Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
mecanismos del mercado solo tienen una lógica profunda: la del máximo
beneficio. Y lo obtienen de allí en donde pueden obtenerlo sin ningún tipo de
pudor. No es descubrir nada en estos días en los que la prensa atiende el caso
del "infame" Martin Shkreli, condenado a 20 años de cárcel.
La
Vanguardia nos lo contaba así:
Martin Shkreli, un polémico exdirectivo
farmacéutico conocido por haber inflado los precios de varios medicamentos y
que una vez fue apodado “el hombre más odiado en Estados Unidos”, fue condenado
este viernes por fraude en un tribunal de Nueva York.
Tras cinco días de deliberaciones, un jurado
declaró a Shkreli culpable de tres de los ocho cargos de los que estaba acusado
por su gestión al frente de dos fondos de inversión. Shkreli está aún pendiente
de conocer su sentencia, pero en principio se enfrenta a una pena máxima de 20
años de cárcel, aunque es probable que cumpla una pena mucho menor.
Al final, fueron las mentiras de Shkreli a
sus inversionistas las que le costaron la libertad, no su decisión en 2015 de
elevar el precio de un fármaco antiparasitario. El empresario, de 34 años,
estaba acusado de haber defraudado al menos once millones de dólares a los
inversores de su gestora de fondos MSMB Capital. Según la investigación de la
fiscalía, el joven hizo creer a los inversores que su fondo estaba teniendo un
gran desempeño en Wall Street y que iban a ganar mucho dinero invirtiendo, pero
en realidad estaba registrando pérdidas.
Shkreli saltó a la fama más adelante, en
2015, por haber inflado en un 5.000 por ciento el precio de un fármaco usado en
tratamientos contra el sida comercializado a través de su empresa Turing
Pharmaceuticals.*
La
historia de Shkreli es una de esas que nos dejan con la mosca detrás de la
oreja. Tenemos la extraña sensación de que hay algo que falla en las leyes o en
el sentido común.
Lo
cierto es que hay un blindaje en lo que permite el beneficio —la subida de
precios— mientras que se penaliza el engaño a los que arriesgan su dinero.
Engañar al público que te paga no es tan malo como engañar al que te financia. Subir
el precio de un producto para el tratamiento del SIDA un 5.000% es "casi"
admirable. Entrecomillo el "casi" porque será un modelo a seguir por
todos aquellos que desean dar el "pelotazo" en su vida.
La
ética de los negocios es algo que se practica entre iguales (socios inversores)
no en vertical, a los compradores. Como suelen decir los más cínicos: "tu
pones el precio y si alguien está dispuesto a pagarlo..." No en todos los
sitios lo permiten todo, pero para eso se
desarrolló la "globalización" económica, que te permitía ampliar
el campo de posibles estafas.
En este
sentido nos parece importante el paso dado por la Unión Europea para evitar el
doble estándar que algunos fabricantes trataban de imponer a los ciudadanos.
Europa tiene unos estándares que no deben ser fraccionados. Nos cuentan en
Euronews:
La Comisión Europea tomará medidas para que
los productos que venden las multinacionales en los países occidentales tengan
la misma calidad que otros similares que comercializan en los países del Este:
“Los consumidores eslovacos tienen el derecho
absoluto de tener la misma calidad en los productos que compran. No se trata de
abordar un asunto de forma benigna o negligente, sino que como Comisión,
debemos asegurarnos de que no hay ciudadanos de segunda categoría en Europa.
Todos los europeos tienen la misma igualdad de derechos porque todos tienen la
misma dignidad”, ha asegurado el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude
Juncker, tras su reunión con el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico.
Tienen la misma marca y etiquetado, pero el
contenido y la calidad de un mismo producto que vende una multinacional a
Alemania o Francia es diferente al que se comercializa en Hungría, Eslovaquia o
la República checa.
De ahí que grupo de Visegrád (integrado por
la República Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia) haya pedido a Bruselas
medidas más efectivas que acaben con este doble rasero.
De lo contrario, algunos como Eslovaquia
amenazan con limitar la importación de productos europeos en sus mercados.**
Es de
congratularse el razonamiento de Jean-Claude Juncker al basarse en la idea de
"dignidad", que es algo que está muy por encima de las condiciones
del mercado. Puede que no se regulen los precios, pero sí se puede actuar sobre
la calidad de lo que los europeos podamos consumir.
Se
trata de evitar el doble rasero, efectivamente. Para ello es esencial el concepto
de "europeos" como una unidad. Allí donde existe oficialmente la
Unión, somos todos iguales.
