Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
era previsible, las oscuridades que rodean el caso de la masacre de San
Bernardino a manos de la pareja configurada por Syed Rizwan Farook y su esposa
saudí Tashfeen Malik han puesto en marcha las investigaciones de autoridades y
medios. A diferencia de los casos europeos, los personajes son aquí muy
diferentes tanto en su situación como en su procedencia. Las preguntas son
muchas y abren un nuevo panorama con sus respuestas.
Las
investigaciones se centran cada vez más en ella, en Tashfeen Malik, tratando de
reconstruir su proceso de radicalización. Después, cuando se haya establecido
con mediana claridad, se podrá abordar el de la relación de la pareja, es
decir, cómo consiguió arrastrar en su radicalización a su marido, Syed Rizwan
Farook. Esa es al menos la hipótesis de partida, un camino que puede tener un
final claro o quedarse en la oscuridad.
Como en
todo proceso psíquico, mucho de lo que podamos especular, sin el apoyo de los
testimonios directos (cartas, notas, diarios...) se basa en algo tan difuso
como es la observación de otros y en los hechos que puedan jalonar su vida, que
son siempre interpretados a posteriori.
En todo
relato, nos enseñó Roland Barthes, hay unos hechos que nos hacen dar saltos de
un estado a otro; son los núcleos narrativos ("cardinales", como los
llamó Barthes) que constituyen la columna vertebral del relato. Estos tienen su
lógica propia y establecen sus vínculos unos con otros. Hay otros
acontecimientos, en cambio, que son "catálisis", formas que llenan lo
que ocurre entre los núcleos. Lo importante es saber distinguir qué es "nuclear" y qué es "catálisis", es decir, cuáles son los puntos en los que se producen auténticos cambios de estado. En la vida no siempre es fácil percibir esos cambios.
A
diferencia de otros casos en los que hay hechos "nucleares" en la
narración, puntos claros de cambio de estado, en la línea de la narrativa vital de Tashfeen Malik no parece haber grandes "saltos" de
un estado a otro, un antes y un después de su radicalización. Como en todo
relato, corremos el riesgo de interpretarlo hacia atrás, aplicando otras
experiencias. Allí donde otros tienen un cambio brusco al encontrarse con un
iniciador en el radicalismo en la cárcel, como tenemos tantos ejemplos, aquí
parece una línea de normalidad que no muestra grandes cambios. Por eso las miradas
se dirigen hacia el único "cambio" perceptible de forma nítida en su
vida: su traslado a la universidad en Pakistán. El siguiente cambio se produce con su viaje a Estados
Unidos para casarse, momento en el que no se sabe si en el fondo de su mente
tenía pensado ya atentar, en el supuesto caso de que fuera ella el elemento
decisorio de la pareja.
Pero
esos son los cambios exteriores, no los interiores, que son los momentos de decisión.
La acción, como señaló Henry James, es interior. Los cambios verdaderos se dan
en el interior; el exterior, lo perceptible, es su consecuencia. Eso no es
óbice para que los cambios se inicien por sucesos o acontecimientos cuya
trascendencia solo puede ser percibida por el sujeto.
Si
Tashfeen Malik ha sido un misterio para su suegra, que vivía con ellos en casa;
si lo es para su familia, que la consideraban "conservadora", pero no
extremista; si lo es para sus profesores en Pakistán, quienes la consideraban
una alumna brillante y "obediente", que podría llegar a formar parte
del cuadro docente..., con más razón lo será para el resto de los que quieran
adentrarse en su trayectoria personal.
Eso
cambios de estado, ese salto al radicalismo en alguien que elige la muerte
matando, pueden haberse dado ante las mismas circunstancias que a otros han
pasado desapercibidas.
La
historia de Tashfeen Malik, sin embargo, tiene mucho en común con otras: las de
los emigrantes radicalizados tras su paso por Arabia Saudí. Durante décadas,
Arabia Saudí ha sido el semillero de la radicalización, que no es la entrada en
una "banda armada" sino en una serie de interpretaciones sobre la
vida y el texto coránico, la del radicalismo wahabí. Hace bien The New York
Times en señalar este aspecto:
In many ways, Ms. Malik was a classic product
of the conservatizing influence that Saudi Arabia has brought to bear on
countries like Pakistan.
Critics of Saudi influence usually focus on the
funding of hard-line mosques and religious schools, a criticism echoed on
Sunday by the German vice chancellor, Sigmar Gabriel, who connected the export
of Saudi-style Islam to the danger from growing extremism in Europe. “We must
make it clear to the Saudis that the time of looking the other way is over,”
Mr. Gabriel said an interview with the newspaper Welt am Sonntag.
But Ms. Malik’s family represents a different
strand of the same phenomenon: changes wrought by Pakistanis who, since the
1970s, have migrated to Saudi Arabia for work, only to return with a far more
conservative creed.*
Quizá el caso de Tasheen Malik no haya que estudiarlo como
el de una radicalización "brusca", como la conversión en una cárcel
fruto del encuentro con otro preso, sino como un lento proceso de
adoctrinamiento en el que finalmente se toma la decisión de matar.
