato cara a cara en distintos ámbitos —familiar, laboral, educativo....—, queda destruida en esa especie de "relación total" imposible que la red social pretende crear. Esa relación total es una quimera amparada en la mercadotecnia con toques de psicología barata. La única forma teórica de que todos pudiéramos ser "amigos" sería estar callados. Y la red, en cambio, nos anima al constante parloteo.
Muchos dirán que los "amigos" de las redes sociales no son verdaderos "amigos", pero este problema sí que afecta a las amistades reales, que son las que contemplan los comportamientos que pueden causar deterioro. Un simple "me gusta" o "no me gusta" puede convertirse en una desilusión para alguien, que de repente descubre que ignoraba esa faceta nuestra o nosotros la de ellos. Dos personas amigas no hablan de todo; la red social, en cambio, nos lo exige con las propuesta permanentes de opinión. Estar callado es como no estar.


Esto se intensifica cuando vivimos en un momento en que estamos sobrestimulados para el conflicto. Vivimos en lo que la lingüista norteamericana Deborah Tannen llamó "la cultura de la polémica", un mundo en el que las propuestas que nos hacen son siempre excluyentes, polarizadas, conflictivas. Todo desaparece entre los extremos, que pasan a convertirse en las únicas posiciones que se nos propone y se nos permite ocupar.
Deborah Tannen escribió:

Lo que estoy cuestionando es el modo tan enconado, tan extendido y tan amenazador en que se aborda prácticamente cualquier tema, contratiempo o persona pública. Uno de los peligros más comunes en la práctica habitual de la retórica adversa es un cierto tipo de inflación verbal, de falsa alarma. El acto de denuncia necesario se diluye e incluso se pierde, aun siendo legítimo,, en el marasmo cacofónico del griterío de la oposición. Lo que estoy cuestionando es el uso de la oposición para conseguir todos y cada uno de los objetivos pretendidos, incluso aquellos que no necesitan de encono, sino que se podrían lograr de otra forma, posiblemente más eficaz, como, por ejemplo, por medio de la exploración, la expansión, la investigación y el intercambio de ideas que suscita la palabra "diálogo". Estoy cuestionando la presunción de que todo, absolutamente todo, puede tener su polo opuesto, la proverbial "otra cara de la moneda", actitud a la que atribuimos visos de mentalidad abierta y amplitud de miras.
Lo que estoy cuestionando, en resumen, es el tipo de oposición que yo llamo "agonismo". Este término, derivado del griego agonia, "competición", lo utilizo para describir una postura automáticamente beligerante, y no en su sentido literal de oposición que debe luchar frente al ataque o la inevitable resistencia que surge orgánicamente como respuesta a unas ideas o acciones en conflicto. Una respuesta agonística es, a mi modo de ver, una suerte de espíritu de contradicción programado, un uso prefabricado e irreflexivo de la polémica a fin de conseguir objetivos no necesariamente precisados. (20)*


La red es el complemento amplificador de esta cultura antagónica en el que se siente siempre la tentación del extremo, por definición, excluyente. La polémica es una forma de vida, un negocio en muchos órdenes porque mantiene los niveles de movimiento que se necesitan para estar en primera línea. Ya no interesan personas razonables, moderadas que busquen acuerdos, sino lo contrario, polemistas, artistas del escarnio o la descalificación, palabristas ingeniosos capaces de mofarse de las posturas ajenas en busca del aplauso fácil, del "me gusta" complaciente. Esto abunda hoy en todos los países, incluido el nuestro.
Las redes añaden la tensión interpersonal porque se nos pide que participemos activamente de esa ceremonia confusa y, como decía Tannen, cacofónica. Se nos invita directamente a que formemos parte del espectáculo, del conflicto en directo.
Así, a la radicalidad del discurso público se añade la confrontación extendida por las redes convertidas a la vez en espacio de encuentro y desencuentro, en el lugar en el que uno encuentra nuevos amigos y pierde a los viejos.

