Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
A los
europeos nos resulta muy extraño el discurso de las armas. Como suele ocurrir
después de cada masacre, en los Estados Unidos el discurso de las armas se pone
en marcha y a los que tratan de limitar su uso se les oponen la teoría, el
derecho constitucional amparado por la Segunda Enmienda, y el práctico, el de
los hechos: el aumento de la compra de armas. Con cada matanza, aumenta la
repulsa de unos y el fervor de otros. Siempre se benefician los mismos; solo
los muertos son diferentes.
A las
armas se puede llegar por bravuconería o por miedo. Tanto el que se hace con
ellas para convertirse en un vigilante
de familia y comunidad y se dedica a patrullar barrios y fronteras, como el que
las adquiere por temor a verse en una situación en la que tenga que defenderse,
se ven animados a la adquisición por cada uno de estos incidentes.
Esta
vez, la matanza de San Bernardino, con sus catorce muertos, se ha parecido
mucho a las que pocos días antes se han producido en los Estados Unidos. Se
parecía tanto, que se dudó durante un tiempo si se trataba de la enésima
matanza de un loco despechado contra sus compañeros de trabajo. El
descubrimiento de las conexiones con el terrorismo islamista a través del
juramento de obediencia al Estado Islámico y la aceptación del mandato de
atentar en Occidente, es lo que introdujo el cambio. The New York Times se preguntaba desde los titulares: "A Nation Wonders When Bloodshed
Becomes Terrorism"*. En efecto, la matanza resultaba demasiado americana, demasiado parecida a otras que se han etiquetado
de otra manera, no como terrorismo.
Es algo más que una cuestión semántica.
Sin
embargo, hay algo que no ha cambiado: la facilidad con la que la pareja pudo
hacerse con todo tipo de armas en el mercado norteamericano. Con sus derechos
constitucionales plenos, la pareja consiguió lo que necesitaba para matar sin
demasiados problemas.
The Washington
Post lleva a titulares las declaraciones del Rector de la Liberty University,
Jerry Falwell Jr. Su
discurso ha sido incendiario:
The president of Liberty University, a popular
pilgrimage site for presidential candidates, urged students during the school’s
convocation Friday to get their permits to carry concealed weapons.
In his remarks, President Jerry Falwell Jr.,
son of the late religious right leader Jerry Falwell Sr., pressed students at
the Christian school in Lynchburg, Va., to carry weapons on campus following
Wednesday’s mass shooting in San Bernardino, Calif.
“It just blows my mind that the president of
the United States [says] that the answer to circumstances like that is more gun
control,” he said to applause.
“If some of those people in that community
center had what I have in my back pocket right now …,” he said while being
interrupted by louder cheers and clapping. “Is it illegal to pull it out? I
don’t know,” he said, chuckling.
“I’ve always thought that if more good people
had concealed-carry permits, then we could end those Muslims before they walked
in,” he says, the rest of his sentence drowned out by loud applause while he
said, “and killed them.”
“I just wanted to take this opportunity to
encourage all of you to get your permit. We offer a free course,” he said.
“Let’s teach them a lesson if they ever show up here.”**
Difícilmente se puede hacer un discurso más zafio y grosero, con sus risas incluidas.
Por más que después explicara que por "those Muslims" se estaba refiriendo
"to Islamic terrorists, specifically those behind the attacks in Paris and
in San Bernardino", no deja de serlo. Por lo demás, señaló, se ratificaba en todas y cada
una de sus palabras. Seguía animando a que se llevaran armas al campus como
prevención y el ofrecimiento de cursos gratuitos de manejo de armas seguía en
pie.
Frente a la escalada de las armas y el discurso vigilantista, París, como ciudad, reivindica
el discurso de la normalidad en sus calles. La vigilancia y la defensa, el ataque militar, no implican
la paranoia incontrolada que nunca ha dado más resultados que los del exceso.
Más armas en las calles no da seguridad, solo aumenta el riesgo de muertes. Los
Estados Unidos lo han comprobado en las muertes producidas por
"vigilantes". Sin embargo, esas muertes se han disfrazado muchas
veces con la "cuestión racial" (los "perfiles" étnicos) y la "amenaza" que algunos perciben
cuando se camina por la calle. El Estado, la ley, la Historia, retroceden cada
vez que se comete uno de estos crímenes, exculpados la mayoría de las veces por
los jurados a los que se explica el derecho a defenderse aunque no haya amenaza. Con la sospecha es suficiente,
se viene a decir.
París reivindica su derecho a poder abrir sus cafés y
disfrutar de sus terrazas. Confía en los mecanismos de la defensa que, aunque
fallen, siempre son preferibles al retroceso de la guerra callejera, de la
mentalidad vigilantista, de las armas en casa. Frente a esos discursos, los
habitantes de París han ido a sus cafés a demostrar que pueden vencer el miedo
que sin duda sienten reivindicando la normalidad. Lo irán venciendo no con un
arma en el bolsillo sino con una taza en la mano, saboreando un buen vino y una
comida en aquellos lugares que se escogieron como campos, más que de batalla,
de ejecución.
Hay que poner los medios para combatir este terrorismo en todos los campos, pero armar a la gente no sirve más que para que haya más muertes en el futuro. El desliz de Falwell Jr. diciendo que hay que "acabar con los musulmanes" es bastante revelador. Y peligroso. A algunos no les parecerá importante la aclaración. Cuando se dispara no hay aclaraciones después, nada para ya la bala.
El discurso de Falwell Jr. es doblemente peligroso. Lo es en
sí mismo y lo es desde el punto de vista de que es el responsable de la
formación de personas a las que anima al uso de las armas, aunque sea en
sentido defensivo. Las bromas y el tono jocoso de Falwell Jr. apuntan no a los
terroristas sino a algo más ruin: al presidente Obama y a sus intentos de
reducir la posesión de armas. Es al presidente al que apunta con su discurso,
sus armas verbales. Es el verdadero enemigo; es Obama del que muchos norteamericanos, gracias a las insidias republicanas, creen que es "musulmán". Se favorecen las armas, comos se favorece la ignorancia. Mejor haría el director de la Liberty Universidad en intentar transmitir cordura, ideas más allá de la bala.
El ataque en San Bernardino ha provocado una mayor
agresividad en los discursos electorales de los republicanos. Permite camuflar
de patriotismo lo que no es más que justificación de las armas que siempre han
estado allí, antes del terrorismo, y seguirán después. El problema de los
Estados Unidos es que, aunque se pueda acabar con el terrorismo islamista,
aunque se le borre de la faz de la tierra, seguirán padeciendo sus matanzas
periódicas, en escuelas, institutos, centros comerciales o avenidas; seguirán
siendo víctimas de una historia armamentista que no se acabará, que les es
propia y que muchos defienden indirectamente.
* "A
Nation Wonders When Bloodshed Becomes Terrorism" The New York Times
3/12/2015
http://www.nytimes.com/2015/12/04/us/terrorism-debate-san-bernardino-shooting.html
**
"Jerry Falwell Jr.: If more good people had concealed guns, ‘we could end
those Muslims’" The Washington Post 5/12/2015
https://www.washingtonpost.com/news/acts-of-faith/wp/2015/12/05/liberty-university-president-if-more-good-people-had-concealed-guns-we-could-end-those-muslims/?hpid=hp_hp-top-table-main_aof-libertyuniversity%3Ahomepage%2Fstory
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