Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La preocupación
por la imagen que Egipto tiene debería ser sustituida por una mayor
preocupación por la realidad en la que vive. Es de la realidad cotidiana de donde
sale proyectada esa imagen muy alejada de la que se quiere construir a través
de técnicas de propaganda, carisma personal o el silenciamiento de los
críticos, que son los tres puntales sobre los que se descarga la tarea
promocional. Mada Masr se hace eco del informe de "World Justice Project"
mediante el cual se establecen los índices de países sobre el imperio de la
ley. El proyecto mide los indicadores de la vida de los ciudadanos de cada país
en sus relaciones con los estados y establece los índices mundiales. El titular de Mada Masr ya nos advierte: "Egypt ranks last in region for
rule of law: World Justice Project index":
Egypt ranked last in the Middle East and North
Africa and 110 globally in the Rule of Law Index prepared by the World Justice
Project, released on Wednesday.
The United Arab Emirates came first in the
region for rule of law, followed by Jordan, according to the index.
The data was collected through 100,000 global
surveys pertaining to people’s perceptions of: state power, corruption, the
transparency of government, fundamental rights, security, law enforcement,
civil justice and criminal justice.
In terms of the power of the Egyptian state,
the index showed a perceived decrease in the limitations imposed on government,
a decrease in judicial and legislative oversight, as well as a decline in the
monitoring of auditing agencies and civil society.
Regarding civil rights, the index showed
Egyptians generally feel their rights to freedom of expression and privacy have
decreased, along with their safety and security, labor rights and due process
of law.
The surveys indicated Egyptians feel the
highest levels of corruption are within the executive and legislative branches
of the state, and the lowest within the military.
As for security and order, Egyptians generally
cited low levels of crime, followed by civil violence.
Citizens rated the nation poorly in terms of
transparency over new laws and government data, as well as the right to
information and civic participation.
Denmark, Norway and Finland topped the index,
with Afghanistan, Cambodia and Venezuela ranking last.*
Los datos son preocupantes por sí mismos, pero lo son
todavía más si consideramos que son el resultado tras una "hoja de ruta
democrática", según la propia definición del gobierno y su presidente. Es
decir, oficialmente Egipto cree vivir
en un sistema democrático y haber acabado sus reformas en este sentido. Pese a
los indicadores y a los hechos mismos, por ejemplo, el presidente sigue
sosteniendo interna y exteriormente que existe libertad de expresión. Da igual
que hayan sido despedidos o apartados, encarcelados incluso periodistas por
sostener opiniones diferentes a las del régimen.
La condena, expresada hace unos días, de la Comisión
Internacional de Juristas a la forma de actuar los jueces en Egipto es un dato
más que concuerda con lo dicho ahora por el Índex. Pese a todo ello, el
discurso oficial sigue siendo el mismo: todo es conspiración y el estado y
gobierno egipcio funciona bien bajo el mandato del electo y elegido Abdel Fatah
al-Sisi.
La Ley anti protestas, como ocurrió en la época de Mubarak,
sirve para acallar de cualquier tipo de situación, como hemos
tenido ocasión de ver esta misma semana con las protestas ciudadanas ante la
subida abusiva del precio de las viviendas oficiales en Port Said. Los propios
diputados de la zona tuvieron que asegurar que "nos se habían producido
cantos contra el gobierno o el Ejército", una explicación que merece
detallado análisis. Lo vimos en su momento.
El estado general que se describe es el lógico con la
trayectoria seguida, que trataba de salvar el mismo régimen que se decía haber
superado. La gran contradicción egipcia y la causa de sus males es haber hecho
dos "revoluciones" para que nada cambie. Todo contra lo que los
egipcios se sublevaron en 2011 sigue en el mismo sitio: la judicatura, la administración,
la Policía, el Ejército, el empresariado corrupto. A aquellos a los que se
detuvo en su momento se les liberó en un lento goteo para evitar que el pueblo
se sintiera estafado. Hasta las condenas contra Hosni Mubarak se han ido desmoronando
por falta de pruebas. ¡Ironías de la vida!