* Deborah Tannen (1999): La cultura de la polémica. Del enfrentamiento al diálogo. Paidós, Barcelona.




viernes, 28 de septiembre de 2012

La motivación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La resaca olímpica está dejando muchas sorpresas pasadas por agua, en la natación y en la sincronizada. Dos escándalos han sacudido las estructuras de nuestro deporte y han saltado, fuera de competición, a las páginas de la prensa.
El deporte ya no es deporte, sino una profesión en la que lo importante no es participar, sino ganar todo lo que se pueda en todos los ámbitos, dentro y fuera del terreno de juego.  Ya no sé si la vida es metáfora del deporte o si el deporte es metáfora de la vida.
El escándalo de la natación sincronizada es objetivo y subjetivo, para que no se enfade nadie. La Federación prescinde de la entrenadora nacional que cuenta cincuenta y cinco medallas, según dicen, y volvía contenta de Londres con sus resultados. Quince años de trabajo en la federación son muchos años. Según regresa, no la renuevan y se monta el escándalo por la carta firmada por quince antiguas nadadoras que dicen haberse sentido maltratadas por la entrenadora en su convivencia deportiva durante estos años. Junto a este caso masivo, se ha producido el individual de Mireia Belmonte, quien ha rescindido el contrato que la unía con su club, el Sabadell. También hay versiones contradictorias. Aguas muy revueltas, como se puede apreciar.


La discusión sobre el sentirse maltratado o no es, como decíamos antes, sutil y subjetiva ya que puede ser valorada de formas distintas según las personas. Pero hay un fondo que sí merece la pena considerar y es el exceso de celo en la mal llamada "motivación". Algunos deportes han caído en el mismo problema de los antiguos países del Este: la concentración de personas muy jóvenes, cuya vida gira prácticamente sobre el deporte que practican y la presión excesiva sobre ellas. Los abrazos y sonrisas en el podio son solo la punta de un iceberg de un camino muy duro en lo físico y en lo psíquico.

Probablemente en ningún otro campo se acumulen más tópicos inciertos que en el deporte. Convertido en un gigantesco negocio entre las apuestas —legales o clandestinas, como son los escándalos recientes en muchos países— y los medios de comunicación que lo transforman en espectáculo masivo, se usa a las personas desde un engranaje que abarca a clubes, federaciones, entrenadores, etc. El deportista recibe la presión de todos ellos. Si gana o pierde no es una cuestión meramente personal; ganan o pierden todos ellos.
En las últimas fechas hemos asistido a luchas y disputas feroces entre deportistas, entre deportistas y entrenadores, entre entrenadores y federaciones, entre federaciones y jugadores, entre directivos y directivos de una misma federación, en fin, entre todas las combinaciones posibles con estos agentes en juego. Todas muestran lo mismo: la presión y la pasión por ganar. El seleccionador ruso del equipo de voleibol femenino, Serguei Ovchinnikov, se suicidó tras los Juegos Olímpicos de Londres; creen que vivió el quinto puesto conseguido como un fracaso para una selección que partía como favorita.


Lejos de ser la escuela de buenas costumbres y entrenamiento de virtudes, el deporte profesional y el que aspira a ello —con variaciones de unos a otros— se ha convertido muchas veces en una lucha permanente y despiadada por los resultados, presión que se traslada a los jugadores. Lo peor, cuando esa presión se ejerce sobre deportistas muy jóvenes.

En 2009, el diario El Mundo trataba el tema de la presión sobre los deportistas ante una serie de suicidios ocurridos en muy poco tiempo:

Médicos, psiquiatras y preparadores físicos sostienen que el abandono de la "burbuja irreal" de la notoriedad, la presión del entorno y el dopaje forman un mezcla peligrosísima. Luis Ocaña, enfermo, se reventó la sien con un disparo de escopeta. Jesús Rollán, sin alicientes tras dejar el waterpolo, se precipitó al vacío desde un balcón. Robert Enke, hundido moralmente, se lanzó el pasado martes a la vía de un tren de Hannover. Dimitri de Fauw, depresivo tras causar la muerte de Isaac Gálvez, se ahorcó el primer viernes de este mes. Tres días después, el ex ciclista Agustín Sagasti también apareció colgado en su domicilio.
Julián Álvarez García (médico de la Federación Española de Triatlón) apunta como culpable a la sociedad de consumo: "El problema radica en que los deportistas de alta competición son elevados al Olimpo de los dioses. Tienen un enorme reconocimiento social, que desaparece cuando se retiran. Hay gente que no tolera bien ese cambio. Además, todo eso se complica con la alteración de la situación económica. Si no han administrado bien sus ingresos caen en una crisis de ansiedad".*

