Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Basta
con ver las caras de Rex Tillerson, de la otras veces impulsiva Nikki Haley o
del general McMasters para darse cuenta de tener un Comandante en Jefe como
Donald Trump. El presidente sobre el que no hace mucho se aplicaba la
"regla Goldwater" que impide hacer diagnósticos psicológicos sin
haber examinado directamente al paciente o se especulaba sobre los posibles
efectos de los tratamientos hormonales de pelo, ha decidido plantar cara al
mundo, aburrido por haber solucionado
ya todos los problemas de los Estados Unidos. El ego de Trump sobresale por
ambas costas.
Después
de echarle la culpa a los presidentes anteriores por lo que ocurre en Corea del
Norte, como ya hizo con Irán o Cuba, Trump ha decidido introducir en su
discurso a Venezuela, haciéndole un gran favor a Maduro, que está muy entrenado
en este tipo de respuestas. ¿Qué ha pasado con aquel hombre que salía de la
mano de Theresa May en un paseo primaveral?
Son las
caras de los que le rodean los indicadores del grado de locura que perciben en
su presidente. Rex Tillerson daba la impresión de querer salir corriendo de
allí. Sus manos inquietas transmiten la tensión que necesita ser liberada. La
cara de Nikky Haley está descompuesta y manifiesta tics en cejas y boca que se
escapan al control. Trump los ha situado tras él, como palmeros de lujo. Solo
que no les llega el alma a los pies. Cualquier cosa puede salir de su boca, lo
contrario de lo ensayado, una idea espontanea, un nuevo problema... ¿Por qué preguntan los periodistas?, se
deben plantear por dentro. ¿Por qué le
provocan?
Junto a
ellos, un Donald Trump relajado y feliz hablando de barbaridades, como la
opción militar en Venezuela, lo que convertiría al país en una mezcla de Cuba e
Irak. El diario El País lo cuenta así:
La Casa Blanca dio a conocer además que
Maduro pidió una llamada telefónica con Trump este viernes por la noche, pero
la respuesta del presidente estadounidense fue que no hablará con él hasta que
se restaure la democracia en el país.
Trump lanzó su advertencia sobre posibles
acciones militares contra Venezuela tras una reunión sobre seguridad con el
secretario de Estado, Rex Tillerson, la embajadora de EE UU ante las Naciones
Unidas, Nikki Haley, y su consejero de Seguridad Nacional, el general H. R.
McMaster. El tema estrella del encuentro y de las preguntas de los periodistas
iba a ser la tensión con Pyongyang, pero hubo palabras gruesas para el país
caribeño, con sus dosis necesarias de inconcreción.
"No voy a descartar la opción militar,
es nuestro vecino y tenemos tropas por todo el mundo. Venezuela no está muy
lejos, y la gente allí está sufriendo y está muriendo", enfatizó. La
situación del país, apuntó, se ha convertido "en un desastre
peligroso". Un periodista le preguntó qué opciones consideraba para el
país y es entonces cuando comenzó su declaración: "Tenemos varias opciones
sobre la mesa y, por cierto, no voy a descartar la militar".
El yo militar de Donald Trump se está haciendo
oír tras un final de curso aciago en el Senado, distanciado de los legisladores
de su propio partido tras el sonado fracaso de su reforma sanitaria en la
Cámara. No ha lanzado esta vez "la madre de todas las bombas", como
el pasado abril en Afganistán, ni ha atacado instalaciones del régimen en
Siria, como hizo por esas mismas fechas, sino que ha optado por discursos
belicistas de "furia y fuego" con Corea del Norte. El aislacionismo
con el que flirteó en campaña electoral parece haber pasado a mejor vida.*
El
"aislacionismo" sigue pero en forma de embudo. Es aislacionismo
norteamericano solo se puede sostener equilibrado con una forma de militarismo
imperialista para el que necesita peligros externos que lo justifique. Lo que
Trump hizo en su visita a Oriente Medio fue agitar las aguas primero y vender
armas después. No es el aislacionismo, que solo afecta a las compras, sino el militarismo que afecta
a las ventas lo que Trump quiere. Por
eso su advertencia con la OTAN no era irse, sino cobrar por la protección. Trump
no va a renunciar al poder económico de la maquinaria de guerra. Puede que la
gente no quiera comprar coches americanos, pero sí lo hará con el armamento,
como hizo Arabia Saudí en la visita. Creando conflictos y desempolvando los
viejos, Trump asegura la puesta en marcha de las empresas americanas que se desvían
hacia el contrato militar que les asegura ventas.
El
aislamiento de los Estados Unidos se verá en cuanto estalle un conflicto y los
tradicionales aliados digan que no quieren saber nada. Los intentos de que no
se viera a los Estados Unidos como una nación imperialista a través de
trabajadas alianzas con países con los que se actuaba conjuntamente para tratar
de evitar errores pasados han pasado a la Historia. Es en esa soledad buscada
donde los Estados Unidos están retrocediendo décadas y permite avanzar a sus
enemigos gracias a sus errores.
En
estos momentos la América de Trump es una gran maquinaria de cometer errores y
de llevar al mundo al desastre. Los desacuerdos en el interior de la Casa
Blanca no son nada en comparación de lo que puede llegar a producirse en el
exterior. Los fracasos en sus intentos de cambiar a los Estados Unidos (muros,
asistencia sanitaria, emigración, salud reproductiva de las mujeres, educación,
etc.), con la opinión en contra del partido que le apoyó, con las instituciones
tratando de saber el papel de Rusia en su elección y el papel de su propia
familia, etc. hacen que Trump busque motivos para que la gente salga a la calle
a gritar "U-S-A".