Lo más
sorprendente del caso es que sean los miembros del Grupo de Visegrád, especialmente Polonia y Hungría,
que se están empeñando en hacer lo mismo con los derechos de sus ciudadanos,
olvidándose de que son también "europeos" y no deben padecer un
"doble rasero".
Lo que
ha sacado en Polonia recientemente a los ciudadanos es precisamente sentir la
distancia que su gobierno establecía entre ellos y los demás ciudadanos
europeos. Al igual que la Comisión actúa impidiendo que la calidad de los
productos sea diferente para unos y otros, es su obligación evitar que los
estados traten a sus ciudadanos restringiéndoles derechos (a la información,
por ejemplo) o trastocando la relación entre poderes (controlando el poder
judicial desde el político, por ejemplo).
No sé
si los dirigentes húngaros y polacos que llevan tiempo tratando de hacer que sus
ciudadanos vean a Europa como intrusiva, como una maquinaria opresora, son
conscientes de que se lanzan ahora a reclamar la igualdad que niegan en otros
aspectos.
Una de
las cosas que la Unión Europea debe mantener con celo es la igualdad de sus
ciudadanos en cualquiera de sus espacios. De no hacerse así, los ciudadanos de
los países que se vean más perjudicados por estas prácticas de mercado no se
sentirán europeos y cundirá el descontento primero y la animadversión después.
La Gran
Bretaña del Brexit se verá al descubierto de las medidas de protección que los
estados de la Europa unida tienen. Tendrá que mirar bien sus intercambios no
sea que empiece a producir una pérdida más allá de lo previsto. Ellos también quieren y tienen derecho a ser protegidos por los estándares comunes.
La
tendencia de los mercados es a sacar el máximo beneficio al mínimo costo. Ya
vengan de fuera de la Unión o se fabriquen dentro de Europa, los estándares
deben ser los mismos para unos y otros. Pensar en producir más barato para
países considerados como mercados menos
exigentes es una auténtica afrenta al sentido de Europa y, como ha señalado
Jean Claude Juncker, un menosprecio de la dignidad de los europeos. Tampoco es justo exigir a los de fuera calidad para vender y luego venderles a ellos conforme a niveles inferiores de calidad. No todos los países se preocupan de la misma manera por la salud (o la educación o la justicia...) de sus ciudadanos.
La
tendencia de los mercados es a sacar el máximo beneficio al mínimo costo. Ya
vengan de fuera de la Unión o se fabriquen dentro de Europa, los estándares
deben ser los mismos para unos y otros. Pensar en producir con menos calidad
para países considerados como mercados
menos exigentes es una auténtica afrenta al sentido de Europa y, como ha
señalado Jean Claude Juncker, un menosprecio de la dignidad de los europeos.
Hace
año y medio, ya expresaban sus demandas:
“We’re not [saying] companies cannot adjust
their products to consumer demands,” said Olga Sehnalová, a Czech Member of the
European Parliament. “We are talking about different quality when it comes to
the composition of the basic ingredient. I think that this is unacceptable.”***
Y, en
efecto, lo es.
Todo el
mundo es igual de digno, dentro y fuera de Europa. La misma práctica de enviar lo
inferior, lo no deseado, al exterior carece de ética y es también una burla de la dignidad. Con ello volvemos al
principio. La condena al infame que subió los precios de un medicamento, esencial
para la vida de muchos, un 5.000% no debería quedarse en haber sido desleal con sus colegas. Es casi un
incentivo...
Todo el
mundo es igual de digno, dentro y fuera de Europa. La misma práctica de enviar lo
inferior, lo no deseado al exterior carece de ética. Con ello volvemos al
principio. La condena al infame Martin Shkreli, que subió los precios de un
medicamento esencial para la vida de muchas personas un 5.000% no debería
quedarse en haber sido desleal con
sus colegas. Es casi un incentivo...
La
reivindicación europea de la dignidad de todos debería ampliarse más allá y
eliminar los dobles raseros. Sería una forma de reconocimiento.
*
"Bruselas contra el doble standard de calidad" Euronews 27/07/2017
http://es.euronews.com/2017/07/27/bruselas-contra-el-doble-standard-de-calidad
*
"Condenado por fraude el “odiado” exdirectivo farmacéutico Martin
Shkreli" La Vanguardia 4/08/2017 http://www.lavanguardia.com/economia/20170804/43327824053/martin-shreli-fraude.html
**
"Bruselas contra el doble standard de calidad" Euronews 27/07/2017
http://es.euronews.com/2017/07/27/bruselas-contra-el-doble-standard-de-calidad
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