miércoles, 16 de diciembre de 2015

De la educación o el discurso de Martha Nussbaum

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La filósofa norteamericana Martha Nussbaum acaba de recibir el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Antioquía (Colombia) y la prensa colombiana* se ha sentido impresionada por el duro discurso que ha realizado sobre la actualidad de la educación en el mundo. Se ha referido especialmente a los países desarrollados y democráticos, que parecen haber olvidado los fundamentos y aspiraciones de las que surgieron sus propias sociedades.
La cuestión se plantea con frecuencia entre aquellos a los que les importa, que debemos decir que son pocos, ya que el mundo educativo se ha visto arrastrado por el mismo mal que debería combatir: el egoísmo del "bien propio" y el instrumentalismo de los demás. Si hay un acto que debe ser generoso, por el contrario, es el de la educación. Un acto generoso del que se debe aprender generosidad, es decir, a compartir el conocimiento con la esperanza de la mejora de todos a través de la transformación y mejora de cada uno. Es en esta horquilla, entre el uno y el todo, donde se mueve la educación: trabajo con cada uno para transformar la totalidad. La reducción de los docentes a piezas de un engranaje no es diferente de la reducción que se hace sobre el resto de la sociedad, abocada a usar mecanismos opuestos a esa generosidad necesaria para afrontar los problemas comunes.
Nussbaum señala que hay "crisis" reconocidas por todos, como la económica o la del terrorismo, y otras de la que no se es consciente más que de forma esporádica en los países democráticos, la educativa:

[...] una crisis que probablemente sea, en el largo plazo, incluso más perjudicial para el futuro del autogobierno democrático: una crisis mundial de la educación. Dado que las democracias del mundo también están siendo desafiadas ahora por cuestiones de migración, terrorismo y comprensión mundial, esta crisis de la educación es potencialmente devastadora para el futuro de la democracia en el mundo.
Cambios radicales se están produciendo en lo que las sociedades democráticas enseñan a los jóvenes, y estos cambios no han sido bien pensados. Ansiosas de lucro nacional, las naciones y sus sistemas de educación, están descartando descuidadamente habilidades que son necesarias para mantener vivas las democracias. Si esta tendencia continúa, las naciones de todo el mundo pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos completos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición y entender el significado de los sufrimientos y logros de otra persona. ¿Cuáles son estos cambios radicales? Las humanidades y las artes están siendo eliminadas, tanto en la educación primaria/secundaria como en la técnica/universitaria, en prácticamente todas las naciones del mundo, vistas por los responsables políticos como adornos inútiles, en momentos en que las naciones deben cortar todas las cosas inútiles con el fin de mantener su competitividad en el mercado global, éstas están perdiendo rápidamente su lugar en los planes de estudio y también en las mentes y corazones de padres y niños. De hecho, lo que podríamos llamar aspectos humanísticos de la ciencia y las ciencias sociales - el aspecto creativo imaginativo y el aspecto del pensamiento crítico riguroso - también están perdiendo terreno, debido a que las naciones prefieren perseguir beneficios a corto plazo cultivando habilidades útiles y altamente aplicables, adaptadas a fines lucrativos.*


La consideración de las Humanidades como una especie de florero sin fin práctico alguno, su reducción a "historia" cuando se mantienen y no a una manera de dar forma al pensamiento tiene una trascendencia hacia el futuro, ya que, efectivamente, estamos "produciendo" generaciones mecánicas en las que el factor individualista se entiende desde la competencia que actúe como filtro, siendo la motivación el mero lucro. No se entiende que el problema de las sociedades sea su convivencia sino la supervivencia en ellas, convertidas en medio espacio de jungla económico-laboral.
Evidentemente, no se trata de criticar la formación científica. De hecho, creo, habría que modificar su enfoque para hacer que el pensamiento científico surgiera con espíritu crítico (algo que le es propio para ser realmente científico) y no como un mero fundamento de la práctica posterior, es decir, como aquellos conocimientos sobre los que se sustenta mi trabajo y no mi forma de pensar. Si el conocimiento científico se convierte en una rutina y no en parte esencial de mi forma de ser y pensar, sirve de muy poco a la persona. Solo lo convierten en una pieza eficaz de la producción.


