Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Han pasado
cinco años desde las revueltas que comenzaron en Túnez y sembraron de
expectativas de cambio toda la región. La decepción se produjo por cómo unos procesos
así se veían aprovechados por los movimientos islamistas para intentar hacerse
con el poder. La debilidad ideológica, fruto de la represión de décadas, dejaba
los intentos de conseguir libertades en actos caóticos que los bien organizados
movimientos religiosos sabían aprovechar.
Cada
país vivió, en un sentido u otro, su propia forma de frustración viendo cómo
era incapaz de controlar unos procesos que acaban trayendo violencia y
represión, en muchos casos mayores que contra la que se habían rebelado.
El caso
de Túnez, los que marcaron el camino y apoyaron a los siguientes —los egipcios—, pronto se convirtió en un tira y afloja entre los movimientos islamistas que
querían hacerse con el poder y poner el estado a su servicio y los movimientos
laicos —especialmente las mujeres— que no estaban dispuestos a ceder las pocas
libertades que tenían y deseaban hacer un Túnez
para todos, sin imposiciones.
Lo
ocurrido en Egipto sirvió para que los islamistas tunecinos, de la misma raíz
que los Hermanos Musulmanes, aprendieran lo que podría ocurrirles si
intentaban acelerar los procesos de islamización en la sociedad. Lo que Egipto no pudo tener con la Hermandad, los tunecinos lo lograban en un esfuerzo histórico por evitar el
desastre.
Una vez consolidada
la Constitución, pieza clave del estado, era posible ir avanzando en alguna
dirección que permitiera una salida a un conflicto ideológico que parece tener difícil solución; la relación entre el islam y la democracia con sus derechos individuales .
En este
contexto, la noticia que trae estos días Le Monde —recogida en la prensa mundial— de
la salida del "islam político" del partido Ennahda tiene gran importancia.
El propio titular de Le Monde —"La Tunisie s’interroge sur la mue du parti
islamiste Ennahda"*— ya se plantea la cuestión de forma problemática lo que
ha sido el congreso del partido y las dudas que suscita:
Mutation doctrinale ? Ravalement de façade ?
Les avis en Tunisie sont partagés sur l’ampleur du changement à attendre du 10e
congrès d’Ennahda, parti dont on ne sait s’il faut toujours l’appeler «
islamiste ». Lancé vendredi 20 mai à Radès, près de Tunis, ce grand rendez-vous
rassemblant 1 200 délégués se prolongera samedi 21 et dimanche 22 mai à
Hammamet (côte est) avec l’ambition proclamée d’accomplir une sorte
d’aggiornamento mettant Ennahda au diapason de son époque.
La révolution démocratique de 2011, l’épreuve
douloureuse du pouvoir entre la fin de 2011 et le début de 2014, et le
consensus national autour de la Constitution de 2014, ont lourdement pesé dans
cette redéfinition de l’identité politique d’un parti né sous la dictature.
Dans un entretien au Monde, le président d’Ennahda, Rached Ghannouchi, 74 ans,
avait levé le voile sur la mue en cours, en affirmant que son parti allait «
sortir de l’islam politique » pour entrer dans l’ère de la « démocratie
musulmane ». Cette formule d’articulation entre le politique et le religieux
est à ses yeux comparable à l’expérience de la démocratie chrétienne en Europe.*
No
tiene nada de particular que haya escepticismo sobre ese planteamiento hasta ver
los propios hechos en marcha. El historial de intransigencia, de ser los
custodios del terreno de juego, además de participar en él, es característico
de los partidos islamistas. Sin embargo, si existe una posibilidad de que ese
cambio sea real y viable debe ser explorada —con todas las prevenciones— por el bien
de esas sociedades.
Lo
ocurrido con la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, en la que la aceptación de las
reglas de juego lleva al poder y una vez en él se da la transformación
progresiva hacia el actual autoritarismo, con la persecución de la oposición y
la conversión religiosa del estado, debería ser al menos un aviso de que con los islamistas nunca se puede bajar la guardia.
Lo que
se aprueba en un congreso en 2016 puede ser cambiado en otro congreso si no sale
al gusto de los islamistas. Este riesgo existirá siempre. Es la respuesta cuando
se encuentran con un obstáculo. Unos lo aceptan y otros dan el salto a un
estado que les permita combatir lo que no ajustó a su visión. El artículo se
cierra con la declaración de un miembro de su consejo: "Seule l’histoire
permettra de montrer notre sincérité".
Realmente
esta suele ser la clave siempre que se trata con islamistas, la
"sinceridad" de sus afirmaciones de cambio democrático. Lo habitual es la agenda propia que solo se ajusta a la
general si va en la misma dirección. Lo ocurrido en Turquía cuando casi se
pierde el poder es una muestra de la falta de sinceridad. Ahora los islamistas tunecinos piden que se les crea. Los tunecinos deberán decidir esto.
Le
Monde analiza las posibles razones del cambio:
Deux raisons principales ont rendu possible
cette « sortie de l’islam politique » évoquée par M. Ghannouchi dans son
entretien au Monde. La première est
l’évolution post-printemps 2011, couronnée par le consensus autour de la
Constitution de 2014. Islamistes et anti-islamistes s’étaient à l’époque
violemment affrontés autour de la querelle « identitaire », c’est-à-dire la
définition du rapport entre nation et religion. La Constitution a finalement
tracé un juste milieu. D’un côté, elle établit que l’« islam est [la] religion
» de la Tunisie, stipule que l’Etat « protège la religion » et s’engage à «
protéger le sacré et empêcher qu’on y porte atteinte ».