Todos tienen su versión, pero lo cierto es que todos ellos —médicos, psiquiatras, entrenadores...— forman parte de esa maquinaria cuya función es llevar a la persona al límite, dejando que se queden por el camino los que no son capaces de resistirlo.
Esa, la del límite, es la tesis defendida por Andrea Fuentes, integrante del equipo de natación sincronizada, en la entrevista realizada para defender las prácticas y buen nombre de la entrenadora cuestionada. Dice hacerlo para defender la "dignidad de su deporte" que, según parece, está por encima de la dignidad de las personas que se han sentido humilladas por el trato dado. Pero es que desde esta perspectiva de la teoría del "límite", la "humillación" forma parte de la motivación. La teoría es sencilla: si lo aguantas, vales; si no, fuera. La teoría lo justifica: "todo por la medalla", "nacidos para ganar". Stanley Kubrick, salvando las distancias, lo llevó al extremo y lo mostró como educación militar sádico-espartana en La chaqueta metálica. La cuerda se tensa y muchas veces se rompe. Los que caen, no valen.

La chaqueta metálica (Stanley Kubrick 1987)

Los que han llegado al final han sobrevivido y se sienten superiores a los que han perdido o se han quedado por el camino; eso es parte de la "motivación", y así se utiliza. De esa forma, las acusaciones de la carta —o de otras situaciones similares— provienen siempre de personas "frustradas", "perdedoras", "envidiosas" o "resentidas" porque no fueron capaces de llegar al éxito final y eso las descalifica.

Toda esta "motivación", por supuesto, se hace por un bien superior; lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Y ellos solo quieren a los fuertes, dentro de esta especie de darwinismo que se ha puesto de moda en negocios y deportes, pues todo forma parte de la misma filosofía del éxito. Ese sacrificio de todo se pide por el deporte, por la patria o la empresa. Por el camino quedan los que no son capaces de asimilar esa filosofía y rendir como deben. A la calle.
De todo lo dicho por Andrea Fuentes —no dudo de su buena intención— en su entrevista, me quedo con dos puntos. El primero su definición admirada de la entrenadora cesada y objeto de la carta de denuncia de las ex nadadoras:

Es la persona más luchadora que he visto en mi vida y una de las más valientes que conozco. Nunca se dejó distraer por los tabús y las fronteras. Una de las cosas que admiro en ella es ese decir: ‘no hace falta que siga las normas si no creo en ellas’. Ese punto medio rebelde que tiene nos hizo avanzar, ser creativas, hacer historia y crear un equipo con marca propia.**

La definición vale lo mismo para un héroe que para un delincuente. No le preguntaremos que "normas" y "tabúes" no van con ella y la dejaremos en su estado de admiración, casi de abducción, por su entrenadora. A pesar de que algunos no se "dejen distraer" por ellos, los tabúes y las fronteras existen. Y deben existir. Dentro y fuera del agua de una piscina.
El otro punto se refiere a su propia motivación:

Yo creo que no se pueden hacer las cosas a medias. Si voy, voy a fondo. Hay que tener en cuenta que cobramos un sueldo que nos pagan todos los españoles. Te pagan por tus resultados. Es una beca pagada en parte con impuestos. Esto significa que creen en ti para un futuro. Yo me siento obligada a responder a esa esperanza ajena.**


Agradezco a Andrea Fuentes el esfuerzo hecho en estos años para dar cuenta de nuestros impuestos, de los míos y los de todos los españoles. Le doy las gracias por su celo, pero no me agrada como justificación de cosas que a lo mejor no me hubiera gustado contemplar, quizá porque no soy deportista de élite y considero que sí debe haber límites y tabúes, que hay ciertas cosas que no me gustan como motivación, por muchas medallas que nos traigan. 
El "te pagan por tus resultados" puede ser cierto, pero me da escalofríos. Lo oigo cada día en ejecutivos de ingeniería financiera, en empresas con ERE, o en la pequeña empresa que también considera que llevarte al límite es "motivarte" y si no te vacías es que no mereces estar allí. Y siempre hay alguien que tiene la sartén por el mango, algún "sargento de hierro" que valora si estás lo bastante motivado y si te dejas la piel lo suficiente por tu club, tu selección o tu empresa. Nunca es bastante. No te odian, te motivan. No te insultan, quieren que des lo mejor que hay en ti. No te amenazan, te estimulan. Unos te dan con el látigo y otros con el eufemismo. Todo por tu bien. Al límite, a tope. Adelante.
No sé quién tiene razón en este caso, ni cómo acabará. Probablemente todos. Pero no me gusta que se diga que vale todo. Estoy bastante harto, la verdad, de la "filosofía del éxito".
Somos bastante hipócritas. Nos gustan las medallas, pero no enterarnos de cómo se consiguen.

