Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mientras
el artículo más leído en estos momentos en el T Magazine de The New York Times lleva por título " To
the First Lady, With Love", en el que cuatro personalidades del mundo de
la cultura y del activismo social declaran su admiración y agradecimiento a Michelle
Obama por su labor desde la Casa Blanca, nos encontramos con otros titulares
tan directos como el del columnista Charles M. Blow, "Donald Trump, the
Worst of America". El abismo entre ambos personajes y lo que representan
es tal que los periódicos parecen reflejar dos planetas distintos. El drama es
para los Estados Unidos, cuya división es ya imposible ocultar.
El
trabajo soterrado de subversión de la realidad hasta hacerla increíble y
aceptable va ganando terreno en las sociedades democráticas. Mientras las
dictaduras socavan la realidad con la propaganda sobre sus líderes y resultados
haciendo vivir en una mentira oficial, las democracias sufren los ataques de la
paranoia conspirativa promovida por aquellos que la subvierten para sus fines.
En un mundo en el que todo queda en el aire, la angustia creada por los líderes
negativos es calmada por los antídotos de sus palabras. Asentadores de la duda
y de la negación, acaban transmitiendo una negatividad que afecta al sistema y
a su credibilidad.
El
editorial de The New York Times critica el vergonzoso
silencio del partido republicano sobre las paranoicas acusaciones de Donald
Trump sobre el amaño de las elecciones, acusaciones gravísimas que afectan a la
totalidad del sistema, a la democracia misma. Con el titular "Shameful
Silence on Donald Trump’s Lies About Vote-Rigging", los editorialistas del
periódico señalan:
It may be too late for the Republican Party to
save itself from the rolling disaster of Donald Trump, but the party’s top
leaders still have the duty to speak out and help save the country from his
reckless rhetoric. The most frightening example is Mr. Trump’s frenzied claim
that the presidential election is being “rigged” against him — a claim he has
ramped up as his chances of winning the presidency have gone down.
Instead of disavowing this absurdity outright,
Republican leaders sit by in spineless silence. Mitch McConnell, the Senate
majority leader, and Paul Ryan, the speaker of the House, are the two most powerful
Republicans in the country and should be willing to put the national interest
above their own. Both know full well that there is no “rigging,” and yet
between them they have managed one tepid response to Mr. Trump’s outrageous
accusations: “Our democracy relies on confidence in election results,” Mr.
Ryan’s spokeswoman said, “and the speaker is fully confident the states will
carry out this election with integrity.”*
No sé si servirán de algo estas apelaciones a la
responsabilidad. Trump ha llevado a los republicanos hasta un terreno pantanoso
en el que mantener la estabilidad es imposible. La política destructiva de la
negación sacude al partido, le guste o no, ya que es quien le respalda, quien
le presenta como candidato, como posible presidente de un país, el más poderoso
del mundo. La sola escritura de esto hace crujir cualquier sentido de la
realidad. Pero esos crujidos se llevan escuchando desde el principio y solo
algunos republicanos han tenido la honestidad de decir que no pueden respaldar
a Donald Trump como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Los
demás, como señala el editorial, se hacen responsables con su vergonzoso
silencio de haber llevado hasta el límite del peligro el desastre. Si Trump
fuera elegido, su responsabilidad ante lo que ocurra no tendrá límite. Pero,
¿por qué no es posible parar a Trump? ¿Por qué no consiguieron frenarle con
otros candidatos "profesionales" y experimentados en las primarias
republicanas?
La explicación la hemos ido construyendo en el tiempo, día a
día, ante los hechos y palabras de un candidato que crea sus propias reglas.
Trump juega en otro nivel de realidad, un plano que asusta a quienes tienen un
mínimo de sentido sobre los que les rodea. Trump, en cambio, vive su propia
fantasía hacia la que atrae a los otros. Unos se resisten horrorizados; son los
que consiguen mantener el sentido de la realidad. Pero están otros, esos
votantes sobre los que se preguntan los analistas y articulistas, que viven en
una realidad fantasiosa similar. Dudan del mundo, dudan de lo que hay y lo
sustituyen por una realidad explicada por personas como Trump.
