Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
filósofa norteamericana Martha Nussbaum acaba de recibir el doctorado Honoris
Causa por la Universidad de Antioquía (Colombia) y la prensa colombiana* se ha
sentido impresionada por el duro discurso que ha realizado sobre la actualidad
de la educación en el mundo. Se ha referido especialmente a los países
desarrollados y democráticos, que parecen haber olvidado los fundamentos y
aspiraciones de las que surgieron sus propias sociedades.
La
cuestión se plantea con frecuencia entre aquellos a los que les importa, que
debemos decir que son pocos, ya que el mundo educativo se ha visto arrastrado
por el mismo mal que debería combatir: el egoísmo del "bien propio" y
el instrumentalismo de los demás. Si hay un acto que debe ser generoso, por el
contrario, es el de la educación. Un acto generoso del que se debe aprender
generosidad, es decir, a compartir el conocimiento con la esperanza de la
mejora de todos a través de la transformación y mejora de cada uno. Es en esta horquilla,
entre el uno y el todo, donde se mueve la educación: trabajo con cada uno para
transformar la totalidad. La reducción de los docentes a piezas de un engranaje
no es diferente de la reducción que se hace sobre el resto de la sociedad, abocada
a usar mecanismos opuestos a esa generosidad necesaria para afrontar los
problemas comunes.
Nussbaum
señala que hay "crisis" reconocidas por todos, como la económica o la
del terrorismo, y otras de la que no se es consciente más que de forma esporádica
en los países democráticos, la educativa:
[...] una crisis que probablemente sea, en el
largo plazo, incluso más perjudicial para el futuro del autogobierno
democrático: una crisis mundial de la educación. Dado que las democracias del
mundo también están siendo desafiadas ahora por cuestiones de migración,
terrorismo y comprensión mundial, esta crisis de la educación es potencialmente
devastadora para el futuro de la democracia en el mundo.
Cambios radicales se están produciendo en lo
que las sociedades democráticas enseñan a los jóvenes, y estos cambios no han
sido bien pensados. Ansiosas de lucro nacional, las naciones y sus sistemas de
educación, están descartando descuidadamente habilidades que son necesarias
para mantener vivas las democracias. Si esta tendencia continúa, las naciones
de todo el mundo pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en
lugar de ciudadanos completos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición
y entender el significado de los sufrimientos y logros de otra persona. ¿Cuáles
son estos cambios radicales? Las humanidades y las artes están siendo
eliminadas, tanto en la educación primaria/secundaria como en la
técnica/universitaria, en prácticamente todas las naciones del mundo, vistas
por los responsables políticos como adornos inútiles, en momentos en que las
naciones deben cortar todas las cosas inútiles con el fin de mantener su
competitividad en el mercado global, éstas están perdiendo rápidamente su lugar
en los planes de estudio y también en las mentes y corazones de padres y niños.
De hecho, lo que podríamos llamar aspectos humanísticos de la ciencia y las
ciencias sociales - el aspecto creativo imaginativo y el aspecto del pensamiento
crítico riguroso - también están perdiendo terreno, debido a que las naciones
prefieren perseguir beneficios a corto plazo cultivando habilidades útiles y
altamente aplicables, adaptadas a fines lucrativos.*
La
consideración de las Humanidades como una especie de florero sin fin práctico
alguno, su reducción a "historia" cuando se mantienen y no a una
manera de dar forma al pensamiento tiene una trascendencia hacia el futuro, ya
que, efectivamente, estamos "produciendo" generaciones mecánicas en
las que el factor individualista se entiende desde la competencia que actúe
como filtro, siendo la motivación el mero lucro. No se entiende que el problema
de las sociedades sea su convivencia sino la supervivencia en ellas,
convertidas en medio espacio de jungla económico-laboral.
Evidentemente,
no se trata de criticar la formación científica. De hecho, creo, habría que
modificar su enfoque para hacer que el pensamiento científico surgiera con
espíritu crítico (algo que le es propio para ser realmente científico) y no
como un mero fundamento de la práctica posterior, es decir, como aquellos
conocimientos sobre los que se sustenta mi trabajo y no mi forma de pensar. Si
el conocimiento científico se convierte en una rutina y no en parte esencial de
mi forma de ser y pensar, sirve de muy poco a la persona. Solo lo convierten en
una pieza eficaz de la producción.
