Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
prensa española de hoy lunes viene cargada de análisis e informaciones sobre
los atentados, tras la noticia de la manifestación del sábado en Barcelona. Este texto mantiene continuidad con lo dicho ayer sobre la integración, que es solo una parte de la cuestión.
Tanto
el diario El País como El Mundo recogen de nuevo información tratando de
explicar de forma sencilla algo más complicado. Las preguntas sobre la "impunidad"
con las que el imam trabajó, sus permisos carcelarios por buena conducta, los
informes dados, la desatención a los informes recibidos, etc. Tras un atentado
siempre salen voces clamando que ellos lo advirtieron y no se les hizo caso,
que nadie les escucho. También surge el contrapunto de los "eran muy
normales", "nunca hubiera imaginado" o incluso esta vez "mi
hijo es muy bueno y está de vacaciones", que de todo se ha oído.
Todo
ello pone en evidencia dos cosas importantes. La primera es que España es un
país con libertades y garantías. Es fácil ir a un juez, pero no es fácil que
este tome medidas que no tomaría para cualquier otra persona sin las pruebas
adecuadas. Es una "servidumbre" que debemos respetar porque es
precisamente el avance que queremos, una ley igual para todos. A veces nos
escandalizamos de que se hayan concedido permisos a persona que tenían los
requisitos por lo que han podido hacer después. Salvo en errores claros, los
derechos son para todos. Hacer lo contrario llevaría a tener un sistema más
seguro pero más arbitrario.
Al
señor Erdogan le gusta reírse de Europa cuando se produce un atentado y él
había etiquetado ya a las personas. Pero el señor Erdogan tiene una vocación
dictatorial y autoritaria, encierra y despide a su gusto. Yo, ni probablemente
usted, queramos vivir en un régimen donde la gente desaparece antes de pasar
por un juez, donde llaman a tu casa a altas horas de la noche y no te vuelven a
ver. Hay unos cuantos países así y lo llaman "luchar contra el terrorismo".
En realidad lo están produciendo y trasladándolo de sitio.
Europa
padece en realidad el traslado de los conflictos interiores por el control del
Islam, que acaban tomando forma aquí. Las luchas entre las corrientes islámicas
se canalizan a través de las prédicas fundamentadas en ellas. La indisoluble
unión entre religión y política (poder) hace que las luchas de unos se
conviertan en otras. La exportación de las corrientes propias, como el
wahabismo saudí, a otros países es una forma de penetración. Lo hacen para
combatir, por ejemplo, a los Hermanos Musulmanes, corriente salida de Egipto
pero en realidad una multinacional islámica. Un radicalismo frente a otro
radicalismo. Fue un proceso que adquirió fuerza como reacción a la revolución
iraní de los ochenta, que también buscó su expansión ideológica.
Hoy
esta influencia se manifiesta a través de la fundación de mezquitas y su
financiación radical por toda Europa. Allí donde hay grupos de musulmanes,
emigrados o exiliados, llegan estos predicadores con la misión de canalizar el
culto hacia sus formas más radicales. Se trata de evitar, como señalábamos
ayer, la integración.
La
edición electrónica de El Mundo lleva un gran titular, "El descontrol de
los imames reina en España". En el artículo se explica:
«Esto no se ha acabado. Las administraciones
han dejado a los imames campar a sus anchas y hacer lo que les da la gana. Son
un verdadero peligro. La consecuencia es que ya está sembrada la semilla del
odio. Los chavales están siendo educados en el rechazo. Se pasan todo el día
oyendo hablar de los infieles. No se sienten ni de aquí ni de allí por lo que
tenemos un gran problema. ¡Por favor, hagan algo porque esto es un cáncer!».
Éste es el llamamiento desesperado a las autoridades que hace Mohamed Alami,
activista y presidente de la Asociación Amigos del Pueblo Marroquí Itran. En
esta humilde ONG radicada en Barcelona, Alami lleva desde comienzos del 2000
predicando en el desierto y alertando de la llegada a España de imames de
corriente salafista que estaban perjudicando a los musulmanes. El caso del imam
de Ripoll, Abdelbaki es Satty, cerebro de la célula yihadista que atentó en
Barcelona y Cambrils, ha puesto en el punto de mira a los líderes espirituales
islámicos. Tras los atentados del 11-M en 2004, el entonces ministro del
Interior, José Antonio Alonso, lanzó un claro y contundente mensaje: «Es
necesaria una ley para poder controlar a los imames de las pequeñas mezquitas».