* "¿Por qué se suicidan los deportistas?"  El Mundo 16/11/2009 http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2009/11/16/masdeporte/1258363319.html
** "Lo mejor de uno solo sale al llegar al límite" El Mundo 26/09/2012 http://deportes.elpais.com/deportes/2012/09/26/actualidad/1348688492_613978.html




jueves, 27 de septiembre de 2012

La felicidad del accionista (o el entierro de la sardina periodística)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El Mundo reproduce hoy la conferencia pronunciada en la London School of Economics por su director, Pedro J. Ramírez, bajo el título visionario de "Hacia una nueva Edad de Oro de los periódicos"*. Como corresponde al lugar y a la moda del storytelling, Ramírez crea una historia emocionante de esfuerzos y fracasos, de ideas brillantes y caídas sonadas, una travesía por la historia periodístico digital de este país hasta llegar, después de tanta penalidad y "prueba-error", a la clave del éxito, tal como se anuncia en el título, a una "Edad de Oro".
Comienza el director de El Mundo en con una conversación mental con Tim Berners-Lee durante la ceremonia de apertura de los juegos olímpicos de Londres. Digo mal "conversación", porque evidentemente Berners-Lee no percibió ninguna señal en el interior de su cerebro ante la pregunta que le llegaba desde el otro lado del Canal de La Mancha: "Oye, Tim, me debes una respuesta". Y si lo escuchó, desde luego, no era el momento. Berners-Lee, por toda respuesta, hizo aparecer un gigantesco rótulo en el estadio: "This is for everyone!".
La respuesta que le debían a Pedro J. Ramírez era a la pregunta que él y todos los que están en el mundo digital desde el principio han escuchado desde que los primeros colonizadores comerciales llegaron al ciberespacio:

"Ya que son ustedes tan listos, ¿qué podríamos hacer nosotros para que nuestros accionistas fueran más felices?". Ellos sonrieron y contestaron con palabras amables pero evasivas.*

Tim Berners-Lee en los juegos olímpicos de Londres

Es la pregunta que está en el aire desde que los primero colonos llegaron atraídos por la música del oro a la nueva tierra de promisión virtual: ¿cómo ganar dinero con esto? Soy editor digital desde 1985 y he escuchado esta pregunta en cientos, miles de ocasiones. Yo no buscaba dinero, les decía, pero ellos sí. Todavía no se han dado cuenta de que el secreto para hacerse rico es no contárselo a los otros. Y si se lo cuentas es que ya no funciona, aunque eso ellos no lo saben.

Así funcionó gran parte de la burbuja tecnológica, arrastrando a los ambiciosos, a los que querían ser ricos, cegados por los números de Internet, eso que se llamaba una "audiencia potencial", es decir, hacer creer que si existen mil millones de persona conectadas, pasarán por tu espacio virtual. Gran error.
La alegría del accionista —la felicidad de la que habla el director de El Mundo— no es más que la felicidad monetaria a cualquier precio porque si algo interesa a los accionista de hoy (y de siempre) es ganar dinero, y no tanto cómo se gana. Esa es la diferencia entre el que invierte en lo que cree que producirá más dinero y el que invierte en un proyecto real pensándolo en términos sociales y profesionales, con ciertos límites.
Ramírez se declara víctima de lo que podemos llamar la "falacia de las audiencias", la creencia en que ese gran número de lectores que ellos registran con ilusión en sus estadísticas de accesos se traducirá en una mayor inversión publicitaria. El problema ha sido siempre el mismo: la publicidad tiende a ser local, pues lo es el producto o su venta, mientras que los periódicos digitales son globales. ¿De qué me sirve anunciar el restaurante de la esquina de la calle Pradillo, pongamos por caso, si el 99% de los lectores están a cientos o miles de kilómetros? Esto condena al periódico a ser su propia "mercancía" porque cuando el éxito sea mayor, más repartidas estarán sus audiencias.
Señala en su conferencia la traducción en cifras de este problema:

