Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
algo de justicia poética en el despido de Anthony Scaramucci tras diez días en
la Casa Blanca. Parece difícil de superar, pero se superará. Se ha perdido su
estilo, su verbo (lenguaje colorista, llamó a sus insultos), sus movimientos
sincronizados con el Jefe. Había renunciado... a lo que fuera. Los que más lo
lamentan son los humoristas que habían encontrado en él un filón. Apenas un fin
de semana para poder sacarle el jugo a un personaje que prometía mucho. Pero
así son las cosas.
La Casa
se ha convertido en una especie de relato de terror en el que puede pasar
cualquier cosa al que traspasa su verja. La lista ya es sospechosamente larga
para poco más de seis meses desde que llegó el Maestro.
Eso
explica que John Podesta —que ha servido a Hillary Clinton, a Barack Obama y ha
sido jefe de Staff de la Casa Blanca con Bill Clinton— escriba en The
Washington Post un artículo con el título "The best advice I could have
given to John Kelly: Don’t do it!". Ya no son tiempos para la lírica o
para las metáforas. El "lenguaje colorista", empleado por Trump y por
el ahora defenestrado Scaramucci, ha dejado de ser eficaz. Hay que dejarse de
sutilezas y ser directo:
As a former White House chief of staff, the
best advice I could have given Gen. John F. Kelly has been overtaken by events:
Don’t take the job.
Kelly, who has rendered extraordinary service
and sacrifice to the nation, just signed up for what may truly be an impossible
mission: bringing discipline, order and strategic focus to the chaos that is
the Trump White House.
To have any chance of succeeding, he will have
to accomplish three extraordinary tasks, all at odds with President Trump’s
instincts.*
Como
demócrata y político curtido que habrá visto de todo, no quiere que el general
Kelly acabe sus días de gloria y servicio en la Casa
Blanca, destino infernal. Como a los demás, Trump los engullirá y los
regurgitará dejándolos sobre el césped para ser pisoteados por las bestias.
Si
tenemos en cuenta que muchos puestos están sin cubrir por el barullo formado
desde que llegó, el caos de la administración norteamericana tiene proporciones
épico estelares o "bíblicas", como escribe en otro artículo de The
Washington Post, firmado por Dana
Milbank y titulado "The Mooch takes a fall of biblical proportions".
A diferencia de los consejos dados por Podesta al nuevo Jefe de Staff, Milbank
no puede controlar su ironía y exprime las perlas que en su breve paseo por la
comunicación institucional ha dejado Scaramucci. No es el único.
Trump
se jactó al inicio que iba a llevar a la Casa Blanca las mentes más brillantes
disponibles, las inteligencias más elevadas. Lo que no explicó es que iba a
poner a cada una de ellas en puestos en los que no tenían la más mínima
experiencia. El presidente novato se rodeo de expertos haciendo cosas de las
que no tenían ni idea, como él. A Tillerson, un empresario petrolero, lo puso
al frente de la Secretaría de Estado y hace lo que puede, especialmente tratando
de arreglar los desaguisados del Maestro. Kelly es un militar, un marine, al frente de la Casa Blanca.
Sin
embargo, ha sido la elección de Anthony Scaramucci, The Mooch, para la Dirección de Comunicación la que ha dejado en
evidencia que Trump no es un buen seleccionador de personal. Fue abrir la boca
y se vino todo abajo. No está mal para estrenarse en la dirección de
Comunicación. Fue enviado a evitar filtraciones y se filtraron sus propias e
inadecuadas palabras, lo que ya es empezar mal. Ha estado tan poco tiempo que
no se puede decir que haya acabado mal; solo que empezó.
Yo creo
—un suponer— que, a Trump, Scaramucci le recordaba algo a él mismo de joven. Un
aire... El analista y humorista político Trewor Noah, presentador de The Daily
Show, lo expresó el otro día al mostrar en paralelo los gestos de uno y otro,
un efecto casi de natación sincronizada digno de una Olimpiadas. Los mismos
movimientos, posturas..., hasta el mismo gesto lanzado el beso de despedida.
Al
final, lo que ha hecho Trump es lo que se hace en cualquier western que se precie, llamar al 7º de
Caballería, pues no es otra cosa lo que ha hecho al poner a un militar al
frente de la Casa Blanca. Trump le ha recibido haciendo chistes sobre la
brutalidad policial frente a cientos de agentes, para escándalo de la propia
Policía que no está para bromas con estos asuntos en la calles de muchas ciudades.
John
Podesta le ha dado al general Kelly algunos consejos ya que ha aceptado la
misión suicida:
First, discipline. There’s no doubt the
decision to replace Reince Priebus with Kelly was based on the hope that a
former four-star Marine general could get this menagerie in line. You don’t
have to compare the Trump White House to no-drama Obama or the buttoned-down
Bush operations to know there is simply no precedent in modern history for the
current White House culture of factionalism, infighting and lack of respect
among senior staff members.
[...]
Kelly’s second task will be to restore
strategic direction to Trump’s haphazard policy-making process.
In domestic affairs, that will mean
reestablishing relationships with congressional leaders on both sides of the
aisle. Trump’s current strategy of partisan bullying has been disastrous,
producing almost no significant legislation in what has generally been the most
productive part of a new president’s time in office.
[...]
Kelly’s third task might be the hardest.
He has to protect the integrity and
independence of the Justice Department and special counsel Robert S. Mueller
III’s investigation from constant interference by the president and the White
House. He has to be resolute in defending our constitutional norms and the rule
of law. While it may not endear him to the president, Kelly will actually be
helping Trump stay out of even more trouble.*
¿No sería más sencillo encerrar a Trump en un sótano
directamente y hacer como si no hubiera pasado nada? Los consejos de Podesta a
Kelly son realmente sencillos —obvios, dada la situación— pero existe un gran problema:
Trump es el presidente.
Si alguien se hubiera perdido en una selva, incomunicado, se
reincorporara a la vida civilizada y —después de una buena ducha— se sentara a
leer The Washington Post y encontrara el artículo de John Podesta no entendería
nada: "¿El mayor problema de la Casa Blanca es el Presidente?",
preguntaría asombrado. Sí —le contestarían—, mejor no preguntes.
Finalmente, John Podesta, una vez dados sus tres consejos y haber
dejado su conciencia limpia, escribe:
I began by noting that Kelly may have embarked
on mission impossible, but the good news is that he does have a strong hand to
play. The truth is that the president needs Kelly more than Kelly needs him.
Trump simply cannot afford to have Kelly walk without disastrous consequences.
The new chief of staff should use that power to restore discipline and dignity
to a White House sorely in need of both.*
Esperemos que Trump lea también el artículo. Pero existen
las mismas probabilidades de que se sienta aliviado que ofendido; o primero uno
y después lo otro. Dirá que nadie puede manejar la Casa Blanca mejor que él,
que solo pensarlo es no ser "leal".
Un tuit
de Donald Trump asegura que todo está bien en la Casa Blanca. América puede
dormir tranquila.
* John
Podesta "The best advice I could have given to John Kelly: Don’t do
it!" The Washington Post 31/07/2107 https://www.washingtonpost.com/opinions/john-kelly-may-have-signed-up-for-mission-impossible/2017/07/31/8eebc942-7610-11e7-9eac-d56bd5568db8_story.html
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