Los policías que matan manifestantes, como Shaimaa
al-Sabbagh, son condenados cuando las pruebas son apabullantes para salir con
reducidas condenas al poco tiempo. Hay justificación para todos. Los jueces
viven este proceso como parte activa, ayudando a mantener el sistema: condenan
a los que son molestos y absuelven a los que actúan para el mantenimiento del
orden. Hasta los reformistas religiosos se han visto encarcelados por opiniones
expresadas en artículos o programas de televisión. Los artistas han sido
censurados y algunos encarcelados. Los libros ya no pasan la frontera como
antes, como ocurrió con las obras que recogían los grafitis de la revolución de
2011. Se han cerrado espacios culturales y editoriales que llevaban desde la
época de Mubarak.
La propaganda oficial y paralela se ha encargado de denigrar
la revolución de 2011 haciendo creer a los más crédulos que es la responsable
de la inestabilidad de Egipto. Según esta teoría extendida y aceptada por
muchos, los revolucionarios eran una mezcla de agentes al servicio de Occidente
y de islamistas, empeñados todos en la destrucción de Egipto. Es el golpe de
estado —el no-coup— el que trae la rectificación de la revolución a petición
del pueblo.
Lo que muestra el Índex
no se aleja de la realidad. Refleja incluso una contradicción, el límite final:
el Ejército. La forma en que los egipcios han disociado en sus mentes el hecho
de que el Ejercito está al frente del país desde 1952 —que es el responsable de
lo para bien o para mal, de todo lo que ocurre allí— y la realidad en la que
viven es el resultado de un proceso único en el mundo.
Tras décadas, el Ejército es como las pirámides: siempre ha estado allí. Causaría una
distorsión terrible de la realidad su falta de presencia, un estado de orfandad.
El Ejército es la señal de estabilidad para ellos, pero
también el responsable de la continuidad de los regímenes sucesivos. Para bien y para mal, el Ejército es la columna vertebral
del país. Está por encima de cualquier
vigilancia y es el factor determinante en la economía del país, ya que la
controla a través de múltiples empresas. El Estado, a demás, controla la vida
de millones de personas a través de los subsidios, algo que ha sido fuente de
dependencia y control social.
En Egyptian Streets se recogen los problemas económicos y
políticos que van a causar en la sociedad egipcia la necesidad de recortar los
subsidios. Aquí hemos analizado la angustia y desesperación de la clase media
que ve cómo el Estado se lanza sobre ella para intentar sacar fondos para mantener
el funcionamiento del aparato. La clase media es la principal afectada por la
inflación, que se come todo a través de subidas de precios como la energía
eléctrica, que se cobra por zonas (barrios más ricos o más pobres) e ingresos
(mayores o menores). Se trata de evitar así que se produzca un estallido social
que será difícil de evitar dado la magnitud de la crisis por la acumulación de
problemas dado el inmovilismo egipcio, la falta absoluta de reformas y factores
como la corrupción, que se alimenta de las subvenciones, como ha ocurrido con el
gigantesco fraude del trigo. Se
señala en Egyptian Streets:
Inflation in Egypt has been on the rise in
recent years, as the country continues to struggle with difficult economic
conditions, particularly a hard currency crisis compounded by the waning of the
tourism industry.
However, the government has been working
towards policy reforms – most notably slashing and reforming subsidies – in
efforts to remedy the problems crippling the country’s economy.
In 2014, President Abdel Fattah Al-Sisi made
the controversial decision to slash energy subsidies overnight, leading to
drastically higher prices of fuel, angering several segments of the population,
including taxi drivers and transport workers, as well as regular consumers.
Defending the move, Sisi said the subsidies had failed to reach the people who
they were aimed to help and instead mainly benefited the rich.