En 2007 la inversión publicitaria total fue de 7.819 millones de euros, correspondiendo un 25,5% a la prensa escrita (o sea 1.993 millones) y sólo un 3.1% a internet (o sea apenas 242). Cinco años después, las previsiones son cerrar 2012 con una inversión total de 4.037 millones (muy poco más de la mitad) correspondiendo un 19,9% a la prensa (803 millones) y un 9,9% a internet (justo 400). O sea que los periódicos hemos perdido 1.200 millones, recuperando sólo una pequeña parte de esos 158 de incremento que ha tenido internet.
Esta incapacidad de monetizar a través de la publicidad el desarrollo on line convierte en potencialmente ruinoso el espectacular crecimiento de nuestra audiencia. Porque los miles de lectores que perdemos son de pago y los millones que ganamos a través de nuestras webs acceden gratuitamente y sin tan siquiera tener que registrarse. Es el camino garantizado hacia el suicidio.*

La conferencia de Pedro J. Ramírez es un canto promocional de la creación de Orbyt, la alternativa al suicidio, el periódico de pago de El Mundo, que pasa a ser una interfaz de la mercancía real, la que produce rendimiento económico o, como escribe él, "monetizar". El periódico "visible", el que no es de pago, tiende a convertirse en una herramienta espectacular de promoción del periódico "invisible", el de pago.
También es un canto a las "tabletas", la mejor herramienta para concentrar información inventada hasta el momento. Aquí no puedo más que darle la razón. No creo que resuelva "el problema de la felicidad del accionista", porque el problema no está en la herramienta, sino en el equilibrio entre elementos de pago y gratuitos. Deberían haber aprendido (El Mundo el primero) de lo que ocurrió cuando los cuatro grandes diarios españoles intentaron cerrar el acceso libre a sus páginas para obligar al pago. La cifras "mágicas" y megalómanas que hacían públicas con el diario abierto, se convertían en oscuras y fraudulentas, tratando de disfrazar la caída espectacular.


En julio de 2002, el diario El Mundo se recreaba contando la sanción de expulsión impuesta a su rival, el diario El País, por manipulación de datos de las audiencias:

La grave sanción de la que ha sido objeto El País Digital coincide con un sorprendente incremento de tráfico producido en los tres meses anteriores al descubrimiento de las irregularidades por parte de OJD.
En los meses de Diciembre de 2001 y enero y febrero de 2002, El País Digital alcanzó las mayores cifras de visitas y páginas vistas de su historia. Ante las dudas planteadas sobre la circunstancia de que en el mes de diciembre tuviera el doble de visitas que de entradas en su página principal, Prisacom, que ahora descalifica y amenaza a OJD con una demanda, recibió el amparo de este organismo auditor.
En su edición del 22 de marzo de 2002 el diario El País proclamó el liderato de El País digital entre los medios de información en Internet, avalando su afirmación en la seriedad y el rigor de OJD, que ahora Prisacom pone en tela de juicio. En este texto se aseguraba incluso que el organismo auditor estaba “endureciendo sus sistemas para controlar mejor los accesos” y para evitar el cómputo doble de tráfico mediante sistemas de redirección de páginas web. Justo en marzo de 2002 fue cuando OJD descubrió las irregularidades de elpais.es, 5dias.com y diario As.com que han dado lugar a la sanción.**

El director de El Mundo proclama orgulloso en su conferencia tener 65.000 usuarios de Orbyt, es decir, lectores registrados y de pago del "producto periodístico". Señala que su visión del futuro —tablet, pago, registros— seguramente acelerará la muerte del papel impreso y acabará afectando a las páginas de información abierta. Los usuarios de Orbyt, señala, tendrán esas ventajas añadidas que los otros lectores —los del papel, los gratuitos— no tendrán. Nos dice:

En cambio, suscribirse a Orbyt suponía adquirir el derecho a bañarse en una piscina de agua climatizada e instalaciones fantásticas con múltiples actividades para los socios. Por eso, junto a la descarga de los contenidos exclusivos de nuestros periódicos, ofrecemos retransmisiones en directo de óperas desde el Real, así como acceso a su videoteca y a la del Festival de Glyndbourne, películas del mejor cine de autor y estrenos recientes, cuentos para niños, videojuegos, fútbol en 'pay per view', servicios y descuentos gastronómicos y sorteos semanales para conseguir una de las 20 plazas del palco Orbyt en el Bernabéu. Es por la suma de todo esto por lo que el año pasado en Mallorca Rupert Murdoch me dijo: "Sueño con vuestra aplicación".

