Joaquín Mª Aguirre (UCM)
«Esto es lo mejor que nos puede pasar, pero que estalle ya.»* Quienes dicen esto son los empresarios de la isla canaria de El Hierro que desean convertir el probable estallido volcánico en un mega espectáculo al que sacar una rentabilidad turística. Ha cundido la teoría de “esto no es una crisis, es una oportunidad”, que es como decir que la caída del Antiguo Régimen fue una oportunidad de vender cuchillas para la guillotina.
Ver los desastres como “oportunidades” es una práctica cada vez más extendida. Recuerdo la venta inmediata de camisetas con la inscripción “Yo sobreviví al terremoto” en un seísmo de 6’9 en 1989 en la ciudad de San Francisco. Murieron cientos de personas. Algunos voluntarios buscaban entre la ruinas con las camisetas con el lema puestas. Todavía hoy existe toda una industria posterior de conmemoraciones del terremoto del 89 en San Francisco y la zona.
Pero la cosa no se queda ahí. Convertir los desastres en oportunidades es lo que llevó a un ciudadano norteamericano, coleccionista de arte vinculado con el automóvil —artilugio por el que los norteamericanos sienten en general devoción—, a comprar un coche que había sufrido la caída masiva de ladrillos durante el terremoto y cuyas abolladuras debieron parecerle terriblemente sugerentes desde el punto de vista estético. El resultado es “Art car 17:04”, llamado así por hora del terremoto, una pieza de coleccionista, con la Madre Naturaleza como autora. El coche le salió barato y, en cambio, ahora es poseedor de una pieza única. ¡Oportunidades!
"17:04": el coche y su feliz propietario |
No es de extrañar pues que la isla de El Hierro quiera su desastre particular para que los turistas que desean paz y sol sean sustituidos por los amantes de lava, cenizas volcánicas y mucho ruido. ¡Un cambio radical! Ya puestos, yo contrataría a Jean-Michel Jarre para hacer un concierto desde una plataforma flotante frente a la isla, en zona segura, y alquilaría barcos para poder asistir. Sería como un autocine, un drive in, pero con barcos. ¡Oportunidades!
Si no tiene terremotos cerca, no se preocupe |
Sin embargo, los amantes de las catástrofes-oportunidades van mucho más allá. En esta escuela se encuadran, por ejemplo, los que desean que se deje hundir a Grecia considerándolo como una catástrofe natural del mercado. Lo mismo se aplica a bancos, empresas, y a todo bicho viviente porque, por ser bicho, está sujeto a las normas de supervivencia y extinción naturales. Cuantas más catástrofes, más oportunidades, según la regla. La teoría de la oportunidad catastrófica cree que existe la mano invisible y que, además, va dando bofetadas a diestro y siniestro. Nada de palmaditas, bofetadas en forma de todo tipo de desastres. Todo esto debe afrontarse con optimismo, apartando cualquier visión negativa. ¡Oportunidades!
Hay muchos más casos y la teoría está muy extendida, aunque no siempre asuma su denominación de origen. Algunos ven bien que los partidos se hundan tras cierto tiempo en el poder. No me refiero a la oposición, sino a los mismos partidos. Son las catástrofes internas. Los partidos tienen su propia oposición interna que también desea oportunidades catastróficas por más formalitos que los veamos. Así otros tienen la oportunidad de ascender y ocupar los puestos a los que se aferran los que los han llevado al desastre electoral.
La lucha que el candidato Pérez Rubalcaba mantiene con el aparato del partido** para colocar a su gente en las listas frente a los que teóricamente salen es representativa de este proceso. El problema es que pensamos erróneamente que la política es una lucha por el poder. Eso ocurre cuando tienes oportunidad de ganar, pero cuando no las tienes, la política es la lucha por el sueldo de diputado, concejal o lo que sea. Por eso este empeño en colocar cada uno a los suyos en puestos en los que puedan salir elegidos. Al reducirse el número de diputados posibles, aumenta la disputa por los puestos. Pura matemática darwinista. Algunos han elegido por su propia voluntad desaparecer antes de que otros les apliquen la regla de las catástrofes y las oportunidades.
La teoría ha sido expuesta con total descaro —y causando auténtica irritación popular — por un bróker durante una entrevista en la BBC. Sin pudor alguno, se confesó amante de los desastres, de las crisis, porque donde los demás ven desgracias él ve “oportunidades”. Es el triunfo del relativismo, sobre todo, moral. La crisis es su oportunidad de enriquecimiento, algo que no es solo él quien lo piensa, sino que está en la mente de todos los que se están dedicando a la especulación o, simplemente, a los que hacen negocios con las enfermedades, las guerras, etc. La teoría se expuso con tanto descaro que se llegó a pensar que era una maniobra publicitaria, que es la forma de engañarnos cuando lo que escuchamos nos parece excesivamente provocativo. Pero no, los especuladores voraces forman parte de la realidad. Goriot, el personaje de Balzac, ya se había hecho rico especulando con el trigo durante las guerras napoleónicas. Teniendo en cuenta que el valor proviene de la escasez, las oportunidades son siempre a costa de la carencia ajena. La cuestión problemática son los límites y con qué se especula.
La frase “hacer de la necesidad virtud” podría aproximarse a esta teoría cruenta de las catástrofes. Las catástrofes son las que son, pero los oportunistas somos nosotros, que somos capaces de mirar las necesidades como auténticos buitres carroñeros, excediendo en ocasiones los límites del pudor expositivo. Los empresarios de El Hierro, los combatientes políticos, el coleccionista de arte automovilístico, el bróker deslenguado…, todos son ejemplos de que de lo malo siempre se puede sacar algún beneficio. El problema está en cuando eres tú el que lo provoca o lo desea. Esas ya son otras teorías: la del parásito social y el enfermo moral.
* “Los que no temen al volcán”. El País 30/09/2011 http://www.elpais.com/articulo/sociedad/temen/volcan/elpepisoc/20110930elpepisoc_4/Tes
** "Rubalcaba libra un pulso con el aparato de PSOE para pactar sus listas". El País 30/09/2011 http://politica.elpais.com/politica/2011/09/29/actualidad/1317326382_504932.html
Ciudadanos observando el terremoto e incendio posterior de San Francisco en 1909 |
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