De la misma manera, el pensamiento estético es también crítico pues ayuda a reformular constantemente en nuevos lenguajes lo que está ante nosotros. En este proceso de "recodificación" se produce una necesaria comprensión de los problemas que afectan a la persona y al conjunto. El Arte, como la Ciencia, deben ser críticos y en ese sentido se deben desarrollar no solo de forma histórica los conocimientos humanísticos, sino que deben ser realmente formadores de la personalidad. No se debe educar en la pasividad receptiva sino en la aplicación a uno mismo de los conocimientos adquiridos. Uno no deja de sorprenderse de la falta de calado de lo que enseñamos. Hay que sortear muchas barreras para hacer que llegue al interior de las personas y solo con muy pocas se produce esa transformación que la educación debería proponerse.
Señala Martha Nussbaum:

Si una nación quiere promover ese tipo de democracia humana, sensible a las personas, una dedicada a la promoción de oportunidades para "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad" para todos y cada uno, qué habilidades necesitará producir en sus ciudadanos. Por lo menos las siguientes parecen cruciales:
·        la capacidad de deliberar bien acerca de los problemas políticos que afectan a la nación, para examinar, reflexionar, discutir, y debatir, sin deferir de la tradición ni de la autoridad
·        la capacidad de pensar en el bien de la nación como un todo, no sólo del propio grupo local, y para ver la propia nación, a su vez, como parte de un orden mundial complicado en el que problemas de muchos tipos requieren de una deliberación transnacional inteligente para su resolución
·        la capacidad de preocuparse por la vida de otros, de imaginar lo que las políticas de muchos tipos significan en cuanto a las oportunidades y experiencias de uno de sus conciudadanos, de muchos tipos, y para la gente fuera de su propia nación.*


El preocupante aumento del dogmatismo, la intransigencia y la beligerancia es una consecuencia directa de esta anulación del pensamiento crítico fomentado desde el poder, que busca una adhesión empática creando nuevos conflictos en los que se necesita afianzar la identidad del grupo como diferencia respecto a otros. Se necesita más amplitud de miras, más conocimiento de los otros en una época de globalización que no ha pasado de los acuerdos comerciales, pero en la que se dejan al descubierto graves problemas que no pueden ser resueltos desde la simplicidad.

Las sociedades ignorantes son intransigentes. Carecen de la capacidad de analizar de una forma prudente las situaciones y se dejan llevar por la manipulación emocional con las que tapan la ineficacia. Los discursos se han estereotipado y, sin embargo, funcionan porque se carece de ese sentido crítico que la persona bien formada debería tener en las sociedades democráticas, que son aquellas en las que la democracia es un valor y no una mera forma de alternar en el poder. La democracia es una consecuencia histórica de una forma de pensar que busca los acuerdos para la convivencia, repartir entre los ciudadanos las tareas y responsabilidades de lo público, de lo que afecta a todos y en lo que participo. La democracia no es una forma de queja y reclamación, sino una forma de participación cada vez más desposeída de su valor esencial, el diálogo con el otro para la convivencia y la búsqueda conjunta de soluciones desde metas comunes. Es la capacidad crítica la que determina la calidad democrática. La "crítica" no es la "queja", sino la capacidad de aportar soluciones por el bien de todos. El fundamento de la "libertad de expresión" no es el insulto, sino la posibilidad de aportar la crítica que mejore lo existente sin cortapisas. Es en la degeneración de la idea de "libertad de expresión" en donde mejor se percibe esta degradación democrática, en donde la charla sin sentido sustituye al diálogo fructífero.

El énfasis en la educación no es una distorsión en la percepción de una profesora, una visión egocéntrica de los problemas. Es una constatación, como percibimos muchos, de que no se pueden recoger pimientos si se siembran calabazas. Los sistemas educativos forman en un sentido u otro. De su calidad y orientación depende los que sale por el extremo del sistema: el alumno trasformado. El qué sea en lo que lo hemos convertido depende de nosotros.
Empezamos hablando de la necesidad de generosidad de la educación. Sin embargo, nuestros sistemas se han convertido en profundamente egoístas, de la guardería a la universidad. Y lo han sido porque se han trasferido los valores inadecuados al propio sistema que cada vez se asemeja a más a aquello que debería corregir. Como sistema egoísta, trasmite egoísmo. Al intentar convertir todo en evaluable, se ha eliminado aquello que no lo es, modelando el sistema hacia el interés propio. No interesa la formación, sino la promoción.
El final de la conferencia de Martha Nussbaum —a la que dimos el Premio Príncipe de Asturias, algo que no implica que se le haga caso — se centra en el alcance y las consecuencias que se desprenden del análisis del sistema educativo y de la perversión que supone.