Sin embargo, 13 años después, poco o nada se
ha avanzado en este sentido, salvo que se ha intensificado la vigilancia
policial en las 90 mezquitas que los expertos en la lucha antiterrorista tienen
catalogadas como radicales.*
La
manipulación religiosa es fácil. Pronto se hacen con el control de la vida de
la comunidad, que acaba girando sobre la mezquita y el imam que les va llevando
hacia posturas que pueden llevar a la radicalización. Son ellos los que siembran la discordia, los
que les repiten cada día que están en tierra de infieles, de ateos que les
pervertirán sacándoles de sus creencias, que debe estar vigilantes.
Muchos
imames son una fuente de captación y radicalización que les puede llevar a
Siria. Pero ya el atractivo de ir a luchar a una guerra medio perdida puede
haberse diluido. ¿Por qué no intentar del daño aquí mismo? Con un cuchillo o un
coche es suficiente. ¿O por qué no ir a
lo grande y volar la Sagrada Familia, el odioso monumento? Los sueños de
grandeza se dirigen a aquello que, una vez recuperado
el sentido de la vida, tenga más gancho.
Los
suicidios no son nihilistas. Por el contrario, son de la recuperación del
sentido de la otra vida, la confirmación de que están actuando en nombre de
Dios, que son su vanguardia gozosa. Ya son verdaderos fieles donde solo cuenta
ayudar a los planes de Dios, hacer avanzar la Historia hasta la llegada total
del reino.
El diario El País le dedica de nuevo un artículo al imam de
Ripoll. Explica cómo permaneció invisible a la vigilancia gracias a seguir un
manual para evitar la detección. La ocultación, se dice, es un deber del
yihadista, forma parte de la guerra contra los infieles.
Al final del artículo de El País se inserta un interesante
recuadro con información titulada "La escuela secreta de Los Sin Vicio de
Occidente". En él se habla de cómo se formó el imam de Ripoll a manos de
su maestro, el carnicero Mohamed Mrabet y del grupo creado a su alrededor. El ilustrativo
recuadro es el siguiente:
El carnicero Mohamed Mrabet
presidía de día la mezquita Al Furkan en Vilanova y de noche dirigía un grupo
de Al Qaeda que se hacían llamar Los Sin Vicio de Occidente. La célula del
carnicero no estaba aislada. Sus integrantes estaban unidos a otra cantera de
yihadistas en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Esta tenía su sede en una
vivienda bautizada como Al Kaala (La Fortaleza de los Guerreros). Por allí
pasaban voluntarios en tránsito hacia Irak desde Marruecos, Argelia y Egipto.
La dirigía el marroquí Omar Nakhcha, jefe de Al Qaeda en Europa, que iba a
introducir a un experto en explosivos procedente de Irak para atentar en
Francia, Italia y España. El grupo de Santa Coloma tenía también su cantera en
Madrid a las órdenes del argelino Abdelrahman, vecino de Parla. “He hablado con
uno para lo del noviazgo y está esperando. Quiere casarse [suicidarse] y hay
problemas”, oyeron los policías en una charla de los aspirantes de esta
cantera.
El maestro del imán Abdelbaki es
Satty y otros 22 miembros del grupo fueron detenidos en 2006 e ingresaron en
prisión. Varios testigos protegidos les señalaron. El carnicero denunció
presuntas torturas en los calabozos. Su mujer y madre de sus tres hijos le
defendía: “Mi esposo es una persona extraordinaria y buena. Todo es mentira. Le
aseguro que se trata de un montaje. Mi padre es un caballero inglés y nos
apoya. Le juro por la vida de mis hijos que mi marido no es un terrorista”.
Solo nueve miembros de la célula
con la que coqueteó Es Satty fueron procesados y juzgados. En 2009 la Audiencia
Nacional condenó por terrorismo al carnicero y a otros cuatro de sus
discípulos. En 2011 el Tribunal Supremo aceptó sus recursos de casación y anuló
la causa porque las acusaciones eran “vagas y especulativas” y algunas
declaraciones de los acusados se lograron “bajo presión”.**
Lo interesante son los nombres que se atribuyen. Ellos son
los "sin vicio de Occidente", un grupo de "guerreros". Es
fácil meter a la gente joven en esta ensoñación entre "mazmorras y
dragones" y la "guerra santa". Sus frustraciones son alimentadas
y resueltas por estos jerarquizados manipuladores profesionales. Su función es
cargar de energía para que exploten en el momento y lugar adecuados. Ese es su
orgullo, alentar a los guerreros, a los yihadistas. En sus aburridas rutinas
juveniles, les ofrecen la aventura y la salvación, la redención a ojos de
todos.
