Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Duro
editorial de The New York Times contra los hasta ahora, que sepamos, amigos de Estados
Unidos: Arabia Saudí. Lo que señala el diario es uno de los secretos a voces
peor guardados de la historia: la financiación del extremismo religioso y su
expansión por el mundo islámico.
Esta
vez el editorial señala el caso de Kosovo, lugar que ha mandado más yihadistas
a combatir en términos relativos que cualquier otro lugar. Se queja el
editorial de que lo conseguido por la política norteamericana se ha venido
abajo por la contra influencia saudí. Los saudíes, por decirlo así, han
aprovechado el paraguas norteamericano para hacer antioccidentalismo y promover
su presencia ideológica y económica después en aquellos países que les interesa
controlar.
Señala
en su inicio el editorial del periódico norteamericano:
Saudi Arabia has frustrated American policy
makers for years. Ostensibly a critical ally, sheltered from its enemies by
American arms and aid, the kingdom has spent untold millions promoting
Wahhabism, the radical form of Sunni Islam that inspired the 9/11 hijackers and
that now inflames the Islamic State.
The latest chapter in this long, sorrowful
history involves tiny Kosovo. With a population of only 1.8 million people,
Kosovo has sent more of its young people per capita than any other country to
fight and die in Iraq and Syria. Since 2012, some 314 Kosovars have joined the
Islamic State, including two suicide bombers, 44 women and 28 children. Even
Belgium, widely seen as a hotbed of extremism after the attacks on Paris and
Brussels, lags behind it in the recruitment rankings.*
Más allá de las cifras y del propio Kosovo —al que está
dedicado el editorial— están los hechos conocidos por todos los que quieren
conocerlos: el Golfo, con Arabia Saudí en el centro, es el motor ideológico y
financiero del terrorismo, el creador de la ideología reaccionaria que impide
el desarrollo de un islam moderno que dé el salto más allá de las cadenas que
lo mantienen en regresión continua.
Durante décadas, el Reino ha utilizado la protección de
Occidente para actuar contra Occidente en una política de astucia característica
que tiene en el otro lado la ceguera interesada de los que no lo han querido
ver porque afectaba a sus intereses.
Convertido en un problema mundial, los hijos sembrados son
difíciles de controlar dentro de una estructura tan abierta y peculiar como es
el mundo islámico radical, siempre esperando la llegada de un líder que ayude a
vencer las carencias de las promesas doctrinales incumplidas en la Historia.
Siempre habrá personas dispuestas a recibir el mensaje de la ira que les
explique porque el mundo no funciona como ha sido prescrito y es guiado por los
infieles. Se trata de transmitir la idea de que es posible enderezar el mundo
de su infame estado y llevarlo, a sangre y fuego, hacia el estado de perfección
prometido.
Frente a los que les gusta responsabilizar a Occidente del
desastre de Oriente Medio, creo que el estado actual es más fruto de los
intentos de controlar lo incontrolable mediante el liderazgo ideológico basado
en una mezcla de doctrina y dinero.
Pero donde se ha puesto la semilla, no es fácil erradicar
las malas hierbas. Señala el
editorial de The New York Times:
The 9/11 attacks quickly clarified the dangers.
Several Saudi organizations in Kosovo were closed, and the Saudi government,
which appears to have reduced its aid to Kosovo, now insists that it has
imposed strict controls on charities, mosques and clerical teachings. Even so,
Kuwait, Qatar and the United Arab Emirates have increased funding for Islamic
hard-liners in Kosovo.
The Sunni Arab states still do not seem to
understand the extent to which extreme versions of Islam imperil them as well.
Although the Saudi royal family relies on the Wahhabi clerics for their
political legitimacy, the Islamic State accuses the monarchy of corrupting the
faith to preserve its power. Since 2014, there have been 20 terrorist attacks
in the kingdom, many staged by ISIS.*
Son esas líneas finales las que marcan el ciclo en el que en
una primera etapa se recibe ayuda, se alcanza desarrollo y poder en la segunda
y finalmente se vuelven contra la mano que les alimentó. La carrera por la
pureza doctrinal tiene siempre estas características. El conflicto entre los
líderes religiosos y los políticos ha marcado el desarrollo histórico islámico
en el que los que ocupan el poder son atacados por su falta de piedad. El
gobierno saudí se ha blindado fomentando una ideología y manteniendo sus
propios defensores. Ha hecho algo más: ha exportado ideología, su versión
retrógrada del islam, a otros lugares. La pobreza de la mayoría de los países
musulmanes ha hecho que los que tenían dinero pudieran invertirlo en financiar
proyectos o grupos para conseguir la influencia que eleve su posición.