¿Qué vamos a tener, si estas tendencias continúan? Naciones de personas con formación técnica que no saben cómo criticar la autoridad, útiles creadores de lucro con imaginaciones torpes. Las democracias tienen grandes potencias racionales e imaginativas. También son propensas a algunos defectos graves en el razonamiento, al parroquialismo, la prisa, la dejadez, el egoísmo, la deferencia a la autoridad y la presión de grupo. Una educación basada principalmente en la rentabilidad en el mercado global magnifica estas deficiencias, produciendo una torpeza codiciosa y una docilidad técnicamente capacitada que amenazan la vida misma de la democracia y ​​que sin duda impiden la creación de una cultura mundial decente.
Si el verdadero choque de civilizaciones es, como creo, un choque dentro de la persona individual, todas las sociedades modernas están perdiendo rápidamente la batalla, ya que se alimentan las fuerzas que conducen a la violencia y la deshumanización y dejan de alimentar las fuerzas que conducen a cultivar la igualdad y el respeto. Si no insistimos en la importancia crucial de las humanidades y las artes, éstas se desplomarán, porque no generan dinero. Sólo hacen algo que es mucho más valioso que eso, hacen un mundo en el que vale la pena vivir, las personas que son capaces de ver a otros seres humanos como personas llenas, con pensamientos y sentimientos propios que merecen respeto y simpatía, y naciones que son capaces de superar el miedo y la sospecha en favor del debate comprensivo y motivado.*

Cuando esto se plantea, parece siempre una rabieta de los profesores de Humanidades por el abandono en el que piensan que están sus materias. No niego que en muchas ocasiones se dé un gremialismo de las disciplinas que no es más que una consecuencia de esa concepción laboral de la educación centrada en lo propio más que en la necesidad de quién lo recibe.
He señalado antes que la misma educación científica debe ser modificada para que tenga un efecto trasformador real del pensamiento. Con mucho más motivo es necesario hacerlo en el campo de las Humanidades si se quiere que realmente sirvan para algo. Ellas también padecen de esa deshumanización técnica.
Es difícil pensar en una educación que recupere lo que probablemente nunca haya existido más que como meta. Y lo es porque aquellos en cuyas manos están las reformas son productos del propio sistema. La uniformidad que se pretende en la educación no es más la confirmación de que se quiere estandarizar el pensamiento y con él a las personas, a las que se considera globalmente. Con ello se frustra el nacimiento de la diferencia y el valor del agruparse para conseguir mejorar entre todos.
En muchas ocasiones, lo más valioso que conseguimos trasmitir es lo que es menos evaluable. Eso implica, como es lógico, que se deje de valorar en términos generales. Incluso que se rechace como una pérdida de tiempo.
Educar es sacar a la persona de la repetición, de lo mecánico. Es poner a su servicio herramientas para su desarrollo hasta alcanzar la plenitud que sea posible. Nos preguntamos por fenómenos como los de esos yihadistas que salen de nuestra sociedades confortables para ir a cortar cabezas, quemar a personas vivas y hacer exhibición de su intolerancia dogmática. Son el ejemplo extremo de los fracasos educativos, de que esos huecos que deberían estar rellenos con valores de otro signo, se han ocupado. Hay muchas formas de intransigencia que están creciendo ante el fracaso educativo para la democracia, un estado que requiere de personas formadas, comprometidas y solidarias con el conjunto. La felicidad no está en el egoísmo ni en la rutina, sino en la acción con sentido y con valor, en las que las personas se reconocen y conocen a los otros.  Una educación que nos encierra, nos hace egoístas y rutinarios no es una educación.




* "El duro discurso de Martha Nussbaum sobre el futuro de la educación mundial" El Heraldo (Colombia) 13/12/2015http://m.elheraldo.co/educacion/el-duro-discurso-de-martha-nussbaum-sobre-el-futuro-de-la-educacion-mundial-233416



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