Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Estados
Unidos necesita salir urgentemente de la pesadilla en la que les ha sumido Donald
Trump. Si existe el "sueño americano", Trump es la "pesadilla
americana", la antimateria de la que están compuestos los sueños. Trump es
el reverso de lo existente, ese universo paralelo de las películas de
Ciencia-Ficción que comienza a invadir el propio.
Trump
era el reverso de Obama y ahora lo es de Hillary Clinton. De todo lo que cada
uno representa, el candidato republicano representa lo contrario. Si Obama
representaba la culminación de un proceso de derechos civiles y de integración
racial trabajosa, Trump es el racismo que llama a lo peor de los Estados Unidos
a
Desde
que comenzó su campaña, la labor de Trump ha sido destructiva. Ha hecho
retroceder a tiempo infames, a momentos que se creían superados. Respecto a
Hillary Clinton, ha hecho gala de machismo retrógrado y de viejo estilo. Ha
sido prepotente luciendo su riqueza, mostrándola como un signo de su
superioridad. Ha jugado con la violencia con las expulsiones de los mítines y
se han dado incidentes de violencia racial en los que los agresores han
invocado su nombre. Y lo peor de todo: Trump ha usado el argumento de que él es
América y, por ende, los demás son sus enemigos y destructores.
Ha llevado a la
culminación la idea de las "dos Américas", mostrada por los analistas
que llegó de forma clara con Bush y sus apoyos bíblicos y que culmina ahora con
sus discursos: "mis votantes son América; el resto, sus enemigos".
El
fenómeno se repite en diferentes partes del mundo. Es un método diferente al
que durante algunas décadas ha sido la estrategia política común: ir hacia el
centro. La lucha por el centro político ha sido una constante en países como
España, Francia, etc. Los partidos se moderaban
dejando los extremos y avanzando hacia unas bolsas amplias de votantes que
deseaban los mejor de los dos sistemas: libertades individuales y avances
sociales. El "centro" era una metáfora espacial que reflejaba un
deseo de vida social armoniosa, de reducción de conflictos y consolidación de
progresos.
Trump
es esencialmente un "empresario". Hay muchos tipos de empresarios,
claro, pero Trump lo es de un tipo que ha hecho fortuna, lo ha teorizado y se
propone como héroe social, como un modelo de éxito. Hacen bien sus críticos en
Estados Unidos en sacarles las vergüenzas empresariales porque son su principal
punto flojo, con un historial tramposo en el que se esconden fraudes y fracasos,
al ser lo que utiliza como ejemplo.
Trump
representa un modelo de empresario metido en política, algo que no es nuevo.
También Romney se vendía como un ejemplo de empresario de éxito. La idea es que
el país necesita "buenos gestores" porque está mal gestionado por
despilfarradores, fomentadores de la pereza, faltos de firmeza y que
comprometen al país en gastos exteriores indebidos que los americanos no tienen
porqué pagar. Como empresario, Trump reivindica que hay que salir al exterior a
ganar dinero, no a despilfarrarlo. Por ello su política exterior ha hecho
llevarse las manos a la cabeza a la mitad de los gobiernos del mundo. Su
política de gasto sobre la OTAN, por ejemplo, es clara en este sentido: que se
defiendan ellos e inviertan. Todos estos mensajes prenden bien en la América
que sigue manteniendo soterrados sus prejuicios, sociales, raciales y
religiosos.
Lo que
ha sorprendido inicialmente es la creencia en que los Estados Unidos tenían
armas morales suficientes como para cortar en seco un candidato de esta calaña.
A Trump le dieron por muerto el día en que se permitió dudar del
"heroísmo" de John McCain. El episodio, en su momento, se entendió
mal y la distancia nos permite entenderlo en su intencionalidad: "Los
héroes de América no pueden ser prisioneros". Lo que todos entendieron que
era una bellaquería de señorito rico que se queda en casa, fue convertido en un
nuevo mensaje: Trump es el héroe, el que triunfa, no quien ha sido hecho
prisionero en una guerra.