Hoy el ciclo se cumple y el Estado Islámico arremete contra
quienes están en su origen. Les interesa actuar contra Occidente, pero saben
que eso les servirá de muy poco si no tienen un objetivo doméstico que es la
implantación de su propio espacio, que es lo que el estado Islámico ha
incorporado como proyecto propio. La recuperación del Califato implica una
política de dominó en la que la caída de una ficha será un impulso importante
para la siguiente. Y el mensaje es fácil de entender: las fichas son todos los
países que han traicionado al islam, empezando por Arabia Saudí, una monarquía
corrupta y aliada de los enemigos. Atentar contra Occidente no hace avanzar
hacia el objetivo, que es territorial. Y es ahí donde comienzan las
preocupaciones de los estados que hasta el momento pensaban que no estarían en
el punto de mira. Pero ahora lo están de forma prioritaria para la consecución
del espacio, que hay que ir recuperando poco a poco y con gran esfuerzo.
Cualquier interpretación ideológica, económica, política,
etc. que prescinda de este hecho estará falta de sentido y será incompleta. El
horror de lo que la implantación de la doctrina conlleva en la realidad es
suficiente como para comprender la situación desesperada de muchos de los que
huyen de las zonas. Muchos de los que se quedan, en cambio, son hijos de la
doctrina de vuelta a los orígenes que
se ha estado financiando desde países que ahora se ven amenazados. El wahabismo
es expansivo e intransigente con los desvíos o la apostasía, que merece la
muerte. Es una vía muerta hacia el pasado; la negación de la libertad de
conciencia o la convivencia con otros. Dar el salto a la violencia es solo un
salto lógico, un paso más implícito en el programa. La intransigencia
retrógrada que el Reino mantiene entre sus fronteras, se exporta en las mentes
de quienes son instruidos en su doctrina. Hoy el monstruo que han creado se vuelve
contra ellos.
La vuelta de Egipto hacia Arabia Saudí es problemática. En
primer lugar por el orgullo egipcio, que ha sido pisoteado una y otra vez por
el dinero y la prepotencia saudí. Que tras la revolución del 25 de enero de
2011 y el golpe de estado de El-Sisi en 2013, Egipto haya girado hacia las
fuentes económicas saudíes es probablemente una consecuencia del contradictorio
programa político. Que se justifique un golpe de estado para librarse de los
islamistas para caer en manos del dinero saudí y su influencia parece un
absurdo. Lo es, pero no significa que no tenga su propia lógica.
The Washington Post
trae hoy mismo un artículo firmado por Jackson Diehl, editorialista del
periódico, con un título claro: "America gives Egypt free armored
vehicles. Egypt gives America a slap in the face". Podemos encuadrarlo
dentro de la misma oleada de reacciones que el editorial de The New York Times
que acabamos de comentar. Ambos artículos hablan del extraño comportamiento de
los "amigos" musulmanes respecto a los Estados Unidos y sus políticas
hasta el momento. Se señala en el artículo:
This month, the United States delivered the
first batch of 762 Mine Resistant Ambush Protected (MRAP) vehicles to Egypt
free of charge. That’s on top of the $1.3 billion in military aid the Obama
administration has allocated to the regime of Abdel Fatah al-Sissi this year.
The White House refuses to condition these gifts on an improvement in Egypt’s
horrendous human rights record. So herewith a more modest proposal: Obama
should ask Sissi to publicly explain how the MRAPs fit into the
“fourth-generation war.”
Most people are unfamiliar with that esoteric
term — unless they have been following the rhetoric of Egypt’s military leaders
since the coup of 2013. Fourth-generation warfare, Sissi once explained to
cadets at Egypt’s military academy, occurs when “modern communication channels,
psychology and the media are . . . deployed to create divisions and harm Egypt
from within,” according to the website Mada
Masr.
Who is the enemy in this war? According to the
Egyptian military, that would be the United States — the same country providing
the army with those free armored vehicles and billions in aid. In March, the
Defense Ministry’s Nasser Military Academy briefed the parliament about
fourth-generation warfare. According to the outline, reported by Mada Masr, the subjects included
“Egypt’s defense strategy and Western plans to divide the Middle East.”
Pro-regime propagandists are far more explicit.
“Most civil society organizations” in Egypt “work to demolish the state through
fourth generation warfare for a few dollars,” wrote Charl Fouad El Masry in Daily News Egypt in January. Amr Ammar,
a frequent guest on state television, has written a tome explaining how Egypt’s
2011 popular revolution was actually a U.S. plot to destroy Egypt for Israel’s
benefit. He calls it “the Hebrew Spring.”