D’un autre côté, cette même loi fondamentale
pose que la Tunisie est « un Etat civil fondé sur la citoyenneté », qui
garantit « la liberté de conscience », et s’engage à « prohiber et empêcher les
accusations d’apostasie ». Aux yeux de M. Ghannouchi, cette Constitution a ainsi « imposé des
limites à l’extrémisme laïc tout comme à l’extrémisme religieux ». « Nous sommes convaincus que le
conflit identitaire est révolu en Tunisie, abonde Lotfi Zitoun, le conseiller
politique de M. Ghannouchi. Il y a eu une réconciliation autour de l’identité
de la Tunisie ». Dès lors, le pays peut passer à autre chose, en particulier
les questions économiques et sociales sur lesquelles Ennahda entend désormais
montrer son expertise.
La seconde raison est qu’Ennahda veut
prévenir le risque d’un retour à la bipolarisation violente qu’elle a vécue
lors de son exercice du pouvoir. Accusée de laxisme, voire de complicité avec
des groupes salafistes radicaux qui se sont livrés à des assassinats politiques
en 2013 (les députés Chokri Belaïd et Mohamed Brahmi), le parti a été contraint
de céder le pouvoir, sous la pression de la rue, au gouvernement technocrate de
Mehdi Jomaa, début 2014.*
La
llamada "cuestión identitaria" es, efectivamente, el eje del
conflicto ya que es esa identidad la que implica la reducción de la persona
ante lo que se entiende como comunitario y esencial. Lo individual no tiene cabida ante la
definición global y obliga a permanecer al estado en su regulación
islámica, por la que se juzga todo y a todos. En este sentido, el papel de la
Constitución garantizando que se puede ser "ciudadano tunecino" sin verse obligado a asumir un credo que violente la creencia de la persona es
esencial.
Lo que
está en cuestión es si los islamistas dejan de considerar la
"islamización" como un objetivo prioritario y respetan las creencias ajenas como parte de la "identidad" tunecina. Sobre la
sinceridad de este planteamiento es sobre lo que se manifiestan dudas. Ellos se
remiten al futuro como prueba venidera. El pasado, desde luego, no está a su favor.
Está
por demostrarse históricamente que esta actitud es algo más que una estrategia
para ir moviendo las piezas del tablero de forma lenta pero sin pausa. Como suele ocurrir con
los islamistas, siempre hay alguien más extremista que ellos que les realiza el
trabajo sucio, que les elimina los obstáculos y que acepta "sacrificarse"
por la "causa" islámica. Es lo que se señala en el texto cuando se
habla de las acusaciones de "laxitud" contra ellos cuando han sido asesinados
sus rivales laicos a manos de los extremistas. Desgraciadamente una de las formas de verificación de su sinceridad será convertirse en objetivo de los radicales, algo que ocurrirá si los consideran "traidores" a la causa islámica. Entonces comprobarán lo importante que es la "solidaridad" frente a la "laxitud".
En
cualquier caso, es innegable que pese a los temores y advertencias, en estos
momentos se busca un consenso social tras la aprobación de la Constitución de
2014. Si la sociedad tunecina logra alcanzar unos valores comunes y respetar
los individuales —ese dejar de acusar de "apostasía" a los que no son
practicantes es esencial— sería algo que celebrar por lo que de paz podría
traerles a una zona en la que la intransigencia parece haberse convertido en
norma.
El
diario El País recogía también las afirmaciones
de cambio de los líderes en el congreso del partido y señalaba:
Según los analistas, más que una ruptura con
el pasado, el congreso representa otro paso en el largo camino hacia la moderación
iniciado desde hace más de dos décadas, cuando este partido tunecino abrazó la
democracia y los derechos humanos. De hecho, actualmente, las actividades
proselitistas en el seno de Ennahda son marginales. Aunque el partido todavía
forma parte de la organización internacional de los Hermanos Musulmanes, que
inspiró su fundación en 1979, existen notables diferencias ideológicas entre
ambos. La sociedad tunecina es la más laica de la región. Según una reciente
encuesta de la fundación Konrad Adenauer, tan solo un 23% de los tunecinos
apoya la preeminencia [de la] sharia, o ley islámica, en el ordenamiento jurídico,
frente a un 60% de los egipcios o un 77% de los libios.**
Aquí la
influencia de Francia y su educación es importante; posibilitó otras respuestas que el distanciamiento
británico y sus estrategias coloniales no crearon. La evolución de la historia ha hecho el
resto en cada escenario.
Es a los miembros de Ennahda
a los que les compete convencer con los actos y las palabras sobre su
sinceridad. El movimiento se demuestra andando, podría decirse. Esos "mutantes doctrinales" tienen que convencer a los
tunecinos de que sus genes autoritarios han cambiado. No será fácil, pero si
funciona será importante para la zona y su futuro.
Hoy la etiqueta política "islamismo" no es fácil de llevar ante los brutales excesos que cada día se cometen en su nombre. Pero hay que ir algo más allá de la cuestión del etiquetado.
La hemeroteca rebosa de declaraciones contrarias a lo que hoy se defiende: radicalismo, necesidad de la sharía, "democracia islámica", etc. Son razones para el escepticismo y mantener la vigilancia. Al menos no podrán decir que no han tenido la oportunidad que la sociedad tunecina les concede para poder avanzar. Lo que hagan con ella es otra cosa.
*
"La Tunisie s’interroge sur la mue du parti islamiste Ennahda" Le
Monde 21/05/2016
http://www.lemonde.fr/afrique/article/2016/05/21/la-tunisie-sceptique-sur-la-mue-du-parti-islamiste-ennahda_4923831_3212.html#0X0VrZVWgy1LKLXO.99
**
"Ennahda abandona las tareas religiosas para centrarse en política"
El País 22/05/2016 http://internacional.elpais.com/internacional/2016/05/21/actualidad/1463840590_492412.html
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