Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
desplome del sector financiero británico, con la cotización suspendida ayer de
dos de sus bancos por caídas superiores al 10%, la devaluación de la libra y la
rebaja de la valoración de S&P de la triple A a la doble con perspectiva
negativa son solo algunos de los primeros efectos del referéndum para su salida.
Son reacciones a lo que puede venir;
están por llegar las reacciones a lo que vendrá.
Cuantas
más vueltas se le da al asunto más sorprende la frivolidad con la que se ha
tratado, la facilidad con la que los demagogos pueden seducir a la gente y lo
difícil que resulta razonar con cierta cordura sobre temas medianamente serios
o trascendentes para un país o un continente.
Algunos
ha insistido en que se debe tomar ejemplo de lo que no se debe hacer con lo ocurrido en el Reino Unido. El asunto va más allá de David Cameron, que ya
tiene bastante con pasar a la Historia como el hombre que planteó un referéndum
con un partido liderando la opinión contra él. Dentro de unas décadas, en la
húmeda Gran Bretaña (o lo que quede de ella) se seguirán preguntando por qué
hizo tamaña tontería, un primer ministro que se pasó su mandato criticando y
amenazando a Europa, de la que sacó todo lo que pudo, para luego hacer una
decidida pero inconsistente campaña a favor de quedarse allí donde, nos había
dicho, maltrataban a los británicos. En realidad, la campaña del Brexit —antes
de que tuviera nombre— la hizo Cameron, año tras año, discurso a discurso,
viaje tras viaje.
El caso
de Jeremy Corbin es también absurdo y por eso le piden la cabeza, que él ha
atornillado con fuerza. Corbin ha sido tibio y no ha querido arriesgarse en un
referéndum que pudiera costarle el liderazgo. Su caso es el inverso de Cameron:
allí donde el primer ministro estaba obligado a dar la cara por el mantenimiento
en Europa mientras el aspirante, Johnson, hacia fuerte campaña en contra,
Corbin hacia lo contrario. Los laboristas apoyaban la permanencia mientras que
su líder prefería pensar en futuros votos que le llevaran directo al 10 de
Downing St. Demasiados cálculos los de estas lecheras.
Nick Robinson
publica en la BBC un artículo titulado "UK suffers leadership gap
in risky times" en el que tras señalar que nadie quiere ser, empezando por
Cameron, quien aparezca al frente de las negociaciones, ni tan siquiera enviar
la carta que exige el artículo 50 a los amantes despechados, cierra así:
The fallout from the biggest exercise in
popular democracy has already been dramatic - claiming the scalp of a Prime
Minister and, potentially, that of the opposition leader too.
It has, though, only just begun. The old order
has been smashed.
It may be a very long time - not weeks, not
months but years - before the shape of the new order and the answers to all
those questions become clear.*
En efecto, el "como antes" es una de esas falacias
que a los demagogos les encantan. Robinson señala que nadie se ha molestado en
tener un plan B, ¡todo parecía tan fácil! La flecha del tiempo no es reversible
en la Historia. No se puede volver a ser como antes porque el "antes"
ya no existe y todo ha cambiado. El viejo orden ha sido aplastado, como señala el
periodista de la BBC. Pero
la ilusión del "como antes" es poderosa, tiene atractivo.
En un vídeo de cinco minutos, que la BBC titula "EU
referendum: How UK changed in 72 hours since Brexit", los acontecimientos
se precipitan en una vertiginosa secuencia con todo lo ocurrido en el tiempo
señalado. Es normal que los británicos se sientan asustados por lo que se les
viene encima, que en realidad no ha comenzado. Estas son solo las consecuencias
del mero anuncio. No le ha dado tiempo a Cameron ni a hacer sus maletas
vacacionales antes de soltarle a otro la firma de la carta. No quiere ser él el
que dé la cara y tiene cierta razón poética en ello: que se retraten los
aspirantes al poder, que lo hagan afrontando las iras, decepciones y
arrepentimientos de muchos. Y los aplausos del resto, que no van a desaparecer
porque ser una isla marca mucho el carácter.
Los líderes de los países europeos ya le están diciendo a
Cameron que no piensan pasar un verano esperando la carta del artículo 50,
saliendo cada mañana a mirar el buzón. La carta es el requisito formal para
poder poner en marcha el proceso de salida. La incertidumbre, le han dicho, no
es buena para nadie. Ni para los británicos que la han provocado con su voto.
El "como antes" no será en ninguno de los dos sentidos: ni el como antes de ser Europa ni como el antes siendo Europa. Todo cambia, más rápido o lento, más o menos, pero cambia.
Nunca ha habido un desastre tan anunciado y se ha producido. Dice muchos sobre la pobreza de los líderes políticos. No es su responsabilidad exclusiva, los demás les votan. La estupidez es una extraña forma de manifestar la libertad. Lo dicen ellos.
* "UK
suffers leadership gap in risky times" BBC 27/06/2016
http://www.bbc.com/news/uk-politics-eu-referendum-36638003
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