Some might dismiss this anti-American ranting
as harmless rhetoric for internal consumption. In fact, it is not. We know that
because the military has been acting on its theories. Among other steps, it has
launched an offensive against those allegedly dollar-supported nongovernmental
organizations. In March, prosecutors reopened a 2011 court case against a
number of human rights groups, banning their leaders from leaving the country
and asking a judge to freeze their personal assets.**
Todos estos temas han sido desarrollados aquí desde hace
mucho tiempo y sorprende que sea ahora cuando la administración norteamericana
y la opinión pública empiezan a cuestionarse en qué consiste la amistad y
porqué es asimétrica.
La razón es muy sencilla y de orden histórico y cultural: ningún
gobierno de la zona va a decir una palabra en favor de Occidente mientras le
sea contraproducente y le sea, en cambio, rentable decir lo contrario. Egipto
hace lo que han hecho otros muchos antes que ellos: pone la mano (es el segundo
receptor económico después de Israel) y después agita el puño desde el balcón
para solaz de la multitud.
Lo ocurrido con Arabia Saudí, que se ve acusada de
corrupción y de servir a Occidente por los puristas es lo que ocurre con todos
los dirigentes árabes. Hasta los movimientos revolucionarios tienen que mostrar
su antioccidentalismo. Tamarod (Rebelde), el movimiento juvenil revolucionario, que
recogió más de 20 millones de firmas para pedir la salida de Morsi del gobierno
y la convocatoria de nueva elecciones llevaba en esa misma carta que se firmó
la propuesta de ruptura militar con los Estados Unidos. No se habla mucho de
ello, pero así fue.
La embajadora de los Estados Unidos, Patterson, tuvo que ser
retirada porque se la consideraba un agente islamista al servicio de los
Hermanos Musulmanes en el poder entonces. La idea de que Barack Obama era un
financiador del terrorismo islamista —por absurda que parezca— está en la mente
de Oriente Medio como una verdad incuestionable. Su fotografía convertido en
Bin Laden ha presidido cientos de manifestaciones.
Aquí hemos ironizado sobre la "esotérica" 4GW del
presidente El-Sisi calificándola de "autoguerra psicológica" que el
propio El-Sisi aplica a su pueblo para manipularlo. El resultado final es ese
hipnótico "solo escúchenme a mí" con el que les dirige hacia el
pensamiento único convirtiendo en conspiración cualquier crítica.
Ahora —¡ahora!— se dan cuenta que una cosa son los intereses
norteamericanos y otra las libertades y los derechos humanos. Ahora se dan
cuenta que haber estado apoyando a gobiernos —Egipto o Arabia Saudí— sin
exigirles un compromiso con los derechos humanos era el más eficaz semillero de
antiamericanismo creado por los Estados Unidos. Han conseguido que los que les
odiaban le siga odiando porque son islamistas y han conseguido —y esto es lo
peor— que nadie de los que defienden los derechos humanos y la democracia en el
mundo árabe quiera saber nada de los Estados Unidos en particular y de
Occidente en general. Ese es el brillante resultado de décadas de incomprensión
de la realidad por la ceguera histórica.
Como segundo efecto, han provocado además el debilitamiento
de los demócratas y reformistas que prefieren la soledad antes que ser considerados
"pro occidentales". Esto lo han padecido y lo padecen, por ejemplo,
las feministas a las que basta con acusarlas de ser agentes occidentales para
descalificarlas por una supuesta conspiración para destruir a las familias
árabes. Se lo han puesto muy fácil.
El artículo de The Washington Post incide en estas cuestiones
—viejas cuestiones, demasiado tarde— sobre la política antiliberal desarrollada
por el gobierno de El-Sisi, el que recibe ese material militar gratuito:
Observers of Egypt might wonder
why Sissi, who claims to be fighting the Islamic State and other Muslim
extremists, would devote
himself to prosecuting secular human rights activists as well as journalists
and left-wing politicians who despise jihadism. The answer is simple: It’s all
part of fighting the fourth-generation war. The ultimate enemy in this war is
not Sunni extremism but Western liberalism — headed by the United States.
As the Egyptian generals see it, they use the
tanks and mine-resistant vehicles and F-16s supplied by Washington to fight the
Islamic State on one front, in the Sinai Peninsula. Meanwhile, they direct
their intelligence services and prosecutors to assault America’s subversive
agents in Cairo. There is no contradiction, so long as the U.S. administration
doesn’t object and the military aid isn’t endangered. And the Obama
administration doesn’t object. In fact, it has asked Congress to remove all
political and human rights conditions on military aid to Egypt in next year’s
budget.