Former president Hosni Mubarak was careful not
to touch the subsidies, being acutely aware of the potential danger such a move
could pose to the stability of his regime.
In 1977, president Anwar Sadat slashed
subsidies on basic foodstuffs, sparking a massive “bread uprising”, which was
only ended with the deployment of security forces to the streets and the
reenactment of the subsidy regime. Since then, Egypt’s leaders have been wary
to raise prices on staples.**
El gobierno egipcio quiere evitar que la carga caiga
sobre los subsidios, es decir, sobre aquellos que ya han dado muestras de ira en el
pasado. Pero pueden ocurrir muchas cosas en ese intento. La maniobra
puede no ser sencilla y los préstamos tienen sus condiciones económicas, por
más que el gobierno las quiera traducir a políticas. Un préstamo de FMI no es
un regalo. Los economistas ya advierten que si Egipto lo pide no tiene sentido
responsabilizar a terceros. Pero se hará, se desviará la responsabilidad con
ayuda de la propaganda. Pero todo tiene un límite.
La crisis egipcia parece imparable ante la ausencia
continuada de reformas y, en especial, de autocrítica. No hay peor asesor que
el adulador. Egipto expulsa a los críticos, insultándolos y considerándolos
enemigos. No es más que una maniobra para evitar reformar lo que se ha creado
por un régimen, el de Hosni Mubarak, al que ahora se le pide disculpas. La
corrupción no comenzó con Mubarak, pero sí el periodo más largo en el que se
fueron asentando los negocios oscuros y las distancias entre unas élites que
podían vivir bien y un pueblo al que se le mantenía contento con subsidios.
Los avisos que le llegan de todas partes, de dentro y de
fuera, sobre la necesidad de reformar la educación, la judicatura, la
administración, la seguridad, etc. chocan con el inmovilismo del propio aparato
que se ha hecho ineficaz para su propia reforma. La revolución de 2011 fue una
oportunidad fallida pues pronto se ocupó de apartar a los que querían un cambio
real.
El sistema se volvió a encargar de hacerse con el timón del
país y fabricó un nuevo "líder" para satisfacer la mitomanía popular
y su gusto por los uniformes. Apenas ha cambiado algo en Egipto. Muchas personas se han dado cuenta del funcionamiento del
sistema y han decidido crear sus propios caminos para cambiar las cosas, aunque
sea en pequeñas parcelas. Son pocos. Muchos están encarcelados o amenazados
porque el propio sistema no permite que nadie demuestre que es mejor que él.
En mayo de 2014, la revista Report, del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales, publicó el
artículo "Myths and Legends: Modern History and Nationalistic Propaganda
in Egyptian Textbooks", firmado por la investigadora Patrycja Sasnal. En sus conclusiones finales se llegaba a lo siguiente:
“Education and power are terms of an
indissoluble couplet. It is at times of social upheaval that this relationship
between education and power becomes most visible.” [M.W. Apple, L.K.
Christian-Smith (eds.), The Politics of
the Textbook 1991] This is strikingly visible in Egypt today. If, as a
result of what is dubbed a revolution, only insignificant changes are made in
history textbooks—one of the most accurate barometers of systemic change—then
the revolution has not happened yet. There does not seem to exist an
institutional (and perhaps overall) awareness of deep systemic change in Egypt.
The institutions that are responsible for school syllabi—from the prime
ministerial and ministerial levels to clerks, consultants and authors of
textbooks—seem convinced that mere references to the Mubaraks were the greatest
problem in history textbooks, neglecting the nationalistic and militaristic
propaganda.
The current situation is a result of a sort of
vicious circle: the institutions and the people who create them—taught a
nationalistic, biased, divorced-from-reality version of history and worldview,
unaccustomed to criticising authority, rewarded for obedience—cannot conceive
of a different educational system. How could they? Real change can either come
via an order from the very top or when the people in the lower echelons are
replaced. Neither has happened in Egypt and, by that token, it proves the
existence of a natural but unrealised auto-censorship—the fruit of decades of
propaganda.