No deben sorprender las palabras de la esposa británica del
"carnicero", una conversa que ve en su esposo un enviado, un hombre
extraordinario. La fascinación que ejercen sobre ciertas mujeres no oculta su
función, que en muchas ocasiones no es otra que conseguir un pasaporte europeo.
Pueden obtener una esposa europea como ofrece una mayor garantía de no ser
expulsados, como un ancla en el territorio sobre el que van a actuar. Poco amor
entre tanto narcisismo. Sí, fingir es un deber del yihadista: « La mentira y el disfraz están autorizados si se persigue
castigar a los infieles. “¡Acuérdate de que puedes mentir!... Hay que ir
cambiando de forma de vestir, de corte de pelo, lugar de residencia, coches,
rutas diarias, reuniones, encuentros”», se recoge en el manual encontrado en
casa del imam, el que le sirvió para ocultar su objetivo durante años. El
estilo "coránico" se reserva para la guerra en Siria; para Occidente,
todos los disfraces son pocos para asegurar la victoria.
En El Mundo se
ocupan también del estado familiar que pesa sobre los jóvenes con el titular "Las
familias, un escollo para integrar al alumno musulmán". El novelista
marroquí Tahar Ben Jelloun trató en una de sus novelas, "El retorno",
la vida del patriarca que, emigrado a Francia, ve cómo sus hijas se
desentienden del control paterno para vivir su vida en el país en el que han
desarrollado su vida. Hablar de escollo es cierto, pero es un escollo del que
no se puede prescindir, que habrá que tener en cuenta como parte del terreno.
El mundo familiar es el refugio si se ven fuera del entorno
general. Allí pueden encontrar la acogida y la explicación que justifique el
afianzamiento en que se encuentran en "tierra enemiga":
«Si un chico se radicaliza, ¿qué alarmas
puede despertar si sus padres tienen interiorizada una vida muy anacrónica a
nuestros ojos?», se pregunta un profesor, que percibe que la «presión» por
mantener las tradiciones puede ser grande sobre la juventud: «Muchos se han
reído de lo que les he enseñado de ética, educación para la ciudadanía o
filosofía. Te dicen que es mentira. Es parte del adoctrinamiento de la madraza,
la mezquita o de casa. Eso no convierte a nadie en terrorista, pero les blinda.
A su vez, ¿cómo no van a pensar que lo que les enseñamos sobre los derechos humanos,
la fraternidad o la libertad es hipócrita si se contradice con su
experiencia?».
«Muchas veces te encuentras con la
frustración de estos jóvenes, porque perciben que hay cosas que les son
inalcanzables», señalan educadores consultados. «Puede ser un chico que se ha
integrado muy bien, pero es marroquí a ojos de todo el mundo en primera
instancia y eso puede ser paralizante», agregan.
«Lo principal es entender que no somos una
segunda generación, sino que somos hijos e hijas de aquí, y debemos tener las
mismas oportunidades. Tenemos jóvenes muy preparados pero, si para cualquiera
es complicado encontrar trabajo, siendo musulmán lo es mucho más», opina Cheima
El Jebary, coordinadora de Joventut Multicultural Musulmana.***
Ese es
el gran conflicto, la lucha que hay tratar de ganar: la no estigmatización de
los grupos. Si eso se hace sería cerrar las puertas lo que ampliaría el
conflicto en vez de ayudar a mejorar la situación. Evito el término
"arreglarlo" porque no se trata de un problema que se resuelva sobre
un papel, con un aumento de recursos económicos o humanos. Es un problema
social que implica actitudes y muchos malentendidos, que es receptor de los
problemas y conflictos que ocurren fuera de nuestras fronteras, en Europa y más
allá de ella, en los países de origen, en un mundo global.
Lo que
es cierto es que solo se puede avanzar si se comprende el problema, se define
quiénes son los verdaderos enemigos y se toman medidas de naturaleza muy
distinta. Londres tiene un alcalde musulmán, lo que dice mucho de la sociedad
británica, pero eso no la libra de atentados, que son la manifestación dolorosa
y visible del problema.
No es
fácil siquiera hablar con las autoridades de los países que muchas veces son
los que fomentan las ideologías que estallan fuera, pero que ellos reprimen
dentro. La última noticia de Arabia Saudí que hemos visto se refiere a un joven
de 14 años detenido por bailar La Macarena en un paso de cebra. Ha sido
detenido y será juzgado. Punto. Sin embargo, de allí ha salido el wahabismo.
Allí ha ido a bailar con una cimitarra el presidente de los Estados Unidos. Es
difícil cambiar las cosas aquí cuando, por ejemplo, en Egipto los diputados
pretender evitar por ley que se pongan nombres occidentales a los niños y otros
proponen que se prohíba el chat de Facebook entre hombres y mujeres. O en
Turquía se les enseña que Darwin era un ateo embaucador y Colón un mentiroso
que ocultó que en América había mezquitas cuando llegó.