The problem with this is that U.S. support of
the Egyptian military is serving to destroy U.S. relations with Egypt. Secular
supporters of democracy and human rights, our natural allies, are being crushed.
Meanwhile, Egyptians are being fed propaganda describing the United States as
the sponsor of a massive plot to divide and destroy the country. From
Washington’s point of view, it seems like a poor return on one of the largest
aid packages in the world.**
En alguna ocasión hemos calificado al presidente Obama como
"el presidente peor asesorado del mundo". Hemos comentado cómo pasó
de ser recibido como un héroe en el salón de conferencias de la Universidad de
El Cairo a ser convertido en un ¡símbolo del terrorismo islámico! e apenas
tiempo. Si esto no es 4GW del bueno...
Hoy, desde los dos diarios más importantes e influyentes de
los Estados Unidos, los norteamericanos
se preguntan con asombro sobre el comportamiento de sus "amigos
árabes". No lo entienden y no lo entenderán. La diplomacia comercial ha sustituido a la de los
"principios" e ideales. Han perdido la ocasión de mostrarse ante el
mundo como lo que el mismo periódico les recrimina: siguen entregando material
militar gratis a un país donde se expulsa, detiene y tortura a las personas
comprometidas con las libertades que los americanos disfrutan. No se les pide
nada a cambio ni se interesan por el destino de las personas encarceladas o
desaparecidas. Silencian el hecho de que el propio gobierno extiende la idea de
que el terrorismo es un invento norteamericano para dividir a Oriente Medio.
Cuando Obama se vio criticado por ambas partes, los
islamistas de Morsi y los anti islamistas de El-Sisi, se encogió de hombros y
debió pensar que "los árabes están locos. Sin embargo, ambos bandos sabían
muy bien lo que hacían: buscaban poner a la opinión pública de su lado
mostrando que eran derribados por los
americanos. Que los dos responsabilizaran a los Estados Unidos y Occidente no
era casual. Ahora es un lugar común y hasta el Papa copto lo puede repetir en
cualquier entrevista sin ninguna duda, "Occidente quiere destruir Oriente
Medio, dividir a Egipto...", etc. Es un dogma de fe.
Hoy los gobiernos de Egipto y de Arabia Saudí se encuentran
más próximos que nunca. También más alejados del amigo americano, al que usan
como enemigo exterior para mantener
sus políticas internas. Meten al Estado Islámico y a los Estados Unidos en un
mismo escenario interpretando un número imposible que los espectadores deben
imaginarse. Y muchos lo hacen sin duda. Todos los gobiernos tratan de aparentar
la virtud que el Estado Islámico y
demás grupos reclaman para ellos. Para ello hay que distanciarse del Satán occidental, al que se responsabiliza de
todas las desgracias pasadas, presentes y futuras. El episodio de la entrega de
las islas egipcias de Tiran y Sanafir ha levantado una ola anti saudí, pero
—han dicho las autoridades religiosas— ya está previsto en el Corán, como el
encuentro de higos y aceitunas. Curiosamente, la explicación de los que se
oponen es que se hace para favorecer a Israel, con quien los saudíes, dicen,
tienen una alianza, aunque los firmantes de los acuerdos de paz sean los
egipcios. Y tras Israel, por supuesto, estarían
los Estados Unidos. Todo regresa al mismo punto.
The New York Times
se pregunta qué ha fallado con los saudíes, por qué fomentan el terrorismo que
les ataca. The Washington Post se
pregunta por qué el régimen de El-Sisi, el presidente mismo, les explica a los egipcios que
Estados Unidos intenta destruirlos mientras recibe material militar y apoyo
logístico sin problemas.
Las respuestas son sencillas, pero a veces los árboles no
nos dejan ver el bosque. Desde luego no
ha sido el principio de una gran amistad;
quizá haga falta un Graham Greene a la altura de los tiempos para explicarlo.
* "The World Reaps What
the Saudis Sow" The New York Times
27/05/2016
http://www.nytimes.com/2016/05/28/opinion/the-world-reaps-what-the-saudis-sow.html
**
"America gives Egypt free armored vehicles. Egypt gives America a slap in
the face" The Washington Post
29/05/2016
https://www.washingtonpost.com/opinions/america-gives-egypt-free-armored-vehicles-and-money-egypt-gives-america-a-slap-in-the-face/2016/05/29/b4f5376c-235b-11e6-8690-f14ca9de2972_story.html
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