Joaquín Mª Aguirre (UCM)
«Cuando se buscan las condiciones psicológicas del progreso de la Ciencia, se llega pronto a la convicción de que hay que plantear los problemas del conocimiento científico en términos de obstáculos [...] El conocimiento de lo real es una luz que proyecta siempre sombras en alguna parte.» (187)*
Con esto quería decir Bachelard que el acto de conocimiento plantea simultáneamente aspectos positivos y negativos para el conocimiento mismo, por expresarlo de forma simple; la luz ilumina ciertas zonas, pero provoca también zonas de sombra.
Pero Bachelard va más allá de la Ciencia y aplica este principio a otra forma de adquisición de conocimientos: la educación. Le sorprende al filósofo que los profesores (especialmente los de ciencias, señala) no sean conscientes de un hecho: «… el adolescente llega a la clase de física con conocimientos empíricos ya construidos; se trata pues no tanto de adquirir una cultura experimental, como de cambiar de cultura experimental, de volcar los obstáculos acumulados ya por la vida cotidiana» (191). El adquirir un conocimiento supone siempre cambiar otro conocimiento. Esta idea tiene grandes consecuencias si la tomamos en serio. Y deberíamos hacerlo.
Dentro de unos días comenzaremos el curso en nuestras universidades y los alumnos se sentarán frente a nosotros de nuevo. El “error de la página en blanco” es el de tener la ilusión de que esas personas que están allí vienen sin sus propias experiencias y sus intuiciones. La labor del profesor es doble y ninguna fácil: desmontar experiencias previas y tratar de insertar nuevas. Estas nuevas formas, en el futuro, actuarán también como obstáculos de nuevos conocimientos. Nuestra labor es desmontar certezas que se han adquirido previamente para poder dejar lugar a la duda como mecanismo de progreso. Sin duda no se avanza. No es fácil asimilar que lo que aprendemos está destinado a ser cambiado desde el mismo momento en que lo adquirimos.
La idea no es la imposibilidad del conocimiento o de la objetividad, sino que de todas las luchas que el ser humano emprende, la más titánica es la que mantiene consigo mismo. Cuando entendemos que somos nuestro principal obstáculo, podemos relativizar lo que nos ata y condiciona. Por eso son tan extraordinarios los espíritus creativos, los genios, cuya capacidad no es solo la de oponerse a los otros, sino especialmente oponerse a sí mismos. Hacerse es un desprenderse permanente; hay que aceptar que somos un proyecto inacabado y que esa es nuestra gran ventaja en lo personal, lo social y como especie.
Gaston Bahelard |
Nuestros grandes avances se dan porque una parte de nosotros, individual y socialmente, se niega a estar cerrada. La Vida es un gran repertorio de programas con distintos grados de cierre. Nosotros somos, probablemente, la especie con mayor capacidad plástica cognitiva y esa ha sido nuestra fuerza y, sobre todo, lo que ha definido nuestra velocidad de avance través de la cultura. Es nuestra capacidad de cambiarnos rápidamente, de desprendernos de nuestros propios obstáculos, lo que nos hace poderosos.
Desgraciadamente, la sorpresa de Gaston Bachelard porque los profesores no entendieran esto sigue vigente. Nuestra forma de educación está destinada a cerrarnos antes que a abrirnos. Entendemos la educación como una transmisión de conocimientos que nos definen de forma estática. Deberíamos incidir mucho más (en el caso de que se haga algo) en esa idea de desprendimiento. En términos de pensamiento, desprendimiento significa capacidad de preguntarse. Uno solo se pregunta algo cuando duda. Las personas seguras ni dudan ni se preguntan. Lo contrario es hacer unas personas que niegan y se niegan al cambio. Escribió Bachelard:
«Llega un momento en el que el espíritu prefiere lo que confirma su saber que lo que le contradice, o prefiere las respuestas a las preguntas» (189)
Vamos perdiendo capacidad adaptativa, ligereza, ante el peso desorbitado de los conocimientos y de las experiencias que nos van paralizando. La parálisis es la incapacidad de desprendernos de nosotros mismos. Ama las preguntas. Piensa que tus repuestas pueden ser un punto de apoyo para el siguiente paso y que la última es ya el final del camino. Cambié, dijo Goethe, para poder seguir siendo yo mismo. Metamorfosis frente a parálisis.
Hay un cuento sufí que se fue transmitiendo hasta convertirse en un célebre número de circo. Un payaso se pasea buscando insistentemente dentro del círculo de luz dibujado por una farola. Un compañero le observa detenidamente y, pasado un rato, decide preguntarle qué busca con tanta insistencia bajo aquella luz. «Unas llaves que he perdido», le contesta. El compañero se pone a buscar las llaves junto a él. Pasado un buen rato de busca conjunta, le pregunta: «¿Estás seguro de haberlas perdido por aquí?» «No —le contesta el payaso—, pero por aquí hay más luz.»
Payasos entre luces y sombras... La historia ilustra perfectamente lo que nos trata de explicar Gaston Bachelard. Lo estático de la luz ata al hombre a la zona iluminada y le impide ir a buscar más lejos. La luz se convierte en un obstáculo. La luz es lo que vemos, lo seguro. La vida es adentrarse en las sombras, abandonar la seguridad de la luz y seguir buscando.
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