Desde los años setenta, aquellos en los que el padre de
Tasheen Malik llegó a Pakistán con su familia tras unas rencillas con sus
hermanos, el proceso de exportación del "conservadurismo" wahabita ha
sido notado en los regresos a sus países. Son una parte esencial en el proceso
de "reislamización" de muchos países y el lugar en el que muchos han
encontrado financiación para ampliar sus ideas radicales. Los que regresan del
Golfo son ya un estereotipo en muchos países: se han transformado sus
costumbres, se han arabizado.
Las relaciones que Occidente mantiene con Arabia Saudí son
un arma de doble filo. Proteger el petróleo que mueve nuestros países ha
contribuido a fortalecer un sistema represivo y deleznable, retrógrado y
dogmático, que exporta radicalismo al resto del mundo islámico. Los que allí
quieren quedarse saben a dónde van y su suerte depende de su grado de
integración en el sistema wahabita. Las condiciones, denunciadas muchas veces,
de los inmigrantes rozan la esclavitud, pues dependen de la mera voluntad de
sus contratantes para permanecer en el país o ser expulsados por su mero deseo.
Sin embargo, Arabia Saudí no cambia porque no existe una presión real sobre
ella debido al sistema de protección que se ha montado. Además de exportar
petróleo, exportan radicales que de regreso a sus países acaban aislados.
De la historia de Tasheen Malik, me llama la atención un
episodio de su regreso a Pakistán:
No male lecturer knew what she looked like,
however, because of the niqab. And though conservative Muslims were not unusual
there, Ms. Malik developed a reputation as someone who purposefully avoided
making friends with men and who was deeply rooted in her Saudi upbringing.
After two years living at Maryam Hall, a hostel
for female students, she complained to one faculty member that she was
uncomfortable with the behavior of the other women. “She told me, ‘My parents
live in Saudi Arabia, and I am not getting along with my roommates and cannot
adjust with them, so can you help me?’ ” Dr. Syed Nisar Hussain Shah recalled.
Soon after, Ms. Malik moved into a private
house in the city that her parents rented for her. “I would call Tashfeen a
Saudi girl,” Dr. Shah said. “She had just come to Pakistan for her
degree.”
In many ways, Ms. Malik was a classic product
of the conservatizing influence that Saudi Arabia has brought to bear on
countries like Pakistan.*
La pregunta es entonces ¿por qué alguien que no soporta
vivir con sus compañeros en un país como Pakistán y necesita abandonar la
residencia acepta irse a vivir a los Estados Unidos tras conocer a Farook en
una web islámica de citas? Sí
Tashfeen no podía vivir allí y se trasladó a vivir a un piso sola, ¿cómo dio
ese paso de irse a vivir a un país como Estados Unidos?
Las respuestas no serán fáciles porque una de las cuestiones
sobre la mesa es si decidió antes o después de viajar atentar. Lo que sí está
claro es que la decisión, tras años y medio en Estados Unidos, estaba tomada
hacía tiempo, dado el número de armas y preparativos. La hipótesis de que todo salga de ella es más factible que
la de un musulmán norteamericano buscando esposa para atentar en su país. Lo
que hizo, pudo hacerlo solo, sin complicarse con una compañera.
Preguntarse por el inicio de la radicalización en Arabia
Saudí es casi un eufemismo. Su forma de islam es radical por sí misma; es la intransigencia desde el poder que lleva
a la negación de la mayoría de los derechos, incluidos muchos que otros
musulmanes disfrutan en países que tampoco son excesivamente modélicos en
cuanto a los derechos humanos. Y lo hacen de forma férrea y con cambios mínimos.
¿Cuándo vio Tasheen Malik que el sentido de su vida era
morir matando? ¿Cómo se inclinó Farook hacia ese "destino" tras
buscar esposa y tener una hija? Como decíamos ayer, es en la interacción de
ambos, con aparentes metas iniciales distintas donde hay que tratar de
encontrar los procesos que llevaron a la muerte de catorce persona antes de que
cayeran abatidos.
La radicalización es un proceso psíquico. La decisión de
matar y morir forma parte de ese proceso como una conclusión. No siempre es un
salto brusco. Los desencadenantes son también muy diferentes en función de los
propios estados mentales. Actúan como mecanismos sin vuelta atrás, en los que
los sujetos dejan de valorar sus vidas y las de los demás en beneficio de un
ideal, concreto o difuso, pero que ellos valoran.
Es importante comprender estos procesos porque es la única
forma de intentar prevenirlos. Sin embargo, la tarea no es fácil por los
motivos señaladas. El mundo islámico está salpicado de estos centros, de
dimensiones variables, en los que el radicalismo está en la intransigencia, en
la falta de apertura el mundo real. En unos casos se llamará a la violencia
mediante la yihad, en otros no, pero eso no significa que el radicalismo no
esté presente.