De la misma
manera, el pensamiento estético es también crítico
pues ayuda a reformular constantemente en nuevos lenguajes lo que está ante
nosotros. En este proceso de "recodificación" se produce una
necesaria comprensión de los problemas que afectan a la persona y al conjunto.
El Arte, como la Ciencia, deben ser críticos y en ese sentido se deben
desarrollar no solo de forma histórica los conocimientos humanísticos, sino que
deben ser realmente formadores de la personalidad. No se debe educar en la
pasividad receptiva sino en la aplicación a uno mismo de los conocimientos
adquiridos. Uno no deja de sorprenderse de la falta de calado de lo que
enseñamos. Hay que sortear muchas barreras para hacer que llegue al interior de
las personas y solo con muy pocas se produce esa transformación que la educación debería proponerse.
Señala Martha
Nussbaum:
Si una nación quiere promover ese tipo de
democracia humana, sensible a las personas, una dedicada a la promoción de
oportunidades para "la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad" para todos y cada uno, qué habilidades necesitará producir en
sus ciudadanos. Por lo menos las siguientes parecen cruciales:
·
la capacidad de deliberar bien acerca de los problemas políticos que
afectan a la nación, para examinar, reflexionar, discutir, y debatir, sin
deferir de la tradición ni de la autoridad
·
la capacidad de pensar en el bien de la nación como un todo, no sólo
del propio grupo local, y para ver la propia nación, a su vez, como parte de un
orden mundial complicado en el que problemas de muchos tipos requieren de una
deliberación transnacional inteligente para su resolución
·
la capacidad de preocuparse por la vida de otros, de imaginar lo que
las políticas de muchos tipos significan en cuanto a las oportunidades y
experiencias de uno de sus conciudadanos, de muchos tipos, y para la gente
fuera de su propia nación.*
El
preocupante aumento del dogmatismo, la intransigencia y la beligerancia es una
consecuencia directa de esta anulación del pensamiento crítico fomentado desde
el poder, que busca una adhesión empática creando nuevos conflictos en los que
se necesita afianzar la identidad del grupo como diferencia respecto a otros. Se
necesita más amplitud de miras, más conocimiento de los otros en una época de
globalización que no ha pasado de los acuerdos comerciales, pero en la que se
dejan al descubierto graves problemas que no pueden ser resueltos desde la
simplicidad.
Las
sociedades ignorantes son intransigentes. Carecen de la capacidad de analizar
de una forma prudente las situaciones y se dejan llevar por la manipulación
emocional con las que tapan la ineficacia. Los discursos se han estereotipado
y, sin embargo, funcionan porque se
carece de ese sentido crítico que la persona bien formada debería tener en las
sociedades democráticas, que son aquellas en las que la democracia es un valor y no una mera forma de alternar en
el poder. La democracia es una consecuencia histórica de una forma de pensar
que busca los acuerdos para la convivencia, repartir entre los ciudadanos las
tareas y responsabilidades de lo público, de lo que afecta a todos y en lo que
participo. La democracia no es una forma de queja
y reclamación, sino una forma de participación cada vez más desposeída de
su valor esencial, el diálogo con el otro para la convivencia y la búsqueda
conjunta de soluciones desde metas comunes. Es la capacidad crítica la que
determina la calidad democrática. La "crítica" no es la "queja",
sino la capacidad de aportar soluciones por el bien de todos. El fundamento de
la "libertad de expresión" no es el insulto, sino la posibilidad de
aportar la crítica que mejore lo existente sin cortapisas. Es en la degeneración
de la idea de "libertad de expresión" en donde mejor se percibe esta
degradación democrática, en donde la charla sin sentido sustituye al diálogo fructífero.
El énfasis en la educación no es una distorsión en la
percepción de una profesora, una visión egocéntrica de los problemas. Es una
constatación, como percibimos muchos, de que no se pueden recoger pimientos si se siembran calabazas. Los
sistemas educativos forman en un sentido u otro. De su calidad y orientación
depende los que sale por el extremo del sistema: el alumno trasformado. El qué
sea en lo que lo hemos convertido depende de nosotros.
Empezamos hablando de la necesidad de generosidad de la
educación. Sin embargo, nuestros sistemas se han convertido en profundamente
egoístas, de la guardería a la universidad. Y lo han sido porque se han
trasferido los valores inadecuados al propio sistema que cada vez se asemeja a
más a aquello que debería corregir. Como sistema egoísta, trasmite egoísmo. Al
intentar convertir todo en evaluable,
se ha eliminado aquello que no lo es, modelando el sistema hacia el interés
propio. No interesa la formación,
sino la promoción.
