Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Va
costando entender la variedad de dimensiones que tienen la guerra contra el
"Estado Islámico". Y se descubre con cada nuevo atentando. El
atentado de San Bernardino, pasados los primeros efectos, está sirviendo para
ver estas variedades. El atentado es algo más que un atentando; es una
advertencia del giro que toman los acontecimientos para los Estados Unidos y
probablemente para todos los demás. El hecho de que el propio Estado Islámico no
considere "miembros", sino como "colaboradores" o "simpatizantes", personas que han seguido la llamada a atentar
contra Occidente, es ya un giro con importantes consecuencias. "Colaborar" implica estar desconectado, lo que hace casi imposible de rastrear. Los primeros sorprendidos al conocer que se trataba de un atentado islamista fueron los propios musulmanes de la zona que fueron a mostrar sus condolencias: "¡No hay donde radicalizarse en San Bernardino!", decían. Pero el mundo es ya global y virtual. No hace falta ir a la mezquita a escuchar a un exaltado imam.
The Economist señalaba en un duro artículo criticando las
posturas electoralistas de los políticos norteamericanos, especialmente de los
republicanos:
[...] That Farook was an American citizen is
really bad news. If it is difficult to track the movements of foreign nationals
in and out of America, it is far harder to track native-born citizens, who need
no visas or visa waiver forms to come and go.
It is depressing news, moreover, that Farook
appeared to be well-assimilated in America, the land of his birth—and yet still
turned to the path of extremist violence. In Europe, politicians alarmed by
reports of radicalisation among Muslim populations often point to high
unemployment, poverty and other social ills as drivers of alienation. If only
young Muslims can be offered more opportunities, they say, then perhaps Islamic
extremism will have less appeal. Yet in this case in California, early reports
all talked of Farook’s well-paid job as a health inspector with his local
county government. It later emerged that his brother had served honourably in
the American navy. Outwardly, in short, Farook was a success story. That
someone of his background still fell under the dark spell of fanaticism is
really dismaying.
Finally, it is sobering news that the two
killers had access to near-military levels of weaponry. It is almost impossible
to pass federal laws to restrict access to the most powerful semi-automatic
weapons. California, a left-of-centre state, has some of the strictest gun laws
in America. Yet that did not stop the murderers from acquiring, apparently
legally, variants of the AR-15 semi-automatic rifle, two pistols and thousands
of rounds of ammunition. What that shows, unhappily, is that even the toughest
gun laws in America are not much use when it comes to the only form of gun
control that might actually stop or limit some massacres: blocking access to
murderously powerful guns.
All in all, the California shooting is a
nightmare, its every detail pointing to the extreme difficulty of preventing
domestic acts of terror inspired by the blood-soaked fanaticism of the Islamic
State. That being so, what explains the applause from the conservative audience
in Washington?*
En el primer punto se señala la ineficacia de los controles
exteriores porque los ciudadanos norteamericanos no los necesitan y Farook lo
era de nacimiento. En el segundo se derriba el mito de la falta de integración,
del personaje marginal: Farook era un profesional bien pagado y con trabajo
estable, una "historia de éxito", como se señala. El tercer punto es
que desarrollamos el otro día aquí: los "terroristas americanos"
tienen tanto acceso a las armas como cualquier otro ciudadano, ese derecho constitucional
defendido a cal y canto por los republicanos. Basta con sacar las armas de casa
para ir a atentar después de haber practicado no en lejanos campos de entrenamientos,
sino en selectos clubes de tiro donde te dan el cursillo gratis, como proponía
el director de la Liberty University
en nuestro comentario.
Como señala el articulista, "son malas noticias que Mr
Farook sea norteamericano". Muy malas noticias, sí.
Cuando se da esta circunstancia, las medidas de detección
tradicionales fallan estrepitosamente. No es nadie a quien hay que esperar en la frontera; es un ciudadano
normal que un día se presenta en su trabajo o en su instituto con armas y mata
a sus compañeros. Igual que otras veces,
pero con otro móvil. Si no se pueden parar las matanzas "normales", ¿por
qué se van a parar estas?
La victoria sobre Obama y Clinton que los republicanos
pretenden obtener diciendo que los demócratas quieren desarmar al "pueblo americano" frente
al terrorismo, ignora que los terroristas ahora pueden ser americanos como el
señor Farook, nacido, criado y radicalizado silenciosamente en the land of the free and the home of the
brave.
Ya no queda el recurso de saber si se ha viajado a Siria o cualquier otra pista exterior. La pareja de
terroristas tenía todos sus papeles en regla y una vida sin sospechas para los
que les rodeaban o incluso vivían en la misma casa, como era el caso de la
madre de él.
Las investigaciones reconocen ahora —un poco tarde— que
había "indicios" de su radicalización muy anteriores en el tiempo. La
pareja trató de destruir todos sus dispositivos electrónicos para evitar
rastreos. La recuperación de datos será lenta, dice. Desgraciadamente, ya no
hay una gran urgencia.
La pareja de San Bernardino ha roto algunos esquemas en los
planteamientos de la seguridad. Quizá haya que empezar a modificar las
estrategias, no solo después de que ocurran los acontecimientos, sino —a ser posible—
para tratar de evitarlos.
Las cifras que se dan de los yihadistas viajeros permite
hacerse una composición mental del tamaño de su ejército. Las parejas como Syed Rizwan Farook y su esposa Tashfeen Malik, en cambio, crean una gran inquietud porque
no es fácil determinar el número de terroristas hechos en casa existentes. Y
eso es muy malo porque no hay monstruos más grandes que los que fabrica la
imaginación.
*
"Squeezing political capital from the attacks in California" The
Economist 4/12/2015
http://www.economist.com/blogs/democracyinamerica/2015/12/san-bernardino-shootings
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