El mundo islámico está pagando la persecución de sus espíritus
abiertos y reformistas, los de aquellos que han luchado por hacer avanzar la
religión hacia postulados de convivencia y tolerancia. Sin embargo, a esos se
les ha perseguido y castigado porque la religión ha sido un instrumento de
control social importante. Ante la persecución, el exilio y el silencio, muchos
países han quedado en manos del radicalismo, perfectamente organizado, ya sea
en forma de estados (como Arabia Saudí) o de grupos políticos (Hermanos
Musulmanes, salafistas...) o de pretensiones de crear nuevos "reinos"
mediante la violencia, como el Estado Islámico.
Sin embargo, pese a esto, las "reformas" son
tímidas en "institucionales". Nadie quiere perder el control que da
la religión sobre la sociedad. La única forma es abrir las sociedades a la pluralidad
que históricamente acumulan, en vez de negarla. Lo que se ha hecho hasta el
momento ha sido despejar el camino al radicalismo al que nadie ha frenado
porque las viejas dictaduras pretendían tenerlo controlado. Sin embargo, los
radicales religiosos han llevado a cabo su tarea con total normalidad mientras
no dieran el salto a enfrentarse a los gobiernos. Solo había que esperar la
llegada del punto crítico. Y esta fue la Primavera Árabe, en la que se han
frustrado las posibilidades de modernización ideológica que muchos reclamaban,
el cambio necesario hacia una mayor libertad personal y social. Es entonces
cuando ha estallado el radicalismo y se ha vuelto agresivo y peligroso.
Al igual que nosotros
pedimos medidas para evitar el radicalismo; los radicales del conservadurismo
religioso tomaron medidas para evitar el avance del laicismo, la tolerancia y
las libertades individuales, todas ellas formas que no consienten. El temor a
perder el control ideológico de las sociedades refuerza la ortodoxia. El tipo
de respuesta variará con las personas. Algunas darán el salto a la violencia; otras
se limitarán a rechazar los cambios en sus países considerando que se les
ataca, generando nuevas motivaciones para los que les escuchen y continuando el
ciclo. Sus quejas y lamentos, sus teorías de las conspiraciones, etc. todo ello
alimentará a los futuros radicales a través de esa vía lenta que no se da solo
en mezquitas y madrasas, sino en la conversación, en los medios. Es el caldo de
cultivo que espera solo un momento adecuado para prender. Entonces se produce
la captación o la toma de decisión individual en la tranquilidad de un hogar californiano
o en la residencia de chicas de una universidad pakistaní, donde se decide que
el mundo va mal y que hay que hacer algo.
Para la familia y amigos de Tashfeen Malik, ella solo era una
"persona conservadora"; esto se dice en un ambiente de por sí conservador. Ese conservadurismo conlleva el aprendizaje
de que el mundo es una conspiración contra ella y su fe, un atentado contra los
claros designios de Dios, que solo quiere un tipo de mundo y que premia los
esfuerzos de todos los que como ella prescinden de todo lo que la vida les
ofrece para acabar con la infieles que se oponen a los mandatos divinos. Eso lo
aprendió a lo largo de su vida y, en algún momento, decidió que lo mejor era
cumplirlo.
Frente a esto, algunos países piensan que es desde la ortodoxia —sea lo que sea— desde donde hay que actuar. Si la ortodoxia no conlleva la tolerancia ni evita la estigmatización de los otros, servirá de muy poco. Será fácil dar el salto ideológico a la violencia. Lo sensato sería la apertura a nuevas ideas, al reformismo, contenido hasta el momento, y al que no se da ocasión de mostrar otras caras más abiertas.
Occidente debe también revisar sus posiciones más allá de estas amistades interesadas con países que como Arabia Saudí exportan más cosas que petróleo. Debe haber una apuesta más clara por los derechos humanos y, sobre todo, un apoyo más explícito a aquellos que encarnan las libertades y que se encuentran sin ningún tipo de apoyo más que el de las organizaciones civiles. Debería haber un mayor reconocimiento y conocimiento de aquellos que se pudren en sus cárceles, que son ajusticiados, difamados y perseguidos por los partidarios de la ortodoxia, tanto desde los gobiernos como desde las calles. Solo así podrán convertirse en lo que deberían ser: modelos positivos y no parias en sus propios países. Son ellos los que, desde dentro, pueden hacer cambiar un mundo en donde el radicalismo tiene también sus vías lentas.
Serán acusados de agentes internacionales, de venderse a Occidente, solo por recibir apoyos exteriores. Pero seguro que lo agradecen. Lo demás es condenarlos dos veces. Hay que dejar de ocultarlos solo para mantener unas buenas relaciones con ciertos países. Sin ellos, hay poco que hacer.
*
"Tashfeen Malik Was a ‘Saudi Girl’ Who Stood Out at a Pakistani
University" The New York Times 6/12/2015
http://www.nytimes.com/2015/12/07/world/asia/in-conservative-pakistani-city-a-saudi-girl-who-stood-out.html
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