El final de la conferencia de Martha Nussbaum —a la que
dimos el Premio Príncipe de Asturias, algo que no implica que se le haga caso —
se centra en el alcance y las consecuencias que se desprenden del análisis del
sistema educativo y de la perversión que supone.
¿Qué vamos a tener, si estas
tendencias continúan? Naciones de personas con formación técnica que no saben
cómo criticar la autoridad, útiles creadores de lucro con imaginaciones torpes.
Las democracias tienen grandes potencias racionales e imaginativas. También son
propensas a algunos defectos graves en el razonamiento, al parroquialismo, la
prisa, la dejadez, el egoísmo, la deferencia a la autoridad y la presión de
grupo. Una educación basada principalmente en la rentabilidad en el mercado
global magnifica estas deficiencias, produciendo una torpeza codiciosa y una
docilidad técnicamente capacitada que amenazan la vida misma de la democracia y
que sin duda impiden la creación de una cultura mundial decente.
Si el verdadero choque de
civilizaciones es, como creo, un choque dentro de la persona individual, todas
las sociedades modernas están perdiendo rápidamente la batalla, ya que se
alimentan las fuerzas que conducen a la violencia y la deshumanización y dejan
de alimentar las fuerzas que conducen a cultivar la igualdad y el respeto. Si
no insistimos en la importancia crucial de las humanidades y las artes, éstas
se desplomarán, porque no generan dinero. Sólo hacen algo que es mucho más
valioso que eso, hacen un mundo en el que vale la pena vivir, las personas que
son capaces de ver a otros seres humanos como personas llenas, con pensamientos
y sentimientos propios que merecen respeto y simpatía, y naciones que son
capaces de superar el miedo y la sospecha en favor del debate comprensivo y
motivado.*
Cuando esto se plantea, parece siempre una rabieta de los
profesores de Humanidades por el abandono en el que piensan que están sus
materias. No niego que en muchas ocasiones se dé un gremialismo de las
disciplinas que no es más que una consecuencia de esa concepción laboral de la
educación centrada en lo propio más que en la necesidad de quién lo recibe.
He señalado antes que la misma educación científica debe ser
modificada para que tenga un efecto trasformador real del pensamiento. Con
mucho más motivo es necesario hacerlo en el campo de las Humanidades si se
quiere que realmente sirvan para algo. Ellas también padecen de esa
deshumanización técnica.
Es difícil pensar en una educación que recupere lo que
probablemente nunca haya existido más que como meta. Y lo es porque aquellos en
cuyas manos están las reformas son productos del propio sistema. La uniformidad
que se pretende en la educación no es más la confirmación de que se quiere
estandarizar el pensamiento y con él a las personas, a las que se considera
globalmente. Con ello se frustra el nacimiento de la diferencia y el valor del
agruparse para conseguir mejorar entre todos.
En muchas ocasiones, lo más valioso que conseguimos
trasmitir es lo que es menos evaluable. Eso implica, como es lógico, que se
deje de valorar en términos generales. Incluso que se rechace como una pérdida
de tiempo.
Educar es sacar a la persona de la repetición, de lo mecánico. Es poner a su servicio herramientas para su desarrollo hasta alcanzar la plenitud que sea posible. Nos preguntamos por fenómenos como los de esos yihadistas que salen de nuestra sociedades confortables para ir a cortar cabezas, quemar a personas vivas y hacer exhibición de su intolerancia dogmática. Son el ejemplo extremo de los fracasos educativos, de que esos huecos que deberían estar rellenos con valores de otro signo, se han ocupado. Hay muchas formas de intransigencia que están creciendo ante el fracaso educativo para la democracia, un estado que requiere de personas formadas, comprometidas y solidarias con el conjunto. La felicidad no está en el egoísmo ni en la rutina, sino en la acción con sentido y con valor, en las que las personas se reconocen y conocen a los otros. Una educación que nos encierra, nos hace egoístas y rutinarios no es una educación.
* "El duro discurso de Martha Nussbaum sobre el futuro
de la educación mundial" El Heraldo (Colombia)
13/12/2015http://m.elheraldo.co/educacion/el-duro-discurso-de-martha-nussbaum-sobre-el-futuro-de-la-educacion-mundial-233416
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