Ese mundo fantasioso es perverso y solo adquiere coherencia
a manos de esos "conductores" que lo explican desde la paranoia
arrastrando a los creyentes. Estos acaban siendo inmunes a los razonamientos, a
los hechos, a los datos y acaban creyendo exclusivamente en lo que les ofrecen
los líderes a los que se adhieren. La pregunta sobre cómo es posible que tanta
gente crea lo que Trump dice o hagan suyos sus perversos razonamientos es cada
vez más frecuente porque resulta incompatible con los estándares de
credibilidad. The Washington Post titula "When the facts don’t matter, how
can democracy survive?", una pregunta urgente sobre el sentido de lo político
en un mundo de mentiras y fantasías, de negaciones, en el que los hechos son
ignorados o negados:
Why do voters continue to buy this nonsense?
Yes, there are certainly times when experts and
number-crunchers get things wrong; and yes, there is a fundamental numeracy
deficit in this country.
But this anti-intellectual, ignore-the-data
attitude mostly owes its growth to a careless, conspiracy-theorizing league of
(mostly) conservative politicians and pundits. They elevated themselves by
sowing distrust in traditional institutions and sources of authority, from the
media to civil servants to scientists. They presented themselves as the sole
truth-tellers, system de-riggers and messianic statistics unskewers, while
maintaining that everyone else was feeding the public lies.
Today, some of these same message-bearers are
the victims of their own success. The most prominent right-wing media outlet,
Fox News, has been attacked by even more right-wing media outlets for
supposedly conspiring against Trump. Fox News’s own polls, for example, stand
accused of pro-Clinton skewing.
And many of the politicians who rose to power
on their anti-establishment, anti-politician, anti-government, anti-evidence
bona fides now find themselves in the cross-hairs of an even more
anti-all-those-things outsider candidate.**
En efecto, esto tiene sus consecuencias políticas. La
ignorancia de la realidad de los hechos acaba generando ese mundo fantasioso y
conspiratorio. Debemos prepararnos ante este tipo de demagogia. Ningún sistema
democrático está a salvo de esta paranoia que hace dudar o negar directamente
todo aquello que me desagrada, todo lo que no me gusta.
La existencia de un ecosistema mediático de presión
constante sobre las personas puede modificar su sentido de la realidad y hacer
que efectivamente el mundo comience a verse conforme a esos parámetros
paranoicos. Cada vez hay más sectores que funcionan como sectas, es decir, se
encierran sobre sí mismos y rechazan todo aquello del mundo que entre en contradicción
con su propia visión. Nos alejamos de los modelos dialogantes, que exigen a las
personas un ejercicio crítico de sí mismos y de los demás, para adentrarnos en
modelos cerrados que se alimentan de su propia paranoia. Hoy tenemos fuentes
constantes para hacerlo ya que el sistema de mercado nos da lo que necesitamos
aunque sea abono para nuestra locura.
Las consecuencias de esto son malas ahora, pero serán
terribles ya que actúan sobre un mundo cada vez más carente de recursos para
defenderse, cada vez más influido desde el exterior y que se repliega sobre sí
mismo. El comportamiento sectario será cada vez más frecuente porque es
rentable cuando se piensa la política en términos de poder y no de servicio.
Cualquier cosa vale en un planteamiento cuyo fin es el poder; los que conciben
la política como un servicio a la comunidad, en cambio, se mueven tratando de
no dañar al sistema sabedores del desastre que esto implica.
El largo listado de las extravagancias de Trump, sus
insinuaciones, sus negaciones de la verdad, etc. son aceptables para un número
inusualmente alto de personas. No es un loco en los márgenes, sino un loco que
lucha por conquistar el centro, el lugar de la atención, para expandir su
locura y arrastrar a todos.
El riesgo que esto supone es enorme. En efecto, ¿qué tipo de democracia puede darse en un mundo en el que se duda de la realidad de los hechos que pueden ser verificados y se creen, en cambio, las mentiras más burdas sobre conspiraciones, fraudes, etc.? La democracia es cada vez menos racional y más pasional; más sectaria y menos dialogante.
No es bueno que el deseo transforme la realidad haciéndola irreconocible.
*
Editorial "Shameful Silence on Donald Trump’s Lies About
Vote-Rigging" The New York Times 17/10/2016
http://www.nytimes.com/2016/10/18/opinion/shameful-silence-on-donald-trumps-lies-about-vote-rigging.html
** "When the facts don’t matter, how can democracy survive?" The Washington
Post 17/10/2016
https://www.washingtonpost.com/opinions/when-the-facts-dont-matter-how-can-democracy-survive/2016/10/17/560ff302-94a5-11e6-9b7c-57290af48a49_story.html?hpid=hp_no-name_opinion-card-f%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.e67bab405e16
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