Nuestras
actuaciones sobre el origen son mínimas, pero podrían ser más. Y más eficaces. Hay
que dar voz a los reformistas, una vez más. Lugar en los medios, visibilidad
para que las personas cuya mente se pretende dominar se den cuenta de que hay
otra forma de vivir su religión. Pero parece que los únicos que tienen
abundante dinero son los islamistas en cualquier versión, los wahabistas,
salafistas, hermanos musulmanes.
Una
cosa queda en evidencia. Hace falta una preparación mucho mayor de las personas
implicadas en estos procesos, especialmente en los que se desarrollan en las
etapa de formación. Una vez más, se deja en manos de personal poco preparado
para ello una tarea compleja. Hay que reciclar a las personas —no para que
hagan líneas en el currículum— para poder estar al tanto de los informes que se
elaboran. Y todo ello buscando la convivencia y luchando contra la
estigmatización.
Hace
falta que las universidades actúen en la parte que les compete. Deben estimular
los trabajos de investigación sobre estos casos. Deben formar expertos de aquí
y no aceptar ser coaccionados por los que vigilan a distancia las tesis
doctorales que realizan sus ciudadanos fuera de sus países. Muchos de ellos son
profesores que solo prosperarán si las tesis les gustan a sus jefes de
departamento a su regreso. Cualquier crítica al sistema es considerada como
traición. En algunos países se les exige un codirector que vigile lo que se
investiga fuera de sus fronteras en flagrante violación de lo que es la libertad de pensamiento que
la investigación académica debe tener por carácter científico. Esto lleva a que
se renuncie a tesis de interés sobre los problemas principales y se presione para realizar tesis
absurdas que ignoran los conflictos. Pueden optar por hacer sus investigaciones, pero tendrán que afrontar las
consecuencias a su regreso. Conozco varios casos, de varios países musulmanes. Todo muy sutil, pero eficaz.
Necesitamos
todos los recursos de investigación para profundizar y comprender mejor,
proponer alternativas a lo que se realiza hasta el momento. No es el tiempo del
estereotipo, del folclorismo o del sensacionalismo. Lo es de la sensatez, del
actuar meticuloso que no sirva a los que buscan la discordia. Muchos musulmanes
fuera y dentro de sus países sienten esa necesidad de cambio y quieren apoyo,
no verse metidos en el mismo saco que aquellos que también les persiguen a
ellos. Las voces que han llamado al cambio han sido violentamente cerradas. Hay
que apoyarlas porque son un futuro que se retrasa ante los violentos intentos de
mantener una situación política autoritaria y económicamente corrupta, que ha
mantenido a la mayoría de sus pueblos en la ignorancia y la pobreza para poder
manejarlos, y cuyas elites no han querido perder su estatus privilegiado en
formación, poder político y económico. Solo una minoría ha alzado la voz y en
ella se han cebado autócratas políticos y fundamentalistas religiosos; de la censura y el encarcelamiento al atentado, lo han padecido. Es a
esos últimos a los que hay que apoyar aquí y allí. Gritar que no se tiene miedo está bien, pero hace
falta algo más.
Hay que
dejar de repetir el slogan naif de que "los terroristas no tienen
religión" y aceptar que es una poderos corriente religiosa —amparadas y
financiadas— que lucha por conseguir la centralidad. Eso lleva la complejidad
de la lucha a la propia comunidad musulmana que debe defender su visión de la
religión frente a estos enviados,
carniceros e imames, que intentan convencerles de que ellos son los
"puros" a los que hay que seguir. La única forma de evitar que se les
meta el salafismo en las casas y en las cabezas es enfrentarse a ellos
directamente, gritarles "tú" religión no es la "mía" o yo
no leo los textos como tú lo haces. Esa es la verdadera batalla, la de la
apertura interpretativa que niegan para seguir controlando el pasado, el
presente y el futuro.
* El
descontrol de los imames reina en España" El Mundo 28/08/2017
http://www.elmundo.es/espana/2017/08/28/59a2f334ca4741f4768b461e.html
**
"Cómo aprendió el imán a ocultar su radicalización" El País
28/08/2017
https://politica.elpais.com/politica/2017/08/27/actualidad/1503855550_126577.html
***
"Las familias, un escollo para integrar al alumno musulmán" El Mundo
28/08/2017
http://www.elmundo.es/cataluna/2017/08/28/59a31302e5fdea71458b459e.html
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