Cuando comprendo a qué llama Pedro J. Ramírez la "Edad de Oro de los periódicos", veo mi error. Como fino escritor, Ramírez no habla de una "edad de oro del periodismo", sino de los "periódicos", sutileza de gran alcance porque releyendo de nuevo cuáles son los beneficios que el "periódico" me ofrece, veo que se prescinde del periodismo y se centra en el espectáculo. Decían los sabios que cuando algo tiene dos ruedas, un manillar y pedales, se suele tratar de una bicicleta. De lo que me habla en el párrafo anterior no es de un "periódico", sino de la "televisión por cable sin cable".


¿Por qué será que a todos los directores de periódicos —al menos a algunos muy significativos— les da por enterrar el periodismo como el que entierra la "sardina", entre jolgorio y celebraciones, como final del ayuno, de la crisis? ¿No se puede encontrar ya gente que dirija periódicos que apueste por el periodismo? ¿Gente que no confunda el periodismo con el espectáculo y el entretenimiento? ¿Que no confunda a los periodistas con animadores culturales o técnicos sin pensamiento propio? ¿Que no iguale periodismo y carnaval?
Entre sus ideas iniciales, las que nos van llevando a la celebración carnavalesca de Orbyt, Pedro J. Ramírez apunta lo siguiente:

Tenemos más lectores pero menos periodistas porque hemos tenido que reducir nuestras plantillas. Llegamos a más hogares en todos los rincones del mundo pero tenemos menos presupuesto para mantener corresponsales y desplegar enviados especiales. En estas paradojas están los síntomas de la mayor crisis de la historia de la prensa. Y debemos reconocer que nosotros, como la práctica totalidad de los grandes periódicos del mundo desarrollado, no estamos viviendo una crisis coyuntural sino una crisis de modelo de negocio.*

Sorprende tanta naturalidad. De la crisis del periodismo no habla nadie; de la crisis laboral, solo para justiciar despidos y recortes; y de la crisis profesional, de la destrucción del perfil de informador entre un sinfín de prácticas difusas, tampoco.

Goya: El entierro de la sardina
La primera se refiere al alcance y función de la información en la sociedades democráticas, con opinión pública, sociedades a las que se deja desprotegidas ante la manipulación y los intereses políticos y económicos. La segunda se disfraza dentro de la crisis económica general, destruyendo los puestos que son básicos para la obtención de una información que no sea mercancía comprada o vendida. La tercera, finalmente, es la crisis de la finalidad y sentido del profesional, convertido en persona sin conciencia por innecesaria, solo una herramienta mecánica, un Charlot de Tiempos Modernos, al servicio del rendimiento económico, condenado recrearse en la banalidad, el sensacionalismo o la tendenciosidad manipuladora.
El desparpajo con el que se habla de cómo se ha prescindido de los elementos básicos para la informaciones, de los profesionales, revela que los periódicos del futuro serán ese carnaval del que hablábamos: espectáculo y promoción.
La omnipresencia de la deriva "comunicativa" y el deterioro de la "informativa", por poner etiquetas a las dos tendencias, las pagaremos todos estando peor informados de lo que realmente nos importa, algo que solo sabremos si beneficia a terceros. Se ha confundido el periódico con el kiosco.
Descubrimos que lo de la "edad oro" de los periódicos en el título de la conferencia no era referencia mitológica, ni metáfora, sino literalidad del deseo insatisfecho. Puede que llegue la "edad de oro de los periódicos", pero solo será de bronce para los ciudadanos y los profesionales.



* "Hacia una nueva Edad de Oro de los periódicos" El Mundo 27/09/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/26/comunicacion/1348685616.html
* "La OJD expulsa a 'El País Digital' durante cuatro meses por cometer faltas graves" El Mundo 23/07/2012 http://www.elmundo.es/navegante/2002/07/23/empresas/1027394872.html
*** "Consenso entre los principales diarios digitales españoles para medir las audiencias en Red" Diario TI http://www.diarioti.com/noticia/Consenso_entre_los_principales_diarios_digitales/6678#