Among the reasons for this continued
mythological take on history is first and foremost a certain negligence
throughout the post-1952 decades. In 1952, the new authorities recognised the
need to create a sense of national pride, to give Egypt back to Egyptians after
centuries of colonialism and clientelism. But the exaggeration in propaganda
did not fade with time—reality has changed but the tone in the curriculum has
remained. Nationalistic feelings have created a certain inferiority complex,
diminished critical thinking, and distorted Egyptian history. The authoritarian
system bred authoritarian institutions, such as the ones responsible for
curricula, and in time morphed into a bureaucratic behemoth preoccupied with
its own survival, divorced from the changing realities, and neglecting the
sense of service for which it had been created in the first place.
Corroborating that possibility, a former ministerial advisor, when asked if there
was a specific message about modern history in Egyptian textbooks, answered: “I
would appreciate if there was a message because that would mean that there is a
vision. But there is none.”***
El sistema es el mensaje. Los que protestaban patrióticamente contra la entrega a Arabia Saudí
esgrimían sus libros de texto, en los que se daba por sentado su pertenencia a
Egipto.
El autoritarismo genera autoritarismo. El análisis de Patrycja Sasnal llega a conclusiones parecidas a las que
hemos indicado sobre el problema. Nada ha cambiado y el sistema sigue
reproduciéndose a sí mismo con solo algunos cambios cosméticos que tratan de ocultar
que el poder siempre ha estado, como las pirámides, en el mismo sitio. Poder de
la eternidad, eternidad del poder. Incapaz de construir una realidad mejor con este aparato institucional, el sistema trata de frenar con propaganda su deriva y los problemas que no resuelve.
Se avecinan tiempos muy duros para Egipto. La capacidad del
sistema de ofrecer una solución más allá de la fórmula habitual de propaganda y
represión parece limitada. La mirada se aleja de los problemas reales, problemas que cuesta mirar en su origen, en su incapacidad de resolverlos por los responsables. La revolución no cambio nada; se evitó que una generación nueva pudiera hacerse, con manos limpias, con el control del país, algo necesario para vaciar las maletas llenas de vicios y mentiras. Pero todo quedó en las mismas manos.
En el momento en que termino de escribir estas líneas, las primeras páginas de los periódicos egipcios dan cuenta del asesinato por unos desconocidos, de un militar de alta graduación, el Brigadier General Adel Raga'ai, responsable de la importante 9ª Brigada. Le han disparado en la cabeza al salir de su casa. Un atentado que siempre hay que condenar como hay que condenar la violencia institucional.
El drama egipcio sigue en todos sus niveles, de la lucha armada a las crisis económicas y políticas. El asesinato traerá más represión. Se seguirán cerrando las puertas a la modernización del país y los recursos se escaparán entre subsidios, burocracia, corrupción y gasto militar.
Llegará una crisis cuyos datos no se puedan tapar con propaganda, con marchas militares o inauguraciones faraónicas. Entonces habrá que asumir la realidad de los datos.
*
"Egypt ranks last in region for rule of law: World Justice Project
index" Mada Masr 20/10/2016
http://www.madamasr.com/en/2016/10/20/news/u/egypt-ranks-last-in-region-for-rule-of-law-world-justice-project-index/
**
"Egypt to Consider Boosting Subsidies to Shield Low-Income Citizens from
Hardships of Economic Reform" Egyptian Streets 19/10/2016
http://egyptianstreets.com/2016/10/19/egypt-to-consider-boosting-subsidies-to-shield-low-income-citizens-from-hardships-of-economic-reform/
***
Patrycja Sasnal "Myths and Legends: Modern History and Nationalistic
Propaganda in Egyptian Textbooks" Report. Instituto Polaco de
Asuntos Internacionales, Varsovia mayo-2014
https://www.pism.pl/files/?id_plik=17465
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