Trump
es el héroe burdo en tiempos burdos de públicos burdos. Trump es prepotente y
directo, sin sutilezas. Su franqueza no es una virtud, es una estrategia. Trump
no dice lo que piensa, pero hace creer que no se calla nada; es otro tipo de
estrategia contra sus adversarios, a los que acusa de tener sus programas
ocultos o ser mentirosos. Lo que Trump explica hace llevarse las manos a la
cabeza a los analistas del sector, pero deleita los oídos de los votantes que
ven en su simpleza sinceridad. Trump es el resultado de la extensión de la
ignorancia que sus propios programas propugnan.
Cuando
en unos años se puedan analizar con calma los miles de artículos que Donald
Trump ha generado en esta campaña se podrán comprobar las pautas, los patrones
de sus discursos, sus estrategias comunicativas y políticas que hoy se pueden
intuir sobre la marcha.
Trump
es la anguila escurridiza y eléctrica. Avanza en dos tiempos, como una
apisonadora haciendo ver que es imparable, que nadie le detiene y nadie le
importa, primero; pero ha desarrollado una segunda estrategia en la que trata
de recuperar víctimas colaterales de sus excesos, como el caso de la periodista
de Fox News Megyn Kelly, sabedor que eso le gusta al público. Sabe que no hay
que dejar enemigos en la retaguardia.
Contra
Donald Trump se han probado todo tipo de estrategias y argumentos. Ha barrido a
los contendientes republicanos y, para muchos, ha destruido el partido, que no
saben qué es peor si que gane o que pierda. Las víctimas de Trump serán
esencialmente los que le apoyen, a los que se les recordará toda la vida por
ello. Que Trump ganara las elecciones presidenciales podría suponer un desastre
para el partido, América y el mundo en su conjunto. Supondría, además, un
modelo terrible para aquellos imitadores que se han lanzado al ruedo con sus
modos y estrategias mediáticas y políticas, convirtiendo el espacio público en
irrespirable, como ya ha ocurrido. Para Trump no hay líneas rojas, solo la
línea de meta.
La
edición de The New York Times de ayer trae uno de esos momentos para recordar
en esta campaña. Lo
hace con el título "Meryl Streep Does a Number on the Donald at the Public
Theater’s Gala". La actriz soprendió a todos con uno de esos rasgos
de humor que entran de forma afilada en la mente de la gente.
Para dejar en evidencia el machismo desconsiderado de Trump,
Meryl Streep ha hecho gala de las mejores armas que tiene: la actuación, la voz
y la ironía. Nos cuenta el
periódico:
At the moment that Hillary Clinton was all but
clinching the Democratic nomination for president, Meryl Streep was on a stage
in Central Park, impersonating Donald J. Trump.
In orange face makeup and pompadoured hair, Ms.
Streep, the chameleonic three-time Oscar winner, did a more than credible
version of the presumptive Republican nominee, down to the pursed lips and
low-hanging belly. She got the braggadocio-inflected voice, too, even while
singing.
Ms. Streep was part of the Public Theater’s
gala benefit celebration on Monday night, a tribute to Shakespeare at the
Delacorte Theater, home to Shakespeare in the Park. She was the closing act
with Christine Baranski, doing “Brush Up Your Shakespeare,” a number from the
Cole Porter musical “Kiss Me, Kate.”
“We could do a deal — you’ll let me know — why
it is all the women say no?” she sang, stretching out her arms in a Trumpian
gesture. Later she strolled the stage, gesticulating to the audience in Mr.
Trump’s signature make-America-great-again style.