miércoles, 26 de septiembre de 2012

La España deshuesada o el día después

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé si tenemos arreglo, pero así no arreglamos nada. Una vez más, el esfuerzo inútil y contraproducente lleva a un día siguiente de lamentaciones y teorizaciones sobre el fracaso de la intención y el desvío de la voluntad. Nada sale como se tiene previsto, aunque el final sea siempre previsible. Y es que nada es casual, por más que todo parezca improvisado.
El destino de la España que pide cambio es no cambiar. Todavía no nos hemos dado cuenta de que para que las cosas cambien debemos cambiar nosotros. Seguimos confundiendo la "acción" con la "movilización". Acción es cambiar las cosas; movilizarse cambiarse de sitio. Y, por supuesto, es más fácil lo segundo que lo primero. No hay transformación si no cambiamos nosotros. Cambiar no es gritar "¡cambio!".
Seguimos pensando que los políticos a los que criticamos son algo distante y distinto sin asumir que son una creación de nuestra propia sociedad durante décadas, con la que estamos satisfechos si son los "nuestros" y muy enfadados si son los de "ellos". Somos la sociedad despolitizada más politizada. Y ellos lo saben, porque "ellos" salen de "nosotros", no vienen de otro planeta. Nacen en los mismos barrios que nosotros y trepan por la cuerda de la política entre aplausos del respetable y empujoncitos de sus maestros que les animan. Y juegan con nosotros con sus giros de muleta, pases de pecho y naturales, administrando nuestra furia y frustración para realizar su faena.


Se ha caído en el mismo mal del que se acusa a los políticos: la palabrería. Y es que lo de ayer no es más que la otra cara de la moneda política, su complemento perfecto. Es el movimiento que refuerza su contrario, que lo carga de razón mientras se vacía de sentido. Flaco servicio a la causa.

No se puede rodear o asaltar el parlamento. Es sencillo: no se puede. Puede uno irse a un kilómetro, a cien metros, de allí y gritar todo lo alto que se quiera, contra todo lo que quiera porque motivos hay y muchos: recortes, paro... Pero no se puede cercar el parlamento porque si lo haces has perdido la posibilidad de que algún día puedas hablar dentro, cargado de razón o no, y que alguien te escuche. El parlamento no son los políticos que están dentro: el parlamento eres tú y soy yo. Es una institución, no un edificio.
Se hizo ya en Cataluña y acabó mal. Suscitó el desmarque de cientos de miles de personas que dejaron de creer en lo que antes creían con ilusión, que era posible hacer algo de otra manera. La imagen entonces de los políticos zarandeados, insultados y escupidos, perseguidos por las calles, se volvió contra los que lo hicieron. Se perdió más que se ganó, que fue poco o nada.
Si quieres protestar contra la clase política haz una manifestación que pase por delante de las sedes de todos. Pero el parlamento no son los políticos. Es una gran ceguera no verlo y una gran estupidez no querer verlo.
Lo que se hizo ayer no solo no daña a la clase política sino que la refuerza, la convierte en defensora de lo que con demasiada frecuencia deteriora, las instituciones. Nuestros problemas no se solucionan así, ninguno. Y son la demostración de fracaso social, no de su fortaleza; son una demostración de impotencia, de incapacidad de hacer algo más allá de la protesta y el pataleo. Es la España "deshuesada", más que invertebrada.


Si viviera en una dictadura hablaría de conspiración, pero como vivo en un democracia, aunque sea imperfecta, debo puedo hablar de mi propia necedad, de mi incapacidad de escoger a las personas adecuadas, de mi falta de voluntad para fiscalizar sus acciones, de mi falta de compromiso con las instituciones que me rodean para vigilar que se cumplen sus objetivos... y un sinfín de cosas más molestas y complejas que las batallas campales. Deberíamos poder manifestarnos también contra nosotros mismos. Estoy escribiendo mi pancarta contra mí mismo.

Hay miles de motivos para estar descontentos y hay miles de ocasiones de poder cambiar las cosas que desaprovechamos. Entre la utopía y la violencia está el sentido común y el trabajo civil que es el verdadero contrapeso que permitiría la corrección de las derivas negativas. De otra manera quedamos reducidos al grito, al pataleo, a la ilusión sonora de las tracas. Ideas, hacen falta ideas. Y eso es lo que no se ve por ninguna parte cuando son más necesarias que nunca.
El objetivo no puede ser zarandear políticos o rodear el congreso, sino situar dentro personas honestas y capaces, personas que asuman otros valores, los que sean, que consideremos como apropiados, que actúen de otra manera, si es eso lo que queremos. Y esto no se consigue así.
No se avanza nada y se retrocede mucho. Lo puede entender cualquiera. Si quiere entenderlo, claro.

El Mundo

The New York Times

Le Figaro