Sin
embargo, las noticias de los que recorren las calles son muy otras. The
Washington Post nos da cuenta de una marcha de antorchas en la Universidad de
Virginia:
Chanting “White lives matter!” “You will not
replace us!” and “Jews will not replace us!” several hundred white nationalists
and white supremacists carrying torches marched in a parade through the
University of Virginia campus last night.
The fast-paced march was made up almost
exclusively of men in their 20s and 30s, though there were some who looked to
be in their mid-teens.
Beginning a little after 9:30 p.m., the march
lasted 15 to 20 minutes before ending in skirmishes when the marchers were met
by a small group of counterprotesters at the base of a statue of Thomas
Jefferson, the university’s founder.
A short brawl erupted after at least one of the
counterprotesters apparently deployed a chemical spray, which affected the eyes
of a dozen or so marchers. It left them floundering and seeking medical
assistance.
Police officers who had been keeping a wary eye
on the march jumped in and broke up the fights. The marchers then disbanded,
though several remained and were treated by police and medical personnel for
the effects of the mace attack.
It was not clear if anyone was taken into
custody. There were no immediate reports of any arrests.
The march came on the eve of the Unite the
Right rally, a gathering of groups from around the country whose members have
said they are being persecuted for being white and that white history in
America is being erased.**
No se está hablando de un pequeño pueblo en el Sur profundo,
sino del campus de la Universidad de Virginia. Los supremacistas blancos se
lanzan a las calles considerando que están validados por el triunfo de Donald
Trump, que buscó su apoyo cómplice durante su campaña electoral hablando de cómo
se solucionaban los problemas "en los buenos viejos tiempos". Cada
uno lo entendió como quiso, pero muchos lo hicieron regodeándose en la idea de
lanzar una cuerda a un árbol y que el Sur comenzara a dar "strange
fruits", como la canción de Billie Holiday, una forma metafórica de
representar los linchamientos de personas de color. ¿Es posible que Trump haya
polarizado tanto odio escondido, deseando manifestarse? Es la América de las antorchas encendidas.
Trump está sacando a la luz lo peor de los Estados Unidos.
Todo ello se vio durante su campaña y se exacerbó en los días siguientes a la
proclamación. Los insultos a los hispanos, a la gente de color, a los judíos,
etc. comenzaron a surgir. Se sentían con el derecho al insulto, a sacar los
viejos símbolos de división... habían ganado. La Norteamérica más paleta y
retrógrada consideraba a los que estaban al sur como delincuentes de los que
había que protegerse y a sus vecinos del norte como "gente rara". Mucha
gente comenzó a "pedir asilo" en Canadá incapaces de vivir en un país
bajo Trump. Desde el propio Canadá surgieron voces que ofrecían su espacio,
como la isla de Cape Breton, que se ofrecía con el lema "Cape Breton if
Donald Trump wins".
El discurso agresivo, de "furia y fuego" es el
mismo que se percibe en las antorchas de la marcha nocturna de la Universidad
de Virginia. De la antorcha de la estatua de la Libertad, la luz que llama al refugio para todos, a las antorchas
amenazantes, dentro y fuera, del país cerrado. Más allá de Corea, Irán, Venezuela... Trump es una
amenaza constante. No es la antorcha del conocimiento la que lleva, sino la de
la agresión y la intimidación. No existe otra fórmula que la antorcha.
En su momento, ya señalamos que el futuro de Trump, el que
quería para los Estados Unidos, era el cerrojo dentro y el intervencionismo
fuera. Se está cumpliendo desgraciadamente. La costumbre de pensar todo desde
la Economía impide ver que la guerra fue lo que convirtió a los Estados Unidos
en lo que es hoy. Fueron dos guerras mundiales las que transformaron un país
agrícola en la mayor potencia fabril. Después ha tenido su guerra de
mantenimiento en cada década, de Corea a Irak.
Hoy volvemos a Corea como amenaza. Y a Venezuela como
espectáculo. Pero hay un detalle importante: Estados Unidos no puede usar el
argumento democrático con Venezuela porque ha perdido ese liderazgo mundial,
con Trump ha perdido la autoridad moral del liderazgo. Son demasiados abrazos a
dictadores de regímenes autoritarios, a países de cárceles llenas y desapariciones
sin rastro, etc. para salir con el argumento democrático. Nadie ve ya en la
América de Trump la democracia. Se ve el racismo, el negacionismo climático, la
anti ciencia contra las vacunas, la prepotencia y el insulto constante, la
zafiedad, etc.
La única ventaja para los Estados Unidos es que una parte
importante de su pueblo se ha dado cuenta de los riesgos de bajar la guardia,
que la democracia no es un regalo divino sino un esfuerzo humano continuado,
una cuidadosa selección de quiénes son las personas en las que se puede
depositar la carga del gobierno representativo.
Las caras de circunstancias de Tillerson, de Halley y McMasters
tras su presidente no son suficientes como para frenar la locura de una persona
cuyo exceso de ego no compensa su falta de experiencia y conocimiento político.
La excusa de que todo lo ha heredado es infantil y peligrosa. Hoy hay un problema
más, un problema que antes no había: se llama Donald Trump.
Y lo tenemos todos, dentro y fuera de los Estados Unidos. Es
cuestión de tiempo.
* "Trump amenaza ahora a Venezuela: “Tenemos muchas
opciones, incluida la militar”" El País 12/08/2017
https://elpais.com/internacional/2017/08/12/estados_unidos/1502489697_592906.html
**
"March of white supremacists at University of Virginia ends in skirmishes"
The Washington Post 12/08/2017
https://www.washingtonpost.com/local/fights-in-advance-of-saturday-protest-in-charlottesville/2017/08/12/155fb636-7f13-11e7-83c7-5bd5460f0d7e_story.html
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