The song, traditionally a duet for men, offers
advice for picking up women — in this case, female voters. Some of the original
lyrics were altered, but some could stand as is, for Mr. Trump’s combative
attitude: “If she says your behavior is heinous, kick her right in the
Coriolanus!” The crowd, which included Michael R. Bloomberg, the former mayor:
the United States ambassador to the United Nations, Samantha Power; Lin-Manuel
Miranda; and Bette Midler, loved it.*
Meryl Streep ha puesto en acción a Shakespeare a través de
Cole Porter convirtiendo al personaje de la comedia musical de Porter, "Kiss
me, Kate", basado en la comedia de William Shakespeare "La doma de la
bravía" (o "La fierecilla domada"), en un Donald Trump bravucón
al que las mujeres deben negar su voto. Teatro dentro del teatro, Porter y
Shakespeare... y ahora Streep en el teatro de la política.
Lo ha hecho, además con un número musical perfectamente seleccionado, el interpretado en la obra por dos matones con los que queda identificado Trump. La elección perfecta para la deconstrucción del personaje.
El genio de Cole Porter, sus letras llenas de ironía y
sarcasmo, brilla en el tema "Brush Up Your Shakespeare" convertido en
un arma contra Trump, en una llamada a la conciencia de las mujeres, una de las
fuerzas centrales en contra del "macho man" Trump.
El sentido del humor es un arma corrosiva cuando es
inteligente y la gran actriz lo es sobradamente. Los vídeos tomados con los
teléfonos que The New York Times recoge no permiten comprobar más que algunos
aspectos de la imitación. El diario El País también le dedica espacio al acto
—incompresiblemente en la sección "Estilo", víctima de las metaetiquetas o falto de criterio— y recoge algunas fotos que
permiten apreciar parte del efecto. La mejor parodia de Trump es el realismo.
La ironía del tema de Porter, en el que el personaje presume
de que basta con sacar a Shakespeare a colación para que las mujeres se rindan
a sus encantos es aprovechado para mostrar el patán que es Trump y dejar su
esencia al descubierto.
El texto de Porter, de rima delirante como le gustaba, juega
con los nombres y personajes de las obras para definir a los bravucones
conquistadores:
The girls today in society
Go for classical poetry
So to win their hearts you must quote with ease
Aeschylus and Euripides
But the poet of them all
Who will start 'em simply ravin'
Is the poet people call
The Bard of Stratford-on-Avon
Brush up your Shakespeare
Start quoting him now
Brush up your Shakespeare
And the women you will wow
Just declaim a few lines from 'Othella'
And they think you're a heckuva fella
If your blond won't respond when you flatter
'er
Tell her what Tony told Cleopaterer
And if still, to be shocked, she pretends well
Just remind her that 'All's Well That Ends
Well'
Brush up your Shakespeare
And they'll all kowtow...
Unos retoques en algunas líneas convierten la actuación en
una bomba contra Trump de mayor eficacia que muchos artículos que saturan a la
gente de razones y argumentos. Trump ha conseguido siempre definir su terreno
—su marco— a los demás, que han tenido que jugar en su terreno. Streep le ha
ganado la mano en su propio territorio, el mediático.
Trump no se quedará ahí y ya estará rumiando la respuesta.
Sabe que su estrategia pasa por tener respuesta para todos los ataques,
demostrar que es indestructible retóricamente, que nada le afecta y trasladar a
sus seguidores la idea de que apuestan sobre seguro. Pero, ¿quién sabe? ¿Y si
Streep tuviera un cartucho en la recámara?
Una buena estrategia contra Trump —en mi opinión— es la
seguida por Streep, es decir, por los que saben moverse en los medios y pueden
desmontar desde la ironía los discursos de Trump reduciéndolos al absurdo risible.
If she says your behavior is heinous
Kick her right in the 'Coriolanus'
Brush up your Shakespeare
And they'll all kowtow
Trump es quien, desde luego, bien se merece una buena patada en el Coriolano. Así
que desempolvemos todos a Shakespeare por una buena causa.
*
"Meryl Streep Does a Number on the Donald at the Public Theater’s
Gala" The New York Times 7/06/2016
http://www.nytimes.com/2016/06/08/theater/meryl-streep-donald-trump-public-theater.html
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